Apruebo Dignidad bajo el consenso del accountability

Contra la profanación octubrista, y sus abismos, el FA entiende que el estatuto horizontal de la protesta social contra el sistema de AFP –Marcel, la soberbia de la técnica y el consenso managerial– representa una demanda central que debe ser aborrecida para aumentar en realismo y ganar un caudal de legitimidad elitaria. De un lado, esto se refiere a o obviar la extensión de demandas ciudadanas por la vía de una lucha central con distintos agenciamientos de sentido (No + AFP) y, de otro, alude a la identidad política que debe vertebrar de modo más vertical la orientación de estas demandas: el “Frente Amplio” se enfrenta a un dilema trascendental. Si asumimos este desafío desde el punto de vista de la extensión de las demandas insatisfechas –poli/clasistas y horizontales– puede ser un recurso interesante abrazar una heterogeneidad de reivindicaciones insatisfechas, pero si lo abordamos desde la perspectiva de la densidad, el FA hipoteca prematuramente su vigor ideológico por la necesidad de articular un acervo general de demandas cada vez más gestionales y burocráticas que, a poco andar, podrían terminar de diseminar su identidad. Se trata de dos momentos fundamentales de la política hegemónica, horizontalidad y verticalidad forman parte de una compleja articulación.

por Mauro Salazar J.

Imagen / Primer discurso de Gabriel Boric desde La Moneda, 11 de marzo 2022, Santiago, Chile. Fuente.


Los obreros no tienen ninguna utopía lista para implantarla par décret du peuple. Saben que para conseguir su propia emancipación, y con ella esa forma superior de vida hacia la que tiende irresistiblemente la sociedad actual por su propio desarrollo económico, tendrán que pasar por largas luchas, por toda una serie de procesos históricos, que transformarán las circunstancias y los hombres…la clase obrera puede mofarse de las burdas invectivas de los lacayos de la pluma y de la protección pedantesca de los doctrinarios burgueses bien intencionados, que vierten sus ignorantes vulgaridades y sus fantasías sectarias con un tono sibilino de infalibilidad científica”.

Karl Marx. La guerra civil en Francia.

 

En nuestro valle el ministro secretario general de la Presidencia, Giorgio Jackson, en alianza con la Concertación (PS) y un sector de la derecha, ha terminado por develar la histeria de la gobernabilidad y su infinita pulsión de orden oligárquico. Una vez que cayó la lírica electoralista contra los 30 años de “pacto transicional”, no es posible reditar ninguna épica de las militancias ante la soberanía del nuevo “consenso managerial” que ha desnudado los sintagmas de la técnica. El “armatoste socialista” no puede tolerar ni administar la revuelta porque ella representa el crimen de la memoria, so pena de que la izquierda aprobó el movimiento como un golpe de desigualdades. Ni que hablar de aquel mainstream académico (politología, sociologicismo) vinculado a la post-concertación que, por distintas vías, repone diversas “economías de restauración” y traductibilidad. La profanación del octubrismo (2019) ha quedado entrampada en un “dispositivo de captura”, donde la “secularización elitaria” no admite formas de profanación orientadas a una “democracia expresiva”. Nuestra tragedia consiste en esta escisión (técnica adversus política) donde nuestro Reyno no goza de ninguna trazabilidad. De un lado, los think tank –aquellos “segundos pisos” del mundo de la “gobernabilidad Boeninger”–, se mantienen aferrados a viejos contratos cognitivos. Ergo, a formar y premisas para entender el conflicto desde epistemologías normativas (pos-transicionales, Chile 21, COES, CEP, IES), sin generar una “teoría de la crisis” y, de otro, el gobierno no ha dado señales para mover el clivaje hacia “modernización y subjetividad”, incluyendo el diálogo con la cadena de los antagonismos sociales e impulsando una recomposición hegemónica (sin subfijo post).

Bajo el recrudecimiento del realismo, y la ofensiva de las corporaciones mediáticas, no solo se abjura de la “guerra de posiciones”, sino que el actual progresismo (no litigante) fue al confesionario del ministro Mario Marcel, el “experto indiferente” de la Concertación, a sellar un nuevo “pacto modernizante”, la mentada segunda fase –¿Neoliberalismo con rostro humano?, que pueda establecer el “duelo cientificista” con la insurrección imaginal (2019) y proveer un texto rectorial para la gobernabilidad identitarista (tautologías del orden). En suma, el quinto retiro no fue solamente la arteridad de anudar retiros (métricas de la AFP) con inflación, y obviar que el descalabro responde al poder concentracionario de los grupos económicos y la brutal depresión salarial, sino acallar una discusión sustancial sobre modelos de desarrollo y formas de mediación (comunicación política) entre campo popular, programas de ciudadanía, estatuto de lo político y un gobierno que incluya la demanda frustrada. Ello devela una especie de “monarquía secularizada” –Peso de la noche que reside en el vientre modernizante– donde las elites chilenas han exportado para la región el milagro chileno como epitafio de la “transición epocal” (acumulación global).

Bajo la presión del “feudalismo mediático” se ha precipitado un “propagandismo fugaz” –progresismo– en torno al eventual rechazo de la nueva Constitución. El ministro Jacskon Drago, aliado de Boric Font, abunda en una sobrevaloración soterrada de un resultado desfavorable en septiembre –inédito pragmatismo de cara al plebiscito de salida– apelando al rol de la “neutralidad valorativa”, haciendo equivalente la disputa hegemónica entre Apruebo y Rechazo. En suma, contra los avances del mundo popular y sus potencias (2019), la restauración oligárquica sigue en curso.

En lo contiguo Jackson Drago y los heraldos del mundo socialista han aislado a la Convención, erradicando “el vértigo octubrista” con su rabia erotizada (fulgor anti-edipal). Encapsulando toda iniciativa en cálculos electorales, agravando la devastación del campo “político” e invocando el verbo de la dominación portaliana. El plebiscito de salida deja de ser una oportunidad para la izquierda chilena, porque el gobierno no cultiva ninguna vocación de mayorías (profanación). Ni qué hablar de algún Comando o plataformas para el Apruebo, antesala de un nuevo texto constitucional: en nuestro mundanal tupido la obsesión consiste en lobistas de segunda generación. Y en la medida en que Boric Font siga cayendo en las encuestas (20% en un mes), algunas más inoculadas que otras, se hace evidente que hay una sola cuestión que no es posible implementar, a saber, la mediación entre “gobierno transformador” y Convención Constitucional. En el orden de lo patético, dada la secuencia de errores, el oficialismo no debe ni puede inmiscuirse desgarbadamente en la campaña de Septiembre, salvo con absoluto esmero, reserva cognitiva,  prescindiendo con la mayor sobriedad emocional de la cruzada del Apruebo para no enfangar territorios, minorías, cuerpos y pueblos que comienzan padecer las primeras leyes punitivas del gobierno (La ley terrorista en la Macro Zona, la Ministra de Defensa, el golpe xenofóbico, la sumisión al orden empresarial y el apoyo incondicional a la represión policial, justo cuando La Convención se esmera por una policía desmilitarizada y un Estado social de derechos). Luego vendrá la hora de la disidencia bajo la violencia hobbesiana y el campo popular será revestido de “narco”, dado el poderío de nuestras corporaciones mediáticas. Tal es la tragedia que devela el ministro Jackson Drago. Apruebo Dignidad y La Convención no son cóncavo y convexo, sino que se encuentran bajo el efecto de un dispositivo anestésico (Portaliano, al decir de Karmy Bolton).

Lo más nefasto para el histórico Apruebo (que pese a todo se impondrá en septiembre contra la letra Pinochetista) es que el “gobierno democrático”, especialmente los elencos del Frente Amplio (FA), aparezcan muy vinculados a la Convención de los pueblos y las potencias plebeyas, deslegitimando los anhelos del mundo popular. Bajo tal aporía es fundamental mantener una consistencia política, reducir los vacíos estratégicos, y quizá apoyar de modo intensamente sibilino la acumulación de fuerzas luego de conquistar una Constitución Post-pinochetista. Quizá después de un tiempo sea posible disputar la legitimidad que implicará el nuevo texto constitucional en su compleja operatividad. Incluso figuras del talento intuitivo como la ex dirigente estudiantil Camila Vallejo, podrían entender la necesidad de anudar activamente el apoyo y la delicadeza de la operación política –y evitar caer como un “peso muerto”. Pero Vallejo, amén de su politicidad, no vive sus mejores horas en el tumulto del mundo popular. También existe el riesgo de un populismo mediático. En la hora nona el gobierno puede decidir visitar los territorios en nombre del Apruebo, emplazando el espantoso conformismo burocrático, pero sería colisionar con la demanda popular que denuncia el servilismo a la clase empresarial (razón técnico-managerial). Ello sería el despeñadero porque el desborde heredado del gobierno de Sebastián Piñera, agravado por el quiebre entre política institucional y vida cotidiana, implicará la pedrada y una emenización más contra la revuelta derogante (2019). Luego vendrá la compleja puesta en práctica de la nueva Constitución, la disputa de cada artículo en medio del “forcejeo interpretativo” y todo un litigio de implementación que implica una gestión política que no existe.

Y en medio de un presidente que, más allá del retrato de “social demócrata radical”, al decir de la prestigiosa Chantal Mouffe, hoy figura como un “Socialista Romántico” que, oponiéndose al deseo utópico de las izquierdas setenteras, se estrella contra los muros de la economía política y solo escucha el oráculo del “mainstream concertacionista”. El Gobierno de Apruebo-Dignidad, pero en especial el FA, no puede resolver la expansión que implica la política hegemónica (heterogeneidad de demandas) sin sacrificar su base identitaria.

Contra la profanación octubrista, y sus abismos, el FA entiende que el estatuto horizontal de la protesta social contra el sistema de AFP –Marcel, la soberbia de la técnica y el consenso managerial– representa una demanda central que debe ser aborrecida para aumentar en realismo y ganar un caudal de legitimidad elitaria. De un lado, esto se refiere a o obviar la extensión de demandas ciudadanas por la vía de una lucha central con distintos agenciamientos de sentido (No + AFP) y, de otro, alude a la identidad política que debe vertebrar de modo más vertical la orientación de estas demandas: el “Frente Amplio” se enfrenta a un dilema trascendental. Si asumimos este desafío desde el punto de vista de la extensión de las demandas insatisfechas –poli/clasistas y horizontales– puede ser un recurso interesante abrazar una heterogeneidad de reivindicaciones insatisfechas, pero si lo abordamos desde la perspectiva de la densidad, el FA hipoteca prematuramente su vigor ideológico por la necesidad de articular un acervo general de demandas cada vez más gestionales y burocráticas que, a poco andar, podrían terminar de diseminar su identidad. Se trata de dos momentos fundamentales de la política hegemónica, horizontalidad y verticalidad forman parte de una compleja articulación.

Por fin, no está demás recordar los sucesos mesocráticos del año 2011. Hoy debemos subrayar con mayor perseverancia que lo sucedido aquellos meses de elitización respondió a una reactivación del “reclamo social”, y en ningún caso a un “movimiento derogante” contra la dominante neoliberal. Durante el fetichizado 2011 –grupos medios del acceso, estudiantes y consumidores activos– no abundaron “antagonismos de clases”, sino en el diagrama elital de la “modernización corregida”. Con todo, la dirigencia del Frente Amplio, ya situada en los curules del Congreso, persiste en argumentar que existió un “mayo chileno” centrado en un cuestionamiento ontológico o estructural a los cimientos materiales, simbólicos y culturales del Chile neoliberal.

Pero de bruces, a la velocidad del rayo, cayó la razón técnico-gestional desde Hacienda y el quinto retiro (fondos de las AFP) fue retratado como el motor de la inflación chilena.

 

Y el Dante habló.

“Quién aquí entre que abandone toda esperanza”
Comedia.
Inferno.

Mauro Salazar J.

Director Ejecutivo del Observatorio en Comunicación, Crítica y Sociedad (OBCS), Doctorado en Comunicación UFRO-UACH, Universidad de la Frontera.