La histórica politización del fútbol chileno: notas para una oportunidad constituyente

La hegemonía del actual sistema neoliberal está comenzando a desmoronarse tras las intensas protestas de 2019 y el fútbol no ha quedado fuera de las manifestaciones. Lejos de formar parte de un sistema que fomenta la apatía política y la “distracción de las masas”, la evidencia histórica muestra reiterados casos de politización del fútbol a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI. Si bien el fútbol ha sido cómplice del consentimiento pasivo y del poder político en diversas ocasiones, también ha servido como espacio de debate y resistencia para desafiar a las autoridades a través de la autogestión y el desacato. Futbolistas e hinchas se han convertido en actores contestatarios al realizar simbólicos actos de rebeldía o simplemente al expresar su opinión.

por Pedro Acuña

Imagen / Fuente: Flickr.


En julio de 1931, centenares de ciudadanos salieron a las calles para manifestarse en contra de la dictadura de Carlos Ibáñez (1927-1931) y su desastroso manejo de la crisis económica mundial en Chile. Frente a un escenario difícil de pronosticar y demostrando la naturaleza autoritaria de su régimen, Ibáñez reaccionó tratando de silenciar a sus críticos por medio de una estricta censura periodística y represión policial que culminó con cerca de veinte muertos y más de doscientos heridos. Ante la violencia ejercida por Carabineros (institución creada por el mismo Ibáñez en 1927), diversos sectores de la sociedad civil, incluyendo obreros, profesores, médicos y deportistas, exigieron la renuncia del mandatario. El 26 de julio de 1931, inclinándose ante lo inevitable, Ibáñez renunció y partió al exilio en Argentina.

Las asociaciones civiles que habían sufrido mayormente la represión del régimen reflotaron durante la caída de Ibáñez. Los clubes deportivos, por ejemplo, aumentaron su importancia local transformándose en importantes vehículos de integración ciudadana y resguardo social. Algunos clubes amateur finalizaron anticipadamente la temporada para participar en protestas callejeras y huelgas generales así como también reclutaron obreros desempleados en sus planteles. Clubes más notorios como Colo-Colo (fundado en 1925 por un grupo de profesores que querían profesionalizar el fútbol) organizaron partidos amistosos con el fin de recaudar fondos para las familias más afectadas por la crisis. Como uno de los equipos que despertaba alta popularidad, Ibáñez había intentado asociarse a la imagen exitosa del club al asistir a sus partidos y financiar su gira internacional en 1927. Sin embargo, a medida que la represión invadió los estadios, los hinchas del club expresaron su molestia con Ibáñez a través de insultos a la policía y particularmente al club Brigada Central, compuesto exclusivamente por Carabineros (Elsey 77-85)[i].

***

El contexto de agitación sociopolítica de 1931 así como otros eventos en la historia futbolística de Chile pueden brindar algunas lecciones sobre el posicionamiento ideológico de futbolistas, hinchas y clubes en el estallido social de 2019. La comparación entre las manifestaciones que culminaron con la caída de Ibáñez y el actual despertar social constituye un ejercicio histórico inevitable. En 1931, Chile era el país más afectado por la Gran Depresión internacional. La sensación de prosperidad económica sustentada en un alto endeudamiento externo dio paso al derrumbe de las exportaciones salitreras tras el colapso de Wall Street en 1929 provocando altísimos niveles de cesantía y malestar de la población. En 2019, Chile continúa siendo uno de los países más desiguales del mundo, con groseras cifras de distribución de la riqueza y precarización laboral luego de una serie de reformas neoliberales iniciadas durante la dictadura cívico-militar (1973-1990) y profundizadas en los gobiernos democráticos de la transición (1990-2019), las cuales trajeron como consecuencia la privatización de derechos sociales. En ambos contextos históricos, aunque con particularidades lógicas de cada período, es posible evidenciar reacciones desproporcionadas de las autoridades, con graves atentados a los derechos humanos y alarmantes cifras de ciudadanos violentados en distintos espacios de resistencia (la calle, la escuela, el barrio, el club deportivo, etc.).

Pese a los infructuosos intentos de ambos mandatarios por controlar –o al menos tener un nivel de injerencia– sobre Colo-Colo, una notable diferencia entre Ibáñez y Piñera es que al primero jamás se le habría ocurrido eliminar Historia y Educación Física como asignaturas obligatorias para estudiantes de tercer y cuarto medio (adolescentes entre 16 y 17 años). Durante el régimen ibañista, el presupuesto de educación creció ostensiblemente y todo el sistema de educación pública se reestructuró para ajustarse a los principios de autoridad, orden y nacionalismo. Diseñada como una pedagogía cívica, la formación escolar estaba focalizada en desarraigar el alcoholismo y la prostitución en las clases trabajadoras y fomentar actividades recreativas tendientes a restar atractivo a la cantina y al burdel como únicas formas de sociabilidad. Pese a que Ibáñez creó la Dirección General de Educación Física en 1928 y promulgó la primera Ley de Educación Física en 1929, su administración no logró materializar una política deportiva coherente a nivel nacional antes de sucumbir a la presión social (Muñoz 25-6)[ii].

Tras las protestas iniciadas el 18 de octubre de 2019 desencadenadas por el alza en el precio del metro, Piñera declaró –y continúa señalando– que “el país está en guerra contra un enemigo poderoso”. Aproximándose al autoritarismo de Ibáñez, decretó Estado de Emergencia con un amplio despliegue militar en el país y un inédito toque de queda en democracia. Si bien el fútbol está lejos de ser una problemática central en comparación con otras necesidades más urgentes como salud, pensiones, salarios, educación, vivienda, recursos naturales, pueblos originarios, derechos humanos, etc., resulta interesante revisar la histórica politización del fútbol durante la accidentada democracia chilena. Además, frente al intenso debate constitucional que se avecina es importante mencionar que el deporte no quedó consagrado como derecho ciudadano en la Constitución de 1980. Las menciones a la práctica deportiva son tangenciales, encontrándose en el inciso sexto del artículo 118 una breve indicación sobre municipalidades, la cual señala que éstas podrán, para el cumplimiento de sus fines y con el objeto de promover y difundir el arte, la cultura y el deporte, construir o integrar corporaciones o fundaciones de derecho privado sin fines de lucro (Serrano 65)[iii]. La histórica omisión del deporte en los textos constitucionales de 1833, 1925 y 1980 obliga a debatir la necesidad de pensar el deporte como un derecho garantizado por el Estado precisamente en un momento de interpelación popular al modelo neoliberal, que logró transformar al fútbol en un bien de consumo y al deporte en un privilegio.

Resulta llamativo que una de las primeras medidas de Piñera tras las protestas haya sido reemplazar a la titular del Ministerio del Deporte, Pauline Kantor, por la ex vocera de gobierno Cecilia Pérez, principal defensora del cuestionado programa “Elige Vivir Sano” creado durante la primera administración de Piñera (2010-2014). Pese a no remover a los ministros de carteras relevantes como transporte o educación, el deporte sí motivó un enroque ministerial incoherente con las demandas prioritarias de la calle. De todos modos, las políticas deportivas continúan siendo inefectivas. El deporte no ha sido contemplado para remediar falencias en la calidad de vida, salud y educación de las personas. La realidad de atletas de alto rendimiento sin financiamiento para competencias internacionales junto a una población con altos índices de sedentarismo y obesidad contrasta violentamente con las millonarias ganancias generadas por el fútbol.

En medio de masivas manifestaciones y represión policial, la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP) suspendió el campeonato nacional por un mes tras fuertes llamados de las hinchadas y los jugadores a boicotear cualquier intento de reiniciar el fútbol profesional. El último acto de protesta en cancha ocurrió el 22 de noviembre durante el partido entre Deportes Iquique y Unión La Calera, cuando miembros de la Garra Blanca irrumpieron violentamente en el Estadio Bicentenario de La Florida forzando la suspensión del partido y del torneo en su totalidad. La mayoría de las ligas de fútbol amateur también cancelaron sus partidos y acortaron sus calendarios. Sumado al receso del fútbol local, la Confederación Sudamericana de Fútbol decidió trasladar la final de la Copa Libertadores de Santiago a Lima por razones de seguridad. Al bochorno de la fallida final continental en el “oasis latinoamericano” de Piñera, se sumó la cancelación del partido amistoso de la selección chilena contra Perú tras la negativa a jugar acordada por los seleccionados nacionales en apoyo a la manifestación popular. Incorporándose a la protesta social y quebrando la concepción del fútbol como “opio del pueblo”, hinchas y jugadores han revivido historias de desobediencia frente a los persistentes llamados de las autoridades a “volver a la normalidad”.

***

Durante la vigencia del proyecto desarrollista, es decir, desde la caída de Ibáñez en los años treinta hasta la fractura de 1973, la dimensión cultural del fútbol adquirió un rol más protagónico en el esfuerzo de integración social y unidad nacional. Los clubes deportivos fueron vistos como  entidades cooperadoras del Estado en la democratización de la cultura de masas y la elevación del nivel cultural del pueblo. Se desarrollaron varias iniciativas de fomento al deporte, incluyendo la construcción del Estadio Nacional en 1938 y el comité de Defensa de la Raza y Aprovechamiento de las Horas Libres en 1939 (Santa Cruz 145-6).[iv] Sumado a la nueva infraestructura deportiva, la prensa y la radio desempeñaron un papel central en la masificación de los deportes a nivel nacional. El discurso de la revista Estadio, por ejemplo, sugería que los ejercicios físicos aseguraban un mejor porvenir de la población a partir de la procreación de hijos más sanos y ciudadanos más disciplinados. En su editorial de apertura en el primer número publicado el 12 de septiembre de 1941, se declaraba que la misión de la revista era “contribuir a la campaña nacional para el mejoramiento racial y patriotismo dirigida por el Presidente de la República”. De hecho, la revista mantuvo estrechos vínculos con los gobiernos del Frente Popular (1938–1947), la coalición de centro-izquierda formada por radicales, socialistas y comunistas (entre otras agrupaciones) que articuló una nueva estrategia económica basada en la industrialización por sustitución de importaciones (ISI). El fútbol vivió su época dorada transformándose en un pasatiempo multitudinario llegando a su punto más alto durante la organización del Mundial en 1962, en el cual la selección chilena obtuvo el tercer lugar.

Los militares y civiles golpistas de 1973 no dudaron en perseguir a los futbolistas más politizados. El mismo Estadio Nacional fue utilizado como centro de detención y tortura después del golpe. Entre los detenidos figuraban varios líderes sindicales y políticos, estudiantes y dirigentes vecinales, así como también destacados futbolistas como Hugo Lepe y Mario Moreno. Lepe era militante socialista y como arquitecto de profesión colaboró con el Ministerio de Obras Públicas del gobierno de Salvador Allende (1970-1973). Moreno había sido fundador del Sindicato de Futbolistas Profesionales (SIFUP), organismo encargado de denunciar los abusos del mercado de pases en donde los clubes remataban a los futbolistas sin que ellos tuviesen derecho a discutir sus contratos laborales. En 1968, Moreno encabezó el petitorio al Congreso para avanzar en la Ley del Deporte promulgada en 1970, la cual protegía a los futbolistas de la explotación de dirigentes y les permitía guardar dineros de premios en el Instituto de Normalización Previsional o INP. Tanto Lepe como Moreno obtuvieron su libertad sólo gracias a la intervención del reconocido mediocampista colocolino Francisco Valdés.

El mismo Valdés, perplejo ante la detención de sus colegas de profesión, fue el encargado de anotar el gol más triste en la historia del fútbol chileno. A quince días del derrocamiento de Allende y con La Moneda en cenizas, la selección chilena debía disputar el partido de vuelta contra la Unión Soviética (la ida había sido un empate en el Estadio Lenin de Moscú) para clasificar al Mundial de Alemania 1974. Sin embargo, los soviéticos se negaron a jugar el partido en Santiago denunciando los abusos cometidos por la dictadura chilena. Para demostrar que existían condiciones para jugar, la Junta Militar trasladó a los presos políticos y ordenó a los clubes facilitar sus jugadores horas antes de recibir una delegación de periodistas extranjeros y veedores de la FIFA. Un patético show conocido como “el partido de la vergüenza”, en el que la selección salió al campo de juego sin rival y Valdés anotó un simbólico gol frente a un arco vacío. Pese a conseguir el ansiado cupo para el Mundial, la selección mostró un inefectivo juego colectivo, recibió pifias e insultos de chilenos exiliados en Berlín y volvió rápidamente tras quedar eliminada en primera ronda (Iturriaga 345-50)[v].

Uno de los jugadores señalados como responsables del fracaso internacional fue el delantero Carlos Caszely, expulsado en el partido inaugural frente a Alemania Federal. Quizás el futbolista chileno más vinculado a la política chilena del siglo XX, Caszely apoyó explícitamente a los candidatos comunistas Gladys Marín y Volodia Teitelboim en las elecciones parlamentarias de marzo de 1973. Luego del golpe, Caszely fue perseguido y vigilado por agentes represores, quienes secuestraron y torturaron a su madre en 1974. Antes de embarcarse a Alemania, Caszely se negó a estrechar la mano de Pinochet en un acto de rebeldía que se replicó seis años más tarde cuando el futbolista llamó a rechazar la Constitución propuesta por la Junta Militar en el fraudulento plebiscito de 1980. Caszely volvió a vociferar contra la dictadura en ocasión del plebiscito de 1988 que decidía la permanencia de Pinochet en el poder, esta vez entregando un testimonio junto a su madre en la franja televisiva de la opción “No”, opositora a Pinochet.

Los ajustes recesivos del shock neoliberal diseñado por los “Chicago Boys” pusieron fin al proyecto desarrollista y transformaron el deporte democratizador de las décadas anteriores. Eran los comienzos del “fútbol-empresa” y la comercialización del deporte como bien de consumo. Junto a otras esferas de entretenimiento masivo, el fútbol se convirtió en una expresión cultural moldeada para los intereses de la dictadura y su reingeniería social. Una de las primeras medidas fue el alza de los precios de las entradas anteriormente fijados por el gobierno. Sin embargo, la baja asistencia a los estadios generó una profunda crisis económica para los clubes, especialmente para aquellos que dependían de las recaudaciones. Ante las huelgas de jugadores impagos, el régimen intervino para salvar a pequeños clubes que no podían solventar sus gastos. La dictadura intentó apropiarse de Colo-Colo entregando el club al grupo financiero Banco Hipotecario de Chile y nombrando a Pinochet Presidente Honorario del club (Santa Cruz 206)[vi]. Aunque el conglomerado abandonó la administración del club tras no obtener ganancias, un modelo similar desvinculó al club Universidad de Chile de la universidad que lo había controlado durante décadas. La Universidad Católica, el tercer club más grande de Santiago, transfirió el control del fútbol profesional a una fundación privada a comienzos de 1980. Bajo la nueva estructura, la imagen de la UC comenzó a representar a las clases dominantes sin ambigüedad, un movimiento político audaz que alineó al club con sectores vinculados a la derecha chilena (Matamala, 143-4)[vii]. Además, con la llegada de las Administradoras de Fondos de Pensiones o AFP en 1980 y la obligación de cotizar en estas instituciones privadas, el dinero ahorrado de los jugadores retirados en el INP rápidamente se devaluó. La crisis económica de 1982 provocó la quiebra de la revista Estadio y la bancarrota de varios clubes, los cuales tenían limitada su libertad de reunión para recaudar fondos por medio de rifas y colectas.

El retorno de la democracia no implicó un cambio en el ethos del fútbol creado por la dictadura. Los enclaves de la ética pinochetista con sus valores de logro individual y competitividad internacional se arraigaron en la actividad deportiva, y el discurso de “país ganador” utilizado en la campaña del “Sí” a favor de Pinochet se trasladó a las conductas de algunos futbolistas e hinchas. El caso más paradigmático es el del arquero Roberto Rojas, quien, durante un partido frente a la selección de Brasil disputado en 1989, se infringió una herida en el rostro con un bisturí simulando haber sido alcanzado por una bengala lanzada desde las tribunas del Estadio Maracaná de Rio de Janeiro. El bochornoso hecho –aclarado tras investigación de la FIFA y posterior confesión de Rojas– avivó un discurso belicista tanto de autoridades como de hinchas, los cuales creyeron la versión inicial de Rojas y culparon inmediatamente a los brasileños. Exaltados apedrearon la Embajada de Brasil en Santiago mientras el Almirante José Toribio Merino declaraba que los brasileños era “un pueblo de seres primitivos”, generando un serio impasse diplomático entre ambos países. Al mismo tiempo que la ANFP daba explicaciones a los militares, Chile era suspendido por la FIFA resultando descalificado de los Mundiales de Italia 1990 y Estados Unidos 1994 (Vilches 198-238)[viii].

La cultura autoritaria persistió en la tensa calma de los años noventa y los resabios de la dictadura resurgieron cada vez que se enfrentaban las barras de Colo-Colo (Garra Blanca) y la Universidad de Chile (Los de Abajo) por medio de la fuerte presencia policial. Surgidas como un subproducto de las protestas contra la dictadura, las barras bravas chilenas aglutinaron a estudiantes y hombres desempleados provenientes de las zonas marginales de Santiago. Cánticos que aludían al pasado autoritario (Esa policía verde / esa que no deja ver / esa que nos torturaba / cuando estaba Pinochet) quedaban ocultados debido a los actos vandálicos y la criminalización de los hinchas en televisión. Pese al evidente clientelismo entre directivos y barristas, los presidentes Peter Dragicevic de Colo-Colo y René Orozco de Universidad de Chile siempre negaron facilidades para las barras (entradas gratuitas y buses para viajes). Rápidamente, las barras perdieron cualquier legitimidad social tras verse envueltas en reiterados sucesos delictuales y no contar con una estructura democrática. Los hechos de violencia llevaron al gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994-2000) a promulgar la primera Ley de Violencia en los Estadios en 1994 (antecesora del programa Estadio Seguro creado por Piñera en 2011).

Los gobiernos de la Concertación (1990-2010) tomaron prestado el tono triunfal del fútbol como un medio para buscar la consolidación silenciosa del modelo neoliberal. Impulsar la noción de nación moderna, como un jaguar latinoamericano se convirtió en una exitosa estrategia discursiva equiparable al triunfo deportivo. La modernización chilena, presentada como resultado de las políticas de libre mercado, fue celebrada durante la clasificación de Chile al Mundial de Francia 1998. Gracias a goleadores como Iván Zamorano y Marcelo Salas, Chile volvió a participar en un Mundial luego de ausentarse en tres ediciones. Contratados por millonarias sumas en clubes italianos, Zamorano y Salas también firmaron millonarios contratos publicitarios con marcas transnacionales al punto de convertirse en héroes nacionales y símbolos de la competitividad de los productos chilenos exportados en el extranjero, capaces de competir con otros y de personificar la modernización neoliberal de Chile (Trumper y Tomic 56-8)[ix].

El exitoso camino a Francia 1998 ofreció una gran oportunidad para voces apologistas de la dictadura. El caso más notorio fue el del ex futbolista y comunicador Eduardo Bonvallet. Comentando en televisión tras los partidos clasificatorios de Chile, Bonvallet alcanzó una insospechada popularidad producto de sus ácidas críticas hacia el entrenador de la selección, el  uruguayo Nelson Acosta. Como parte de su repertorio televisivo, Bonvallet desmenuzaba el desempeño de cada uno de los jugadores mediante una pizarra verde con once imanes rojos. La retórica nacionalista de Bonvallet incluía insultos racistas a otras selecciones latinoamericanas para exaltar las virtudes del jugador chileno. La premisa del comentarista se basaba en que tanto los éxitos como fracasos deportivos se atribuían a cualidades intrínsecas de la raza. En su visión, los equipos latinoamericanos eran biológica y culturalmente inferiores a los europeos. En sus intervenciones, Bonvallet no ocultaba su lealtad a la dictadura. Resulta memorable la entrevista de 1997 concebida por Pinochet en Canal La Red durante su programa de conversación “Noche de Bomba”, la cual Bonvallet dedicó a “toda la juventud chilena… para que conozca un poco más sobre los éxitos, el coraje y la disciplina” (Canal La Red 1997)[x]. En la conversación, Bonvallet ahondó en la vida privada de Pinochet intentando limpiar la imagen del ejército y defendiendo las reformas neoliberales justo al momento de las primeras detenciones de militares procesados por violaciones de derechos humanos.

Con la crisis económica de los clubes a comienzos del siglo XXI, ejemplificada con la quiebra de Colo-Colo en 2002, un grupo de empresarios enriquecidos durante la dictadura ingresó al negocio del fútbol adquiriendo el control de varios clubes. Mediante un proyecto de ley presentado por el entonces Senador Sebastián Piñera, el Congreso finalmente aprobó la Ley de Sociedades Anónimas Deportivas convencido de que el nuevo modelo aseguraría una administración financiera eficiente. En junio de 2005, Blanco y Negro S.A. concesionó todos los activos del club por treinta años a cambio de pagar todas las deudas de Colo-Colo a través de una apertura en la Bolsa de Comercio de Santiago. De igual manera, tras la quiebra del club Universidad de Chile, la institución pasó a ser administrada desde 2007 por Azul Azul S.A. bajo el mismo sistema de concesión. En 2009 Universidad Católica se sumó al crearse Cruzados S.A., empresa concesionaria que asumió los derechos comerciales del club por cuarenta años. Aunque hincha de Universidad Católica, Piñera se convirtió en uno de los principales accionistas de Blanco y Negro luego de anunciar su carrera por La Moneda donde alcanzaría el segundo lugar en 2006 y posteriormente la presidencia en 2010.

Siguiendo la lógica neoliberal tras la incorporación de las S.A., la ANFP decidió lanzar un canal de televisión con los derechos exclusivos de transmisión de los campeonatos de fútbol con fines comerciales. Así, nacería el Canal del Fútbol o CDF en 2006 con sus distintas variantes dependiendo del tipo de servicio contratado por los abonados, incluyendo CDF Básico (programación general exceptuando partidos en vivo); CDF Premium (programación básica incluyendo partidos de Primera y Segunda División); a los cuales se sumaron a partir de 2012 CDF HD (para televisores con alta definición) y Estadio CDF (para subscriptores en el extranjero), convirtiéndose en el verdadero salvavidas de los clubes grandes quienes obtienen el 25% de las ganancias en un negocio perfecto para sus inversionistas al poseer el monopolio de la actividad (Desormeaux y Rodríguez 2012)[xi].

La llegada de Harold Mayne-Nicholls a la presidencia de la ANFP en 2007 alteró las aguas al intentar redistribuir los ingresos del CDF entre los 32 clubes del fútbol profesional. El nuevo presidente también buscó enmendar el rumbo de la selección a partir de la contratación del destacado técnico argentino Marcelo Bielsa, con quien la selección mostró un fútbol vertiginoso alcanzando el segundo lugar de las clasificatorias sudamericanas para el Mundial de Sudáfrica 2010. Luego del Mundial, Piñera invitó al plantel a La Moneda recibiendo el frío saludo de Bielsa, quien además se negó a estrechar la mano de Gabriel Ruiz-Tagle, Subsecretario de Deportes y accionista de Blanco y Negro. La derrota de Mayne-Nicholls ante Jorge Segovia (Presidente de Unión Española S.A.) en los comicios presidenciales de la ANFP provocó que Bielsa renunciara a su cargo en 2011. La salida del técnico generó declaraciones cruzadas entre el oficialismo y congresistas de oposición, quienes formaron una comisión investigadora para indagar un posible intervencionismo de Piñera. Finalmente, Segovia declinó el cargo en favor de Sergio Jadue, quien actualmente espera sentencia ante la justicia estadounidense tras verse envuelto en los escándalos de corrupción de la FIFA.

La selección construida por Bielsa (aunque con Jorge Sampaoli en la banca) obtuvo la Copa América en 2015 tras una dramática definición a penales contra Argentina. Al frente del arco donde Chile obtuvo la victoria se podía leer el memorial instalado en la galería norte del Estadio Nacional: “Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro” en recuerdo de los detenidos luego del golpe militar de 1973. Tras la obtención del título, el seleccionado nacional Jean Beausejour declaró: “En un lugar donde hubo muerte hoy le dimos una alegría a Chile”. Entre los jugadores de la “generación dorada”, Beausejour ha sido el más contestatario. El 20 de noviembre de 2018 durante un partido amistoso entre Chile y Honduras disputado en Temuco, Beausejour decidió utilizar su apellido materno (Coliqueo) en el dorsal de su camiseta en señal de protesta por el asesinato del comunero Mapuche Camilo Catrillanca a manos de Carabineros. Esa misma noche, la selección solicitó un minuto de silencio por la muerte de Catrillanca en un gesto que no estaba contemplado por la organización del partido. Además, la imagen de Beausejour se mantiene asociada al segundo gobierno de Michelle Bachelet (2014-2018) tras haber sido designado como uno de los quince miembros integrantes del Consejo Ciudadano de Observadores, entidad encargada de elaborar propuestas para una nueva Constitución.

Algunos futbolistas han seguido el ejemplo de Beausejour durante las manifestaciones de 2019. El caso más emblemático es el de Charles Aránguiz, quien incluso ha aparecido en las pancartas de los manifestantes portando la banda presidencial. El “príncipe” no dudó en manifestar su apoyo a las reivindicaciones sociales al igual que otros futbolistas más emblemáticos como Gary Medel, Claudio Bravo y Arturo Vidal. Tras semanas de abundantes imágenes de saqueos e incendios transmitidas por los canales de televisión, Aránguiz indicó su postura en entrevista del 29 de octubre en Radio Cooperativa: “Cada vez que muestran saqueos e incendios dudo de ellos. No le creo ni a los carabineros ni a los milicos”. Los sectores más reaccionarios de la clase política no tardaron en responderle. El candidato presidencial de ultra-derecha, José Kast, lo encaró por Twitter señalando que: “Seguramente le cree más a sus amigos narcotraficantes”, en alusión a una antigua fotografía del jugador junto a miembros de una banda delictual. El ataque al jugador fue inmediatamente contestado por el Secretario del SIFUP, Luis Marín, quien le enrostró a Kast que “Chile ya no quiere a tipos como usted” (Radio Cooperativa 2019)[xii].

Sin embargo, quienes más han denunciado la profunda injusticia social y represión policial en Chile han sido las futbolistas. A diferencia del seleccionado masculino que decidió suspender el partido amistoso contra Perú, la selección femenina aprovechó su encuentro contra Australia para rechazar la represión del gobierno. Sin importar sanciones de la FIFA (entidad que prohíbe mensajes políticos en estadios), las futbolistas mostraron una pancarta en inglés con el mensaje: “La democracia de Chile tortura, viola, mutila y mata a sus ciudadanos”, con el cual las jugadoras denunciaban la violencia contra manifestantes por parte de Carabineros. La pancarta era sostenida por Fernanda Pinilla, otro caso atípico en el fútbol chileno. La talentosa jugadora que actualmente milita en la liga española congeló su Doctorado en Física para dedicarse completamente a la actividad futbolística. Opositora a Piñera y abiertamente lesbiana, Pinilla se ha destacado dentro del movimiento feminista y la comunidad LGBTIQ, especialmente tras su participación en la Copa América Femenina de abril 2018 en la cual Chile alcanzó el segundo lugar y un cupo para el Mundial Femenino de Francia 2019.

Las victorias de la selección femenina a nivel internacional desafiaron a quienes consideraban el fútbol como una práctica exclusivamente masculina evidenciando la necesidad de erradicar el machismo imperante en la sociedad chilena. Pocos meses después del torneo que catapultó la popularidad de la selección femenina, Chile vivió masivas movilizaciones feministas contra de los pilares del sistema patriarcal chileno: violencia contra la mujer, acoso laboral, criminalización del aborto y educación sexista. Durante el otoño feminista de 2018, simpatizantes de Colo-Colo, previamente marginadas por las prácticas machistas de la Garra Blanca y Blanco y Negro, formaron una Comisión de Género en la que se discutieron asuntos del club y materias sociales más amplias. Al centro de las críticas feministas estaba la privatización del club como raíz de la inequidad de género en el fútbol y la falta de contratos laborales e infraestructura para el fútbol femenino (Elsey 2018)[xiii]. La Comisión presentó una serie de reformas estatutarias al club para aumentar la participación de mujeres en la directiva así como también propuso combatir el lenguaje sexista de las barras bravas frente al frecuente uso de términos como “zorras”, “madres” y “monjas”. Estas iniciativas pavimentaron el terreno para un trabajo colectivo entre hinchadas de equipos rivales que vería sus frutos en las movilizaciones de 2019. Así, la organización de mujeres barristas resultó crucial para generar puentes entre la Garra Blanca, Los de Abajo y Los Cruzados, las cuales marcharon juntas en Plaza de la Dignidad. Algunos lienzos desplegados en las marchas incluyen: “Los colores nos separan, la lucha nos une” (Coordinadora Feminista de Hinchas) y “Sin justicia no hay fútbol” (Garra Blanca).

Pese a los intentos por continuar criminalizando a los barristas desde los medios tradicionales (véase el reportaje de Canal 13: “El factor de las barras bravas en la violencia” 2019), la mayoría de los hinchas del fútbol han optado por manifestaciones pacíficas y propositivas. Reviviendo el sentido comunitario visto durante la crisis política de 1931, los socios de Colo-Colo organizaron un masivo cabildo ciudadano el 31 de octubre que contó con alrededor de 1.500 personas en el Estadio Monumental y en el cual se debatieron las principales demandas sociales de 2019. En un ejercicio de asambleísmo comunitario, el cabildo reafirmó la necesidad de recuperar los clubes deportivos del empresariado y traerlos de vuelta al tejido social del cual surgieron, así como también planteó refundar la identidad social, pública y democrática que caracterizó al club hasta 1973, despojándose de los blindajes neoliberales y patriarcales garantizados por la Constitución vigente. A los cabildos, se suman las recientes protestas de Deportes Concepción y de Ignacio Saavedra (Universidad Católica) todos posando frente a las cámaras con un ojo tapado en referencia a los más de doscientos heridos con lesiones oculares producto de perdigones metálicos disparados por Carabineros.

La hegemonía del actual sistema neoliberal está comenzando a desmoronarse tras las intensas protestas de 2019 y el fútbol no ha quedado fuera de las manifestaciones. Lejos de formar parte de un sistema que fomenta la apatía política y la “distracción de las masas”, la evidencia histórica muestra reiterados casos de politización del fútbol a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI. Si bien el fútbol ha sido cómplice del consentimiento pasivo y del poder político en diversas ocasiones, también ha servido como espacio de debate y resistencia para desafiar a las autoridades a través de la autogestión y el desacato. Futbolistas e hinchas se han convertido en actores contestatarios al realizar simbólicos actos de rebeldía o simplemente al expresar su opinión. La  importancia de considerar al deporte como un derecho constitucional también radica en la necesidad de reestructurar el trabajo formativo de los clubes, actualmente enfocado en el descubrimiento individual y exportación de jóvenes talentos y no en la formación de deportistas con conciencia ciudadana. La recuperación de los clubes por parte de sus hinchas y las voces de los futbolistas de cara a los plebiscitos constitucionales de 2020 pueden resultar relevantes para generar un mayor consenso social donde se contemple al deporte como un derecho ciudadano garantizado por el Estado.

[i] Brenda Elsey, Citizens and Sportsmen: Fútbol and Politics in 20th Century Chile (Austin: University of Texas Press, 2011), 77-85.

[ii] Cristián Muñoz, Historia de la Dirección General de Deportes y Recreación: Las políticas estatales de fomento al deporte, 1948-2001 (Santiago: DIGEDER, 2001), 25-6.

[iii] Martín Serrano, “El derecho al deporte en Chile: fundamentos y antecedentes para su

consagración constitucional” Tesis para optar al grado de Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales (Santiago: Universidad de Chile, 2011), 65.

[iv] Eduardo Santa Cruz, Las escuelas de la identidad. La cultura y el deporte en el Chile desarrollista (Santiago, LOM, 2005), 145-6.

[v] Jorge Iturriaga, “Proletas, limpios, cobardes y burgueses: el fútbol en 1973”, 1973: La vida cotidiana de un año crucial (Santiago: Planeta, 2003), 345-50.

[vi] Eduardo Santa Cruz, “Fútbol y nacionalismo de mercado en el Chile actual”, Futbologías. Fútbol, identidad y violencia en América Latina (Buenos Aires: CLACSO, 2003), 206.

[vii] Daniel Matamala, Goles y autogoles: la impropia relación entre el fútbol y el poder político  (Santiago: Planeta, 2001), 143-4.

[viii] Diego Vilches, De los triunfos morales al país ganador. Historia de la selección chilena de fútbol durante la dictadura militar, 1973-1989 (Santiago: Ediciones Alberto Hurtado, 2017), 198-238.

[ix] Ricardo Trumper y Patricia Tomic, “Neoliberalism, Sport and the Chilean Jaguar”, Race & Class, 40.4 (1999): 56-8.

[x] “Noche de Bomba”, Canal La Red (1997). Online:

https://www.youtube.com/watch?v=0WP5Y_5xBB8

[xi] Paulette Desormeaux y Pilar Rodríguez, “CDF: Cómo se reparte el botín más preciado del fútbol”, CIPER (2012). Online: https://ciperchile.cl/2012/11/12/cdf-como-se-reparte-el-%E2%80%9Cbotin%E2%80%9D-mas-preciado-del-futbol/

[xii] “SIFUP a José Antonio Kast: Tipos como usted solo quieren el poder pagarnos en el suelo”, Radio Cooperativa (2019). Online:

https://www.alairelibre.cl/noticias/deportes/futbol/sifup/sifup-a-jose-antonio-kast-tipos-como-usted-solo-quieren-el-poder-para/2019-10-29/172037.html

[xiii] Brenda Elsey, “Fútbol feminista”, Revista Rosa, una revista de izquierda (2018). Online: https://www.revistarosa.cl/2018/12/10/futbol-feminista/?fbclid=IwAR32zk0B8Y3nUgYH5d3qUCHLYAPWDRmTI_tgBRiRiUzTWBUsldL9F7aV2OY

Pedro Acuña

Doctor en Historia por la Universidad de California-Irvine, 2016. Académico e investigador en temáticas sobre historia del deporte y cultura de masas en América Latina, ha publicado en revistas internacionales como Journal of Latin American Studies (2019), The International Journal of the History of Sport (2019) y The Oxford Research Encyclopedia of Latin American History (2017).