Las cajas y la perspectiva

Que el Gobierno no haga bien lo que se propuso, es, en efecto, criticable. Hasta El Mercurio le tiró la cadena a la entrega de cajas, por darle espacio al clientelismo y la razón a quienes prefieren las transferencias directas de dinero. El tema es que el Frente Amplio (FA), viene intentando sostenidamente llevar agua a otro molino: el de mitigar los primeros efectos de la crisis mediante ayudas económicas incondicionales y suficientes para quienes pierdan sus ingresos (como la renta básica de emergencia). Indignarse con el Gobierno por no saber focalizar “correctamente” implica una tácita aceptación del mecanismo. Sobre todo si de ello se hace un hecho político.

por Francisco Figueroa

Imagen / Alegoría de la Caridad, Anthony van Dyck (1627-8). Fuente


El manejo de la pandemia por parte del Gobierno ha sido desastroso, pero no toda crítica a ese manejo ayuda a elaborar mejores alternativas. Hay críticas que, al compartir los supuestos de la estrategia oficial, a lo más que pueden aspirar es a perfeccionarla. Y al hacerlo, guste o no a quien la profiera, distrae del esfuerzo por elaborar una estrategia distinta. Subirle los decibeles de indignación a este tipo de críticas no produce un resultado distinto.

Tal es el caso de la denuncia hecha por la diputada Natalia Castillo (RD) tras recibir en su domicilio una caja del programa “Alimentos para Chile”. Acusó al Gobierno de no saber focalizar las ayudas comprometidas, calificando el error como indignante y una burla para las familias más vulnerables. La denuncia, por supuesto, tenía todos los ingredientes para hacerse viral, a lo que ayudaron las bochornosas respuestas de algunos parlamentarios oficialistas.

Que el Gobierno no haga bien lo que se propuso, es, en efecto, criticable. Hasta El Mercurio le tiró la cadena a la entrega de cajas, por darle espacio al clientelismo y la razón a quienes prefieren las transferencias directas de dinero. El tema es que el Frente Amplio (FA), viene intentando sostenidamente llevar agua a otro molino: el de mitigar los primeros efectos de la crisis mediante ayudas económicas incondicionales y suficientes para quienes pierdan sus ingresos (como la renta básica de emergencia).

Indignarse con el Gobierno por no saber focalizar “correctamente” implica una tácita aceptación del mecanismo. Sobre todo si de ello se hace un hecho político. Esto es particularmente problemático para el FA, un actor con una representación parlamentaria pequeña, que necesita mucho más que otros de unidad y coherencia para ser influyente. Y que por lo tanto debiera urdir con especial cuidado sus prioridades y mensajes.

Desde luego, la denuncia de la caja “mal focalizada” carece en sí de gravedad y mucha importancia. Y no alcanza a ensombrecer el hecho de que el FA, desde muy temprano, ha planteado con seriedad y determinación propuestas económicas para darle efectividad a la estrategia sanitaria de confinamientos y responder a la crisis de modo que sus costos no caigan principalmente en los hombros de la población que vive de su trabajo.

Pero la anécdota sí es expresiva de la persistente dificultad que tiene el FA para actuar con disciplina colectiva y lograr que sus propuestas sean más escuchadas (y mejor comprendidas). Para actuar como una fuerza que, aunque minoritaria en el tablero, pueda ser decisiva en los horizontes de la reorganización de la izquierda y la oposición. Por desgracia, algunos de sus dirigentes parecen estar demasiado preocupados por denunciar cualquier cosa y a cualquier precio, incluso el de perder la perspectiva de cómo sí hacer las cosas.

El país está pagando un alto precio por haber reducido la política social a medidas compensatorias del fracaso individual en la integración al mercado. Si hay una perspectiva que no se puede perder en esta crisis (entre otras), es precisamente la de defender el principio de universalidad de los derechos y de la protección social. Es condición ya no sólo de prosperidad, sino de la viabilidad de la cooperación social en tiempos de crisis.