Un sistema que desampara las labores de cuidados y precariza la vida de la Mujer Trabajadora

Resulta imprescindible no solo abogar por crear políticas públicas que resguarden un mayor y mejor acompañamiento para las labores de cuidados, sino que debemos apostar a transformar los entornos sociales considerando la infancia como parte del centro de atención y como una responsabilidad social, para que las personas que asuman esta labor, no necesariamente mujeres, puedan sentirse acompañadas/os socialmente en esta tarea, fundamental para construir una sociedad equitativamente feliz.

por Natalia Mazú

Imagen / Monumento a la Mujer Trabajadora. La Algaba, Andalucía, España. Fuente: Wikipedia.


En este 1 de mayo me remito a pensar desde mi ser mujer, madre y trabajadora.

El trabajo de crianza suele desdoblarse con el dilema de cómo generar un salario para sostener y sostenerse, lo que significa para muchas mujeres una mayor explotación, tema que hoy en día se ha podido instalar dentro de la esfera pública, permitiendo leer una realidad que por años había sido invisibilizada y silenciada. Sin embargo, hay una dimensión psicológica y social que no se palpa hasta que la vives, y con esto tengo la certeza que muchas mujeres que ejercen esta labor se identificarán. En lo personal, trabajar con mujeres me ha permitido recoger un relato que se siente y escucha reiteradas veces, reafirmándome sobre una realidad que entiendo por mi experiencia de ser madre, criar y trabajar, pero que además veo que se hace latente en la mujer trabajadora de nuestro país.

La soledad de CRIAR…

Vivimos en una sociedad que no mira la niñez, por consecuencia la crianza es una labor invisible para el sistema. Somos una cultura que culpa y prejuicia a la madre, cada mujer debe apechugar del “cachito”, los hij@s.…porque las madres para este sistema patriarcal y capitalista somos “un cacho” cuando vamos a buscar empleo, cuando tenemos que utilizar un espacio público, cuando nos queremos recrear y andamos con nuestras crías. Este sistema no acoge la niñez, no acepta sus procesos, berrinches -educación emocional-, ritmos, horarios, entre tantas otras cosas. Por ende, las Madres, las responsables a priori de esta sagrada labor, somos las que sostenemos y contenemos la constante indiferencia de un modelo económico y de vida en este camino.

No existe una cultura de “Cocrianza”, no sentimos a los niños y niñas como parte de nuestra comunidad: familiar, de amistad, laboral, de militancia, social. Las niñas y niños son parte de los entornos y la crianza también y eso es una responsabilidad social, porque existimos en un mundo donde hay, adultos, niñ@s, madres y padres, ancianos, y sin embargo son ignorados como sujetos/as de derecho y como integrantes de nuestros espacios. Es así como la crianza se ha transformado en un problema individual principalmente de las mujeres. No asumimos la labor de criar socialmente como una forma de abrazar la infancia, contener y guiar a pequeños que serán futuros adultos templados o desintegrados según la experiencia de infancia que cada uno/a enfrente. Pasamos por alto la importancia de la crianza, como una experiencia sagrada e íntegra, y por consiguiente vivimos en una cultura adulto-céntrica, donde el hombre es el centro del mundo, colonialista y euro centrista.

En esta dimensión cultural no miramos la niñez, los niñes no existen, y eso se expresa claramente cuando violentan a tantos menores de la comunidad Mapuche, cuando en los barrios se normaliza la violencia y salir a jugar no es posible, cuando nos tenemos que confinar y no hay un permiso para la niñez. Todo eso demuestra que no valoramos la labor de criar, más aún no la asumimos como un problema público porque eso es un tema de cada persona responsable de criar, ¿quiénes?, mayormente las madres, abuelas, hermanas, tías, es decir de las MUJERES. Todo ese sostener y contener cae como una responsabilidad asumida mayoritariamente por mujeres.

Los relatos que más me han quedado en este tránsito de trabajar con mujeres de la clase trabajadora, son: …“me tuve que autoemplear para poder tener ingresos y no tener que dejar a mis hijos/as solos, porque los barrios son muy inseguros y se meten en leseras”

“Tuve que dejar de trabajar apatronada para ver a mis hijos porque yo soy sola”….

Todo esto tiene un fuerte costo de desprotección social y precarización laboral de la población femenina, porque nos condiciona a no poder cotizar, por lo tanto, pasamos a ser parte de ese amplio sector de la población con pensiones miserables; a no tener bienestar social en salud, entre todo un escenario de postergación que se le genera a las mujeres respecto a la seguridad económica y social, situación que se agudiza con la crisis económica y sanitaria en que el empleo informal aumenta, como los índices de desempleo, parte del fenómeno radica en que históricamente Chile ha tenido una tasa de informalidad laboral alta en comparación con el resto de países de la OCDE y en que, durante la pandemia, muchas más mujeres que trabajaban en esta modalidad perdieron su empleo1.

La inserción laboral femenina está fuertemente condicionada por su capacidad de lograr conjugar las labores de crianza con el empleo que le genera un ingreso económico, y eso siempre dependerá si tiene a su favor redes de apoyo, o si tiene que asumir la crianza en soledad. Ante eso muchas de las formas que hacen posible combinar ambas responsabilidades son trabajos más flexibles que implican un costo personal para la MUJER TRABAJADORA, las cuales, finalmente, terminan optando por un trabajo a honorario, que se desentiende de licencias de pre y posnatal por ejemplo, autoempleos y trabajos informales y precarios que lo único que logran es profundizar la explotación laboral femenina, la crisis “ha demostrado la insostenibilidad de la actual organización social de los cuidados, intensificando las desigualdades económicas y de género existentes, puesto que son las mujeres más pobres quienes más carga de cuidados soportan y a quienes la sobrecarga de cuidados condiciona, en mayor medida, sus oportunidades de conseguir sus medios para la subsistencia”2.

Es por eso por lo que resulta imprescindible no solo abogar por crear políticas públicas que resguarden un mayor y mejor acompañamiento para las labores de cuidados, sino que debemos apostar a transformar los entornos sociales considerando la infancia como parte del centro de atención y como una responsabilidad social, para que las personas que asuman esta labor, no necesariamente mujeres, puedan sentirse acompañadas/os socialmente en esta tarea, fundamental para construir una sociedad equitativamente feliz.

En lo inmediato hay que preocuparse de que las madres puedan criar en salud y felicidad, porque una crianza feliz, trae como resultado niñes felices, y futuros adultos mentalmente saludables. Es un circuito tremendamente importante y fundamental donde se sostiene la vida, la crianza, la salud mental y felicidad de la sociedad.

1 https://www.trt.net.tr/espanol/economia/2021/03/18/chile-el-pais-de-la-ocde-que-mas-retrocedio-en-indicadores-para-las-mujeres-durante-la-pandemia-1603924

2 https://www.uchile.cl/noticias/170689/como-la-pandemia-agudizo-la-crisis-de-los-cuidados

Natalia Mazú
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Socióloga, diplomada en gobierno local y administración municipal, trabajadora honorario programas fosis.

Un Comentario

  1. Una, muy buena visión de lo que realmente le sucede a muchas mujeres madres desde todas las épocas… La crianza en compañía hara una sociedad más sana, feliz y amorosa..

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