La bandera de la libertad tiene color rojo: Sobre Marx y el derecho al ocio

Es fundamental defender el derecho al ocio, como conquista social para el pueblo trabajador, para que de esta forma las personas tengan derecho al tiempo libre, al descanso de sus ocupaciones del trabajo, o como simple actividad de distracción. Ahora concretamente para quienes creemos en la transformación radical de la sociedad, en la lucha por un nuevo mundo, defender el ocio es un imperativo insoslayable. Significa apropiarse de un arma poderosa para los intereses de la clase trabajadora. El tiempo libre, que constituye la idea detrás del ocio se entronca con la concepción de la libertad, pero una libertad en clave revolucionaria. No la concepción liberal abstracta de la libertad, que un último término, es la libertad de la burguesía. Su afán egoísta de la propiedad privada, del desarrollo del libre comercio y de nuevos mercados para transar libremente mercancías por el mundo. La defensa del ocio, por el contrario, se conecta con una libertad real y verdadera.

por Diego Saavedra Aceituno

Imagen / La nueva relación entre trabajadores y dueños, publicado en Der Neue Postillon, 1896, Zurich, Suiza. Fuente.


La verdadera historia de la humanidad sería, en sentido estricto,
la historia de los individuos libres,
en la que los intereses de la totalidad estarían íntimamente ligados con la existencia individual de cada uno.
Herbert Marcuse

 

Nos encontramos en tiempos turbulentos, en un mundo que parece oscilar entre la crisis e incertidumbre. Pandemias y guerras globales. Conflictos socioambientales, refugiados, migración, inseguridad, y hambre. En el sur del mundo, son días de un invierno lluvioso y frío. Con una inflación mundial y dólar que se dispara. También lo hace el costo de la vida, que sin duda afecta en mayor medida al pueblo trabajador. Una clase política ensimismada en sus pugnas de camarilla. El auge de una ultraderecha que ocupa la mentira como arma. Un gobierno progresista sin rumbo claro para afrontar el nuevo ciclo de transformaciones y una rearticulación del partido del orden (derecha-Concertación), que mediante sus históricos dirigentes (Frei-Lagos) defienden la opción de mantener el statu quo dinamitando las posibilidades que se generan con la propuesta de Nueva Constitución. Es en ese contexto, que nos encontramos ad portas del plebiscito más importante de nuestro tiempo. La posibilidad real de desahuciar al modelo neoliberal si es que triunfa la opción Apruebo, o por el contrario la consolidación del modelo neoliberal si vence el Rechazo.

Si bien el itinerario constituyente nos establece dos opciones contrarias entre sí, que se ven expresadas entre las frases apruebo o rechazo, lo que se encuentra verdaderamente en disputa es una cuestión más profunda. Es la idea del proyecto de sociedad, de la conducción intelectual y moral del mismo. En otras palabras, el proyecto de Nueva Constitución se erige como la potencialidad de disolver la sociedad del régimen neoliberal y a su vez la condición de posibilidad de sustitución de este régimen, por el de una sociedad democrática. Por lo tanto, la condición de posibilidad implica la creación de nuevas formas de relación o reproducción de la vida en un sentido democrático, formas que pueden estar en desarrollo o en vías de aparición, que otorguen de forma suficiente y necesaria un cambio en el desenvolvimiento de todas las formas de vida.

En dicho sentido, una forma de relación o reproducción de la vida en el régimen neoliberal, es la instauración de la idea de que las personas deben elegir una vida dedicada al trabajo, vale decir que el tiempo diario de vida de cada persona este enteramente destinado a su trabajo (ahora si consideramos el tiempo que media el trayecto entre el hogar y el trabajo y viceversa, sin duda que el tiempo es mayor), para de esta forma integrarse a la sociedad de consumo y en el mercado satisfacer sus necesidades. Cabe señalar que, en el caso de las mujeres, esta explotación es doble, ya que sufren las consecuencias de la dominación en el trabajo, y las que nacen del llamado “trabajo doméstico”. En otras palabras, en la sociedad del régimen neoliberal se ha entronizado una forma de relaciones sociales donde se trabaja para consumir. Ahora bien, el consumo en el neoliberalismo implica amplios aspectos de la vida, ya que cualquier cosa puede ser un bien transable en el mercado. La educación, la salud por ejemplo son pensados en lógica de bienes de consumo. Por lo tanto, lo que se encuentra detrás de la noción del consumo, no es otra cosa, que la idea de la reproducción de la vida en la sociedad neoliberal. Lo que sucede realmente es que en el neoliberalismo se trabaja para vivir, y en algunos casos, en los más extremos para no morir.

 

El ocio como tiempo libre

Si se trabaja para vivir –o no morir–, entonces un proyecto de sociedad que quiera superar al antiguo régimen, debe desarrollar o estar en vías de desarrollar los elementos que logren sustituir de forma efectiva al orden dominante, vale decir concebir un proyecto contrahegemónico alternativo. Un sistema que se haga cargo de superar las relaciones de trabajo en el capitalismo avanzado. En parte la propuesta de Nueva Constitución es una forma en desarrollo o en vías de aparición, que tiene la potencialidad de convertirse en una nueva forma de concebir las relaciones sociales, y, por cierto, una nueva manera de comprender las relaciones que se configuran dentro de la empresa entre la clase trabajadora y el empresariado. Quiero decir una nueva forma de imaginar el Estado, y de procesar la conflictividad que nace de las relaciones capital-trabajo. En dicho sentido, la propuesta de constitución viene a garantizar varios elementos necesarios para la protección de los derechos fundamentales de las trabajadoras y los trabajadores. El derecho a la seguridad social, el derecho al trabajo y a su libre elección, el derecho a huelga, a la participación en los directorios de las empresas, entre otros. Estos derechos dan cuenta del marcado énfasis pro operario del proyecto constitucional. Ahora, donde existe una importante innovación en materia de derechos fundamentales, es la consagración del “derecho al ocio, al descanso y a disfrutar el tiempo libre”. La propuesta de norma que se encuentra establecida en el Art. 91, constituye un derecho ex novo en nuestro ordenamiento constitucional, y nos posiciona al nivel de países como Japón o de la comunidad europea, que ya han incorporado este derecho como práctica habitual en las arduas y agotantes jornadas laborales.

Es fundamental defender el derecho al ocio, como conquista social para el pueblo trabajador, para que de esta forma las personas tengan derecho al tiempo libre, al descanso de sus ocupaciones del trabajo, o como simple actividad de distracción. Ahora concretamente para quienes creemos en la transformación radical de la sociedad, en la lucha por un nuevo mundo, defender el ocio es un imperativo insoslayable. Significa apropiarse de un arma poderosa para los intereses de la clase trabajadora. El tiempo libre, que constituye la idea detrás del ocio se entronca con la concepción de la libertad, pero una libertad en clave revolucionaria. No la concepción liberal abstracta de la libertad, que un último término, es la libertad de la burguesía. Su afán egoísta de la propiedad privada, del desarrollo del libre comercio y de nuevos mercados para transar libremente mercancías por el mundo. La defensa del ocio, por el contrario, se conecta con una libertad real y verdadera. Con la concepción del mundo en que “la humanidad se hace libre cuando la perpetuación material de la vida ésta en función de las habilidades y la felicidad de individuos asociados”[1], vale decir en función de nuestras necesidades, alcanzando de esta forma “la satisfacción universal de todas las potencialidades individuales”[2].

La Real Academia Española (RAE) tiene cuatro definiciones para la palabra ocio, la primera de ellas establece que el ocio es “la cesación del trabajo, inacción o total omisión de la actividad”. Señalé anteriormente que en la concepción neoliberal las personas tienen que dedicar su vida al trabajo, por ende, es “normal” el hecho de pasar ocho, nueve, o doce horas del día ocupadas exclusivamente en el trabajo. En la normalidad neoliberal se trabaja para vivir, al punto de destinar todo el tiempo posible al trabajo. Esa es la conducta de comportamiento esperada-deseable para los trabajadores y las trabajadoras en el modelo laboral del neoliberalismo. Ahora, si el ocio es la cesación del trabajo, vale decir el periodo de tiempo que medía entre el fin de la jornada laboral y el inicio de la siguiente, el ocio es en consecuencia el tiempo donde no se trabaja, por ende, es un tiempo donde somos libres del trabajo. De hecho, la segunda acepción de la palabra ocio que contempla la RAE es precisamente “tiempo libre”. Entonces, si el tiempo de ocio, es también tiempo libre, es dable decir que cuando trabajamos no somos libres. Marx en ese sentido, dirá que el obrero no es libre, que “el trabajo es algo externo al obrero, es decir, algo que no forma parte de su esencia”[3], por ende, el trabajador “se niega en su trabajo, no se siente bien, sino a disgusto, no desarrolla sus libres energías físicas y espirituales, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu”[4]. Aquí se presenta la idea de Marx, de trabajo enajenado, de que el trabajador “se siente en sí fuera del trabajo” y que en el trabajo “se siente fuera de sí” que “cuando trabaja no es él, y sólo recobra su personalidad cuando deja de trabajar”[5] y a su vez se siente libre cuando ésta en casa, “cuando come, bebe y procrea o, a lo sumo, cuando se viste y acicala y mora bajo un techo”[6].

 

El trabajo es un trabajo forzado

La idea del trabajar para vivir también fue utilizada por los fascistas, estos acuñaron la frase Arbeit macht frei, que significa “el trabajo os hará libres”. La inscribieron en todas las puertas de los campos de concentración y exterminio, como una especie de broma para los detenidos. Campos donde se les aplicaba un régimen de trabajo forzado a los prisioneros. Una broma irónica y cínica, ya que el trabajo en este contexto significa hambre, agotamiento, y muerte. Primo Levi, sobreviviente de Auschwitz, en su biografía, explica muy bien las condiciones de trabajo: “Ésta habrá de ser nuestra vida. Cada día, según el ritmo establecido […] trabajar, dormir y comer; ponerse enfermo, curarse o morir”[7], y como estas condiciones deterioraron a los prisioneros, “entonces por primera vez nos damos cuenta de que nuestra lengua no tiene palabras para expresar esta ofensa, la destrucción de un hombre. En un instante, con intuición casi profética, se nos ha revelado la realidad: hemos llegado al fondo. Más bajo no puede llegarse: una condición humana más miserable no existe, y no puede imaginarse[8]. En consecuencia, si el trabajo no es tiempo libre, entonces es el opuesto a ser libre, y de hecho el trabajo es su contrario, ya que es un tiempo de extenuación y fatiga donde deterioramos el cuerpo y agotamos nuestras energías físicas y mentales; por lo tanto, el trabajo jamás nos hará libres. Allí lo cínico de la broma de los fascistas. Hacer creer que, con la deshumanización, la destrucción y miseria del ser humano, se podría alcanzar la libertad.

En el capitalismo, el trabajo, también es un trabajo forzado. No por el hecho de estar detenidos en campos de concentración, sino por el hecho de que se trabaja para vivir, para satisfacer necesidades que implican la supervivencia. El obrero dirá Marx “no trabaja, por tanto, voluntariamente, sino a la fuerza, su trabajo es un trabajo forzado”[9]. Trabaja porque necesita comer y alimentar a su familia. Esta dispuesto a sacrificarse a tal punto que vende su actividad y en el transcurso va perdiendo sus fuerzas físicas e intelectuales, su vida y el producto mismo de su trabajo. Esta idea se manifiesta en que “en el trabajo no se pertenece a sí mismo, sino que pertenece a otro”[10], que el tiempo en el trabajo, es una actividad dedicada a otro ajeno, y que la actividad donde se hace uso de la fuerza de trabajo, adquiere independencia propia. Que no le pertenece, a tal punto que la actividad es extraña al trabajador, y con razón, ya que el dueño de esa actividad es el capitalista que se la apropia como suya. A su vez el producto del trabajo también se constituye como algo extraño al trabajador, quien es su generador, su productor. El producto de su trabajo se le presenta, también, como algo ajeno, vale decir, que el producto del trabajo realizado por el trabajador se le enfrenta como una cosa extraña y hostil. Que a pesar de que el trabajador es quien produce el objeto, este no lo reconoce como propio, ya que el producto es objeto de apropiación de otro. Mejor dicho, de expropiación del empresario, y que pasa a constituir parte de su propiedad privada.

 

El trabajo asalariado es una forma de esclavitud

El trabajador en la sociedad capitalista “vende por dinero su trabajo”[11], vale decir, vende su fuerza de trabajo, como una especie de mercancía, y el “capitalista la compra con dinero”[12], que lleva el nombre de salario que, a su vez, también es un tipo de mercancía. “De este modo, la fuerza de trabajo sólo puede aparecer en el mercado como mercancía siempre y cuando sea ofrecida en venta o vendida […] por su propio poseedor”[13]. El trabajador en dicho contexto tiene que “ser propietario libre de su capacidad de trabajo”[14] para poder venderla. Aquí expresada la gran conquista de la revolución de la burguesía: con la abolición del feudalismo y la servidumbre desaparece la vinculación del siervo con la tierra, las personas son libres del campo y su señor, ahora pueden viajar, migrar a la ciudad, trabajar en las nuevas industrias creadas por el burgués dueño del capital. El trabajador libre se vende él mismo, su fuerza de trabajo, su tiempo de actividad vital, día tras día, al capitalista quien la compra mediante el salario.

De esta manera, la burguesía cambia una forma de dominación por otra. En el mundo capitalista el trabajador es un esclavo que vende su propia actividad vital por dinero, y que su vida cotidiana “pertenece a quien se la compra”[15]. Los liberales y cristianos se espantarán con esta afirmación, ¿Cómo puede ser esclavo, quien vende su fuerza de trabajo de forma libre y voluntaria? Ellos dirán que a diferencia del siervo ligado a la tierra y su señor de por vida, el proletario no se encuentra ligado por vínculo alguno de servidumbre. Es más, es libre para vender su propia actividad vital. Es libre para vender su fuerza a otros, o dejar de trabajar para un determinado patrón. Lo cierto es que “el obrero, en cuanto quiera, puede dejar al capitalista a quien se ha alquilado, y el capitalista le despide cuando se le antoja, cuando ya no le saca provecho alguno o no le saca el provecho que había calculado. Pero el obrero, cuya única fuente de ingresos es la venta de su fuerza de trabajo, no puede desprenderse de toda la clase de los compradores, es decir, de la clase de los capitalistas, sin renunciar a su existencia. No pertenece a tal o cual capitalista, sino a la clase capitalista en conjunto, y es incumbencia suya encontrar un patrono, es decir, encontrar dentro de esta clase capitalista un comprador.”[16] Como vemos en las palabras de Marx, el trabajador, no es, otra cosa, que el esclavo de la clase capitalista, ya que, para vivir, está obligado a vender su fuerza de trabajo. Su libertad es un mero espejismo. La ilusión es pensar que el trabajador es libre de elegir. Cuando lo único libre del trabajador, es la posibilidad de elegir a cuál capitalista vender su fuerza de trabajo, optar entre el capitalista A o el capitalista B, pero jamás será libre de vender su propia actividad vital. En ello no existe libertad. Sí el trabajador decide no vender su fuerza de trabajo, implicaría necesariamente morir de hambre, “renunciar a su existencia”. Por lo tanto, el espejismo de la libertad del capitalista, es necesariamente hacer creer, que el trabajador es libre. Vale decir, crear la ilusión de libertad en el trabajador. Una libertad abstracta. En dicha situación, la única licencia que tiene el trabajador, es ser libre de elegir entre trabajar para los capitalistas o morir.

El trabajo en el capitalismo, en consecuencia, es esclavitud, “es la peor de las esclavitudes”[17], destruye al trabajador al punto de deteriorar su propio cuerpo. Pierde su personalidad e identidad en el proceso, y a su vez el trabajador es expropiado del producto de su trabajo. Mortificación, enajenación y expropiación constituyen las formas fundamentales de la división del trabajo, como también de la existencia de la propiedad privada. En el orden vigente, el trabajo asalariado es la otra cara de la propiedad privada. Ambas se encuentran conectadas y relacionadas. El trabajo asalariado existe por la propiedad privada, y a su vez la propiedad privada es consecuencia del trabajo asalariado. En el lenguaje dominante se llamará al trabajo asalariado como trabajo libre y a la esclavitud como libertad. Marcuse dice que “el trabajo asalariado es un hecho, pero al mismo tiempo es la restricción del trabajo libre que podía satisfacer las necesidades humanas. La propiedad privada es un hecho, pero al mismo tiempo la negación de la apropiación colectiva de la naturaleza por el hombre”[18]. Por ende, una fuerza social que pretenda poner fin a esta forma de dominación, tiene que tener en su horizonte de transformación, la claridad de desatar esta restricción, develar la falsedad existente en está apariencia de libertad que es precisamente su negación. Es allí donde el ocio también cobra una relevancia trascendental, apropiarse del ocio, como tiempo libre para uno, es a su vez la [re] apropiación del trabajo. Que el tiempo dedicado al trabajo será uno para sí y no para otro ajeno.

 

Recuperar el ocio, camino de la libertad

Recuperar el ocio, necesariamente implica su socialización, ya que históricamente ha sido patrimonio de las clases dominantes. En la antigua Grecia, por ejemplo, los hombres libres despreciaban el trabajo, preferían dedicar su tiempo a los problemas de la filosofía y cultivar sus cuerpos en el gimnasio. A su vez, el trabajo exclusivamente estaba destinado para los esclavos y las mujeres. En el orden vigente, solamente quienes se enriquecen del trabajo ajeno, pueden tener tiempo de ocio, esto es tiempo libre. Quien trabaja para vivir está condenado a una cotidianidad de explotación, de la cual no tiene ningún tipo de control, y del cual carece de reconocimiento en el mundo. No se reconoce a sí mismo en el mundo, ni el mundo capitalista lo reconoce a él. Esto se expresa primero en que las condiciones del trabajo vienen establecidas previamente por el orden materialista impuesto, sin posibilidad de alteración por parte del trabajador, “sobre todo porque se viene sacrificado ya desde su infancia y porque no tiene la menor posibilidad de llegar a obtener, dentro de su clase, las condiciones que le coloquen en otra situación”[19]. La segunda idea se expresa en la indiferencia del orden burgués para con los trabajadores, por ejemplo, en la actual revolución tecnológica. Steve Jobs, Bill Gates, Elon Musk, y Jeff Bezos son los referentes del avance tecnológico. Nombres muy importantes para compañías como Apple, Microsoft, y Tesla. Pero jamás hemos escuchado los nombres de los trabajadores de dichas empresas. Mucho menos algún tipo de reconocimiento a los trabajadores, que hicieron posible dicho avance. Vale decir, de los trabajadores que produjeron la millonaria riqueza de estas compañías. Los trabajadores son personas totalmente desdeñadas en el orden vigente, como dice Benjamin: “Quienes hasta el día de hoy han salido siempre vencedores de sus contiendas marchan en el desfile triunfal de los dueños del momento, que pasa por encima de los vencidos que yacen postrados en el suelo”[20].

Anteriormente se señaló la conexión que existe entre trabajo asalariado y propiedad privada. La sociedad que venga a superar el orden vigente, en el caso del ideario de Marx, la sociedad comunista, tiene que necesariamente abolir la propiedad privada, como también el trabajo asalariado.  De esta forma con el acto de la abolición de la propiedad privada, se producirá consecuencialmente al acto de apropiación, donde “el hombre obtendrá la verdadera propiedad sobre todas las cosas que hasta ahora le habían permanecido extrañas”[21]. No solamente se acabará con la propiedad privada, y el trabajo asalariado, también se pondrá fin al trabajo enajenado, ya que, aquellos productos que se le presentaban como extraños al trabajador, dejarán de serlo. El producto de su trabajo que se presentaba como una forma extraña y hostil, se volverá común y favorable. A su vez, al terminar con su enajenación, será libre de desarrollar sus energías físicas y espirituales en lo que realmente quiera, sin necesidad de venderse como mercancía a otro. La persona dejará de ser mercancía y retornará en humano. A mayor abundamiento, con la abolición del viejo orden, se pondrá termino a la sociedad de clases, que constituía la restricción de la libertad, “el hecho que existan clases contradice la libertad”[22]. La idea de libertad burguesa, es la idea de la libertad abstracta, como se dijo en un comienzo, es una ilusión, ya que el trabajador no es libre, o mejor dicho es solamente libre de vender su fuerza de trabajo. Aquí presente la contradicción, “cada quien es libre en la medida en que su clase sea libre”[23], en consecuencia, los límites de la libertad del individuo dependerán de la clase a la cual pertenece. Cuando esta relación llegue a su fin, la libertad alcanzará su plenitud. Al terminar la existencia de la clase, el individuo por lo tanto no se encontrará constreñido por los limites que le imponía la división del trabajo, es en ese sentido libre para su desarrollo individual, como también para su autorrealización, o en otras palabras “cada individuo no tiene acotado un círculo exclusivo de actividades, sino que puede desarrollar sus aptitudes en la rama que mejor le parezca, la sociedad se encarga de regular la producción general, con lo que hace cabalmente posible que yo pueda dedicarme hoy a esto y mañana a aquello, que pueda por la mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y después de comer, si me place, dedicarme a criticar, sin necesidad de ser exclusivamente cazador, pescador, pastor o crítico”[24].

El ocio, trabajo libre y apropiación colectiva conducen a la libertad. En una sociedad verdaderamente libre y emancipada, el tiempo de ocio es preponderante, más tiempo para sí. Tiempo libre para la propia autorrealización. Sin duda que también existirá trabajo, pero uno liberado de los límites impuestos, uno donde se trabajará menos y de forma dinámica, con actividades para desarrollar sus aptitudes donde le plazca, sin dedicarse exclusivamente a un tipo de labor, de allí la idea de que, en una sociedad comunista como la piensa Marx “no habrá pintores, sino, a lo sumo, hombres que, entre otras cosas, se ocupan también de pintar”[25] y junto con ello toda la apropiación colectiva de las riquezas producidas por él trabajo, serán socializadas y proporcionadas “de cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades”.[26] En este estadio de cosas, el interés del individuo libre y el interés de la sociedad se funden indisolublemente en uno, alcanzando de esta forma un estado de conciencia, donde “la vida estará configurada por las potencialidades del género humano, que abarca las potencialidades de todos los individuos que la componen”[27].

Ahora, sin duda que este horizonte de transformación y liberación ésta lejos de ser la sociedad que propone la nueva constitución. Pero sin duda los derechos fundamentales en materia de trabajo, constituyen un avance. El derecho al ocio, el derecho a la huelga y los proyectos legales de reducción de la jornada laboral –particularmente la última reconoce una realidad, el exceso de horas destinadas al trabajo, y su repercusión en la baja valorización del trabajo asalariado, a su vez, se hace cargo de ello, promoviendo una disminución de la jornada de trabajo mejorando de esta forma la calidad de vida personal y familiar de los trabajadores, reduciendo los riesgos para la salud, potenciado el bienestar y también aumentando los salarios reales– son propuestas normativas que buscan mejorar materialmente las condiciones de los trabajadores. Que son útiles a la hora de construir una sociedad a lo sumo, más democrática. Estos derechos que se presentan como conquistas para la clase trabajadora, guardan en su interior una potencialidad táctica, la existencia de “un derecho de la paz y de la guerra”[28], entre las clases que se enfrentan en la sociedad actual. A veces esos derechos se resuelven como derecho de paz, cuando los trabajadores logran alguna mejora salarial, o en las condiciones de trabajo. En otras se presentan como un derecho de la guerra cuando su disposición de lucha es por objetivos más avanzados. En ambas se presenta la tensión irrenunciable del derecho y de la lucha de clases. En esa lucha es que el tiempo libre cobra relevancia, compartir con la familia, practicar deporte, bailar, leer, jugar, etc., son momentos pequeños de autorrealización, y en la medida que ese tiempo vaya ampliándose y a su vez el tiempo de trabajo reduciéndose, menos esclavos nos volvemos, y recuperamos más espacios de nuestra libertad. Sin duda que el desafío de la clase trabajadora es enorme. En su lucha a veces se logran avances, en otras ocasiones, retrocesos, pero el derecho a la guerra, o “violencia divina”[29] no se detendrá hasta que no se haya logrado “su verdadero objetivo de clase, es decir, hasta que la clase obrera, a la par de su predecesor, el <tercer estado> de la revolución burguesa, se haya transformado de la nada social, al todo social”[30] y en ese acto liberar toda la potencialidad de la humanidad.

 

Agradecimientos

Agradecimiento especial a Vicente Clavero quien hizo correcciones, comentarios y recomendaciones en el texto.

 

Notas

[1] Herbert Marcuse, Razón y Revolución (Madrid: Alianza Editorial S.A, 2017) p. 358.

[2] Ibid.

[3] Karl Marx, Manuscritos Económicos-Filosóficos de 1844 (México D.F: Editorial Grijalbo S.A, 1966) p. 66.

[4] Ibid.

[5] Ibid.

[6] Ibid.

[7] Primo Levi, ¿Si esto es un hombre? (Barcelona: Muchnik Editores S.A, 2002) p.19.

[8] Primo Levi, ¿Si esto es un hombre? (Barcelona: Muchnik Editores S.A, 2002) p.13.

[9] Karl Marx, Manuscritos Económicos-Filosóficos de 1844 (México D.F: Editorial Grijalbo S.A, 1966) p. 66.

[10] Ibid.

[11] Karl Marx, Trabajo Asalariado y Capital 1849. Marxists Internet Archive, www.marxists.org

[12] Karl Marx, Trabajo Asalariado y Capital 1849. Marxists Internet Archive, www.marxists.org

[13] Karl Marx, El Capital (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1946) p. 153.

[14] Ibid.

[15] Karl Marx, Trabajo Asalariado y Capital 1849. Marxists Internet Archive, www.marxists.org

[16] Karl Marx, Trabajo Asalariado y Capital 1849. Marxists Internet Archive, www.marxists.org

[17] Paul Lafargue, El derecho a la Pereza (Barcelona: Virus Editorial, 2016) p. 16.

[18] Herbert Marcuse, Razón y Revolución (Madrid: Alianza Editorial S.A, 2017) pp. 344-345.

[19] Karl Marx, La Ideología Alemana (Madrid: Ediciones Akal, 2014) p.67.

[20] Walter Benjamin, “Tesis sobre el concepto de historia (1940)”, Iluminaciones (Bogotá: Editorial Taurus, 2018) p. 310.

[21] Herbert Marcuse, Razón y Revolución (Madrid: Alianza Editorial S.A, 2017) p. 352.

[22] Herbert Marcuse, Razón y Revolución (Madrid: Alianza Editorial S.A, 2017) p. 353.

[23] Ibid.

[24] Karl Marx, La Ideología Alemana (Madrid: Ediciones Akal, 2014) p.27.

[25] Karl Marx, La Ideología Alemana (Madrid: Ediciones Akal, 2014) p. 349.

[26] Karl Marx, Crítica al programa de Gotha (Moscú: Editorial Progreso, 1977) p. 12.

[27] Herbert Marcuse, Razón y Revolución (Madrid: Alianza Editorial S.A, 2017) p. 336.

[28] Karl Korsch, “Jus belli ac pacis en el Derecho del Trabajo”, Laboratorio Weimar (Valparaíso: Editorial EDEVAL) p. 233.

[29] Walter Benjamin, Crítica de la Violencia (Madrid: Editorial Biblioteca Nueva, 2021) p. 114.

[30] Karl Korsch, “Jus belli ac pacis en el Derecho del Trabajo”, Laboratorio Weimar (Valparaíso: Editorial EDEVAL) p. 238.

 

Bibliografía

Marcuse, Herbert (2017) Razón y Revolución, Alianza Editorial S.A, Madrid.

Marx, Karl (1966) Manuscritos Económicos-Filosóficos de 1844, Editorial Grijalbo S.A, México D.F.

  • (1946) El Capital, Fondo de Cultura Económica, México D.F.
  • (2014) La Ideología Alemana, Ediciones Akal, Madrid.
  • Trabajo asalariado y capital 1849, Marxists Internet Archive, marxists.org.
  • (1977) Crítica al programa de Gotha, Editorial Progreso, Moscú.

Benjamin, Walter (2021) Crítica de la Violencia, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid.

  • (2018) Iluminaciones, Editorial Taurus, Bogotá.

Lafargue, Paul (2019) El Derecho a la Pereza, Virus Editorial, Barcelona.

Levi, Primo (2002) ¿si esto es un hombre?, Muchnik Editores S.A, Barcelona.

Marzi, Daniela (Ed) (2002) Laboratorio Wiemar, Editorial Edeval, Valparaíso.

Diego Saavedra
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Licenciado en Ciencias Jurídicas por la Universidad Andrés Bello y estudiante del Magíster en Derecho de la Universidad de Valparaíso.