Las fronteras, el virus y la extinción en la ciencia ficción

La frontera y la vida, los bordes de la administración de los cuerpos en su horizonte biológico y político. La vida cercada por los marcos de la guerra que distribuyen diferencialmente la vida de la no vida, distingue los sujetos de quienes no lo son. La vida errante de comunidades sin Estado, pueblos sin nación, flujos humanos en posiciones antiestatales y antisistema en un umbral de la policialización de la relaciones políticas. La vida errante por venir, esa vida del porvenir del Human Project en el final de Children of Men, esa vida profética, la vida migrante, la vida en un escape frágil y precario, la vida vulnerable de los ensayos de Judith Butler son futuro minoritario, migrante, huidizo y, para ser sinceros, inquietante si pensamos en nuestras actuales formas de existencia precarizada.

por Nicolás Román

Imagen / Dibujo de doctores de la plaga en una pared. Fuente.


Los límites entre las especies, los cuerpos y los países se han visto fuertemente expuestos en el clamor mundial por la pandemia del Covid-19. Esta conmoción viral ha roto la cadena de montaje del capital y la vida cotidiana a nivel global. Los cuerpos y el virus coexisten beligerantemente en tanto los primeros son el combustible por excelencia de la usina capitalista, pero, ¿qué condiciones tiene una vida para producir?, ¿cómo se agota la vida frente al capital y como este agotamiento implica el desabastecimiento generalizado de brazos para hacer funcionar la chimenea global? Este texto propone una reflexión sobre fronteras, virus y cuerpos a partir de un mosaico de películas de ciencia ficción sobre el contagio y la extinción. Estos materiales imaginan los espasmos de un mundo que se acaba. La cotidianeidad capitalista actualmente es amenazada por hebras de ARN envueltas en grasa y proteínas llamada Covid-19, la peste que nos acorrala.

El cuerpo, el virus, el poder, la biopolítica, sus resistencias, polémicas y, qué más, avatares. Avatares de la biopolítica, a partir de un corpus diverso o cuerpos diversos en escenas de nuestra vida cultural actual: las migraciones, los cercos, los controles sobre el cuerpo, la ciencia ficción, las series, la enfermedad, la cuarentena, la pandemia.

Esta propuesta tiene un eje transversal, la inmunidad, a cuatro temas de las ficciones sobre la vida: el virus, las fronteras, la muerte y la extinción. Para organizar estos temas el centro de esta reflexión es el concepto de inmunidad como una barrera y una determinación de aquello que Foucault simplificaba bajo la frase hacer vivir y dejar morir. No obstante, algunas ficciones sobre la vida entran a polemizar con la administración de los cuerpos futurizables cuando se desconoce a ciencia cierta, ¿dónde vivir?, ¿cómo seguir con vida?

El virus de las ficciones desplaza a la población en un dispositivo epidemiológico-político, un límite para contener la vida de aquello que carga con la ambigüedad de la no vida viral. Así la frontera, ¿dónde vivir? es un eje de la inmunidad. La frontera no es un tema solamente referido a la inmunología en su versión epidemiológica, ya que su traslado a la arena política le otorga al migrante, ese sujeto otro, la capacidad de desestabilizar las fronteras inmunopolíticas. Ellos activan las retóricas del resguardo ante la pregunta: ¿dónde vivir?, en un planeta no solamente afectado por la precariedad y la devastación, sino también por sus efectos: olas de desestabilización política, cultural y climática. Incluso, en esta última materia, la crisis socioambiental nos enfrenta a una tercera pregunta relacionada con nuevos desplazamientos de la administración de los cuerpos, los territorios y las poblaciones, al decir de Michel Foucault: ¿cómo seguir con vida?, ¿cómo seguir con vida cuando se vaticina la masividad de la muerte?

¿Dónde vivir?, ¿cómo seguir con vida?, para responder estas preguntas tengo una muestra de materiales diversos reunidos antojadizamente, como si fueran una respuesta a una pregunta sobre la biopolítica contemporánea. En general, películas o series que reflexionan sobre los cuerpos, las fronteras, la vida, la muerte y la extinción. Estos materiales son variados, puede ser Guerra Mundial Z o incluso, la desfiguración de la fantasía patológica de los caminantes blancos en Juego de tronos. Estos primeros elementos asociados con los zombis, que no están vivos ni muertos, en su potencia desestabilizadora y viral, contagiosa, exógena, activan los dispositivos del segundo elemento: la frontera, ¿dónde vivir cuando hay una amenaza? o ¿qué dispositivos extinguen la amenaza sobre lo vivo? Así la frontera se pone sobre los sujetos, los territorios y las poblaciones. La frontera administra los bordes de aquellos cuerpos futurizables que sí tienen un futuro frente a quienes no. La frontera, barrera inmunológica y política para el caso de Guerra Mundial Z –una ficción del descontrol y la viralización–, no está lejos de otra de sus representaciones, la de Children of Men de Alfonso Cuarón. Para reflexionar sobre estas dos amenazas a la vida hago este cruce entre virus, frontera, muerte y extinción. La frontera es un concepto clave para la pregunta, ¿dónde vivir? que se abre hacia el problema de ¿cómo seguir con vida?

La película de ciencia ficción del mexicano Alfonso Cuarón, Children of Men, nos presenta un mundo habitado por una humanidad infértil. Un mundo sin futuro para la especie, un mundo donde la humanidad se enfrenta a un escenario sin proyecciones, agonizante, sin tiempo y sin proyecto. En la misma sintonía, de caos y ausencia de futuro provocado por la infertilidad en masa, me gustaría citar la reciente serie de Hulu basada en la novela homónima de Margaret Atwood: Handmaid´s tales, cuya trama se basa en un futuro distópico donde los Estados Unidos es gobernado por neoconservadores. La clave de ese futuro es que las mujeres fértiles deben ser reclutadas para ser forzosamente las encargadas de procrear a los hijos de la casta dominante. Estas dos producciones responden a nuestra pregunta, ¿cómo seguir con vida? Y se cruzan con algo trascendente para una administración de la biopolítica por su envergadura: la extinción, ¿qué hay después de la pandemia?

I.

Mi propuesta, aleatoria y azarosa, sobre la base de este cuerpo variopinto de ficciones sobre la vida contemporánea se cruza, de un punto a esta parte. La ciencia ficción en la cultura de masas ha elaborado relatos amenazantes. En Guerra Mundial Z, Brad Pitt encarna a un inmunólogo ante la amenaza global de una peste que convierte en zombis a las personas; mientras que en Children of Men los conflictos se disparan por la crisis de la fertilidad. Asimismo, Handmaid´s tales, la serie, compone un mundo distópico, sobriamente tecnológico y ultraconservador, bélico y aséptico. En términos generales, estas ficciones y sus políticas de la representación son reacciones inmunitarias desde valores culturales traspuestos como consignas de defensa biológica.

Las metáforas del control en estas representaciones transitan entre laboratorios, experimentos, controles y escudos inmunitarios. Los lugares de protección de la vida aseguran quién merece vivir y aseguran los bordes entre la vida y la muerte. Esa diferencia es un espacio construido como una disputa: ¿Quién está vivo?, quién merece vivir se encuentra contenido en los límites del Estado y la maquinaría de su ley. La frontera bélica y administrativa que resguarda el control de flujos corta la viralización, el contagio, la migración y el contacto. La máquina estatal ejerce el corte de lo vivo y ese afuera inorgánico, no reconocible, sin rosto: el virus.

II.

Aunque la invasión externa no siempre es anónima, sin rostro e inórganica. Hay desplazamientos con nombres como el de la migración forzada por los conflictos bélicos, económicos y ambientales, usados como guerras proxy en la opereta de los desacuerdos del capital. Una vida con rostro de estos conflictos es Aylan Kurdi, niño sirio de origen kurdo ahogado en las orillas de una playa en Turquía el dos de septiembre de 2015. Kurdi tenía tres años. En el naufragio de la embarcación ilegal que lo trasladaba mueren su madre y su hermano, el único sobreviviente es su padre. Su imagen se volvió viral. Una fotografía de un policía con el niño en brazos. Una fotografía del niño en un beso con la arena. Su cuerpo sin vida fluye como la insignia de la crisis migratoria y la distribución desigual de la protección de la vida. Su vida sin atributos se vuelve una aguzada crítica del estado de nuestro régimen de administración biopolítica en el contexto de la migración, ¿quién merece vivir?, ¿dónde vivir?

El régimen de la frontera vuelve como la vuelta de lo reprimido del libre mercado y el intercambio simultáneo de mercancías alrededor del globo. Esos cuerpos abyectos, Aylan, cruzan la frontera, esa división entre la vida y la no vida. Diariamente, niñes y adultes cruzan espacios con vallas y fronteras lingüísticas. Su presencia viral activa circuitos de inmunización como el bloqueo de los puertos italianos a las flotillas de ayuda humanitaria, entre ellas, un barco, el Open Arms.

Esta fuente de contagio, el cierre de la frontera y una embarcación, símil arca de Noé, tipo Open arms, aparece en Children of Men. El proyecto humano, guerrilla de científicos de la película, va al rescate de una humanidad estéril. Una humanidad sin futuro, sin descendencia, sin proyecto, que encuentra su último bastión en una embarcación perdida en el mar del Norte, el nombre de la embarcación en la película: el Mañana. Children of Men ofrece un retrato de la vida precaria con un doble sentido. En el film de Cuarón, la pregunta por la vida se desplaza desde ¿dónde vivir?, hacía ¿cómo seguir con vida?. El escape en un barco en el largometraje de Cuarón  se ejerce frente a la pesadilla de una presumible extinción humana. La doble entrada se relaciona con la vulnerabilidad de la embarcación: el Open Arms (que rescata migrantes de aguas internacionales) y el Mañana (el arca de la vida en la ficción de Cuarón) enfrentados a un mar devorador de personas, el mar de Aylan.

La frontera y la vida, los bordes de la administración de los cuerpos en su horizonte biológico y político. La vida cercada por los marcos de la guerra que distribuyen diferencialmente la vida de la no vida, distingue los sujetos de quienes no lo son. La vida errante de comunidades sin Estado, pueblos sin nación, flujos humanos en posiciones antiestatales y antisistema en un umbral de la policialización de la relaciones políticas. La vida errante por venir, esa vida del porvenir del Human Project en el final de Children of Men, esa vida profética, la vida migrante, la vida en un escape frágil y precario, la vida vulnerable de los ensayos de Judith Butler son futuro minoritario, migrante, huidizo y, para ser sinceros, inquietante si pensamos en nuestras actuales formas de existencia precarizada.

Hecatombes climáticas, incendios, sequías, cercos comerciales o desplazamientos por catástrofes militares, actualmente lockdowns masivos por la propagación de la peste del Covid-19. Aunque el escenario sobre las ficciones del futuro distópico agregan otro factor sobre la migración. Hay una diferencia entre el Open Arms y el Mañana. El primero, lleva a las vidas descartadas, esas vidas excluidas y pérdidas en el Mediterráneo en búsqueda de un futuro; mientras que el segundo carga con la vida, la única nueva vida, la vida posible, el porvenir, el futuro. La única vida humana posible después de la infertilidad masiva que afecta a la especie. El segundo argumento, el de la película de Cuarón, nos enfrenta a un contexto de extinción. Este escenario es radicalmente contemporáneo y radicalmente desafiante para los encuentros entre la política y los cuerpos, ¿cómo administrar cuerpos que se agotan?, ¿cómo administrar la vida en el agotamiento de la misma?, ¿cómo extraer valor de aquello desvalorizado? La vida es una potencia decreciente. Vida y esperanza, como una pareja espontánea, en la película ambientada en el Reino Unido son una pareja forzada. Vida sin esperanza cuando la esperanza no está viva, la esperanza es un proyecto, un proyecto radicalmente humano, una isla, un porvenir.

III.

¿Cómo seguir con vida?

El contexto contemporáneo en términos biopolíticos se dirige hacia la necropolítica, y la securitización. La vida y la muerte en la administración de los precarios –ante la ausencia de adversarios políticos– avanzan hacía lo que podríamos pensar derivará en un autoritarismo del consumo y la devastación. Sabemos la respuesta ante una crisis multidimensional: plástico, triage y control social. ¿Cómo seguir con la vida si sube dos grados la temperatura del planeta?, ¿cómo seguir con vida si el consumo aumenta exponencialmente hasta la imposibilidad de la renovación de las fuentes naturales?, ¿cómo seguir con vida si hay vidas humanas precarias, principalmente, la de mujeres, niñes, migrantes y ancianes?, ¿cómo seguir con vida en un contexto de extinción?, ¿cómo seguir con vida después de la pandemia?

Podemos estar frente a una extinción de nuestras actuales formas de vida. Estas formas pueden proyectar otra vida, otra humanidad, otra vida animada por una subjetividad no antropocéntrica en este planeta, una vida sin sujeto, una vida sin Estado. Pero mientras eso se avecine (o no), tenemos fronteras, cierres y distribución desigual de la salud y el bienestar. Esta pandemia pone la vida al centro, en su condición más elemental, en su composición molecular afectada por estas hebras de ARN llamadas Covid-19. Este código mutante es lo reprimido del capital en su letalidad, su masividad y su contagio, ¿cuál será la cura de esta enfermedad?, ¿qué formas de vida pueden enfrentar la extinción?, ¿qué hay después de la pandemia?, ¿dónde vivir?, ¿cómo seguir con vida?

 


Nicolás Román es Doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Chile. Integrante del Comité Editor de revista ROSA.

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Doctor en Estudios Latinoamericanos y parte del Comité Editor de revista ROSA.