Una renuncia como punto de partida, una muerte como un inicio. En homenaje a Luis Sierra Bosch

Es verdad que de la distribución del ingreso existente no somos los causantes originales, sino que es una herencia de la dictadura militar, pero la hemos consolidado, cristalizado. Además la hemos legitimado tanto al poner el foco de las políticas sociales sólo en los temas de la pobreza y extrema pobreza y al aceptar el discurso de la derecha de que ella se soluciona sólo vía educación, cuando en realidad la distribución del ingreso es el producto de la distribución de un conjunto de activos que componen la riqueza, siendo la  educación sólo uno de ellos y en las diferencias de calidad de esta última más que originar  una mala distribución del ingreso la expresa y la reproduce. Sí, en cambio, somos responsables directos de la desintegración del tejido social con el que fue posible derrotar la dictadura militar, tanto por nuestra acción gubernamental como por la omisión en que hemos caído en nuestro trabajo partidario en la gestación de organización social y ciudadana.

por Luis Sierra (presentación de Felipe Ramírez)

Imagen / Luis Sierra. Fuente: Plataforma Socialista.


El pasado domingo 26 de junio, cientos de personas nos reunimos en el cementerio Parque del Recuerdo de Huechuraba para despedir por última vez al compañero Luis Sierra, en una actividad que por sí misma reafirmó no solo el enorme respeto que distintas generaciones militantes de diferentes organizaciones le tenían a Lucho, si no también el impacto de sus reflexiones y posiciones.

Y es que Lucho era una figura que difícilmente dejaba a alguien indiferente en la izquierda, siempre con una lectura profunda, crítica y autocrítica, punzante, y por eso también a veces incómoda, aunque siempre amable y atento, sin un ánimo avasallador ni tampoco con intención de aplastar al otro, sino de construir colectivamente.

Esa impronta de su actividad política es la que permitió que tanta gente, de diferentes posturas y lecturas, se reuniera para despedirlo. Desde quienes lo conocieron en los años 70 militando en el MAPU, hasta sus compañeros de filas en el Partido Socialista, quienes compartieron con él espacio en Convergencia de Izquierda y en Movimiento Autonomista, hasta un importante número de personas de Convergencia Social, su último referente. Se reunieron una gran cantidad de militantes de base de partidos de izquierda, subsecretarios/as, ministros/as, parlamentarios/as, amigos/as y estudiantes, deseosos de acompañar a su familia y brindarle un adiós tal como merecía.

Es que Lucho fue sin duda una persona relevante en todo el debate que giró en torno al Frente Amplio y en la conformación de Convergencia Social, enseñando, compartiendo su experiencia, pero también escuchando, impulsando la necesidad de salir de las posiciones cómodas y abrazar las dificultades y tensiones a los que la política nos arrastraba.

Mi experiencia personal con él se remonta a los años 2014-2017, cuando aún militaba en las organizaciones que dieron vida a Izquierda Libertaria. Me planteó numerosas veces la necesidad de aunar posiciones a pesar de las diferencias, con el resto de las organizaciones que emergían de aquella década larga de movilizaciones de masas en el país, un esfuerzo en el que desplegó un entusiasmo y una energía que parecía eterna.

Su desaparición nos deja con un desafío enorme: para quienes somos de CS, hacernos cargo de la construcción de un partido; para el conjunto de los/as/es que damos vida a Apruebo Dignidad, hacernos cargo de la construcción de una alternativa de izquierda capaz de sacar adelante al gobierno y defender el programa transformador que le propusimos al país.

Ello requiere no sólo voluntad, sino también reflexión, debate, elaboración, disputa y síntesis colectiva, autocrítica, fraternidad y lealtad. Es una tarea urgente, pero que no podemos postergar. Se lo debemos a Luis.

Como un primer aporte a ese necesario esfuerzo de análisis, desde ROSA compartimos esta carta que Luis envió en marzo de 2009 a la Dirección Comunal de Santiago del Partido Socialista anunciando su renuncia a esa organización. En el documento, que Jorge Arrate catalogó como “un documento histórico del socialismo chileno” en su discurso durante el funeral, el compañero Sierra ofrece un análisis crítico de la experiencia de los gobiernos de la Concertación, y de la historia del PS chileno a lo largo de sus tres procesos de refundación.

Problemas como la imposición de la política como algo “estrictamente gubernamental, y ella a su vez en torno a una visión tecnocrática y mediática de la economía y de la política”, o la compleja relación entre un gobierno de izquierda y las organizaciones de masas, retienen plena vigencia y nos obligan a analizarlos, so pena de cometer en el futuro los mismos errores cometidos en el pasado.

En momentos en que luego de décadas, la izquierda –en sus diferentes expresiones– se encuentra enfrentada al desafío de ser gobierno en medio de una crisis de carácter histórico, vaya nuestro sentido y humilde homenaje al compañero Luis Sierra a través de este texto que esperamos sirva para dar pie a una reflexión amplia de nuestras militancias.

 

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Compañeros
Dirección Comunal Santiago
Partido Socialista de Chile
Presente

 

Estimados y queridos compañeros:

Dirijo estas líneas a Uds. para hacerles llegar, y por su intermedio a toda la militancia socialista de Santiago, una reflexión política sobre el devenir del partido y las conclusiones que de ello extraigo.

Ustedes saben que desde hace mucho tiempo que tengo una mirada muy crítica y autocrítica sobre la Concertación de Partidos por la Democracia, el partido, su línea política y su conducción.

Por cierto no desconozco los avances, muy importantes algunos de ellos, habidos en este tiempo. Es verdad que, desde marzo de 1990, el país ha experimentado notorios cambios  entre los que destacan la plena vigencia de los derechos civiles y políticos, la disminución  de la extrema pobreza y de la pobreza, así como, aunque detonados más bien por el juez  Garzón que por la iniciativa nuestra, avances significativos en materia de justicia a las violaciones de derechos humanos ocurridos durante la dictadura militar también ha habido  algunos avances institucionales y un interesante desarrollo de algunas políticas sociales así  como algunos avances en materia de políticas de descentralización y una institucionalidad  cultural.

Adicionalmente el país tuvo tasas significativas de crecimiento económico –al menos hasta  el inicio de la crisis internacional de fines de los 90–, los grados libertad de las personas se  expandieron notablemente en los inicios de estos años, y no sólo por el término de un  régimen dictatorial sino también por importantes cambios culturales que han ocurrido en  el país, muchos de los cuales son atribuibles a estos años de gobierno de la coalición, de  ello dan prueba la conciencia que condena la violencia intrafamiliar y las agresiones en  este ámbito sobre todo a las mujeres, la conciencia que hoy existe sobre la discriminación  y aunque subsisten focos xenófobos el país entiende que la religión, nacionalidad o  preferencias sexuales de cada uno no pueden ser fuente de discriminación de nadie.

Sin embargo, ello ha tenido una dura contraparte que se ha ido acentuando progresivamente este tiempo, la mayoría del país vive una situación inseguridad sostenida, existe inseguridad laboral ya que incluso cuando las tasas de crecimiento económicas eran  altas las condiciones laborales no eran buenas; existe inseguridad previsional la que se ha  visto incrementada por la pérdida que han experimentados los fondos de pensiones; inseguridad en materia de enfermedades a pesar de la entrada en vigencia del plan AUGE; existe inseguridad educacional por la mala calidad de la educación pública en la mayoría  de sus establecimientos, normalmente en los administrados por los municipios más  pobres; a ello se agrega la inseguridad ciudadana generada por los medios de derecha  que, aprovechando la situación anterior, amplifica los actos delictuales hasta la saciedad. De todo ello el socialismo chileno desgraciadamente no ha sido capaz de dar cuenta real.

Las elites políticas sufren del más grave desprestigio de toda la historia reciente del país, vivimos una forma justamente desprestigiada de realizar la política, las aspiraciones personales y de grupos se anteponen a los intereses comunes y los proyectos individuales a los colectivos, y que se ha recorrido un camino en que hemos ido desde el hiperideologismo al realismo, pero que ha pasado del realismo al pragmatismo, del  pragmatismo al oportunismo y, en algunos casos, afortunadamente aun escasos, hasta la  corrupción. Tampoco hemos sido capaces de cuenta de esta situación, nos llega a  aparecer normal que del potencial total de mayores de 18 años marque opción en las  elecciones sólo alrededor del 50% del universo posible mientras que, para la otra mitad de  chilenas y chilenos, la opción es blanco, nulo, abstención o jóvenes no inscritos, pareciera  que esta situación no es un dato político a transformar, sobre todo porque significa restarle legitimidad al sistema democrático y mantenerlo en una situación severamente  precaria, sino por el contrario lo miramos como un dato del paisaje.

Por otra parte los abusos de las empresas es materia de todos los días sin que se perciba una clara actitud de ponerles coto, las altísimas tasas de intereses comerciales, que superan el 50% anual, son la mejor expresión de ello en el ámbito de los consumidores, los abusos laborales y el trabajo precario, los abusos de las grandes empresas con las más pequeñas.

En un grado importante la credibilidad pública está en el suelo, nadie cree en los empresarios, menos en los políticos.

Adicionalmente a ello debemos considerar que el país vive una tremenda desigualdad distributiva que encuentra sus orígenes en una monstruosa concentración de la riqueza y en un patrón productivo y de inserción económica internacional que hemos profundizado crecientemente en este tiempo.

Es verdad que de la distribución del ingreso existente no somos los causantes originales, sino que es una herencia de la dictadura militar, pero la hemos consolidado, cristalizado. Además la hemos legitimado tanto al poner el foco de las políticas sociales sólo en los temas de la pobreza y extrema pobreza y al aceptar el discurso de la derecha de que ella se soluciona sólo vía educación, cuando en realidad la distribución del ingreso es el producto de la distribución de un conjunto de activos que componen la riqueza, siendo la  educación sólo uno de ellos y en las diferencias de calidad de esta última más que originar  una mala distribución del ingreso la expresa y la reproduce.

Sí, en cambio, somos responsables directos de la desintegración del tejido social con el que fue posible derrotar la dictadura militar, tanto por nuestra acción gubernamental como por la omisión en que hemos caído en nuestro trabajo partidario en la gestación de organización social y ciudadana.

A la base de todo esto se encuentra la plena vigencia del orden neoliberal, que heredado de la dictadura, hemos sido incapaces de superar en este tiempo y del cual mala cuenta damos desde una perspectiva transformadora. Ni siquiera nos hemos planteado adecuadamente que significa este orden conformándonos con repetir que caracterizarlo como sus teóricos de derecha lo señalan, conformándonos entonces con extender un poco los límites que ellos le fijan.

Superar este conjunto de elementos marcan una urgencia refundacional.  

 

REFUNDAR EL SOCIALISMO CHILENO 

Este socialismo nuestro ha vivido su historia en medio de intensas convulsiones y de períodos de relativa tranquilidad, historia que es, en parte, la historia de Partido Socialista de Chile, así como es, también es parte de la historia de una larga tradición de pensamiento libertario e igualitario que claramente escapa a los meros márgenes partidarios, y también es la historia de múltiples síntesis de largos procesos de lucha política, social y de desarrollo de la sociedad.

En este devenir es que el PS, fundado el año 1933, vive largos procesos de debate y decantes que dan origen a tres procesos refundacionales en lo que va de su historia. Es refundado primero en el proceso 1946-47 en torno a las ideas de la República Democrática de Trabajadores y del Frente de Trabajadores, proyecto encabezado por Eugenio González y Raúl Ampuero; en 1967, en el Congreso de Chillán, es vuelto a fundar  en torno a las ideas predominantes en la izquierda de la época y el partido se “vuelve” un  partido marxista-leninista, cuestión que nunca tuvo muchas implicancias en la práctica política del partido, pero si orgánicas y culturales dentro de nuestra organización; posteriormente y a la luz de los balances realizados en torno a nuestra dramática derrota del 73 y la secuela de divisiones del PS, la evaluación realizada desde otros referentes partidarios pero de clara matriz cultural socialista (MIR, MAPU, IC), los sucesos que sacuden el campo de este –agudizado por la invasión soviética a Afganistán– y definido por la posterior caída del mundo de los denominados “socialismos reales”, la necesidad de  derrotar a la dictadura de Pinochet, como los principales entre otros factores dieron origen al último proceso de refundación socialista en torno a las ideas de la renovación socialista. Este proceso tiene su punto culminante en el Congreso de Unidad realizado en 1990 en Valparaíso, así la refundación del socialismo se plasma como una refundación del Partido Socialista.

Es este último proceso el que configura un partido con un conjunto de singularidades que da como resultado el PS que actualmente tenemos, por ello es que resulta imprescindible referirse a este proceso concreto para entender más cabalmente nuestra situación.

El proceso renovador en lo referido a sus búsquedas virtuosas es ya un proceso consolidado dentro del socialismo chileno en general y dentro del PS en particular. Sus grandes objetivos están logrados.

En primer término todo el socialismo chileno entiende que la democracia como forma de organización política de la sociedad es comprendida como un fin en sí misma, estando plenamente superada la mirada que la percibía como una construcción instrumental para el logro de formas “superiores” de organización política.

En segundo lugar, y en plena concordancia con lo anterior, todo nuestro mundo entiende que los cambios que aspiramos para Chile requieren de la constitución de mayorías sólidas para realizarse.

En tercer lugar todo el PS entendió que constituir esa mayoría, requería de un entendimiento entre la izquierda y el centro político y esa es la causa de la gran adhesión que la Concertación encuentra en la militancia (otra cosa, por cierto, son las críticas que ella merece).

En cuarto término cabe decir que es patrimonio de los socialistas de hoy entender que el mercado es la forma privilegiada en que funciona la economía en el mundo moderno y que, asumiendo esa mirada, es como debemos enfrentar los procesos de cambios económicos a que aspiramos, básicamente para corregirlo y “gobernarlo”.

Por último, todos entendemos que en el socialismo de hoy no cabe una posición clasista de rincón –en el sentido de una posición que reivindicando un supuesto objetivo histórico de una clase se plantea un proyecto político e histórico excluyente– al estilo de antaño, comprendemos que el país es nuestro interlocutor y que a él debemos dirigirnos entendiendo que él está en un proceso de permanente construcción, y que esa construcción requiere de todos.

Sin embargo, una cosa es entender y asumir estos principios ordenadores y otra es avalar  y compartir toda la práctica y, más en general, el tipo de práctica que en realidad ha surgido de esta última refundación partidaria formalizada en Valparaíso el año 90. Porque de cada uno de estos conceptos han surgido un tipo de práctica que ha deformado el sentido de cada uno de estos elementos.

Así, en primer lugar, de aceptar y asumir el mercado como forma de coordinación  económica hemos pasado a una práctica de políticas económicas que han asumido el modelo neoliberal sin cuestionamientos, y que, en los hechos, aparecen frente a la  ciudadanía mirando a las grandes corporaciones económicas como los héroes de fines del siglo XX y comienzos del XXI, asumiéndose que las verdades oficiales que se han gestado desde este tipo de orden neoliberal, tienen el carácter de absolutas y no de miradas ideológicas que se han tratado de transformar en sentido común, de este modo se ha  aceptado la lógica de la política económica y sus presupuestos básicos no han recibido ningún cuestionamiento, y por lo tanto tampoco el modelo neoliberal como tal.

Así entre los elementos de particular gravedad para el pensamiento socialista que se  asumen hoy, se encuentran la mirada del desarrollo y crecimiento como el mero desarrollo y perfeccionamiento de los mercados y del comercio, la mirada estática de las ventajas  comparativas y del comercio internacional que tiende a reproducir una singular inserción  en la división internacional del trabajo, un concepto de competitividad más propios de las  organizaciones empresariales que nuestro, y haber hecho propia la idea de la  subsidiariedad y de la neutralidad del Estado.

De este modo se gesta una mirada que dice que las desigualdades que genera el modelo se enfrentan a largo plazo (primero estaría la tarea del crecimiento) y que desde ya se sembrarían las semillas enfrentando hoy día sólo el desafío educacional que es visto, como se señaló antes, como la palanca fundamental de la igualdad, y que la protección del medio ambiente es para países con otros niveles de ingreso per cápita (sobre todo del natural, como si después se pudiese recuperar lo perdido). Y por tanto la tarea del Estado se limita más bien a actuar compensatoriamente de los peores efectos del modelo.

Por lo tanto los temas de justicia económica se limitan, además de tratar de enfrentar la  pobreza y la extrema pobreza, evitar ciertos abusos (restituir una supuesta simetría  perdida no por la lógica del mercado sino de algún agente perverso que opera en él), garantizar algo de salud pública para los más pobres, garantizar ciertas pensiones  mínimas, aminorar los efectos indeseados de los ajustes del mercado laboral (seguro de  desempleo) y mejorar las posibilidades educacionales de los niños (hasta aquí con más éxito en cobertura que en resultados de aprendizaje).

Lo que, sin embargo, aparece como lo peor es que se asume que esta mirada de las cosas es la única posible y que la predominante es la única racionalidad posible, con todas las consecuencias culturales y epistemológicas que ello conlleva, y en particular descalificando a priori miradas diferentes. El efecto neto es que, finalmente y en último caso, se avalan políticas económicas que sirven a los grandes grupos económicos y la alianza estratégica que se busca establecer con los intereses del gran capital extranjero y de los Estados Unidos.

En segundo lugar, es muy distinto comprender la democracia es un valor que tener una práctica política que –más allá de lo voceado– siempre entendió, en los hechos, que esta  sólo consistía en limitarse a votar cada cierto número de años y despreció la participación  popular y la práctica política en la base social, para privilegiar unilateralmente el aparato  estatal y la política de los consensos; la política de la participación social en las acciones  gubernamentales en los escasos espacios que se ha dado no ha sido para escuchar sino, casi exclusivamente, para explicar y difundir el quehacer gubernamental.

Por decirlo de alguna manera, se impone entre nosotros una visión de la política que es estrictamente gubernamental, y ella a su vez en torno a una visión tecnocrática y mediática de la economía y de la política, con cuerpos dirigenciales, que terminan creyendo que su racionalidad es la “única posible”.

Así la izquierda de la concertación, el PS paulatinamente no cumple su rol de ser izquierda y desconfigura el bloque gubernamental. Lo desconfigura por cuanto la Concertación, entendida como se ha señalado requería de una izquierda con pretensiones de ser izquierda, el problema de la concertación no es la Democracia Cristiana, ella cumple muy bien su rol de centro político, siendo incluso más progresista que en prácticamente toda Latinoamérica, el problema es que quienes debíamos ser la izquierda de la coalición, en múltiples e incontables ocasiones hemos renunciado a serlo.

De este modo se construyó un proceso de transición marcado por el miedo a las organizaciones populares y la consecuencia inmediata fue que desde el Estado se apostó a su inacción cuando no a desarticulación y, desde el PS –durante un muy largo período– a su sumisión al aparato estatal.

Todo ello exige un profundo proceso de debate y lucha política que sólo puede ser  refundacional del socialismo chileno, entendiendo por tal no sólo al PS, sino también a  ciertos sectores de impronta socialista que, aunque minoritarios, subsisten en otros  partidos de la coalición; a importantes sectores de izquierda extra concertacionista, entre  los que se cuentan la Izquierda Cristiana, Surda, o Movimiento Nueva Izquierda entre  otros; a una vasta red institucional de ONG’s principalmente de tipo ambientales, de  género, y de consumidores; y por cierto a muchos socialistas que hoy miran desde fuera  los procesos políticos.

Este proceso refundacional debería haber sido encabezado por el Partido Socialista, mi impresión sin embargo, es que se perdieron grandes oportunidades de hacerlo en los dos últimos congresos partidarios, es difícil que en el transcurso del tiempo inmediato se haga, considerando los temas electorales que el PS enfrenta y la forma como ha decidido enfrentarlo.

La refundación del socialismo chileno, empero, debe hacerse al calor de la lucha política y social, la crisis del neoliberalismo que es desatada por la crisis económica presente. Se trata de cuestionar el orden neoliberal que ha mostrado en la crisis económica el punto de llegada de su modelo económico. Este es el momento de plantearse la transformación del orden existente. 

Reemplazar el sometimiento de la actividad pública y económica a una ideología que lo subordina todo al mercado y que lo constituye incluso en los límites de la democracia, por una cultura que coloque en el centro de su actividad las necesidades de las grandes mayorías nacionales, y por ende de terminar con la subordinación de la democracia al mercado y a los que tienen poder en él. 

Es el momento de terminar con la hegemonía de los grandes grupos económicos y del gran capital financiero. Ello también involucra reemplazar una forma de inserción en los procesos de globalización, subordinada a las necesidades del gran capital financiero internacional por una inserción internacional que signifique beneficios reales mutuos, a través de un patrón productivo basado en el desarrollo productivo y tecnológico, y en el aumento de productividad real de los trabajadores en vez de la mera explotación de los recursos naturales. Ello también debe significar que la inserción nacional en los procesos globales debe ser desde y con América Latina.

Un nuevo rol del Estado que reemplace el carácter subsidiario que tiene actualmente por uno que le dé la misión de guiar el desarrollo nacional y garantizar los derechos económicos y sociales de todos los habitantes de Chile, sobre de los más débiles, explotados y desposeídos.  

Reemplazar una forma de democracia incompleta que consagra la exclusión política y social por una democracia real, participativa, incluyente, descentralizada, consagrando como derechos básicos que el Estado debe garantizar, los derechos civiles, políticos, y los derechos económicos y sociales. Por ello el derecho a educación de calidad, a la salud de calidad y oportuna, a una adecuada previsión social, deben ser definidos como garantizados, y los bienes que los posibilitan provistos por el Estado de modo anterior al mercado y no, como hoy, que éste los provee sólo para quienes no pueden acceder a ellos a través del mercado, lo que no les permite acceder a su ejercicio pleno.

Del mismo modo se debe superar una lógica económico institucional que siempre que hay que hacer ajustes macroeconómicos golpea a los trabajadores. 

Para la superación del actual orden de cosas y su reemplazo por las propuestas que hemos planteado, de una nueva constitución, emergida de una Asamblea Constituyente, que siendo un auténtico acto refundacional de la República permita reconvocar a los chilenos a ser parte activa del Chile que aspiramos a construir para todos sus hijos y todas sus hijas y de la lucha por obtenerlo. 

Para enfrentar esta lucha estoy profundamente convencido que es más relevante y urgente que nunca acometer la tarea de reinstalar la izquierda, una izquierda renovada, moderada, moderna, lo que se quieran, pero izquierda, y que el PC y el PODEMOS, más allá de sus enormes esfuerzos, se aproximan al techo de una izquierda sin socialistas. Una izquierda unificada en torno a estos objetivos nacionales es la deuda que yo creo tener con Allende y su legado. 

Por cierto, ustedes saben que yo creo profundamente en el entendimiento entre la izquierda y el centro, pero también creo que para que eso solo será posible, en un sentido transformador y de articulación de mayorías nacionales, cuando tengamos reinstalada la izquierda, ahí será posible volver a entenderse con el centro. 

En esas condiciones voy a apoyar la candidatura presidencial de nuestro compañero Jorge Arrate, y me parece que es más sano para el PS, para la izquierda, para la Concertación, para las candidaturas de la izquierda y de la Concertación y, sobre todo para el prestigio de la política y de la democracia, que las cosas sean nítidas. Es muy confusivo estar en un lado y apoyar otro candidato distinto. Por ello, compañeras y compañeros es que resolví desafiliarme del Partido Socialista, dejando por ende la presidencia comunal. 

Desde ya agradezco a todos las compañeras y compañeros socialistas de Santiago, tanto la confianza de sus votos en la pasada elección como el apoyo a la gestión, de verdad me compromete una deuda de gratitud permanente. 

Estoy seguro que los socialistas nos vamos a reencontrar, que siempre nos reencontramos, porque yo no he dejado ni dejaré jamás de ser socialista, solo que espero que ese reencuentro sea anclados nítidamente en la izquierda. 

Ha sido una decisión difícil, pero citando a Gandhi, debo decirles que “Mañana tal vez tengamos que sentarnos frente a nuestros hijos y decirles que fuimos derrotados. Pero no podremos mirarlos a los ojos y decirles que viven así porque no nos animamos a pelear”.

Fraternal, agradecida y afectuosamente,


Luis Sierra
Socialista
Santiago, marzo de 2009

Luis Sierra

Socialista.

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Activista sindical, militante de Convergencia Social, e integrante del Comité Editorial de Revista ROSA. Periodista especialista en temas internacionales, y miembro del Grupo de Estudio sobre Seguridad, Defensa y RR.II. (GESDRI).