¡Aún tenemos patria ciudadanos! Sobre acuerdos nacionales, crisis social y la alternativa popular

Porque queremos un acuerdo, pero no entre los mismos de siempre para los mismos de siempre.  Queremos uno en el que seamos protagonistas y que este al servicio del conjunto del país: de las y los trabajadores, de hombre y mujeres, de los pueblos indígenas, de los/as disidentes sexuales, del conjunto de sectores sociales que han estado históricamente apartados del Chile patriarcal y oligárquico que se ha construido desde la independencia.

por Felipe Ramírez

Imagen / Sebastián Piñera anuncia el GANE. Fuente.


El pasado 26 de mayo se cumplieron 202 años del asesinato de Manuel Rodríguez en los alrededores de Til til, con un trasfondo marcado por el pedido desesperado del gobierno por un “acuerdo nacional” para enfrentar la actual crisis que afecta al país.

El retorno con fuerza de la retórica transicional busca reoxigenar a un sistema de partidos políticos profundamente agotado, y una lógica de acuerdos entre cúpulas que permitiría cerrar la cancha de antemano al pospuesto proceso constituyente, que en octubre debería tener su inicio con el primer plebiscito para cambiar la Constitución pinochetista.

Lo cierto es que en las actuales condiciones hablar de un acuerdo nacional es fortalecer el régimen que desde el 18 de octubre queremos superar, es contener nuevamente la protesta que se levanta ante una gestión profundamente antipopular de la crisis sanitaria, en donde se ha develado en toda su crudeza la insuficiencia del Estado neoliberal para proteger a la población.

Si desde el estallido social quedaran dudas sobre el carácter de clase de la sociedad chilena, la forma en que la élite chilena enquistada en el Estado y los principales grupos económicos ha enfrentado las consecuencias de la pandemia las aclaró. Sus medidas son insuficientes: una política errática del Ministerio de Salud, gremios y personeros políticos de la derecha anteponiendo abiertamente la economía a la salud de las y los trabajadores, ayudas miserables como las cajas de alimentación y una represión descarada que busca ahogar no sólo la protesta, sino también las iniciativas autónomas que se generan para enfrentar el hambre que amenaza a miles de hogares.

En momentos como estos es cuando las fuerzas políticas deben tomar una posición clara: sumarse al carro del acuerdo impulsado por el gobierno es anularse como alternativa política al neoliberalismo porque implica blindarlos en un contexto que cae el peso de la crisis sobre las espaldas de las y los trabajadores del país, sobre el conjunto de los sectores de la sociedad más oprimidos y precarizados.

Durante estos meses hemos visto cómo el gobierno ha promulgado leyes represivas, cómo la impunidad ha sido la norma ante los crímenes cometidos desde el estallido social, cómo la represión y el despliegue cuasi militar se ha agudizado en el sur ante la movilización de las comunidades mapuche, cómo las leyes que se impulsan desde la izquierda para dar un respiro a los sectores populares y la extensión del postnatal se posponen.

El Acuerdo Nacional representa un intento por darle nueva legitimidad a toda la política rechazada en octubre, teniendo como protagonistas a los mismos partidos y políticos que durante 3 décadas profundizaron el neoliberalismo.

¿Quiere decir esto que nos negamos a dialogar para beneficiar al conjunto del país? Nada más lejos de la verdad: desde la izquierda y desde las organizaciones sociales se ha buscado durante meses el diálogo, pero al frente el gobierno ha adoptado una dura intransigencia afirmado en anteojeras ideológicas que los llevan a preferir ver a familias completas reducidas a la miseria, antes de fortalecer el rol del Estado en la sociedad.

Lo que pasa es que la experiencia de estos últimos 7 meses deja claro que hay veces en que efectivamente vivimos en países distintos.

Cuando las bases políticas de la derecha se burlan por redes sociales de las protestas por “estar gorditos”; cuando vemos noticias de hijos de políticos de derecha burlando la cuarentena porque saben que si se enferman tendrán toda la atención médica que el dinero les puede comprar; cuando vemos a parlamentarios de “centroizquierda” burlando todas las medidas sanitarias con total impunidad, cuando Carabineros destruye las ollas comunes, cuando grandes empresas se acogen a una ley hecha a su medida para proteger sus ganancias; cuando el gobierno entrega un bono miserable de menos de 70 mil pesos para enfrentar la crisis, esos dos Chile quedan frente a frente.

Nosotros no queremos un acuerdo nacional, porque sabemos qué nos ofrece: más miseria, hambre, incertidumbre, represión. Sí queremos, una agenda de emergencia que responda a la dramática situación que enfrenta el país con agilidad, recurriendo a todas las herramientas a nuestra disposición y anteponiendo realmente los intereses de la mayoría, a las ganancias de una minoría.

Pero esa agenda no puede salir de la nada: existen numerosas propuestas surgidas desde el mundo sindical y social, desde los gremios de la salud, los expertos, grupos como el Foro por un Desarrollo Justo y Sostenible, fundaciones, entre otras muchas instancias que han levantado propuestas y alternativas. Es tarea de los partidos de la izquierda recoger, canalizar y articular esas propuestas para de manera colectiva articular una agenda común que nos permita enfrentar esta crisis sin más sufrimiento.

Porque queremos un acuerdo, pero no entre los mismos de siempre para los mismos de siempre.  Queremos uno en el que seamos protagonistas y que este al servicio del conjunto del país: de las y los trabajadores, de hombre y mujeres, de los pueblos indígenas, de los/as disidentes sexuales, del conjunto de sectores sociales que han estado históricamente apartados del Chile patriarcal y oligárquico que se ha construido desde la independencia.

Como lo gritó Manuel Rodríguez en momentos en que el yugo español amenazaba con caer sobre estas tierras de nuevo: sí, aún tenemos patria ciudadanos, la que comenzamos a reclamar en octubre, pero para que no quede en un bonito deseo aplastado por un acuerdo entre las élites tiene que afirmarse en el camino constituyente. Queremos una agenda para la crisis, sí, pero también un nuevo régimen y no permitiremos que nos arrebaten esta oportunidad cuando cientos se encuentran en las cárceles por demandarlo, y decenas entregaron su vida o parte de sus cuerpos bajo la represión de este mismo gobierno que ahora implora acuerdos espúreos.

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Activista sindical, militante de Convergencia Social, e integrante del Comité Editorial de Revista ROSA. Periodista especialista en temas internacionales, y miembro del Grupo de Estudio sobre Seguridad, Defensa y RR.II. (GESDRI).