Ganar batallas de otros: otra forma de perder las nuestras

No es sólo que las AFP no caerán a punta de denunciar lo injustas que son. Es que hacerlo por los motivos equivocados (a saber, exigir coherencia con el principio de propiedad individual de los ahorros) sólo le da más poder a quienes no quieren transformar el sistema sino corregirlo. Los votos que fueron decisivos para aprobar la mentada moción (liderándola y dando los votos decisivos) están más a favor de inventar una AFP estatal y regular mejor sus comisiones que de crear un sistema solidario de reparto. Y ahora ellos tienen la llave del grifo para apagar el incendio.

por Francisco Figueroa C.

Imagen / movilización de trabajadores de la salud contra las AFP. Julio, 2013. Fuente


A ratos parece que el modelo solo puede mantenerse a la fuerza. A punta de darle más cuerda a la faceta policial del Estado para reprimir la desobediencia popular y de ejercer el poder político con creciente sectarismo. Más o menos el camino elegido por la administración de Piñera, especialmente después del 18O. Pero puede también que el modelo encuentre en la demagogia parlamentaria su mejor aliado. Su propio ventilador mecánico.

Es la sensación que queda con el avance en el Congreso del proyecto que habilita el retiro del 10% de las cuentas de ahorro previsional. Presentado por sus impulsores como estocada final a las AFP y que efectivamente éstas no deseaban (es difícil encontrar rentistas más tacaños), pero que a la vez refuerza las estrategias de socorro económico a las y los trabajadores con recurso a sus propios bolsillos, sean sus ahorros, deprimidos salarios, seguros de cesantía o cotizaciones previsionales.

La iniciativa no provino de la izquierda, de hecho la consigna del FA, el PC y el socialismo disidente venía siendo que la crisis la paguen los ricos. Sino de parlamentarios sueltos de centro-derecha, con el decé Matías Walker a la cabeza, quien dijo a la prensa que en el tema “no están permitidas las órdenes de partido”. Pero la izquierda se terminó sumando, con el acomodo cognitivo correspondiente: la iniciativa ayuda a “develar” la impostura de las AFP con respecto al derecho de propiedad de los fondos, “agudiza” su crisis de legitimidad y de paso le allega dinero a gente que está pasando hambre.

Como sea, la perspectiva de aparecer llevándole la contra al Ejecutivo y las AFP fue más tentadora que insistir en cargarle la mano más al capital que al trabajo en el modo de enfrentar la crisis desatada por la pandemia. No representa una estrategia de “puesta en crisis” del régimen de capitalización individual. Echar mano a los fondos de pensiones en Chile no es lo mismo que hacerlo en Francia, España o Portugal. Aquí no se exprime un sistema de seguridad social, aquí es rascarse con las propias uñas. Hasta sacárselas.

No es sólo que las AFP no caerán a punta de denunciar lo injustas que son. Es que hacerlo por los motivos equivocados (a saber, exigir coherencia con el principio de propiedad individual de los ahorros) sólo le da más poder a quienes no quieren transformar el sistema sino corregirlo. Los votos que fueron decisivos para aprobar la mentada moción (liderándola y dando los votos decisivos) están más a favor de inventar una AFP estatal y regular mejor sus comisiones que de crear un sistema solidario de reparto. Y ahora ellos tienen la llave del grifo para apagar el incendio.

¿Era un callejón sin salida para la izquierda? Puede ser. Pero los callejones sin salida son un problema sólo si te metes. Y nos estamos acostumbrando a hacerlo. Nos pesa la compulsión del inmediatismo, de reducir la acumulación de fuerzas a la duración de una entrevista en televisión o la popularidad de una cuña. Encandilados por el corto plazo, olvidamos a cada paso nuestras centralidades. Así, perdemos capacidad para alterar los clivajes del conflicto político. Y peor, terminamos con frecuencia a la zaga del oportunismo de una clase política en descomposición.

Puede que no existan hoy los votos en el Congreso para aprobar un impuesto a los super ricos, una renta de emergencia no condicionada a demostrar “vulnerabilidad” o un plan público de reactivación, es decir, no dirigido por la banca. Pero dar (en serio) estas batallas, que son nuestras, y perderlas en el juego parlamentario, es mejor que ganar batallas de otros. Podrán no redituar en el matinal. Pero valdrán la pena si pasan a redefinir los términos de reorganización de la izquierda y la oposición, sus objetivos de cara a la constituyente o a nuevas alianzas. Por ese tipo de cosas pasa el hacer política para un nuevo pacto social.