El puertazo del magisterio

Como toda lucha reivindicativa, la movilización actual puede dejar severos daños en las conducciones si las bases evalúan que estas no representaron su malestar. Un acuerdo satisfactorio puede coronar la gestión de Aguilar y fortalecer sus antiguas aspiraciones parlamentarias, con lo que Carlos Díaz sería el más fortalecido para las próximas elecciones. Un resultado negativo haría resurgir el malestar radicalizado de las bases, lo que podría traducirse en la emergencia de posiciones antiorganizativas, antipolítica, o podría fortalecer las posiciones de una nueva izquierda al interior del magisterio que se nuclea en el Colegio de Profesores.

por Christián Matamoros F.

Imagen / Profesoras protestando por el pago de la deuda histórica, Santiago 2015. Fuente: Wikimedia.


Los videos y fotos que han mostrado a niños con pancartas de apoyo a la movilización docente no han dejado indiferente a nadie. El martes 11 de junio no será una fecha más en la historia del profesorado chileno. Miles de profesores marcharon los 13 kilómetros que separan a Placilla del puerto de Valparaíso. Algunos llegaron la noche anterior y realizaron una vigilia, otros viajaron largas horas, durante toda la noche, desde diversas regiones del país para llegar tempranito al punto escogido. Una masa importante encendió los motores a eso de las 6 de la mañana, para llegar desde las comunas de la capital, mientras que muchos otros se sumaron desde diversos puntos de la región de Valparaíso, los que se agruparon en una masiva columna que marchó desde Viña del Mar, repletando la costera Avenida España. Esta vez no fueron turistas santiaguinos los que repletaron la ruta 68, eran miles de profesores que con un paro nacional de 9 días a cuestas luchan por un petitorio que hasta el momento no tiene ningún tipo de respuesta del gobierno.

Si bien es cierto, en el petitorio se incluyen reivindicaciones que se terminan traduciendo en mejoras salariales, lo central ha estado puesto en lograr equidad (para las educadoras de párvulos y diferenciales), limitar aspectos de la evaluación y carrera docente, y la deuda histórica. En este sentido esta paralización que ya empina las dos semanas se diferencia de las extensas huelgas docentes de la década de 1960, de los “octubres rojos” de 1996 y 1998 o de las luchas salariales durante el gobierno de Lagos. Todas esas movilizaciones estuvieron motivadas principalmente por demandas salariales. En cambio, la lucha actual es continuidad de lo sucedido hace 4 años, cuando el magisterio sostuvo 57 días de paro en rechazo al proyecto de Carrera Docente.

La masiva, extensa y, en algunos casos, radicalizada paralización docente del 2015 fue una derrota para el magisterio. La Carrera Docente se terminó imponiendo, y no según los planteamientos acordados con la conducción del Colegio de Profesores. Esta carrera docente, que hoy se le enseña como letra sagrada a los profesores en su formación inicial, significó incrementos salariales iniciales, pero que ya ha mostrado otras consecuencias opresivas hacia los docentes, como la doble evaluación o la falta de transparencia en estas. No obstante, la derrota del 2015 se tradujo, y a la vez fue consecuencia, de una profunda división al interior del Colegio de Profesores. Ya a fines del 2014, una autoconvocada y radical movilización de las bases encauzó su malestar hacia la figura del maestro comunista Jaime Gajardo, el que cada vez tenía más cercanía, o más bien era parte, con el gobierno de Bachelet. El profesor de matemáticas fue una de las figuras más dañadas con la tesis de “un pie en la Moneda y otro en la calle”. De todo esto surgió la figura de Mario Aguilar como representante de la disidencia a la conducción de la Nueva Mayoría. El profesor del Partido Humanista era un antiguo líder moderado, pero para miles de volátiles docentes terminó siendo la única carta de reemplazo. Aguilar logró liderar una extremadamente amplia lista de oposición, aprovechando el descontento de las bases, pero para quienes conocían su historia, especialmente en su rol jugado en la negociación de la evaluación docente durante el gobierno de Lagos, su elección difícilmente podía augurar una defensa irrestricta de los intereses del profesorado. Esto último ha sido remarcado una y otra ves por el derrotado magisterio identificado con la Nueva Mayoría, que ha acusado con razón a Aguilar de que con su conducción el Colegio de Profesores perdió gran parte de visibilidad.

Al mismo tiempo, la masiva movilización docente del ciclo 2014-2015 logró frenar el descenso histórico en la participación en las elecciones internas del Colegio. Muchos profesores jóvenes se colegiaron, pero aún eran una minoría respecto a los miles que año a año ingresan a los establecimientos particulares. Si bien el incremento en la participación fue mínimo respecto al 2013, frenó la caída que se venía experimentando sistemáticamente desde la primera elección en 1985, lo que dio pie para revivir la estructura gremial, no así para superar su crisis estructural, signada por estar limitada al sector municipal, área con cada vez menos participación dentro del sistema educativo chileno, y al profesorado de mayor edad.

El emotivo asalto docente a Valparaíso de este martes 11 no es un repertorio de acción desconocido en la historia reciente del gremio. 10 mil profesores hicieron algo similar en 1991 cuando el parlamento sancionaba un Estatuto Docente que mantenía incólume la estructura neoliberal del sistema educacional chileno (división entre profesores municipales y particulares). También llegaron por miles a Valparaíso en 1998, cuando una dificultosa movilización por un reajuste salarial llevó a alcanzar tres semanas de paralización, las que fueron catalogadas por El Mercurio como el “octubre rojo” del magisterio. Tal vez ahora, y a diferencia de las movilizaciones del 2014 y 2015, la principal dificultad de los docentes ha sido el silencio cómplice de la prensa. Aquellos “independientes de verdad” muestran nuevamente de qué lado de la historia están. Nueve días de paralización y lo único dicho es sobre estudiantes que se quemaron al lanzar una molotov o sobre las pérdidas de clases en el Instituto Nacional. Nada sobre las deudas salariales a los trabajadores en las comunas donde se ha implementado las llamada “desmunicipalización” (Coquimbo y Barrancas, principalmente).

Además, la conducción de Aguilar se ve tensionada por esta movilización. Tras dos años de una gestión burocrática, que no convocó a movilizaciones rupturistas, las nuevas elecciones internas del Colegio de Profesores, a fines de este año, revisten una evidente presión para los nuevos candidatos. Una reciente modificación estatutaria le otorgó aires democratizadores a la estructura del Colegio, lo que fue resistido por los sectores de la antigua conducción, pero también por Aguilar, debido a que se introdujo la cláusula de un límite a la reelección en el mismo nivel de dirección, por lo que sólo se puede volver a postular una vez a un mismo cargo de forma continuada. Con esto, gran parte del actual directorio está imposibilitado de volver a postular a la conducción nacional. De esta forma, las alternativas son por un lado, Carlos Díaz, actual presidente regional y continuador de Aguilar, quien buscará canalizar el malestar de los incautos, con discursos de una cierta “independencia sindical” que muy bien conocen los profesores de la zona sur de Santiago en sus gestiones dirigenciales anteriores, todas llenas de “chanchullos”. El PC y sus inciertos aliados intentarán ganar el terreno perdido sabiendo de lo difícil de recuperar la conducción, menos aún al estar aún frescas en la memoria sus prácticas, más allá de que ahora se vistan de oposición. Finalmente, el sector joven (y no tanto) que se agrupa tras la conducción de Eduardo González representa la única opción de izquierda para encabezar el Colegio, pero la falta de estructura orgánica podrá debilitar sus opciones, las que no se superan necesariamente estructurando listas extremamente amplias. Todas estas alternativas podrán volver a sucumbir en la representación de las demandas históricas del profesorado chileno si es que ponen el foco en las esperanzas parlamentarias, en los municipios ciudadanos y en las alianzas espurias. Si algo mostraron las luchas por el bono SAE en el 2009 y la movilización del ciclo 2014-2015 es que los profesores están dispuestos a dar clases en las calles, de forma combativa, con métodos bastante similares al resto de la clase trabajadora.

Como toda lucha reivindicativa, la movilización actual puede dejar severos daños en las conducciones si las bases evalúan que estas no representaron su malestar. Un acuerdo satisfactorio puede coronar la gestión de Aguilar y fortalecer sus antiguas aspiraciones parlamentarias, con lo que Carlos Díaz sería el más fortalecido para las próximas elecciones. Un resultado negativo haría resurgir el malestar radicalizado de las bases, lo que podría traducirse en la emergencia de posiciones antiorganizativas, antipolítica, o podría fortalecer las posiciones de una nueva izquierda al interior del magisterio que se nuclea en el Colegio de Profesores.

A esto se deben sumar algunas características propias de la lucha presente. Por un lado, la coyuntura del cambio curricular ha motivado a que profesores de historia, artes y educación física muestren un especial activismo en el paro. Por otro lado, la movilización ha recibido el apoyo de múltiples sectores del resto de la clase trabajadora y el pueblo. La marcha del pasado martes no sólo fue apoyada por los niños de la subida Santos Ossa, sino también por los combativos estibadores porteños, quienes con su respaldo contribuyen a fortalecer la tan denostada “conciencia de clase” de un sector de trabajadores como los profesores, quienes solamente mediante su experiencia organizativa, vivida en este tipo de coyunturas, terminan por formar una identidad completamente ajena a la “profesionalización” que busca imponer las modas educativas del momento.

Christián Matamoros Fernández
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Parte del Núcleo de Investigación “Educación, trabajo y sindicalismo” y el Centro de Investigación Político Social del Trabajo.