“El derecho de vivir en paz” y sus resignificaciones post 18 de octubre

Pero hubo otra versión, mucho más popular que las aquí mencionadas, que hoy alcanza más de 5 millones de visualizaciones en su video oficial de Youtube, que es la del Colectivo Músicxs de Chile, que agrupó a figuras fundamentales de la música popular chilena actual. Esta versión reemplazó los versos que se referían a Vietnam por unos que hablaban sobre la situación actual en Chile, cambiando, por ejemplo, “donde revientan la flor / con genocidio y napalm” por “dignidad y educación / que no haya desigualdad”. Al usar conceptos de amplio sentido como “conciencia” y “unidad”, la canción ya no se identifica con un sector político en particular, como la original de Jara, sino que se abre a un amplio espectro de simpatizantes de dichos valores. En esta nueva versión, el mensaje se vuelve menos radical y por lo mismo más digerible para una diversa masa anónima de manifestantes y simpatizantes de un cambio en pos de la “dignidad”, pidiendo “con respeto y libertad / un nuevo pacto social”.

por Eileen Karmy

Imagen / Obra de Rosita Beas, gentileza de Javier Osorio. Fuente.


El pasado lunes 7 de septiembre se viralizó un breve video del partido de extrema derecha, la UDI, usando como slogan el título de la emblemática canción “El derecho de vivir en paz” de Víctor Jara. Este video es parte de la campaña por la opción rechazo del próximo plebiscito en el que se busca cambiar la constitución promulgada durante la última dictadura cívico-militar, en 1980, y que instaló una lógica de hiper-privatización y mínima regulación estatal que rige al país hasta el día de hoy. Como era de esperar, la respuesta fue de indignación, fundamentalmente porque Víctor Jara fue injustamente detenido, torturado y asesinado por el mismo sector político y económico que hoy, 47 años después, hipócritamente usa un verso de su canción para una campaña reaccionaria. Pero también porque su canción no habla de una paz en abstracto, ni como sinónimo de apaciguamiento del conflicto social como la UDI quiere mostrar en su campaña[1].

“El derecho de vivir en paz” fue compuesta por Víctor Jara en 1971 en solidaridad con el pueblo vietnamita ante la invasión de Estados Unidos, la potencia militar más importante del mundo en ese entonces, que en plena Guerra Fría, intervino económica y militarmente buscando frenar la expansión del comunismo. Inspirado en la obra teatral Viet Rock de la dramaturga estadounidense Megan Terry, dirigida por Jara en 1969 en el Departamento de Teatro de la Universidad de Chile, el cantautor compuso esta canción transmitiendo el mismo mensaje pacifista de la obra, criticando el imperialismo de los invasores (Sepúlveda 140-146).[2] Pero también con esta canción Jara hacía eco de las ansias del pueblo chileno de llevar a cabo las transformaciones del gobierno de Salvador Allende, que desde antes de asumir su mandato ya era hostigado y boicoteado por la oligarquía nacional y el imperialismo norteamericano.

Víctor Jara es hoy uno de los músicos más reconocidos del movimiento conocido como la Nueva Canción Chilena, el cual surgió en medio de movilizaciones sociales e importantes cambios políticos a fines de los años sesenta. Este movimiento tomó elementos musicales del folclor latinoamericano, incorporando sonidos, armonías e instrumentos originarios sudamericanos, que fueron mezclándose con elementos modernos. Los músicos de la Nueva Canción cantaron contra la injusticia social y denunciaron la violencia histórica que la clase gobernante ha ejercido contra el pueblo. Durante el gobierno de Salvador Allende (1970-1973), estos músicos cumplieron un rol fundamental demostrando su compromiso con los procesos sociales propuestos por el primer presidente marxista elegido democráticamente en América Latina.

“El derecho de vivir en paz” fue una conmovedora muestra de la solidaridad internacional Sur-Sur, que desde el Chile de la Unidad Popular se hacía al pueblo vietnamita, rindiéndole tributo su líder Ho Chi Minh, denunciando el “genocidio y napalm” impuesto por los Estados Unidos y pidiendo que toda la humanidad pueda gozar del “derecho de vivir en paz”. Si bien, dedicada a Vietnam, la canción encarna un significado universal, insistiendo en el amor como fuerza de lucha, cantando con dulzura versos como: “Tío Ho nuestra canción / es fuego de puro amor / es palomo palomar / olivo del olivar / es el canto universal / cadena que hará triunfar / el derecho de vivir en paz”.

Su instrumentación simboliza la intención de conectar a los músicos de la Nueva Canción, muchos de ellos miembros del Partido Comunista, como el mismo Jara, con los rockeros, cuyo compromiso político era menos explícito. Así, Jara invitó a participar en la grabación a Los Blops, quienes la aderezaron “con guitarras eléctricas distorsionadas y órganos de acento psicodélico”, llenando esta canción de significaciones (Ponce 127)[3]. Aunque el propio Jara se refirió a la intención de utilizar el rock como una “invasión de la invasión cultural’” (Jara 162)[4], esta mezcla sonora no pasó desapercibida ni estuvo exenta de conflictos. Al igual que en otros lugares del mundo, en el Chile de inicios de los setenta la guitarra eléctrica era comúnmente asociada al intervencionismo cultural de los Estados Unidos, y al respecto Eduardo Gatti, de Los Blops, recuerda que los tildaban de imperialistas por tocar la guitarra eléctrica[5]. Pero no era solo el antiimperialismo, sino que también el rock se asociaba al movimiento hippie, en el que los jóvenes de clase media y alta tendían a evadir la realidad en vez de comprometerse activamente con la lucha política. En este contexto, esta colaboración sirve de ejemplo de la altura de miras de la nueva sociedad que Chile estaba construyendo con el gobierno de Allende, en conexión con el movimiento pacifista internacional y las revoluciones tercermundistas que denunciaban el intervencionismo estadounidense.

Chile no estuvo ajeno al intervencionismo norteamericano, el cual, junto a la derecha chilena, orquestó el golpe de Estado poniéndole fin a la Unidad Popular el 11 de septiembre de 1973 y asesinando a miles, entre ellos, a Víctor Jara. Su trágica historia, brutalmente torturado y asesinado pocos días después del golpe, le asigna a esta canción un simbolismo mayor. La canción nos muestra a Jara como un hombre de paz, de amor, cantando por un mundo más justo. Escuchar “El derecho de vivir en paz” hoy, sabiendo que su autor fue asesinado por los militares por su compromiso social, es sobrecogedor.

Frente al intento desesperado la UDI de apropiarse de una figura que indiscutiblemente es patrimonio de la izquierda no solo chilena sino mundial, cabe preguntarse si no es también un intento por despolitizar la figura y el legado de Víctor Jara.

Víctor Jara hoy es mucho más que un referente musical asociado a la Nueva Canción Chilena y al gobierno de la Unidad Popular. Es una figura reconocida internacionalmente, que rápidamente trascendió las fronteras nacionales e idiomáticas por su música y sus ideales por un mundo mejor, pero sobre todo, por su injusta muerte. Ejemplo de ello son los innumerables homenajes que se le han hecho en distintos países, desde festivales y conciertos en su nombre, hasta reversiones de sus canciones y discos tributo. El más reciente es el de James Dean Radfield y su disco conceptual Even In Exile, lanzado el 14 de agosto de 2020, con textos del poeta galés Patrick Jones, promocionado como “una colección de canciones que trazan la historia de la vida y muerte del poeta, cantante y activista chileno, Víctor Jara” (Manic Street Preachers 2020)[6]. La primera canción de este disco, “Recuerda”, hace un guiño al festival El sueño existe, que se celebra cada dos años en Machynlleth, Gales, en memoria de Jara desde el año 2005.

Tal como la misma Fundación Víctor Jara declara en su reciente comunicado respecto a la apropiación de esta canción parte de la UDI, “El derecho de vivir en paz” se convirtió “en un himno mundial por la paz. Tanto así que el pueblo japonés la canta en su idioma para conmemorar otro horror cometido en nombre de la humanidad” por los Estados Unidos: los ataques con bombas nucleares sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki (Fundación Víctor Jara 2020)[7]. También en Chile, casi 50 años después de su grabación, se volvió un referente de la revuelta que comenzó en octubre de 2019, tomando un nuevo sentido y relevancia social. Como plantea el mismo comunicado, cuando “el pueblo chileno salió a reclamar justicia y dignidad […] la respuesta del Estado fue una violenta represión” ante lo cual esta canción se volvió a escuchar, “reclamando el derecho de vivir en paz que se le negaba” (Fundación Víctor Jara 2020)[8].

Llena de significado, esta canción tuvo una presencia transversal en las revueltas de octubre. Fue interpretada tanto en marchas masivas como en solitarias protestas durante el toque de queda. Sonó rodeada de pancartas, gritos y cánticos por una nueva constitución, por el fin del modelo neoliberal y la renuncia del presidente Piñera. Hasta entonces, “El derecho de vivir en paz” había sido interpretada más que nada en homenajes a su autor, pero sin alcanzar una repercusión masiva como la de la revuelta. En este nuevo contexto, la canción tomó nuevos sentidos, inspirando incluso nuevas versiones.

Un ejemplo ocurrió el viernes 25 de octubre cuando, gracias a la invitación de Mil guitarras para Víctor Jara, una multitud de músicos interpretó “El derecho de vivir en paz” en el frontis de la Biblioteca Nacional con guitarras, charangos, violines, quenas, melódicas y sus propias voces a solo unas cuadras del palacio presidencial, donde Salvador Allende murió el día del golpe. Llena de esperanza y de rabia, esta interpretación permitió la expresión de rebeldía con los puños en alto, de solidaridad en una multitud cantando unida en una sola voz.

La Banda Conmoción junto a Roberto Márquez, de Illapu, también un referente de la Nueva Canción, tocaron “El derecho de vivir en paz” en medio de las manifestaciones en Plaza Italia, rebautizada como Plaza Dignidad. Manteniendo la letra y estructura originales, esta versión incluye instrumentos y arreglos al estilo de las bandas de bronce de la región andina. La música andina tradicional fue uno de los géneros promovidos por el movimiento de la Nueva Canción, como una forma de expandir la identidad chilena y su folclor, incluyendo las tradiciones culturales andinas, históricamente negadas por el estado chileno desde la Guerra del Pacífico (1879-1884). Ahora, interpretada en medio de manifestantes visiblemente conmovidos, la canción se imbuía de un nuevo significado político.

La canción fue también interpretada por músicos clásicos, como orquestas sinfónicas y solistas, tal como hizo la soprano Ayleen Jovita Romero, rompiendo el silencio de una de las primeras noches del toque de queda en Santiago. El movimiento de la Nueva Canción también había establecido puentes entre el folclor latinoamericano y la música clásica, con trabajos conjuntos entre compositores doctos y grupos populares. Un ejemplo de estas colaboraciones que transciende hasta el día de hoy es la Cantata Popular Santa María de Iquique, compuesta por Luis Advis, interpretada por Quilapayún y estrenada en 1970, que visibilizó la matanza obrero-pampina de 1907 en manos del Estado chileno.

Este tipo de interpretaciones doctas le dieron un aire de solemnidad a la canción, como se percibió el 27 de octubre con el “Réquiem por los que no están”, cuando en un sombrío arreglo para orquesta y coro se interpretó “El derecho de vivir en paz” en la Plaza Sacramentinos en Santiago, mientras se levantaban carteles con los nombres de los asesinados por la represión estatal de esas primeras semanas de revuelta.

Hubo también versiones instrumentales conmovedoras, como la de dos manifestantes caminando por las calles vacías de Antofagasta que bajo el toque de queda tocan a dos voces con sus quenas. La quena fue también un instrumento tradicional andino que se popularizó en el Chile urbano gracias al movimiento de la Nueva Canción con conjuntos como Quilapayún, que en sus comienzos estuvo dirigido por Víctor Jara. Esta versión con quenas puso en evidencia el contraste entre el mensaje de paz de la canción con el sonido de disparos que se oyen a lo lejos, simbolizando la contradicción entre los ideales por una sociedad más igualitaria y justa y la costumbre del Estado chileno de recurrir a la violencia para evitar que estos ideales se materialicen. Otra versión instrumental lleva la canción al lugar donde se originó la revuelta: el metro de Santiago. En un vagón repleto, con carabineros contemplando la escena, un violinista y un guitarrista tocan una versión instrumental de “El derecho de vivir en paz”. Incluso sin letra, el mensaje que transmiten estos músicos es claro y directo.

Con o sin letra, en sonidos andinos o clásicos, “El derecho de vivir en paz” encapsula el clamor universal por la paz, centrando el mensaje ya sea en el Vietnam de los setenta o en el Chile de hoy. Esta canción le dio fuerzas al arrojo del pueblo y ayudó a conectar las luchas actuales con las del pasado.

Pero hubo otra versión, mucho más popular que las aquí mencionadas, que hoy alcanza más de 5 millones de visualizaciones en su video oficial de Youtube, que es la del Colectivo Músicxs de Chile, que agrupó a figuras fundamentales de la música popular chilena actual. Esta versión reemplazó los versos que se referían a Vietnam por unos que hablaban sobre la situación actual en Chile, cambiando, por ejemplo, “donde revientan la flor / con genocidio y napalm” por “dignidad y educación / que no haya desigualdad”. Al usar conceptos de amplio sentido como “conciencia” y “unidad”, la canción ya no se identifica con un sector político en particular, como la original de Jara, sino que se abre a un amplio espectro de simpatizantes de dichos valores. En esta nueva versión, el mensaje se vuelve menos radical y por lo mismo más digerible para una diversa masa anónima de manifestantes y simpatizantes de un cambio en pos de la “dignidad”, pidiendo “con respeto y libertad / un nuevo pacto social”.

Esta nueva versión se aleja del sonido de la Unidad Popular y la canción protesta de la dictadura, despercudiéndose de las asociaciones de ese tipo de canción política. Aunque incorpora instrumentos popularizados por la Nueva Canción, como tiple, charango y quena, la vinculación a este movimiento se vuelve sutil en el marco general del sonido pop de la canción. El estilo del canto, en distintas voces de hombres y mujeres, oscila entre una suavidad apesadumbrada y una impostación vocal conducente a un clímax emotivo, potenciado por animaciones del tipo “vamos, vamos, este es el cambio, viva Chile, mierda”. La canción culmina con una improvisación vocal grupal ad libitum que repite el verso que el da nombre a la canción, dándole cierta épica, en la que sobresalen las voces de Roberto Márquez y Mon Laferte llevadas a una extrema expresividad, que concluye Cami con un timbre suave y tembloroso, dándole una connotación melancólica a la canción.

Además de la adaptación musical y de la letra, el video clip contribuye suavizar el sentido político de la canción de Víctor Jara, potenciando la recepción de este nuevo mensaje entre el público. En el estilo de los charity singles de los años ochenta, el video nos muestra a las y los cantantes, en una, en apariencia, espontánea grabación, con audífonos y micrófonos a la vista y algunos mirando la letra que no alcanzaron a aprenderse de memoria, recurso que aporta a la autenticidad del proyecto. Pero este video también nos muestra un estudio de grabación cuidadosamente sobrio, a los músicos vestidos en tonalidades que no se salen del negro, blanco, gris y rojo, y visiblemente emocionados y comprometidos en una causa común, potenciando la credibilidad.

Este imaginario sonoro y visual posiciona a esta nueva versión más cerca de la célebre “We are the World” que de la politizada Nueva Canción Chilena. Así, esta nueva versión de “El derecho de vivir en paz” difumina el discurso político de la canción original, contribuyendo que personas de distintas generaciones y distintos puntos de vista se identifiquen con la nueva letra y sonoridad. Sin embargo, al reducir el compromiso de los artistas solamente a una causa noble, pero sin un posicionamiento político explicito, como hacen los charity singles, esta versión modera el sentido original de la canción de Víctor Jara. Además, al enfocarse solo en Chile, restringe el sentido universalista y de solidaridad internacional de la canción.

Volviendo a la pregunta inicial ¿cómo es que la UDI hace uso de la figura de Víctor Jara ad-portas del plebiscito?, recordemos que ésta no es la primera vez que la extrema derecha busca apropiarse de la figura de Víctor Jara. Ya lo hizo la derecha golpista boliviana en noviembre pasado, usando esa canción en un spot televisivo de una campaña del Ministerio de Comunicación, con imágenes de niños felices, paisajes hermosos y simbolismos patrióticos. Este video se usó para llamar a la paz social en medio de la represión racista al pueblo boliviano que defendía la legitimidad del gobierno de Evo Morales. Pero no fue la versión de Jara la que incluyó este video sino que la de Músicxs de Chile, sacando provecho del énfasis en “un nuevo pacto social” y “el derecho de vivir sin miedo en nuestro país”.

Tanto Músicxs de Chile como la Fundación Víctor Jara se pronunciaron por el uso indebido de esta canción y con fines “ajenos a los valores que representa la obra y vida de Víctor Jara” (Sonar 2019)[9]. En su declaración, la Fundación comunicó que esta canción “se ha convertido en un himno de paz para el mundo” y que, por ello “mal podría representar hoy las intenciones de un gobierno que reprime a su pueblo por protestar en las calles” (Fundación Víctor Jara 2019)[10]. Por su puesto que el colectivo Músicxs de Chile reescribió estos versos pensando en el miedo a la represión policial y militar, como ocurre en cualquier manifestación en Chile post 18 de octubre, y no en defensa de la paz social que buscaba la derecha boliviana. Pero también, al desprenderle el sentido político original de la canción, se creó un sentido vago de la noción de paz, que mal que mal es algo que todos, aunque entendiéndola de distinta forma, queremos, nos identifiquemos con la izquierda, la derecha o con ninguna de las dos. De hecho, la UDI al defender su apropiación de la canción de Jara explicó que luego de meses de “miedo”, aludiendo evidentemente a las protestas, el verso en cuestión representa el “anhelo de los chilenos”[11].

¿Será que la UDI siguió el ejemplo de la derecha boliviana? No lo sabemos, pero para evitar malos entendidos, tal vez sería más claro volver a cantarle al “Tío Ho”, entendiendo que la canción original representa una lucha universal por la paz, un gesto de solidaridad internacional con pueblos hermanos, una protesta contra el imperialismo e intervencionismo norteamericano, todos asuntos que de una u otra forma siguen siendo relevantes para el Chile de hoy. Seguir cantando en cadena este canto de amor por el derecho de vivir en paz es no dejar que la derecha más reaccionaria, de cualquier lugar del mundo, nos quite lo único que nos dejaron de Víctor Jara: su legado.

De este modo la presencia de “El derecho de vivir en paz” en la calle se erigió como denuncia a la brutalidad con que el Estado ha infligido a la sociedad chilena, al tiempo que quienes luchan por un país más justo, fueron heridos, mutilados, muertos o desaparecidos por las fuerzas de seguridad del Estado. En el nuevo Chile que se está formando, todxs debiéramos tener derecho a la paz. Pero no esa paz que promueve la UDI ni la derecha boliviana, sino que aquella que entiende que sin justicia no hay paz y sin paz no hay justicia. Y es en esta nueva lucha que la música de Víctor Jara volvió a cumplir y seguirá cumpliendo un rol fundamental, nutriendo la esperanza del pueblo en su lucha por un cambio social radical.

 

Este texto es una reescritura, actualización y traducción de la nota publicada originalmente en inglés: Eileen Karmy, “Victor Jara Presente!”, Alborada, Latin America Uncovered, N° 10 (2020), 23-25. Ésta se puede solicitar gratuitamente en: https://alborada.net/emag-alborada10-uncovering-latinamerica/

[1] Unión Demócrata Independiente, “Por el derecho de vivir en paz”, Instagram, https://www.instagram.com/p/CEriRXCFiwZ/?utm_source=ig_web_copy_link).

[2] Gabriel Sepúlveda, Víctor Jara: hombre de teatro (Santiago: Sudamericana, 2001), 140-146.

[3] David Ponce, Prueba de sonido. Primeras historias del rock en Chile (1956 – 1984) (Santiago: Ediciones B; Comisión de Publicaciones de la Sociedad Chilena del Derecho de Autor, 2008).

[4] Joan Jara, Víctor, un canto inconcluso (Santiago: LOM, 2007).

[5] Entrevista a Eduardo Gatti por la autora, Santiago, 8 de julio 2010.

[6] “James Dean Bradfield announces new solo album ‘Even In Exile’”, Manic Street Preachers, https://www.manicstreetpreachers.com/cat-news/james-dean-bradfield-announces-new-solo-album-even-in-exile/

[7] Fundación Víctor Jara, “Declaración pública, Que el pueblo juzgue”, Twitter, https://twitter.com/FundVictorJara/status/1303128934742097920

[8] Ibid.

[9] “Músicos chilenos denuncian que ‘El derecho de vivir en paz’ se usó ilegalmente en Bolivia”, Sonar FM, https://sonarfm.cl/cultura-sonar/musicos-chilenos-denuncian-que-el-derecho-de-vivir-en-paz-se-uso

[10] Fundación Víctor Jara, Declaración Pública, Facebook,  https://www.facebook.com/FundacionVJ/photos/a.207027592985588/1029168904104782/?type=3

[11] Jonathan Flores Belmar y Emilio Contreras, “’El derecho de vivir en paz’: la UDI desata pugna por usar frase de Víctor Jara en campaña del Rechazo”, Bio Bio Chile, https://www.biobiochile.cl/noticias/nacional/chile/2020/09/07/el-derecho-de-vivir-en-paz-udi-desata-pugna-por-usar-frase-de-victor-jara-en-campana-del-rechazo.shtml

Eileen Karmy
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Doctora en musicología por la Universidad de Glasgow, investigadora y académica en el Centro de Estudios Avanzados de la Universidad de Playa Ancha.  Desarrolla el proyecto Memoria Musical de Valparaíso, difundiendo la investigación sobre el archivo del Sindicato de Músicos de Valparaíso.