Chile: Dime La Mercancía Que Vendes Y Te Diré Quien Eres

Una depresión en las exportaciones chinas apareja disminución de los ingresos en dólares de la economía China, subvaluando el Yuan respecto a su paridad de poder adquisitivo con el dólar, encareciendo las importaciones de China, y por ende, afectando con menores ingresos en dólares por exportaciones a los socios comerciales vendedores de manufacturas,  combustibles y materias primas a China, entre ellos Chile. Pero estos aires de ralentizamiento del comercio mundial se vienen sintiendo de antes de la asunción de Trump, con la disminución del precio mundial de los commodites, entre ellos el cobre. Asimismo, la Unión Europea no ha elevado su demanda de importaciones desde Chile al menos desde el año 2008 en que cayó producto de la crisis. Una ralentización de las exportaciones a EEUU, China y la Unión Europea equivale no sólo a una disminución en las exportaciones relativas a estos países, sino una disminución de la demanda mundial por cobre, por ende, una disminución del volumen exportado total, del precio mundial, y por ende del valor de las exportaciones.

por Moisés Escobar

Imagen / Mina de Chuquicamata, Chile. Fuente: Wikipedia.


Entre los años 2006 y 2014, exceptuando el 2009, el precio mundial del cobre se ubicó por encima de los tres dólares la libra. Han transcurrido cuatro años de este superciclo del cobre con un precio por debajo de los tres dólares la libra. Todo indica que estamos entrando al mismo precipicio en que nos vimos arrojados en 1973, precipicio que no es ajeno del suelo donde antaño nos sentíamos los jaguares y británicos del fin del mundo, sino como en las cataratas, arriba es el río, abajo es la caída del agua, siendo ambos momentos de la catarata. Asimismo, el precio alto y bajo del cobre en diversos años viene a darnos cuenta que su naturaleza no es ni este u otro precio, sino la variación de su equivalencia con una determinada cantidad de dólares, el ciclo de precios.

 

El ciclo del cobre, renta de la tierra y sobrevaluación de la moneda nacional

El llamado súper ciclo del cobre vino impulsado por la demanda mundial de la industria concentrada en estos mismos años en China, que absorbe  frenéticamente cobre ofrecido por mineras con derechos concedidos sobre yacimientos cuya cualidad viene dada por cobijar en su seno o por su relación con otros centros productivos o de consumo, condiciones productivas determinadas por la naturaleza, pagando el comprador al vendedor un precio que aparte de retribuir el capital consumido y la ganancia media, porta la renta diferencial de la tierra minera, una plusganancia que no desaparece por la competencia entre capitales mineros por apropiar condiciones naturales como la ley mineral, la posición del yacimiento, la cantidad o composición química del mineral, pues dicha condición al ser objeto de propiedad privada e irreproducible por el trabajo humano, no puede ser copiada, replicada o inventada por la competencia, y por ende es monopolizable por su propietario.

En el llamado súper ciclo y siguiendo la tendencia de las últimas décadas, Chile participó como el primer productor de cobre de mina, primer exportador de concentrado de cobre y cátodos electrobtenidos y entre la segunda y tercera posición como exportador de cobre electrorrefinado.

La posición de liderazgo vino a ser alcanzada en tiempos con precios inferiores a 3 dólares la libra, a fines de los años 80 sobre la base de la centralización del capital minero en el Estado de Chile gracias a la nacionalización en 1971 y la creación de Codelco en 1976, e innovaciones tecnológicas en fundición y lixiviación inducidas por la crisis petrolera de 1975, y con el arribo de inversión extranjera privada en nuevas exploraciones y explotaciones que con el correr de los años noventa desplazaron a Codelco de su liderazgo frente a la minería privada, dejando a Estados Unidos atrás, haciéndole perder el liderazgo que antaño ostentó en la producción de cobre de mina y refinado

Este liderazgo en producción y exportaciones ha significado el ingreso al país de flujos extraordinarios de valor en dinero mundial portado en el precio de venta del cobre pagado a cada vendedor. Del flujo de valor bajo su equivalente mundial por ventas de cobre obtenido por las mineras, una porción se mantiene en su forma dineraria original para adelantar capital importado, pagar pasivos,  activos o impuestos pagaderos en dólares, o remitir utilidades, al extranjero, mientras otra transforma su forma dineraria al signo monetario nacional, el peso chileno, para adelantar capital variable o a pagar compras y servicios a los proveedores y contratistas, o pagar pasivos, activos, impuestos o utilidades, en Chile. Si el valor en dólares de las exportaciones es alto, ya sea por el precio o la cantidad producida, y los gastos o utilidades en Chile son altos, la necesidad de las empresas de cambiar una porción de sus ventas en dólares por pesos es mayor. Así, un incremento de las exportaciones o de cualquier flujo extraordinario de divisas como los bonos y préstamos externos, trasunta en un aumento de la masa monetaria de divisas en el mercado cambiario nacional dispuestas a ser cambiadas por pesos chilenos. Lo que acarrea como consecuencia -si es que la emisión de pesos chilenos y la inflación interna es controlada- la disminución del valor relativo del dólar respecto al peso nacional, sobrevaluándose así el peso respecto al dólar. Efecto contrario acaece si disminuye el precio o la cantidad producida, disminuyen las ventas en dólares por exportaciones, volviendo más escasos los dólares a cambiar por pesos para pagar en Chile, disminuyendo el valor relativo del peso respecto al dólar, devaluándose así el tipo de cambio.

El fin de una historia repetida

Tras el 2014, último año del ciclo, los precios caen por debajo de 3 dólares la libra de cátodo de cobre. Sin embargo, ya desde el año 2009 Chile se viene elevando exponencialmente la deuda externa e interna pública y privada, la presión recaudatoria del Fisco sobre las rentas empresariales, personales y las compras internas y externas de bienes, los gastos fiscales ordinarios, sociales y en inversión, y el déficit entre ingresos y gastos que viene a ser compensado por el Fisco y privados con el incremento de la deuda externa, que actualmente bordea el 62% del PIB.

Si bien tras la crisis asiática se introdujo en la política comercial externa la celebración de tratados bilaterales de libre comercio como forma de superar la estrechez de compradores que hasta ese entonces se concentraba en tres tercios entre EEUU, Japón y la Unión Europea, este diagnóstico y política han resultado impotentes para superar la prevalencia de estos destinos, y más bien han incluido en nuestra cartera de clientes a países que comparten con el Japón la cualidad de centro de la industria automatizada mundial. Al año 2017 Chile vende el 70% de sus exportaciones a China, EEUU, la Unión Europea, Japón y Corea del Sur. Si profundizamos más en esta evidencia, observamos que Chile vende el  42% de sus exportaciones, es decir $29.500 millones de dólares, a China  con $19.200 y a EEUU con $10.300 millones de dólares, constituyendo ambos los principales destinos comerciales de nuestras ventas externas.

El efecto del aumento de los aranceles a las importaciones de ambos países repercute en una disminución del valor total intercambiado entre ambas potencias. EEUU con la política de Trump viene a elevar los aranceles a las importaciones Chinas para disminuir el flujo de dólares pagados por las compras externas y encarecer internamente el precio de las manufacturas chinas, protegiendo la industria norteamericana con mayores precios pagados por la clase obrera norteamericana y la paridad del precio de su competencia china elevandolo al nivel norteamericano, con un precio de costo más alto y la ganancia media de los EEUU. Como efecto, esto repercute en China disminuyendo sus exportaciones e ingresos en dólares, tornando imperioso el desarrollo de su demanda interna y el aumento de las exportaciones a otros socios comerciales. Una depresión en las exportaciones chinas apareja disminución de los ingresos en dólares de la economía China, subvaluando el Yuan respecto a su paridad de poder adquisitivo con el dólar, encareciendo las importaciones de China, y por ende, afectando con menores ingresos en dólares por exportaciones a los socios comerciales vendedores de manufacturas,  combustibles y materias primas a China, entre ellos Chile. Pero estos aires de ralentizamiento del comercio mundial se vienen sintiendo de antes de la asunción de Trump, con la disminución del precio mundial de los commodites, entre ellos el cobre. Asimismo, la Unión Europea no ha elevado su demanda de importaciones desde Chile al menos desde el año 2008 en que cayó producto de la crisis. Una ralentización de las exportaciones a EEUU, China y la Unión Europea equivale no sólo a una disminución en las exportaciones relativas a estos países, sino una disminución de la demanda mundial por cobre, por ende, una disminución del volumen exportado total, del precio mundial, y por ende del valor de las exportaciones.

¿Qué hacer?

Para enfrentar la posibilidad probable de asistir al inicio de un ciclo de bajos precios mundiales del cobre, se han tomado históricamente tres caminos. Una posibilidad es no ajustar los gastos, aumentando los ingresos por impuestos y deuda, manteniendo la economía en movimiento pese al ciclo de bajo precio gracias al gasto fiscal y nuevos flujos extraordinarios de valor mundial por deuda externa. Otra posibilidad es disminuir los gastos, los ingresos por impuestos y la toma de nueva deuda, manteniendo la economía en movimiento pese al ciclo de bajo precio gracias a la mayor ganancia empresarial por la rebaja, crédito, exención, gasto aceptado o franquicia de impuestos, y compensando el desendeudamiento con nueva deuda ahora tomada con una menor tasa de interés por disminuir el pasivo y tornar positivo el balance fiscal. Ambas opciones son dos variantes que llevan al mismo camino, el ajuste, y más vienen en disputar el momento en que se efectúa, como podemos ver en el cambio de ciclo político en Sudamérica y EEUU.

La otra, consiste en la toma de propiedad de parte de las empresas mineras cupríferas por parte del Fisco, mediante la expropiación de dichos capitales y pertenencias, incrementando los ingresos por excedentes de Codelco, disminuyendo la necesidad de tomar nueva deuda externa y pagando el gasto con ingresos propios. Esta última opción es generalmente compartida por la izquierda chilena como elemento aglutinante y condición de realización de su programa máximo de transformaciones económicas, políticas y sociales.

Nosotros proponemos una forma concreta de realizar esta opción, reformando el artículo 10 de la Ley Orgánica Constitucional de Concesiones Mineras en lo relativo a la indemnización por expropiación de concesión minera de explotación, derogando el pago sobre la base de la estimación de los flujos futuros netos de caja, es decir la producción futura, y estableciendo el pago de una indemnización por el daño emergente equivalente al daño patrimonial efectiva y actualmente causado al expropiado, retribuyendo el valor de la inversión en activo fijo materialmente depreciada, evitando la contradicción con el artículo 19 N°24, según el cual el fisco es propietario de las minas y yacimientos de sustancias minerales de forma absoluta, inalienable e imprescriptible, pues esto significa aceptar el pago por parte del fisco de algo que constitucionalmente le es asignado en propiedad. Con posterioridad a esta reforma, proceder a la expropiación de las participaciones privadas en Angloamérican Sur y El Abra, y seguidamente, la disolución de ENAMI, la entrega de sus activos a Codelco, constituyendo la nueva División Atacama, y la expropiación sobre Minera Escondida, Los Pelambres, Collahuasi y Candelaria. Pero no basta solo con centralizar el capital en el Fisco para dar un paso adelante. Es preciso incrementar el volumen de refino por pirometalurgia, sector clave para Codelco pues constituye la mayor proporción de sus ventas. Y en esto la minera estatal ha quedado rezagada del desarrollo mundial hoy encabezado por China, produciendo el cátodo de cobre con precio de costo más alto del mercado mundial, alcanzando muchas veces una magnitud superior a este, replicando la innovación aplicada en este campo en Chile en tiempos de dictadura y crisis petrolera, ya sea adquiriendo tecnologías extranjeras ya probadas como eficientes y limpias como la Fusión Flash ya presente en Chagres y Chuquicamata, la Fusión-Conversión-Afino continuos, la Fusión en hornos SKS de patente China, o incorporar al Convertidor Teniente innovaciones que reduzcan su costo.

¿Quién o quiénes son capaces de hacer este cambio? La expropiación se hará bajo un impulso gubernamental, parlamentario y social. Respecto a éste, que a su vez determina los dos primeros, podemos decir que todos aquellos que actualmente perciben recursos del estado, ya sea como pago por servicios prestados o como prestación social, o quienes necesitan un servicio o quieren más de ello dada su insuficiencia, estarían interesados en adherir a una propuesta centrada en incrementar los ingresos fiscales. En otras palabras, desde los trabajadores del sector público, los trabajadores de la educación o la salud, hasta los sin casa, los jubilados con miseria, los estudiantes endeudados y los enfermos o preocupados por su salud, estarán dispuestos a votar y movilizarse por la expropiación. Por cierto, otro sector sería el sindicato o federación de Codelco, que adheriría a este movimiento. De alguna forma, adherirá a esta propuesta la clase obrera, no necesariamente en su totalidad, pero si mayoritariamente. En la burguesía, estarán por cierto los expropiados. Ellos quizá se opongan o no le hagan resistencia al proceso, y de ello dependerán muchas cosas futuras. Si se oponen, buscarán aliados entre los de su clase empleando conceptos que entre todos reconocen como válidos y necesarios, como la libre competencia, etc. Probablemente hay sectores de la burguesía que incluso busquen aliarse con nuestra iniciativa, pues dependen del gasto fiscal.

En ese último sentido, es preciso modificar el modo en que actualmente se realiza el gasto fiscal, para evitar que nuestra renacionalización termine en lo que hoy vemos en Codelco, en que más allá de la eficiencia económica de la empresa, sus impuestos y excedentes terminan en manos del pequeño capital ineficiente por subsidios CORFO, por Ministerio de Transportes, Obras Públicas o Agricultura, compras públicas, tratos directos, licitaciones y concesiones, así como a través del salario o subsidio a la población obrera, al conjunto del capital vendedor de bienes de vida. Es preciso asignar una parte del gasto fiscal en inversión en la constitución y capitalización de una empresa pública abocada a la construcción, ingeniería e infraestructuras, de una escala nacional capaz de ofrecer un aumento neto del activo fijo inmovilizado residencial y no residencial, disminuyendo el gasto fiscal en construcción por gastarse ahora en un oferente o proveedor más eficiente que lo actualmente en carpeta, empresas de escala pequeña, ineficientes, que viven del subsidio, los bajos salarios y el precio alto de los bienes no transables en Chile.

Moisés Escobar Bahamondes

Abogado y Magister en Gobierno y Gestión Pública