Dos años de revuelta: la tarea de la calle, la tarea de los partidos

Lo fundamental es comprender que un triunfo institucional no será suficiente para vencer sobre los poderosos intereses que se oponen a la superación del neoliberalismo. Por lo mismo, es ineludible asumir que en nuestra variopinta izquierda no hay actores que sobren. El papel de las organizaciones de masas será más importante que nunca en caso de que seamos gobierno, las fuerzas sociales que protagonizaron la revuelta desde una posición en gran medida inorgánica deben(mos) avanzar hacia la constitución de actores más formales, con capacidad de elaboración política y programática, para así acompañar y defender el proceso, cautelar los cambios, y contrapesar los evidentes intentos del empresariado por derrotar y aplastar finalmente la revuelta.

por Felipe Ramírez

Imagen / Marcha del 25 de octubre, 25 de octubre 2019, Santiago.  Fuente: desinformemonos.org.


Dos años han pasado desde que el 18 de octubre de 2019 la rabia contenida en nuestro país finalmente se desbordó en un hito que por su masividad y profundidad marcaría todo el proceso político y social posterior.

Tal como comentaba hace un año en las páginas de Rosa, continuamos con más dudas que certezas respecto a lo que sucederá en los próximos meses: en plena campaña electoral, con una inflación galopante y las amenazas abiertas del gran empresariado nacional de boicotear desde el primer momento un eventual gobierno de Apruebo Dignidad[1], se vuelve difícil adelantar escenarios.

Lo cierto es que, aunque la pandemia haya obligado a abandonar las movilizaciones masivas que caracterizaron la revuelta durante toda su primera etapa, ello no implica que esta se haya terminado. Por el contrario, la crisis política sólo se expresa por otros cauces, y ello ha obligado al heterogéneo y amplio campo popular a tomar decisiones difíciles para poder mantener viva la impugnación del modelo.

Aunque a muchos sectores no les termine por convencer la apuesta que representa la candidatura presidencial de Apruebo Dignidad (AD) liderada por Gabriel Boric, ella representa la oportunidad de mantener abierta la posibilidad de transformar de manera concreta nuestro país, poniendo en el centro los intereses de las y los trabajadores y los pueblos oprimidos. En términos programáticos, representaría el gobierno más avanzado desde el retorno a la democracia, con la izquierda por primera vez encabezando la administración del Estado.

Es por ello que entre los partidos políticos y sectores sociales que representan al empresariado, la alternativa de AD levanta reacciones desaforadas y extremistas, aún cuando en muchas materias puede no representar algo más radical que una socialdemocracia izquierdista: a los llamados de Ibáñez a tratar de “desenmascarar a la extrema izquierda” y a rechazar la nueva Constitución, se suma el desfonde de Sichel y la consolidación del extremista candidato del Partido Republicano como la alternativa del conservadurismo para frenar las transformaciones que el país reclama.

Lo lamentable es que, ante esa ofensiva de la derecha, la izquierda pareciera optar por exacerbar sus diferencias y tensiones, como si pudiéramos darnos el lujo de perder esta oportunidad de consolidar avances, para obtener una nueva “derrota honrosa”, de esas que plagan la historia de la izquierda nacional y mundial. El fuego amigo es pan de cada día, las frases altisonantes y el desprecio se lanzan de lado a lado como si no tuviéramos la necesidad de colaborar y confluir políticamente para constituir este bloque histórico transformador.

Lo fundamental es comprender que un triunfo institucional no será suficiente para vencer sobre los poderosos intereses que se oponen a la superación del neoliberalismo. Por lo mismo, es ineludible asumir que en nuestra variopinta izquierda no hay actores que sobren. El papel de las organizaciones de masas será más importante que nunca en caso de que seamos gobierno, las fuerzas sociales que protagonizaron la revuelta desde una posición en gran medida inorgánica deben(mos) avanzar hacia la constitución de actores más formales, con capacidad de elaboración política y programática, para así acompañar y defender el proceso, cautelar los cambios, y contrapesar los evidentes intentos del empresariado por derrotar y aplastar finalmente la revuelta.

En esa tarea los partidos políticos tienen un papel central fortaleciendo a las organizaciones sociales, sistematizando las experiencias de lucha de masas, apoyando el trabajo de las y los dirigentes, pero no serán capaces de cumplirlo si no se toman en serio este protagonismo popular. Estos organismos no son ni pueden ser canales de transmisión de las posiciones de los partidos, tampoco pueden dictar por sí mismos el ritmo de los procesos políticos: la relación entre ambos niveles implica una necesaria retroalimentación y colaboración, más aún cuando, a diferencia de otras oportunidades, el peligro de cooptación será cada vez más cierto.

La experiencia de la Concertación –y en cierta medida también la de la Nueva Mayoría– nos advierte de los peligros que se corren cuando el dinero corre, se abren oportunidades laborales, y también se necesitan llenar cientos de cargos de confianza al interior del Estado.

Para enfrentarlos se requiere de partidos consolidados, de organizaciones sociales fuertes, y de la decisión política de resistir la burocratización y la inercia del “como se ha hecho” la política institucional, inevitablemente teñida de todos los defectos que llevaron a la centro-izquierda a confluir con la derecha y el empresariado durante los años 90 en el apogeo del neoliberalismo.

A dos años de la revuelta, su espíritu continúa vivo en las diferentes expresiones políticas y sociales que levantan la bandera de un Chile diferente al neoliberalismo, ya sea en sus apuestas institucionales como en sus expresiones de masas y de base. Con todas las legítimas diferencias que existen entre todas ellas, el momento nos requiere que ellas las procesemos políticamente y desde un espíritu de confluencia, respeto y lucha.

Nuestro contrincante nos advierte desde todas sus expresiones que no vacilará en utilizar cualquiera de las herramientas a su disposición para frenar el cambio, ya lo demuestra el paso que dieron en el sur desplegando a las FF.AA. incluso en contra del criterio de los mismos militares. La virulenta y extremista campaña del Rechazo, con sus incipientes rasgos neofascistas, y los incidentes en Iquique contra los migrantes, son sólo una muestra de lo que son capaces de hacer. Tenemos el deber de estar a la altura de nuestro objetivo.

 

Notas

[1] “Tenemos que hacer todo lo posible para que salga Boric (…)”, entrevista al empresario Nicolás Ibáñez en Economía y Negocios de El Mercurio, domingo 17 de octubre de 2021.

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Activista sindical, militante de Convergencia Social, e integrante del Comité Editorial de Revista ROSA. Periodista especialista en temas internacionales, y miembro del Grupo de Estudio sobre Seguridad, Defensa y RR.II. (GESDRI).