A 50 años de “Estado de Sitio” (1972): Imperialismo, policía, y contrainsurgencia en América Latina. Una mirada desde el caso de Carabineros de Chile

Más allá de su indudable valor dentro del cine político de denuncia, “Estado de Sitio” también puede ser visualizada como un valioso documento en el ejercicio de una historia comparada respecto a los acontecimientos que en Chile se desarrollaban en ese mismo período. En tal sentido, a cincuenta años de su estreno, sigue plenamente vigente, ya que por un lado permite estimular el interés por la indagación sobre las transformaciones y continuidades en los aparatos represivos del Estado en los momentos previos al desencadenamiento de la escalada del terror con la dictadura militar pinochetista; al mismo tiempo que ofrece interesantes antecedentes sobre el clima político-social durante el gobierno de la Unidad Popular, ya que la película fue filmada íntegramente en Chile.

por Camilo Vallejos Muñoz

Imagen / Estado de Sitio, Konstantinos Gavras.


El historiador francés Marc Ferro planteaba que el valor del cine para el análisis de la historia radica en que, a la vez, el film no se observa como obra de arte, sino como un producto, una imagen objeto que va más allá de lo puramente cinematográfico. Así se explica que el análisis no contemple necesariamente al conjunto de la obra, sino que pueda basarse en fragmentos, examinar series, y establecer relaciones[1]. En tal sentido, aquellas películas que se conciben como obras de denuncia política o visibilización de conflictos sociales, aportan una mirada que contribuye a la construcción de representaciones sobre el pasado problemático y convulso, permitiendo esbozar comparaciones y aventurar análisis socio-históricos y comparativos que trasciendan el discernimiento de aquello que corresponde a los códigos de la metáfora audiovisual y aquello que posee verosimilitud histórica, expandiendo el mundo que se representa en la obra, con sus condiciones de finitud y los mundos posibles que le exceden. Como bien señala Annie Goldmann, el cine en tanto revelador social, también forma parte de la sociedad. No es un espejo que reflejaría objetivamente las tensiones, los conflictos y los compromisos de lo real. Los sufre, los distorsiona, los transforma y, a veces, hasta los anticipa[2].

Resulta complejo adentrarse en el visionado de una película desde esta perspectiva, ya que se corre el riesgo de caer en anacronismos e imprecisiones que son propias del género artístico-cultural que se estudia, que por cierto no pretende ofrecer una mirada plenamente coherente con la “historia tal como ocurrió”. Sin embargo, la película que abordaremos en las siguientes líneas sobrepasa dicha problemática, ya que, pese a estar inserta en el estudio de Latinoamérica durante la Guerra Fría, y más específicamente en los momentos previos al establecimiento de una dictadura militar en un país del Cono Sur, no se constituye como un documento memorístico sobre el pasado reciente, sino que por el contrario se concibió y ejecutó como un proyecto al calor de los combates de su tiempo. Allí radica su gran valor como testimonio de un presente, su propio presente, en el que todo ocurría muy deprisa, lo que no fue obstáculo para que algunos/as se atrevieran a documentar y representar las experiencias políticas, sociales, culturales y económicas del período, dejándonos a quienes nos interesamos por los tiempos pretéritos algunas llaves que nos abren las puertas de procesos y problemas insuficientemente abordados por la historiografía.

“Estado de Sitio” fue el quinto largometraje del cineasta franco-griego Costa-Gavras, protagonizado por Yves Montand, O. E Hasse y Jean-Luc Bideau, y se estrenó en 1972. La película aborda la penetración imperialista estadounidense en el adoctrinamiento e instrucción contrainsurgente de la policía nacional en el Uruguay de 1970. Por medio de una ágil narración articulada a partir de las rondas de interrogatorios realizados por militantes del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros a un funcionario norteamericano de la CIA afiliado a la AID (Agencia Interamericana de Desarrollo Internacional) secuestrado en las calles de Montevideo y detenido en la “cárcel del pueblo” por sus crímenes, el film pone en evidencia la profunda imbricación de las fuerzas policiales con la “lucha antisubversiva” y la eliminación del “enemigo interno”, así como el importante rol operativo de las técnicas de guerra sucia, sistematizadas y difundidas por agentes de inteligencia yankees, contra las y los militantes de la izquierda revolucionaria en América Latina.

La AID fue la principal institución coordinadora de las redes de cooperación de EE.UU. con Latinoamérica desde la década de 1960, bajo el paraguas de la Alianza para el Progreso. Con un rol clave en la ejecución de la política hemisférica estadounidense en el contexto de la Guerra Fría, sus objetivos oficialmente declarados se referían a la ejecución de asesorías técnicas y la capacitación de funcionarios de los países locales para el mejoramiento de los índices de la producción económico-industrial y el mejoramiento de las condiciones de subsistencia de las clases populares en áreas sensibles como la salud, la educación, y el acceso a la vivienda.

Sin embargo, el aparataje de la AID también funcionó como una vía de ingreso de la Doctrina de Seguridad Nacional en los sistemas represivos y de seguridad interior de los países latinoamericanos. Numerosas son las caracterizaciones que se han elaborado en torno a este cuerpo de ideas, clave en la construcción ideológica y operativa del terrorismo de Estado ejecutado por las dictaduras militares del período, y que, en sus aspectos centrales, se caracterizó por la sistematización de las políticas, estrategias, e infraestructura tendientes a la lucha de los estados nacionales contra el “comunismo”, en el entendido que los proyectos políticos socialistas y transformadores que disputaban el control del Estado, ya fuera por la vía insurreccional o por la institucional, constituían eslabones del proyecto de dominación global  del marxismo internacional encabezado por la URSS.

En concreto, sus manifestaciones prácticas en Latinoamérica fueron el adoctrinamiento de oficiales policiales y militares, bajo el patronazgo de Estados Unidos, en ideas y teorías antimarxistas, y en la instrucción de las fuerzas de orden y seguridad en técnicas de lucha de guerrilla urbana, sabotaje y contrainteligencia, en centros de formación especializados como el Fort Gulick en la zona del Canal de Panamá, y la Academia Internacional de Policía de Washington D.C. (IPA en sus siglas en inglés).

Precisamente a esta última institución se hace referencia en “Estado de Sitio”. Apostando por la dramatización de un hecho real, como fue el secuestro y ajusticiamiento del agente de la CIA Dan Mitrione (personificado como Santore en la película) por un comando del Movimiento Liberación Nacional Tupamaros ocurrido en julio de 1970[3], la película se construye, por un lado, desde la visibilización de la conflictividad social en un período de agudización de la lucha de clases en Uruguay, y por otro, como una documentada denuncia de la intervención estadounidense en los asuntos internos de los países latinoamericanos. En tal sentido, resulta sumamente revelador que esta película se haya estrenado en 1972, poco menos de un año antes de que se ejecutara el golpe de Estado en Uruguay, el 27 de junio de 1973, dando inicio a una dictadura militar que se extendió hasta 1985.

Costa-Gavras le da un sentido histórico al film, asumiendo una perspectiva narrativa cuyo sustento es la transcripción de los diálogos que sostuvieron Mitrione y sus captores, difundidos por la prensa uruguaya y estadounidense, para desde allí analizar la crisis del Estado de Bienestar del país oriental en una temporalidad acotada y claramente delimitada, desde 1969, momento en el que Santore llega al país a “hacerse cargo” de la policía, hasta el golpe de Estado de 1973.

A lo largo del metraje, los militantes tupamaros le revelan a Santore, en la cárcel del pueblo donde se encuentra recluido, la gran cantidad de antecedentes que lo sindican como el responsable tanto del adiestramiento de la policía nacional en técnicas de tortura y sabotaje, como de la gestión del aumento en su capacidad operativa destinada a la represión de la izquierda, reflejada en la adquisición de más y mejor armamento, y la consiguiente capacitación en el uso de estos nuevos equipos.

Más allá de su indudable valor dentro del cine político de denuncia, “Estado de Sitio” también puede ser visualizada como un valioso documento en el ejercicio de una historia comparada respecto a los acontecimientos que en Chile se desarrollaban en ese mismo período. En tal sentido, a cincuenta años de su estreno, sigue plenamente vigente, ya que por un lado permite estimular el interés por la indagación sobre las transformaciones y continuidades en los aparatos represivos del Estado en los momentos previos al desencadenamiento de la escalada del terror con la dictadura militar pinochetista; al mismo tiempo que ofrece interesantes antecedentes sobre el clima político-social durante el gobierno de la Unidad Popular, ya que la película fue filmada íntegramente en Chile.

Santiago, Valparaíso y Viña del Mar fueron las locaciones escogidas para representar al Uruguay en crisis. El rodaje no estuvo exento de complicaciones, ya que el director debió enfrentar una masiva campaña de la derecha y los grupos de choque fascistas para que abandonara la producción. “Comunista ándate del país” le gritaban a Costa-Gavras en las calles[4], quien, frente a estas dificultades, solicitó una audiencia con el presidente Salvador Allende para evaluar la viabilidad del proyecto. “Leí el guión, es una película que se debe hacer en Chile y desde luego no puede haber problema alguno, haga lo que usted desee hacer, tiene todo mi apoyo”, le manifestó el mandatario en la reunión[5]. El film se produjo sin mayores inconvenientes, incluyendo la participación de destacados actores nacionales en roles secundarios.

Resulta interesante constatar que, pese a la controvertida trama de la película, que presentaba al gobierno uruguayo y a las fuerzas policiales como los ejecutores de deleznables actos de represión política, Carabineros de Chile haya prestado su imagen para personificar a los actores. Tal relación, a la luz de los antecedentes de violencia institucional de la policía uniformada, se evidencia ahora como algo irónicamente anecdótico.

 

Vista de uniforme de Carabineros (gorra) en la representación del
ministro del Interior de Uruguay en “Estado de Sitio” (26:29)

 

Sin embargo, las vinculaciones entre Carabineros y la historia narrada en “Estado de Sitio” no se limitan solamente al diseño de vestuario, ya que es posible encontrar paralelismos entre la experiencia de adoctrinamiento y especialización contrainsurgente que se evidencia en la película, y la historia de la policía chilena en los años más convulsos del siglo XX en este país.

Durante la década de 1960, en un contexto marcado tanto por la radicalización del movimiento popular y de sus repertorios de acción colectiva, así como por el gran avance de los partidos políticos de la izquierda marxista (Comunista y Socialista) en la política institucional, Carabineros diversificó los procesos de entrenamiento para enfrentar disturbios y manifestaciones callejeras, así como para desarticular a las organizaciones revolucionarias. Para esto contó con un gran apoyo de la AID, particularmente de su Oficina de Seguridad Pública.

Esta asistencia técnica se manifestó en tres dimensiones: 1) la importación de cartillas y folletos de instrucción destinados a la especialización del personal en contrainsurgencia y guerrilla urbana, 2) la adquisición de créditos para la compra de nuevo armamento y 3) una serie de becas de estudio para la formación de oficiales en centros de formación militar y policial estadounidenses, o en zonas de influencia norteamericana como Fort Gulick y la IPA[1].

La administración del general director Vicente Huerta Celis, quien estuvo al mando de la institución entre 1964 y 1970, favoreció ampliamente este proceso. Furibundo anticomunista y partícipe activo del complot que terminó con la muerte del comandante en jefe del Ejército, general René Schneider en los días previos a la confirmación de Salvador Allende como presidente de la República, durante su mandato fraguó ingentes relaciones personales con la IPA, dictando cátedras de Seguridad Pública como profesor titular de ese centro de formación durante varios años, en un inquietante similitud con el protagonista de nuestra película, el agente Santore, formador consagrado en técnicas policiales de contrainsurgencia.

 

“Los gobiernos pasan y la policía permanece” dice Santore ante los oficiales latinoamericanos
de policía comisionados en la Academia Internacional de Policía de Washington D.C. (59:36)

 

“La AID colabora con nuestra policía para mejorar los diversos sectores del orden público”. (Estado de Sitio, 32:45):

Es lo que afirma un portavoz de la policía de Montevideo ante la denuncia de que el agente estadounidense secuestrado era un adiestrador de la policía en técnicas de torturas en interrogatorios. En Chile, uno de los folletos de la AID utilizados por Carabineros para la instrucción del personal antimotines se titulaba “Disturbios Civiles”, y se adentraba en la dimensión psicológica de la “subversión” y en los orígenes sociopolíticos de la violencia en las calles, planteando, desde esa perspectiva, una serie de recomendaciones para la intervención policial.

 

Phillip Michael Santore, agente de la CIA comisionado en la AID
y especialista en contrainsurgencia, entrando a la jefatura de
policía de Montevideo, donde ocupaba una oficina destinada
a “asesorías técnicas” (56:50)

 

Señala este documento que “cuando hay desempleo en gran escala, la gente se vuelve amargada, resentida y muchas veces desesperada por carecer de las cosas más esenciales para la vida”. También describe cómo los jefes policiales pueden lograr información oportuna sobre posibles brotes de protesta callejera por medio de una red de informantes que permiten acumular información y así evaluar, clasificar y elaborar un plan de penetración policial para captar los “índices de agitación”[7]. Algunos de esos índices son los “intentos civiles de juntar armas, que pueden ser indicados por aumento de su venta en casas de empeño y otros vendedores”. Se recomendaba también la elaboración de informes que identificaran claramente a los “cabecillas” y “personalidades importantes” ligadas al “movimiento subversivo”.

Esquemas de algunas de las formaciones utilizadas por el Grupo Móvil de Carabineros (unidad antimotines) en la represión de disturbios callejeros. Causa Marxista Leninista, n°30, p.44, 49.

Esquemas de algunas de las formaciones utilizadas por el Grupo Móvil de Carabineros (unidad antimotines) en la represión de disturbios callejeros. Causa Marxista Leninista, n°30, p.44, 49.

 

Estos manuales reconocían el carácter eminentemente político del fenómeno de los disturbios callejeros y la “guerrilla urbana”, lo que representa una reconfiguración radical de la función policial, toda vez que se reconoce, por primera vez, el carácter social y colectivo del fenómeno “delictual”, a diferencia de los enfoques criminológicos clásicos que se centraban en las responsabilidades y condicionantes individuales del sujeto criminoso. Frente a esta nueva realidad, la misma policía debía transformar su orientación operativa y doctrinaria, entendiéndose ahora como un cuerpo colectivo al servicio de un orden prístinamente determinado y radicalmente opuesto al socialismo, transformando el “uno para todos y todos para uno” en una táctica para enfrentar la violencia política revolucionaria y, por cierto, para diluir las responsabilidades por los abusos y crímenes que se cometían en el fragor de la represión política. El diálogo de Santore con el líder Tupamaro es un fiel reflejo de esta transformación: “nuestra vocación es el Orden, y por lo tanto no nos gustan los cambios. Somos conservadores”.

 

“Nuestra vocación es el orden, y por lo tanto no nos gustan los cambios. Somos conservadores”, le confiesa Santore a sus captores (1:00:56).

“Nuestra vocación es el orden, y por lo tanto no nos gustan los cambios. Somos conservadores”, le confiesa Santore a sus captores (1:00:56).

“Nuestra vocación es el orden, y por lo tanto no nos gustan los cambios. Somos conservadores”,
le confiesa Santore a sus captores (1:00:56).

 

“¡Los americanos no nos darían su dinero por nada!” (“Estado de Sitio” 52:39):

Así exclama un parlamentario de derechas en la tensa sesión extraordinaria por el secuestro del dignatario extranjero Tal como lo planteaban Joxe y Cadena en los setenta, la gran circulación de armamento destinado a reprimir la “subversión” en Latinoamérica se debió a la necesidad de garantizar el orden interno de los países del Tercer Mundo, de acuerdo a los parámetros de seguridad hemisférica establecidos por EE.UU. y su estrategia geopolítica[8]. En ese sentido, el comercio de armas no representaba un simple intercambio comercial, sino que expresaba un alineamiento con el tipo de sistema político, económico y social que se buscaba proteger. En dichas condiciones, la circulación de armamento destinado a la represión política, distribuido por diversos proveedores del bloque geopolítico occidental, no puede ser interpretada como una competencia entre Estados, sino de una cooperación entre aliados.

El mismo autor, adentrándose en los aportes económicos al armamentismo policial durante el gobierno de Frei Montalva, plantea que hasta el año fiscal 1963-1964 los aportes monetarios para la adquisición de armamento en Carabineros provenían del Mutual Assistance Pact (MAP) entre Chile y EE.UU., acuerdo bilateral que significó la entrada de armamento norteamericano de forma sistemática desde 1953. 10 años después, los aportes del pacto desaparecen, fortaleciéndose el sistema de créditos reembolsable en dólares por la compra de armas y equipos, es decir, créditos “atados”, solo utilizables para la adquisición de arsenal producido por EE.UU. u otros países de su órbita de influencia. Los datos disponibles reflejan que entre 1964 y 1966, la cifra de dólares por año en financiación fue de aproximadamente US 8 millones[9].

 

Portada del folleto “Agentes Químicos”, distribuido por la AID a Carabineros.
Punto Final, N° 81, 17/6/1969, pp.16-19.

 

“[El objetivo de la Academia es que] los mejores representantes de todas las policías del mundo libre puedan reunirse, intercambiar ideas, experiencias y llegar a una visión más profunda, más global, de los graves problemas que enfrenta hoy en día la sociedad” (Estado de Sitio 58:02)

Con esas palabras se da inicio al año académico 1967 en la IPA, en el que Santore entrenaría en técnicas de tortura a los policías uruguayos que dos años después gestionarían su llegada como “asesor técnico” de la policía nacional. Es justamente en este centro de formación policial donde se gestó gran parte de la asistencia estadounidense a Carabineros, mediante la implementación de un amplio programa de becas y pasantías que posibilitaron que muchos funcionarios se formaran en diversas materias relativas a la función policial en la capital estadounidense. Esta cooperación era coordinada por la AID a través del Programa de Seguridad Pública y estuvo destinado a personal operativo, es decir jefes, oficiales y personal a contrata.

Los cursos que pudimos rastrear fueron el “Curso de Administración y Operaciones Policiales”; “Curso de Investigación de Actividades Terroristas”, y el  “Curso General de Policía” , todos desarrollados en la IPA[10]; el “Curso de Oficiales de Alto Mando” en el mismo centro formativo; el “Curso de Seguridad Pública para Jefes Policiales”, que se implementaba en Panamá; los cursos de “Alto Mando para Jefes”, “Administración de Finanzas”, y “Mecánica Automotriz”, “Técnico en Telecomunicaciones” impartidos por la IPA; y el “Curso de Mantenimiento de Vehículos Motorizados” en Fort Gulick, zona del Canal de Panamá[11].

 

Boletín Oficial de Carabineros, n°2127, 45869.

 

La lectura de documentación interna de Carabineros ofrece detalles sobre el currículum de algunos de estos cursos. Por ejemplo, el “Curso de Administración y Operaciones Policiales”, donde participaron suboficiales de Carabineros, constaba de 13 semanas en las que se contemplaban tres etapas: una semana de adaptación a la cultura estadounidense, el desarrollo del curso propiamente tal, con una duración aproximada de diez semanas de clases teóricas, y finalmente catorce días de instrucción práctica en diferentes ciudades de EE.UU [12].

La masividad de los aportes estadounidenses a la capacidad represiva de la policía uniformada se explica a partir del alineamiento de la administración de Vicente Huerta con el “panamericanismo policial”, que consistía, fundamentalmente, en el fortalecimiento de las relaciones multilaterales entre las fuerzas del orden americanas en la persecución y eliminación de la “amenaza comunista” en el continente. Carabineros se sumó como precursor de esta iniciativa que buscaba coordinar y centralizar, bajo el patronazgo de EE.UU., recursos, infraestructura y equipamiento para combatir la penetración del marxismo.

 

Conclusiones

El carácter trasnacional del diseño operativo de las funciones policiales en los años sesenta latinoamericanos es uno de los factores más relevante al momento de comprender la gran eficacia de los aparatos represivos en la persecución y eliminación de las militancias izquierdistas una vez instauradas las dictaduras militares de seguridad nacional. Tal definición del orden público resultó efectiva en la medida que dotó a las fuerzas del orden de un cuerpo de ideas fundamentalmente esencialistas y convenientemente difusas, planteando la oposición radical entre la civilización occidental, “civilizada” y cristiana, y el comunismo internacional, “bárbaro” y “ateo”, que se desarrollaban en un conflicto total y global, indivisible y permanente.

“Estado de Sitio” aborda de manera sutil y profunda esta problemática, interpelando al espectador a posicionarse respecto a la legitimidad de las acciones e ideologías de las fuerzas en disputa. “Usted dice defender la libertad y la democracia, pero sus métodos son la guerra, el fascismo y la tortura”, le espeta el líder tupamaro a su enemigo, mientras que Santore, abandonando su cinismo estructural en un acto de espontánea sinceridad, le responde, “¡son ustedes subversivos, comunistas, quieren destruir la sociedad, los valores de nuestra civilización, la existencia del mundo libre. Hay que combatirlos por todos los medios” (1:25:10). La disquisición moral es evidente, se trata de una batalla radical, de la agudización de la lucha de clases, y de la disrupción que en este proceso significó la intervención imperialista desde el norte del continente.

 

– Tupamaro: No tenemos nada más que decirnos.

– Santore: Eso creo yo también.

– Santore: Me gustaría saber… ¿Por qué tipo de civilización creen combatir?

– Tupamaro: ¿De verdad? Es una debilidad…

– Tupamaro: Por una civilización en que la gente como usted no tendría sentido.

 

Fin de la escena.

 

“Dios es americano y golpista”, le dice un militante tupamaro al secuestrado
agente estadounidense de la AID (Estado de Sitio, 36:35).

 

Notas

[1] Pablo Alvira, “El cine como fuente para la investigación histórica. Orígenes, actualidad y perspectivas”, Páginas revista digital de la Escuela de Historia, N°4 (2011), p. 5.

[2] Goldmann, Annie, “Madame Bovary vista por Flaubert, Minelli y Chabrol”, Istor N° 20 (2005). Citado en Pablo Alvira, “El cine como fuente para la investigación histórica. Orígenes, actualidad y perspectivas”, Páginas revista digital de la Escuela de Historia, N°4 (2011), p. 1.

[3] Lucila D’Auria, “El análisis de los procesos de represión estatal a partir de la filmografía de Costa-Gavras”, XVI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia (2013), p. 4.

[4] Costa-Gavras, “Recuerdos de Chile”, Le Monde Diplomatique Chile, septiembre 2013, p.19.

[5] Le Monde Diplomatique Chile, septiembre 2013, p.19.

[6] Camilo Vallejos, Carabineros de Chile y la represión política. Violencia policial y agudización de la lucha de clases (1957-1970). Tesis de Magíster en Historia de la Universidad de Santiago de Chile, 2021.

[7] Punto Final, “La violencia es policial”, N°81, 17/6/1969, 16-19.

[8] Alain Joxe y Cecilia Cadena, “El armamentismo de los Países Dependientes: el caso latinoamericano”, Estudios Internacionales (N°14, 1970),  disponible: https://www.jstor.org/stable/41390690.

[9] Alain Joxe, Las Fuerzas Armadas en el sistema político chileno (Santiago: Editorial Universitaria, 1970) 99-110.

[10] El general Huerta fue invitado, a través de la AID, para dictar una Clase Maestra en la ceremonia de inicio del III Curso de Administración de alto mando en la IPA y participar en la ceremonia de clausura del curso de Administración Policial y Alto Mando en 1965. Véase Revista Carabineros de Chile, N°126, octubre de 1965 y B/O de Carabineros, n°1993, 28 de agosto de 1965, 42449-50.

[11] Esta información fue recopilada a partir de los decretos de Comisión de Servicio de funcionarios de Carabineros al extranjero para cursar programas formativos en Estados Unidos y Panamá con el auspicio de la AID. Se destaca un notorio aumento en estos decretos desde fines de 1964, coincidiendo con el inicio de la administración de Huerta. Véase los siguientes boletines oficiales de Carabineros para cada año: 1964: números 1907, 1925, 1948, 1933. 1965: números 1970, 1982, 1989, 1993, 1994, 2007. 1966: números 2014, 2015, 2018, 2043, 2059, 2060. 1967: números 2075, 2079, 2086, 2087, 2089, 2105. 1968: números 2127, 2130, 2134, 2135, 2140, 2155. 1969: números 2178, 2183, 2184, 2187, 2188, 2204, 2205, 2215. 1970: números 2224, 2254, 2258.

[12] Revista Carabineros de Chile, N°115, noviembre 1964, 48-51.

 

Referencias

Libros y artículos:

Alvira, Pablo. “El cine como fuente para la investigación histórica. Orígenes, actualidad y perspectivas”, Páginas revista digital de la Escuela de Historia, N°4 (2011).

Costa-Gavras, “Recuerdos de Chile”, Le Monde Diplomatique Chile, septiembre 2013, p.19.

D’Auria, Lucila. “El análisis de los procesos de represión estatal a partir de la filmografía de Costa-Gavras”, XVI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia (2013).

Goldmann, Annie, “Madame Bovary vista por Flaubert, Minelli y Chabrol”, Istor N° 20 (2005). Citado en Pablo Alvira, “El cine como fuente para la investigación histórica. Orígenes, actualidad y perspectivas”, Páginas revista digital de la Escuela de Historia, N°4 (2011).

Joxe, Alain. Las Fuerzas Armadas en el sistema político chileno (Santiago: Editorial Universitaria, 1970).

Joxe, Alain y Cecilia Cadena. “El armamentismo de los Países Dependientes: el caso latinoamericano”, Estudios Internacionales (N°14, 1970).

En línea: h0ttps://www.jstor.org/stable/41390690.

Vallejos, Camilo. “Carabineros de Chile y la represión política. Violencia policial y agudización de la lucha de clases (1957-1970)”. Tesis de Magíster en Historia de la Universidad de Santiago de Chile, 2021.

 

Revistas y boletines:

Boletín Oficial de Carabineros, Santiago. 1965

Le Monde Diplomatique Chile, Santiago, 2013

Punto Final, Santiago,1969

Revista Carabineros de Chile, Santiago, 1964-1965

Camilo Vallejos

Licenciado en Historia por la Universidad Alberto Hurtado y Magíster en Historia por la Universidad de Santiago de Chile.