El Chile neoliberal en tiempos de Pandemia

La opción del teletrabajo viene a plantearse como una solución posible, sin embargo, no deja de ir en la misma línea de prioridad de sustentar el ciclo laboral económico. Esto, dentro de quienes tienen la posibilidad de hacerlo, sin costo mediante, lo que es resaltable. Para nuestro pesar, no estamos hablando de la totalidad de la masa laboral.

por Pablo Cárcamo

Imagen / Caja de Mercaderías, Gobierno de Chile. Fuente: Wikimedia.


El modelo y sus respuestas formales

Conocido es el recurso de hablar del “modelo neoliberal” para criticar políticas concretas que adopta el gobierno de turno, para establecer una crítica generalizada al modo de vida que se forma partir de las relaciones básicas sociales que se establecen dentro del modelo o inclusive para hacer énfasis en el carácter desregulado, individualista y “configuracionista”1 de este modelo: ¿Qué significa esto? Que se dejan de lado principios morales, sociales o teóricos respecto a la convivencia social y se implementa una lectura con pretensión científica y estadística de “modelos” de conducta o tendencia de la población y una consecuente asignación de recursos “eficientes” al respecto, en función de responder siempre a lo contingente, dejando de lado la noción de “estructura” u orden previo a lo evidente.

Ciertamente en esta columna se tomará en cuenta la faceta desarrollada en profundidad, la “configuracionista”, o en lenguaje popular, “vamos viendo sobre la marcha”. En tiempos como los actuales, con una pandemia global en desarrollo y restricciones de interacción humana como prevención, la economía queda en riesgo, entra en evidente contracción y las operaciones esenciales del circuito económico nacional se establecen como focos de intervención e improvisación en los sistemas de trabajo. Esto se puede rastrear por las intervenciones del gobierno, donde las áreas temáticas más mencionadas son los protocolos de seguridad y salud respecto de la pandemia, el seguimiento del estado de la población respecto a la misma y, por supuesto, el trabajo.

Desde cierto ángulo se podría usar esta observación para cerrar la discusión neoclásica sobre qué genera valor, dado que los defensores del Capital hoy están, sin vergüenza alguna, llamando a la población a seguir trabajando en la medida de lo posible; pero no es de interés de esta exposición demostrar tal punto, como sí lo es desglosar las dimensiones en las cuales el trabajo toma una centralidad única para este gobierno, como su predecesor, tan neoliberal.

El dictamen de la DT, y hoy ley de protección al empleo que permitió a las empresas abstenerse del pago de los salarios da cuenta de una prioridad clara que trasciende políticamente entre nuestros gobernantes, y es que la salud del circuito económico es más importante que la salud de la población. Esto porque, dada una cuarentena obligatoria, restricciones en la circulación y problemas consecuentes con el abastecimiento, permitir institucionalmente dejar sin ingreso a los núcleos familiares dependientes del salario (90% de la población) es, además de cruel, una opción tomada, que dirime entre todas las posibles y descarta otras. Resguardar la “sanidad” de la empresa a costo de los trabajadores, es resguardar la salud del modelo empresarial a costa de su ciudadanía.

La opción del teletrabajo viene a plantearse como una solución posible, sin embargo, no deja de ir en la misma línea de prioridad de sustentar el ciclo laboral económico. Esto, dentro de quienes tienen la posibilidad de hacerlo, sin costo mediante, lo que es resaltable. Para nuestro pesar, no estamos hablando de la totalidad de la masa laboral.

La Gran desgracia

Por otra parte, en distintos centros de trabajo estratégicos de la economía de mercado, paradójicamente hablamos de los sectores extractivistas e industriales, la condición del teletrabajo no es posible dada la exigencia de las faenas de industria de la presencia de operadores, que hasta la fecha de hoy trabajan generalmente con sistemas de turno bajo el reglamento de jornada excepcional. Estos trabajadores parecieran estar absueltos de la atención del gobierno, puesto que no han sido foco de una intervención pública por parte de la institucionalidad, ni tampoco acogidos de forma alguna en su categoría excepcional de sistema de trabajo, y no obstante lo anterior, siguen operando con restricciones parciales a 6 meses del primer caso en Chile, sin haber cursado nunca por una clausura total.

Los estamentos que ejecutan tareas in situ no entran en el descriptivo de teletrabajo, ni su labora lo posibilita. Ellos están en una delgada línea fronteriza entre lo que debiera hacerse o no en un estado de excepción, en una cuarentena, en un contexto de pandemia global; ya que forman parte de esas “actividades de orden estratégico para el bien público y nacional”.

Si bien el resguardo más efectivo contra la pandemia, y por excelencia repetido por el colegio médico de Chile, por la Organización mundial de la salud (OMS) y por los países que han superado el clímax del brote en sus tierras como China es; La cuarentena total y obligatoria. Bueno pues, ¿Dónde entraron los trabajadores de la minería (y por extensión sus familias) dentro de esta alternativa?

En este Chile neoliberal, estamos experimentando el otro extremo del espectro de posibles respuestas, una cuarentena flexible y condicionada:

  1. a la calidad de empresa en la que labura, industria estratégica o no,

  2. a la calidad de trabajador que se es, administrativo o estamento de ejecución,

  3. a los niveles de contagio de la región en la que se encuentra,

  4. al sistema de trabajo en el que se ve inmiscuido, 4×4, 6×6 o 7×7 entre otros.

Sorteando cada uno de esos filtros el imperativo de la continuidad operacional pareciera imponerse sobre el resguardo de la seguridad y la salud de las personas, indiferente de las condiciones laborales, o económicas en las que ésta se vea involucrada.

Las salidas del empresariado: el rostro antihumano del neoliberalismo

Distintas empresas en Chile, en el petróleo, en el cobre y en la generación de energía buscaron la ecuación perfecta, a ojos del interés empresarial, de generar sistemas de trabajo que tengan coherencia con la cuarentena y el aislamiento necesario para la prevención; salen a flote sistemas de 14×14, con pernoctación en campamentos, donde cada ciclo, de trabajo y descanso, podría entenderse como una cuarentena; otros con la segmentación de la población de riesgo, y la sobre carga de trabajo en los segmentos disponibles al punto de sostener con reemplazo y sobretiempo el ritmo de la continuidad operacional. El IMACEC Minero seguía creciendo terminado Mayo del 20202

Negociaciones colectivas, Servicios mínimos, huelgas, todo queda fuera de juego en este contexto, y las garantías mínimas de los trabajadores en esta calidad quedan dependiendo de una orden de servicio de la DT que exige normas sanitarias y la firma/aprobación del sindicato para cambiar los sistemas de trabajo, de no ser así, estas propuestas habrían sido en realidad “impuestas”. El problema es que una orden de servicio no es más que la lectura de la aplicación de la ley para casos ajenos a la normalidad, y que no fiscaliza el congreso y que leída la voluntad y los criterios con los que opera el gobierno de turno, no costará mucho modificar la orden de servicio en la medida que la industria lo requiera.

La iniciativa del empresariado y su gobierno da muestras de imaginación y disposición sólo a la hora de encontrar formatos para seguir produciendo, pero una solución que anteponga la salud y seguridad de los trabajadores está lejos de su interés. El objetivo del empresariado nunca será el resguardo de sus trabajadores, no al menos bajo la ideología neoliberal que flexibiliza al extremo y es capaz de mantener la continuidad operacional en contextos pandemia.

Mensaje a los trabajadores aun en faenas

Ante este escenario no es deber de nadie más que de la organización de los trabajadores defender su interés, sin condenas morales mediadas, en lo concreto, hoy se está poniendo en riesgo la salud y la seguridad de trabajadores y sus familias por extensión en función de una continuidad operacional que sólo oxigena por ahora una economía que si o si entró en crisis en el ciclo de invierno y ya en primavera aun no logra salir. Si el resguardo no es para todos, no es resguardo nacional.

Dados las escazas movidas institucionales, la nula voluntad del gobierno a la protección y la ansia de mantener rentabilidad del empresariado dado el contexto, y sobre todo en cuarentena, son los sindicatos, en conjunto con todos los actores sociales involucrados, quienes deben estar a la altura de su función social, mantener claro registro de sus socios y socias, sus condiciones y la de sus familias, negociar y proponer mecanismos de aislamiento y sanitización en aquellos lugares donde se sigue faenando, evitar a toda costa que el sacrificio de los trabajadores y las trabajadoras de Chile sea a mérito de aplausos sin compensación. La renta trasnacional es capaz de premiar este sacrificio, el problema es que la distención de la pandemia en Chile a lo largo de este año es justamente por la ausencia de clausuras oportunas.

El estrato más dependiente no debe ser el que saque a flote el país, sino el foco de la intervención institucional, y al forzarlo a trabajar se busca, ideológicamente, la mitigación del costo económico a punta del sacrificio de la salud de la población. Para nosotros son el Estado y las empresas las que deben asumir los costos de una pandemia y sus medidas de contención como la cuarentena, no la salud de los trabajadores ni de las trabajadoras.

Notas

1 Concepto desarrollado por el sociólogo Enrique de la Garza en su revisión sobre la posición del trabajo en la discusión neoclásica de la economía.

2 https://www.bcentral.cl/contenido/-/detalle/imacec-mayo-2020

Pablo Carcamo A.
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Licenciado en Sociología Universidad de Chile y consultor de la Federación Minera de Chile.