Posneoliberalismo: ¿en un horizonte anticapitalista?

A propósito de las discusiones respecto al proyecto político-económico del Frente Amplio y su apuesta estratégica, y consecutivamente las tensiones entre liberales y anticapitalistas en el seno del mismo, me parece relevante volver sobre el sentido de un proyecto anticapitalista -y en el contexto regional- comentar lo que ha venido a denominarse posneoliberalismo.  

por Roberto Vargas Muñoz

Imagen / resistencia a la policía en Ecuador, de anticapitalistes.net


I

En 1988 Francis Fukuyama publicó el artículo “¿El fin de la historia?”, el cual posteriormente es ampliado y editado  como libro bajo el equívoco título de El fin de la historia y el último hombre. En ambos textos, Fukuyama argumenta que cualquier tipo de alternativa a la modernización capitalista se desintegra frente a la universalización de la democracia liberal occidental y la economía de mercado. Aquel discurso triunfalista respecto a los socialismos realmente existentes si bien no completaba su absoluta realización “en el mundo real”, ya había logrado triunfar “en la esfera de las ideas y de la consciencia” según el otrora asesor norteamericano.

No obstante, lo que en el discurso liberal fue interpretado como la victoria de la libertad de comercio, en 1991 aparece refutado a partir de una lectura suspicaz, distante y contraria a la proyección mainstream de la época sobre la caída de los países del este. Su autor, Robert Kurz, publica en Alemania El colapso de la modernización. Del derrumbe del socialismo de cuartel a la crisis de la economía mundial, donde afirma que el colapso del socialismo real es un momento del colapso gradual de la economía mundial basada en las categorías básicas del capitalismo: mercancía, valor, trabajo abstracto y capital. Para Kurz el socialismo soviético no podía representar una alternativa al sistema capitalista, más bien se proyectaba como una “modernización rezagada” que, además de no superar las categorías básicas de dominación capitalista, no logró competir con la revolución microelectrónica y sostener la competitividad de la producción occidental -siendo el armamentismo solo una excepción-.

Lo que había sido interpretado como una victoria no era más que un momento de los límites internos de la lógica del capital que, estructuralmente, desde la década del setenta devela, entre otras características, un crecimiento de masa no rentable. Ya no se trata, entonces, de “subsunción sino expulsión, éxodo”, es decir, de trabajo vivo sobrante que el sistema económico no tiene capacidad para subsumir es expulsado, fomentando desempleo y precarización de condiciones laborales.

En efecto, el “There is no alternative” de M. Thatcher se cumple al interior de la lógica del capital, y más aún, en su dimensión epistémica. Según Kurz, a pesar de que la escuela marginalista intentara refutar el concepto de valor marxiano y, posteriormente, lo que hoy se conoce como ciencia económica lo abandonara, la equivalencia entre trabajo abstracto y valor -fundamento de la lógica del capital aparece encubierta tanto en el keynesianismo (con los conceptos empleo y rendimiento monetario) como en el monetarismo (cuando intuyen como negativa la desvinculación entre masa de producción y masa monetaria), puesto que ambas ideologías de la economía política tienen como soporte estructural la valorización del valor, es decir, el trabajo abstracto en donde el valor se cosifica.       

Para aquel soporte estructural una tendencia hacia el Estado o hacia el mercado le es indiferente. El auge, avances y derrotas del movimiento obrero, así como una rápida mirada a la historia de los patrones de acumulación del siglo XX confirman el intento del capital por restablecer la tasa de ganancia; ya sea frente al avance de luchas sociales a finales del siglo pasado con la imposición neoliberal; ya sea con las políticas económicas keynesianas que devolvieron el poder de compra a los trabajadores a partir del New Deal y el Plan Marshall a comienzos del mismo. El capital reafirma trágicamente ser el sujeto de la modernidad y lo hace con más fuerza en períodos donde su rostro social se presenta como el semblante perverso de la integración vía mercado, donde el sujeto se hace uno con la mercancía.

II

Desde el amplio paraguas de la crítica de la economía política del socialismo real, la tesis del colapso del socialismo realmente existente bien podría encontrar un complemento en la crítica de la gestión burocrática del Estado y las restricciones democráticas en los países cobijados (o en el umbral) del telón de acero.

El Socialismo del siglo XXI, en su dimensión discursiva y conceptual, proyectó un intento por superar los principales problemas que afectaron internamente al socialismo moderno. Lewowitz, Harnecker, Moulian, Dietrich, Monedero, Meszaros, entre otros, coinciden en la relevancia de la participación democrática y en el protagonismo de la ciudadanía como contraste al proyecto socialista del siglo XX. Menos acuerdos e incluso ausencias encontramos en el registro de la crítica de la economía política, en especial, en lo correspondiente a la crítica del valor. Nos referimos a los análisis categoriales del Marx del tomo I de El Capital, considerándolos como una vía para pensar el poscapitalismo.  

En gran medida el socialismo real, y su base epistémica, el marxismo tradicional o ideológico, concentró las tareas socialistas en una crítica negativa de la propiedad privada de los medios de producción y del mercado, o inclusive en la forma dineraria, mientras que la crítica positiva se enmarcó en la ampliación de derechos y en el distribucionismo. Es decir, el capitalismo -y bien podríamos ampliarlo al patriarcado- como productor de mercancías, no parece ser rozado por la crítica categorial de las categorías cuasi-objetivas de mediación social que articulan la sociedad moderna: mercancía y capital. Los análisis de Moishe Postone, uno de los importantes teóricos que han intentado reconstruir una teoría crítica de la sociedad moderna, ubican su crítica más allá de la explotación y el modo burgués de distribución concentrado en el mercado y en la propiedad privada, para situar el lugar central del trabajo como mediador de relaciones sociales. Esto no de manera transhistórica como fue el leitmotiv del marxismo del siglo XX, sino que para ir hacia el nodo de la forma de producción y la forma de riqueza moderna, vale decir, el valor. De esta manera, la lucha de clases, como el conflicto respecto a la repartición del valor entre la clase de los capitalistas y la clase del proletariado, no es más que una de las expresiones de un problema más profundo: la actividad social adquiere la forma del valor, produciendo una indiferenciación de toda la producción, y por tanto, una reducción a la cantidad de energía gastada producida por el trabajo abstracto.  

III

Buena parte del continente latinoamericano a comienzos de siglo se planteó la salida a los procesos neoliberales como patrón de acumulación sin disputar el capital como sujeto moderno. Bajo el nombre de posneoliberalismo, la literatura política del continente generosamente clasificó a países latinoamericanos que desde 1998 impulsaron gobiernos progresistas y alternativos -en algunos casos- al neoliberalismo. La lista es larga, va desde Venezuela con Chávez a la cabeza y sus respectivas reelecciones hasta la sucesión de Maduro, en Brasil con el PT de Lula desde el 2003 hasta las elecciones de Rouseff el 2014, en Argentina con Kirchner el 2003 y luego Fernández el 2006 y el 2011, en Uruguay con el Frente Amplio, con el presidente Vázquez el 2005 y 2015 y con Mujica el 2009; Bolivia con el MAS, Morales ganó las elecciones en 2005, en 2009 y en 2014; Ecuador, la Alianza País con Correa electo en 2006 y reelecto en 2009 y 2013; en Honduras con Zelaya el 2006, Paraguay con Lugo, hasta terminar esta lista con El Salvador con la elección de Funes el 2009 y luego Sánchez el 2014.

El posneoliberalismo como fórmula general integró a países que buscaron una alternativa a la acumulación neoliberal. Al priorizar los ajustes fiscales en desmedro de las políticas sociales, estas últimas en el marco de la economía neoliberal encuentran una antinomia. Esto es propio de políticas neoclásicas en el continente, que, oponiéndose al Estado, se identifican con el mercado y el gran empresariado. Ello ha llevado a que la amplia apuesta posneoliberal, salvo en algunos casos con modestos aciertos -y en especial unas de sus expresiones, la vía del socialismo del siglo XXI- concentre su estrategia en perspectivas productivistas, reafirmando el trabajo asalariado, la producción y el crecimiento industrial.

La crítica al capitalismo productor de mercancías no es equivalente a la crítica del neoliberalismo como patrón de acumulación. Una salida posneoliberal sobre un horizonte anticapitalista exige -con toda la complejidad correspondiente a una política radical- el cuestionamiento de las formas sociales que articulan la modernidad. “Más Estado y menos mercado”, la fórmula general de los proyectos progresistas para proteger lo público por encima de lo privado -una suerte de revival neokeynesiano, que interpreta en el Estado de bienestar/compromiso una victoria del movimiento obrero y popular-, es más bien la paradoja inmanente de la lógica del capital. Recordemos que en la primera parte del siglo pasado los estados benefactores generaron una masa de capital fijo con el objetivo de devolver el poder de compra a los trabajadores, abriendo así el ciclo de los llamados “años dorados del capitalismo”.

 

IV

En Chile no se observa un crecimiento de la productividad en los últimos diez años ni tampoco en la región han sido prósperos los modelos neoliberales. Independiente de los ciclos económicos favorables por el alza del precio del cobre y otros commodities, la estrategia de desarrollo está en crisis y su estancamiento es su principal evidencia, fomenta la precarización del trabajo y la desintegración social en un contexto marcado por una democracia superflua y ficcional.

La apuesta posneoliberal en América Latina en perspectiva socialista, si bien logró avances sociales en algunos países, se enfrentó a la ubicación forzada del capital desde los espacios de valorización dependientes latinoamericanos y los escandalosos casos de corrupción, los que provocaron un cambio de ciclo en el continente que va desde los progresismos hasta el ascenso de la nueva derecha populista y, en algunos casos, una amenaza fascista.

Las nuevas fuerzas políticas del continente bien podrían repetir la frustración de los proyectos posneoliberales y las apuestas modernas del socialismo, o bien, podrían abrir -en el largo plazo- un ciclo alternativo centrado en lo común, considerando su inflexión social, política, económica y cultural. De esta manera, el posneoliberalismo no podría reducirse a una transformación del patrón de acumulación, sino más bien habría que apuntar a las categorías que lo sostienen. Sin embargo, aquello que Fukuyama llamaba el triunfo en las ideas y en la consciencia del nuevo orden mundial no puede ser repensado por fuera de las determinaciones formales de la mercancía -erráticamente formuladas por el marxismo tradicional como estructuralismo- ni por fuera de lo que ha venido en denominarse producción de subjetividad. Por ecléctico que aparente ser, este cruce es constitutivo de las apuestas poscapitalistas que busquen producir nuevas formas de interdependencia social.         

Bibliografía:

Dussel, Enrique (2014), 16 tesis de economía política. Interpretación filosófica, Siglo XXI Editores, México.

Kurz, Robert (1991), El colapso de la modernización. Del derrumbe del socialismo de cuartel a la crisis de la economía mundial. Editorial Marat, 2016, Buenos Aires Argentina.

Kurz, Robert (1995), “Die Himmelfahrt des Geldes”. En Krisis 16/17, Horlemann Verlag, Bad Honnef.

López Segrera, Francisco (2016), América Latina: crisis del posneoliberalismo y ascenso de la nueva derecha, Buenos Aires, CLACSO, 2016.

Losoncz, Mark (2015), “Anselm Jappe: La fin du capitalisme ne sera pas une fin pacifique”. En Revista Philosophy and Society, Institute for Philosophy and Social Theory, University of Belgrade, Vol 26 No 4 (2015).

Postone, Moishe (2003), Time, Labor, and social domination. A reinterpretation of Marx’s critical theory. Nueva York: Cambridge University Press

Vidal, P., Ansaldo, M., Cea, J., (2018), “Hugo Chávez y los principios del Socialismo del Siglo XXI: una indagación discursiva” (2005-2013). En Revista Izquierdas 42, octubre 2018: 224-250.

Roberto Vargas Muñoz

Doctor en filosofía. Director de Fundación Crea. Ejerce como docente universitario en la Universidad Alberto Hurtado y en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central, ambas en Santiago de Chile.

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