¿Ha perdido el periodismo su monopolio sobre las noticias? Apuntes críticos sobre la “transformación digital” de La Tercera

La Tercera anunció su nueva estrategia periodística, una «transformación digital» presentada en clave de modernidad y novedad. Tras este discurso publicitario, aparece la pregunta: ¿Qué dicen estos cambios acerca de La Tercera y del trabajo periodístico actual? A partir de este caso específico, se busca las señales de las transformaciones actuales del periodismo en Chile y el mundo. Analizando la priorización del periodismo digital, se plantea aquí una hipótesis en curso de trabajo: enfocar el periodismo hacia la reactividad y la actualización de las noticias, refuerza la caja de resonancia mediática, pero termina de conceder la iniciativa noticiosa al trabajo de Relaciones Públicas. Este mecanismo transforma el producto noticioso según lógicas principalmente mercantiles, y genera precariedad laboral y profesional para los periodistas.

por Antoine Faure

Imagen / periódicos en el centro de Santiago, 2 de noviembre, 2014. Fuente: Wikipedia.


El domingo 28 de abril, el grupo mediático La Tercera (COPESA) explicó, con gran pompa, su transición hacia una nueva estrategia periodística dirigida al mundo digital. Este derrotero para el trabajo de mediación periodística, ofrecería ventajas a la vez democráticas y comerciales para el grupo periodístico. La “transformación digital” consiste, según el mismo diario, en “un cambio en la forma de trabajar de la redacción periodística”, “la creación de un área enfocada específicamente en las audiencias” y “una suscripción digital que nace para adaptarse a las necesidades del mundo moderno”. Así, se proyecta un cambio en el trabajo de mediación pública que incluye mayor interactividad con los lectores, lo que mejoraría el pluralismo y el trabajo de agenda. Para tal, La Tercera usa el modelo económico en boga, que consiste en encriptar el diario digital detrás de un muro de pago, obligando a suscribirse para tener acceso a las notas las más destacables. Simultáneamente, se producen notas para el sitio accesibles para todos y orientadas a los intereses de las audiencias. Económicamente, el grupo mediático buscq incentivar las métricas en el sitio de prensa digital para vender publicidad.

La empresa hizo este anuncio en una portada falsa dedicada solo a este “notición”, con el lema que ocupa todo el índice del diario: “El periodismo ya no cabe en el papel”, como si nada fuera más importante aquel 28 de abril. Sin embargo, parece un cambio propio a La Tercera, que, a lo más, afecta al campo periodístico (esta estrategia ya existe en el modelo económico de Interferencias, por ejemplo, pero no hay duda de que La Tercera tiene audiencias mucho más masivas, que aglutinan otros sectores que el sitio de reportajes periodísticos).

Por otro lado, pareciera que la reconfiguración del ecosistema mediático hubiera llevado a la muerte del diario impreso. Sin embargo, nunca fue el caso en la historia mediática moderna (prensa, radio y televisión cohabitan, con los cibermedios desde hace dos décadas). Es más, el propio diario impreso no desaparece, sino que ocupa otro lugar de ahora en adelante. El procedimiento resulta, sin sorpresa, más publicitario que político.

El diario justifica estas orientaciones en su editorial, comenzando con otro eslogan que repite la misma idea: “Más que un diario”, donde el mismo Jorge Andrés Saieh, presidente del grupo COPESA, enuncia el orden de prioridades (lo importante ya no es el impreso ni el plazo cotidiano), haciendo referencia a uno de los mejores clubes de futbol del planeta, el Barcelona FC (cuya marca registrada se sintetiza en el lema “Más que un club”). No haré comentarios sobre la autoestima que supone compararse con el Barcelona… Me interesa más lo que revela esta fórmula de estrategia publicitaria del diario. Tal como el lema del Barça reivindica la centralidad del club por encima de todo, la estrategia de La Tercera consiste en reducir la importancia del impreso para mejor reafirmar la legitimidad de la marca[1].

El procedimiento es particularmente llamativo porque responde claramente a una estrategia. Se repite durante la entrevista de la editora de La Tercera PM, María José O’Shea, el viernes 5 de marzo en Culto (del mismo grupo COPESA), en la que ella se ha dedicado a afirmar dos proyecciones que claramente reafirman algo contrario a lo que dice. Primero, el rol democrático del diario: “Nosotros esperamos iluminar el debate. Al menos, aportar en las conversaciones que nos hagan avanzar como sociedad. Y no solo iluminar; sino estar atentos a las luces”. La última parte viene a contradecir todo lo inicial, y remite directamente al discurso sobre la importancia del periodismo: “Porque aunque la información sea constante y abundante, nunca es suficiente. Porque a mediodía ya ha pasado demasiado y queremos contar -al ritmo de las nuevas tecnologías-, las noticias al estilo de La Tercera. Seleccionamos aquellas que consideramos relevantes o interesantes para nuestra audiencia, las analizamos, profundizamos y les entregamos un enfoque propio”. A pesar de la buena intención que plantea la periodista, se percibe la contradicción de una estrategia que asume las “nuevas tecnologías” (la “transformación digital”) y una declaración que busca matizar el impacto de estas en el quehacer periodístico. Es precisamente porque este se distorsiona que la editora reafirma la autoridad del periodista por sobre la tecnología.

Detrás de este juego de “escondidas” propio de la publicidad comercial, el cambio de La Tercera es político. Al dirigirse prioritariamente al mundo digital, subordina la selección, la jerarquización y el reporteo de las noticias a las tareas de verificación y de actualización del flujo noticioso. Lo primordial ya no es buscar, filtrar y organizar las noticias para rellenar el espacio del medio (en este caso el diario). La circulación de noticias es tan voluminosa y rápida en el mundo digital, que la principal tarea consiste en tener reactividad y eficiencia para replicar las noticias.

El trabajo periodistico no resulta indemne en esta transformación. El progreso tecnológico que se vende en la estrategia periodística de La Tercera es destructor y su primera víctima sería probablemente el mismo periodista, como profesional de las noticias. Por ahora, este está perdiendo el monopolio sobre las noticias. Es mi argumento, que implica revelar primero el alcance político de la propuesta de La Tercera, e interpretarla en clave de reactividad, antes de señalar las tendencias a la desaparición del monopolio periodístico sobre la noticia.

La política Digital-first

Sin que lo afirme con estas palabras en específico, la principal transformación que promueve La Tercera orienta la empresa mediática en su globalidad hacia el digital-first. Se trata de una expresión formada en el mundo anglosajón, que sintetiza el cambio mediático priorizando el horizonte digital sobre los medios clásicos (prensa, radio, televisión). Detrás de lo inédito que releva el dispositivo periodístico (titular y editorial), La Tercera sigue el modelo actual de negocios periodísticos.

Este procedimiento no es nuevo y revela históricamente un carácter político. El gesto publicitario de justificación muestra el alcance político de tales cambios, a pesar de que La Tercera los oriente antes de todo hacia la novedad, lo tecnológico y las audiencias. Desde el siglo XIX (y antes en casos excepcionales), las reorganizaciones de diagramación y estrategias periodísticas son, en el mundo occidental de la prensa, objetos de explicaciones en las páginas editoriales de los periódicos, donde los editores toman la palabra[2].

Dicho procedimiento editorial implementa un trabajo discursivo: no sólo se trata de explicar un “progreso” periodístico (“para adaptarse a las necesidades del mundo moderno”, en el caso de La Tercera), sino que implica varias concepciones de la sociedad y las relaciones políticas mediadas por la prensa y los medios de comunicación. Repercute, discute y contorna las políticas de comunicación social del momento, al proponer un cambio que busca performatividad en el mismo procedimiento editorial. Es la señal de los cambios en la concepción de lo que es público (o no), y de la comunidad a la que se dirige el periodismo. Abre la posibilidad de pensar la “transformación digital” de La Tercera como un punto de anclaje de cambios mayores en la profesión periodística y su dimensión política.

La empresa periodística defiende reformas orientadas hacia las audiencias y su diversidad, como la mayoría de los medios masivos a escala mundial. De nuevo, se encuentra una herencia procedimental de la misma índole: si hay una regularidad en la historia de las transformaciones mediáticas y sus explicaciones, consiste en apelar a la figura del receptor/audiencias para justificar los cambios. Una vieja estrategia de marketing que busca esconder un conservadurismo político, al apelar al interés de un público democrático. Lo confirma el fracaso permanente de esta encantación: claramente no ha resultado en el pasado.

El gesto responde a un momento de transformación de las relaciones entre salas de redacción y audiencias. La “transformación digital” permitiría una retroalimentación y colaboración mucho más directa. Sin embargo, queda una duda. Dichas audiencias ganarían posibilidades de incidencia sobre la fabricación de las noticias, al pasar de mandar cartas al director a seguir los sitios de prensa digital en línea; no obstante, estos cambios son generalmente organizados desde las salas de redacción en marcos y dispositivos precisos que muestran cómo los periodistas tratan de preservar su control sobre la noticia y el flujo de noticias (por ejemplo, con el live facebook de preguntas y respuestas).

Más bien, lo que cambia es la figura misma de las audiencias. La Tercera abre un camino de reflexión en el editorial del mismo 28 de abril de 2019. Plantea que parte de su trabajo consiste en “monitorear y detectar las necesidades y oportunidades para los lectores”. Orientarse a las audiencias significa, en el caso actual, buscar el método para que públicos fragmentados vuelvan varias veces a consultar el sitio en una misma hora y que se queden leyendo. Así, se trata de optimizar la fragmentación de las audiencias, y producir a un tiempo suficientemente frecuente para que estas visiten regularmente las noticias digitales; con un grado de novedad suficiente para que se detengan un tiempo en el sitio.

Estos principios sustentan la suscripción y una meta meramente comercial en una economía de la atención[3]. Podemos hacer un paralelo con dos diarios locales estadounidenses, The Post y The Courier (Charleston, Carolina del sur), que desplazaron sus métricas desde el conteo de vistas de cada página (noticia) hacia la duración del tiempo pasado en línea. La economía de la atención, a la que apuesta La Tercera, significa capturar la mirada delante de la pantalla lo más frecuente y prolongadamente posible, a lo largo de flujos de noticias acelerados, continuos e imprevisibles. El ritmo de las publicaciones y de sus actualizaciones, es decir su disponibilidad, movilidad y frecuencia de publicación, llega entonces a organizar las necesidades de información por encima del trabajo espacial de selección y jerarquización de las noticias.

En este sentido, lo más importante del editorial del 28 de abril es lo último: “la suscripción”. Mientras que la empresa podría apostar por una estrategia de membrecía (todo el contenido gratuito, pero se solicita a los lectores pagar y apoyar un sello, ya sea cualitativo o no, tal como es el caso de The Guardian), el dispositivo de la “suscripción” trata a las audiencias como un mercado. En fin, hablar de participación de las audiencias es exagerado, y La Tercera no hace nada más que dirigir la función democrática de la prensa hacia el mercado digital, sentando una estrategia de marketing sobre la autoridad del diario (hay que pagar para leerlo).

Paradójicamente, el cambio hacia las suscripciones y el muro de pago, bajo los que se acceden a una copia digitalizada del diario impreso, muestran la legitimidad y la función de agenda de este último, a pesar de negar la centralidad a favor del periodismo digital. El print sigue siendo la autoridad y la legitimidad para el periodismo (lo que es una tendencia mundial, en este caso). Lo comprueba la misma diferenciación económica y estratégica entre los dos soportes y tipos de contenidos (offline y online). La reorganización de la redacción en tres equipos también lo confirma, al evitar claramente la integración entre digital e impreso (planteada como horizonte).

En síntesis, la “transformación digital” de La Tercera es un producto nuevo generado con recetas antiguas. Es más, la empresa mediática no explica cómo se ha reestructurado la sala de redacción, cómo se ha cambiado la repartición de las tareas o cuáles son los nuevos oficios que implica tal “transformación digital”. No se dice mucho, a pesar de unos nombramientos. Al contrario, “sumar nuevos perfiles a la redacción” se queda como algo bastante oscuro y borroso. ¿Se integran grafistas digitales, editores video, (des)codificadores de códigos informáticos al proceso de fabricación de las noticias (ya se observa en varias redacciones mundiales como en Quartz news o BuzzFeed)? ¿O continúa todo igual con un servicio de audiencias, inspirado de modelos exteriores (¿y descontextualizados?) como el del Washington Post o el New York Times? Como institución, La Tercera no dice nada, aquel día 28 de abril de 2019, y no se sabe entonces cuál es el objetivo organizativo de la “transformación digital”.

Salas de re(d)acción

Lo que reside detrás del discurso publicitario de La Tercera es el quehacer periodístico según el principio de “reactividad periodística”. Lo importante es acelerar la capacidad de reacción de la sala de redacción en el mercado, para catalizar el flujo de noticias. Lo confirma el mismo diario, cuando afirma “adelantar todos los procesos de producción de contenidos, fijar nuevas instancias diarias de coordinación”.

Esta meta se activa en la articulación de tres temporalidades complementarias: primero, la temporalidad institucionalizada del “día después”, a partir de las clásicas rutinas de decisión burocrático-profesional (cuyo conocimiento se acumula desde los años 1950); segundo, la temporalidad del “tiempo real”, con las prácticas “en vivo” (que opera desde los 1980 en la televisión y la radio) y tercero, la temporalidad del “apenas se pueda”, con las tareas de actualización de las noticias (según la lógica de los canales de información 24/7 y de los sitios de prensa digital). Al afirmar que el papel es el pasado mediático, La Tercera reafirma entonces la legitimidad y centralidad del impreso, cuya temporalidad del día después ofrece autoridad. Sin embargo, se asume un cambio de lógica al priorizar los posteos en el sitio web del diario y, así, la reactividad periodística por sobre el trabajo de contextualización e interpretación. Este último no desaparece, sino que se vuelve complementario, ya sea en el diario (cuyo aporte corresponde a un momento del día, un evento periodístico) u online.

Estas tres temporalidades no son excluyentes la una de la otra, se pueden superponer al publicar una nota propia de cada temporalidad en el sitio de prensa. Por otro lado, tienden a hibridarse, al publicar un reportaje proyectado desde la pauta con complementos multimediáticos en vivo y actualizando los últimos avances de la noticia. También, se relacionan y articulan a través del juego de hipervínculos que permite a los diarios digitales remitir a una antigua nota. Sin hablar, a un nivel más macro, de cómo estas distintas temporalidades se condicionan entre ellas: por ejemplo, frente a la urgencia de un acontecimiento que irrumpe y descarta las otras noticias, con temporalidades más lentas (en el caso de un incendio o un terremoto). Se trata, de ahora en adelante, de publicar rápido.

Entonces, ¿cómo responder periodísticamente a la prioridad de la velocidad mediática? Magia periodística que consiste en estar en alerta permanentemente, controlar un flujo de noticias acelerado y tener la capacidad de adaptarse al entorno. Concretamente, esta reactividad periodística contribuye a un seguimiento minucioso de los otros medios, que homogeneiza el flujo de noticias. Si bien ya era un rasgo de los mercados noticiosos en el siglo XX (además de la publicación de cables de las agencias internacionales de noticias, los periodistas escribían antes de todo para sus pares, como lo sintetiza la fórmula de Bourdieu sobre “la circulación circular de las noticias”, 1996, p. 22), el mundo digital aceleró el proceso de fabricación de las noticias, ha ofrecido permanencia al flujo noticioso y redujo los plazos de lo inédito (el producto-noticia se vence apenas está publicado). Se agudiza el fenómeno y lleva a preguntarse sobre la diferenciación entre las líneas editoriales, los medios y los grupos mediáticos.

La tendencia que corrobora el anuncio de La Tercera tiene que ver con un trabajo acelerado y urgente, que se concentra en tareas reactivas. Si bien esta capacidad de actuar de manera rápida parece un valor profundamente anclado en el trabajo de circulación de las noticias[4], la capacidad tecnológica actual y un flujo de noticias hambriento, no solo piden más a la rapidez sino a un volumen e inmediatez irrefrenables. Estamos entonces frente a una transición desde el plazo del día después (con tareas de selección y jerarquización) a una temporalidad de actualización as soon as possible (apenas se pueda). Los plazos, marcados por la frecuencia de la industria hasta hace poco, ya son continuos. Y obligan a una flexibilización de los procesos de producción.

Para conseguir esto último, las rutinas periodísticas sufren una individualización que matiza el carácter colectivo en el proceso de fabricación. Las decisiones tienden a tomarse a último minuto y a nivel individual que, en este contexto asegura cierta eficiencia y reactividad. El proceso mismo cambia, al pasar de un producto listo para informar (la nota) a una mercancía que se puede actualizar y corregir.

La “transformación digital” de La Tercera pone en evidencia la consolidación de la lógica de trabajo en progreso, que se impone entre las tres temporalidades periodísticas. El trabajo de elaboración de las noticias nunca acaba y provoca errores debidos a la premura, pero también cambios de ángulo o hasta de objeto de la nota en el curso del proceso de fabricación. Si bien las notas de prensa producidas por rutinas burocrático-profesionales perdían su valor después de un día, la aceleración de los noticieros (primero de radio y televisión, y ahora en los sitios de prensa digital) entrega una vida efímera a las noticias.

Ahora bien, la magia para responder a un entorno híperveloz, obviamente no lo es y responde a un trabajo discursivo performático. Al contrario, la temporalidad de la actualización implica generalmente, y es muy preocupante, una fuerte precarización de las condiciones de trabajo: los sueldos son miserables, las rutinas son multitareas, el tiempo de trabajo se extiende y es cada vez más difícil distinguirlo con el tiempo libre[5]. La presión temporal obliga a los periodistas a practicar una vigilancia 24 horas al día, asumir tareas simultáneas, incentivar relaciones continuas y sin límite de horario con las fuentes[6]. Se expresa por un fuerte estrés profesional (sin hablar de los burnouts)[7]. El contexto económico de cierre de numerosas empresas, títulos de prensa y salas de redacción que agudizan la presión laboral y la norma de reactividad. Sin hablar de la saturación del mercado laboral, por la formación desregulada de egresados de escuelas de periodismo, contratos laborales a corto plazo y un fuerte turnover.

Periodistas sin noticias

En esta configuración tan práctica como laboral, ¿cuáles serían entonces las consecuencias del digital-first y de la priorización de la reactividad sobre lo que es el periodismo? Se trata de un profundo cambio de lógica, que tiene consecuencias sobre el trabajo de mediación política de los medios de comunicación. Ya no se trabaja desde la planificación de las pautas (como tarea colectiva), sino a partir de la capacidad de adaptación de los periodistas individuales a su entorno (i.e., la reactividad). Y la principal consecuencia reside en las mutaciones que vive la noticia, y entonces la profesión.

La urgencia y la competitividad que impone el flujo digital de noticias 24/7, ha generado la desaparición del golpe periodístico para la prensa masiva, y del trabajo para revelar los secretos de las élites (incluyendo del campo político). En la prensa masiva, lo que importa ahora son, según el mismo editorial de La Tercera, las “necesidades y oportunidades” (de las audiencias). Es decir, todavía existen exclusivas, generalmente publicadas en el diario impreso (central y legítimo en el trabajo de agenda); pero la lógica de la producción se dedica a las demandas de las audiencias por lo más nuevo y lo más rápido, a cambio de investigar los arcanos de los poderes (político, económico, social y cultural).

La misma categoría de noticia cambia de sentido (asumiendo que no es una categoría con esencia, sino cambiante en términos históricos y geográficos). Pierden su valor intrínseco y se convierten en noticias de mercancía dentro de una desenfrenada competencia que aborta, en la prensa masiva, valores agregados como la calidad o la profundidad. Se rastrea este cambio en los contenidos orientados a las audiencias, que diluyen las noticias en textos dramáticos[8] y farandularizados, asumiendo las presiones comerciales. Además, un cambio menor en una noticia implica la actualización de la nota en el sitio digital (y entonces posibilidades de medir las audiencias); se postean notas frenéticamente, en un afán de tiempo real; o, se empuja también a desarrollos oscuros y desconectados, para alimentar el flujo de noticias. La transformación desconfigura el sentido mismo de la “noticia”, y despoja a los periodistas del monopolio sobre la información legitima.

A esto se suma la competencia que las relaciones públicas hacen al periodismo. Para ganar tiempo en la fabricación de las noticias y publicar con mucha frecuencia, alimentando la comercialización de los medios, el trabajo periodístico normaliza las presiones de las élites y sus asesores, optimizando su uso en el proceso de fabricación de las noticias. Se trata de una desposesión de las noticias en el momento en el que la iniciativa informacional de las élites pasa por la creación masiva de eventos, lo que acumula presión temporal sobre el trabajo periodístico, generando simplificaciones o marcos cómodos de tratamiento periodístico (se expande la personalización de la vida social a todos los sectores, presentados como carreras ecuestres). Las élites (principalmente políticas y económicas) disparan las noticias al crear eventos[9]. Entre más acontecimientos se cubren mejor hace su trabajo la sala de redacción. Por su lado, las élites buscan hacer titulares (élites que constituyen históricamente las fuentes predominantes y unilaterales de las noticias chilenas, con apenas más de una fuente por nota desde 1970, Faure, Salinas y Stange, 288[10]).

Al adaptar su narrativa al trabajo periodístico, las élites enmarcan y orientan sus contenidos más fácilmente. Producen comunicados, conferencias de prensa y todo tipo de material que permita al periodista tener reactividad y producir contenido. En la presión del flujo de noticias, la comodidad de las rutinas periodísticas privilegia el trabajo a partir de rituales (la conferencia de prensa), documentos oficiales preconcebidos, cables de agencias y fuentes institucionalizadas por las Relaciones Públicas y el management de la reputación. Los partidos políticos, así como las empresas del gran capital, se han organizado para entregar detalles, quedarse en contacto y contestar rápidamente para coincidir con los plazos de la actualización periodística. Hasta las voces alternativas o marginales tienen que proponer contenidos pensados para que los periodistas puedan ser reactivos[11]. El cambio no es necesariamente una buena noticia para las voces dominadas actuales y futuras, dado que la interactividad mediática, ampliamente idealizada, necesita cierta pausa, y es más lenta. La velocidad podría generar, en la prensa masiva, una restricción más cerrada del origen social y cultural de los discursos, según una lógica de eficiencia.

La dimensión más sensible de la política se ve afectada por la lógica de actualización de las noticias. Al proyectar un trabajo noticioso instantáneo y permanente, el periodismo digital da la ilusión de un tiempo real. Este no es más que una publicación diferida y mediada, por tanto, tiene efectos de realidad (carácter mimético que cultivan los comentarios, por ejemplo), y efectos de realismo (credibilidad tecnológica que plantea el ángulo de la cámara, por ejemplo). Esta mediación se desarrolla en clave de simplificación de la experiencia sensible, según criterios de validación de “lo que es creíble” (o verdad), enfocados hacia la inmediatez, el mimetismo y la innovación tecnológica.

Para sintetizar, la “transformación digital” de La Tercera se ancla, a mi juicio, en una tendencia a reconfigurar la naturaleza histórica de las noticias y desposeer a los periodistas de estas asumiendo que se producen desde otro lugar: el de las Relaciones Públicas. Lo confirma la tendencia de los egresados de periodismo a trabajar en este ultimo sector, cuando el mercado laboral del periodismo está saturado.

Frente a esta ofensiva, acompañada del crecimiento exponencial de las fake news (que marcan hitos durante las campañas electorales), los periodistas responden a nivel mundial, gremial y empresarial, por un fact-checking profesional. Esta resistencia pasa por la identidad (ser un buen periodista es tener la capacidad de implementar un fact-checking eficiente, es decir en poco tiempo) y se proyecta en la tarea de verificación de las fuentes y de la plausibilidad de las noticias. Pero, de nuevo, este cambio de identidad rearticula los criterios de “lo que es creíble”. De hecho, al proponer verificar lo que es veraz, se juega el propio control sobre la veridicción[12]. Ya no se trata de revisar la autenticidad de las declaraciones antes de la publicarlas, sino verificar noticias que están circulando. En consecuencia, la respuesta profesional ciñe los valores y las normas de la reactividad periodística, por encima de cualquier responsabilidad profesional (rasgo identitario dominante en las rutinas burocrático-profesionales).

Esta reivindicación pone en evidencia el problema que constituye actualmente la fabricación de las noticias periodísticas. Normaliza una identidad profesional que ha perdido el monopolio de las noticias y se dedica, cada vez más, a la buena circulación del flujo y verificación de la veracidad de las notas. Estas tendencias muestran el desvanecimiento del sentido clásico de la noticia, que se convierte una especie de excepción histórica[13] o una fase en la larga historia de los medios comprendidos como mediaciones. Una edad de oro, paréntesis histórico (más corta aún en Chile dados los recientes 17 años de régimen autoritario) que protegía un servicio público de noticias con cierta responsabilidad social, y que corresponde a la fase de Estado de Bienestar (a la escala occidental). La “transformación digital” en curso tiende a fragmentar los equipos, individualizar el trabajo periodístico y precarizar a los profesionales de estas tareas, según la lógica de ensayo y errores propia a la prioridad para la reactividad. Entonces, surgen preguntas fundamentales: ¿El periodismo se volverá marginal, en la tarea social de regular la información pública?, ¿Dónde reside la autoridad periodística, en la caja de resonancia que permite las réplicas mediáticas? Y, ¿Cuáles son los estándares de calidad, en un ciclo 24/7 acelerado?

 

* Agradecimientos a Argelia Villegas Silva y Mario Vergara por su revisión del texto.

[1] El uso del mismo lema al final del podcast nativo “Crónicas estéreo”, lanzado el 22 de abril y en el que La Tercera entrevista a sus propios periodistas como expertos sobre temas de contingencia refuerza la estrategia de marca (branding).

[2] Alexis Lévrier y Adeline Wrona (ed.), Matière et esprit du journal. Du Mercure Galant à Twitter (París: PUPS, 2013).

[3] Thomas H. Davenport y John C. Beck, The Attention Economy: Understanding the New Currency of Business (Harvard Business School Press, 2011).

[4] No hay que caer en la trampa que consiste en pontificar la novedad de tales comportamientos. La demanda de noticias frescas y de novedad se puede rastrear desde los Romanos, los Han de China, el Chasquí inca, o la Venecia del Renacimiento. Ver: Mitchell Stephens, “History of Newspapers”, Collier’s Encyclopedia (2012), https://www.nyu.edu/classes/stephens/Collier%27s%20page.htm.

[5] Sin mencionar aquí las cohortes de estudiantes que entran cada año en un mercado laboral saturado.

[6] Tomás Dodds, “Reporting with WhatsApp: Mobile Chat Applications’ Impact on Journalistic Practices”. Digital Journalism (2019), https://doi.org/10.1080/21670811.2019.1592693.

[7] Sobre este aspecto patológico de la desincronización de los tiempos sociales, ver Harmut Rosa, Aceleración y resonancia: Hacia una teoría crítica de la temporalidad en la modernidad tardía (Madrid: Katz, 2016).

[8] Constanza Mujica e Ingrid Bachman, “How Chilean editors perceive and define the role of melodrama in television news”, Palabra Clave, 18(2) (2015), p. 312-340, http://palabraclave.unisabana.edu.co/index.php/palabraclave/article/view/4603.

[9]A partir de una metodología cuantitativa, lo comprueba el siguiente estudio: Claudia Mellado y Kevin Rafter, “Understanding the influence of journalists and politicians on content: A cross-longitudinal analysis of Chilean political news coverage”, International Communication Gazette, 2014, https://doi-org /10.1177/1748048514538928.

[10] Antoine Faure, Claudio Salinas y Hans Stange, “The Dominance of Common Sense. The influence of the Media System on Professional Practices of Journalists in Chile, 1970-2000”, Media Structures and Media Performance: State of and Perspectives for Communication Research (Puppis, M., Künzler, M. y Jarren, O. [ed.], Zurich: IMPZ, «Relation», 2013, p. 283-301.

[11] Isabel Awad, María Domínguez y Angélica Bulnes, “Dirigentas de campamento y actividad mediática: más allá de Internet”, Cuadernos.Info, N°33 (2013), p. 26-42, http://www.cuadernos.info/index.php/CDI/article/view/cdi.33.534.

[12] Michel Foucault. Verdad y Poder, Entrevista con M. Fontana en Rev. L’Arc, nº 70 especial, págs. 16-26 (Microfísica del Poder, Madrid: La Piqueta, 1992).

[13] John M. Hamilton y Heidi J. S. Tworek, The natural history of the news: An epigenetic study. Journalism, 18(4) (2017), p. 391–407, https://doi.org/10.1177/1464884915625630.

Antoine Faure

Doctor en Ciencia Política de Sciences Po Grenoble (Francia) y académico universitario en Santiago de Chile.