La inmovibilidad no es el camino ante restauraciones conservadoras: En el feminismo sigue existiendo una de las mayores acumulaciones de fuerza propia

Los discursos de las extremas derechas son peligrosos porque se estructuran en torno a necesidades materiales urgentes que genera el sistema capitalista y que perjudican de mayor manera la vida de las mujeres, por ejemplo, el no poder conciliar vida laboral y familiar, que les trae consecuencias reales como no poder tener trabajo asalariado o trabajo asalariado estable, y la necesidad de escoger entre dos caminos, en apariencia opuestos: una carrera laboral activa o la familia. Sin embargo, las respuestas políticas que proponen no buscan mejorar su calidad de vida, sino hacer avanzar políticas carcelarias y neoliberales, que justifican como “sentido común”. Entre esas necesidades materiales que sufre la clase trabajadora y los debates levantados en el proceso constituyente fallido, de septiembre de 2022, se produjo una desconexión. Esa desconexión nos dificulto comprender aspectos que resultarían claves en el rechazo: el valor otorgado a la propiedad privada, el esfuerzo personal, la libertad individual, la familia y la identidad chilena.

por Daniela López

Imagen / Día Internacional de la Mujer, Santiago, 8 de marzo, 2020, foto: Paulo Slachevsky. Fuente.


I.Crisis de sostenibilidad de la vida en clave feminista:

Nos enfrentamos a la agudización de una crisis de sostenibilidad de la vida postpandemia. Sin embargo, en palabras de Verónica Gago, esta crisis es expresión del “acumulado de despojos que han dejado cuatro o cinco décadas de neoliberalismo sobre nuestra región, mediante privatizaciones sistemáticas, formas de mercantilización de un montón de esferas y de tareas de la reproducción social y la devaluación, en general, de los ingresos de los trabajos asalariados, hacen que hoy el campo de la reproducción social sea un campo que tiene que estar permanentemente completado, asistido por cada vez mayores cargas de trabajo no pago.”1

Este avance del neoliberalismo requiere entender políticamente como impacta en las condiciones de vida de la clase trabajadora en general y de las mujeres en particular. Para Verónica Gago “la reproducción social es un terreno de experimentación en el que los movimientos feministas han podido evidenciar las carencias y a su vez proponer otros modelos de organización”. “Lo que está en disputa ahora es de qué manera, a partir de la organización de la reproducción social, organizamos la política. Creo que, al politizar este terreno, las luchas feministas están poniendo la pregunta de qué significa transformar la vida cotidiana y desde ahí, todo lo demás.”2

Es un hecho el incremento del desempleo y el empeoramiento de las condiciones laborales de la fuerza de trabajo femenina3. Ahora, el efecto de la crisis sobre el trabajo (remunerado y no remunerado) no se refleja únicamente en las tasas de actividad, ocupación y desempleo, puesto que, para entender esos índices es necesario vincularlo al mencionado avance del neoliberalismo sobre la esfera de la reproducción social. La falta de redes y servicios de cuidados para las mujeres es causa directa e indisociable de la posibilidad de emplearse a tiempo completo4. Es decir, de poder tener derecho al trabajo remunerado.

Por otra parte, esta crisis tiene efectos colaterales sobre la autonomía financiera y el acceso al crédito de las mujeres, que terminan creando una vertiginosa caída en su calidad de vida, por no tener la posibilidad de acceder al bienestar material y a la libertad de toma de decisiones asociadas a la tenencia de salario en un empleo formal, que les permita sostener a sus familias.

María Ángeles Durán ha dedicado parte importante de sus investigaciones a quienes ejercen labores de cuidado, dentro o fuera del mercado laboral, siendo en su mayoría mujeres a nivel mundial. A esta fuerza de trabajo la ha denominado “Cuidatoriado”, sector social, que a su juicio, tiene la potencialidad de constituirse como una nueva clase social: “de momento con muy pocos derechos porque, entre otras cosas, casi carece de conciencia de clase” “¿Quién da la conciencia de clase a quienes no la tienen y, por lo tanto, son muy poco reivindicativos?”, se ha preguntado la socióloga, además agrega que en estos momentos en España la mayoría de las mujeres que cuidan a sus familiares “lo hacen por razones morales y afectivas y carecen de capacidad de reivindicación”5.

Este escenario, de mayor precarización de las condiciones de reproducción de la vida cotidiana, fue el escenario que cobijó las movilizaciones de la última década, el estallido social del 2019, incluyendo las elecciones constituyentes lideradas por sectores de izquierdas, el plebiscito de salida del 4 de septiembre de 2022, donde gana ampliamente el rechazo y las elecciones del Consejo Constitucional 2023, con un radical triunfo del Partido Republicano.

II. La derrota del 4 de septiembre. Inmovilidad y Desorientación:

En una lúcida descripción, Pierina Ferreti, relata que “para la izquierda el plebiscito del 4 de septiembre era mucho más que una contienda electoral. Era un hito destinado a sellar, con amplio respaldo popular (…) la muerte de esa máquina de desposesión material y política que es la Constitución de la Dictadura”6. Sin embargo, vivimos una determinante derrota, que fue sentida también por las izquierdas del mundo en medio de una crisis sistémica cuya resolución se debate entre la regresión autoritaria y la democracia, cada victoria y cada derrota repercute en el marco global7.

La geografía mundial se viste de un aumento de países donde las derechas- en sus expresiones variopintas, incluyendo extremas y populistas-, van en auge y las izquierdas se ven arrinconadas y de capa caída. La fragilización de las condiciones de vida debido a la crisis económica global vuelve el futuro, por muy cercano que sea, en una incertidumbre permanente que está siendo explotada por sus liderazgos, muchos de ellos femeninos, cuyos discursos reivindican la familia natural o tradicional.

Bárbara Sepúlveda explica que “todos esos movimientos políticos (…) tienen en común la retórica de que el feminismo es “ideología de género”. Esta idea la sostienen activistas religiosos, la ultraderecha y neoconservadores que atacan las reivindicaciones feministas y LGTBIQA+, quienes señalan que estas no serían más que un discurso ideológico, sin base científica, articulado y promovido por la “nueva Izquierda” mundial, apoyado por organizaciones internacionales (como la organización de las naciones unidas, ONU) y corporaciones transnacionales, cuya finalidad es destruir la familia al tergiversar los principios básicos del orden natural y la complementariedad entre el hombre y la mujer.”8

Los discursos neoconservadores están permeando cada vez más ámbitos de la vida política y social, incluyendo elaboraciones del pensamiento progresista y de izquierda, por ejemplo, el feminismo, que se ve infiltrado por una proliferación de temáticas, lideres mujeres e intelectuales de derecha y extrema derecha que con una narrativa antifeminista construyen una oposición entre las mujeres “comunes, corrientes y femeninas” versus las feministas, en particular mediante la reivindicación del estereotipo de “madre tradicional” para establecer su propia agenda de género en torno a la maternidad, la familia y el punitivismo para la violencia de género y la crisis de seguridad pública. Respecto a este último punto, Clara Serra señala que “En la actualidad está abierto un debate global acerca del lugar que ocupa la política penal en la construcción de la ciudadanía en el siglo XXI. El sociólogo Loïc Wacquant es uno de los principales referentes de una reflexión crítica sobre el actual avance de los sistemas de castigo en las democracias liberales. Su tesis es que la expansión del sistema penal es una característica esencial de la actual fase del neoliberalismo. Ante el retraimiento del estado de bienestar y los sistemas de protección social y el aumento de la incertidumbre y la inseguridad, los Estados prometen la paz y el orden a través del endurecimiento de los sistemas de castigo, sistemas que, a su vez, se están dirigiendo contra las poblaciones más pobres y más vulnerables.”9 “La llegada de fuerzas de extrema derecha a las democracias de Europa y del continente americano agrava aún más el problema y muestra la urgencia de que los proyectos democráticos salgan de la vía del punitivismo. Por ello, se vuelve radicalmente determinante el tipo de política que los feminismos pongan sobre la mesa. Porque la violencia contra las mujeres es muy a menudo la baza perfecta para defender las políticas penales más duras.”10

Estos discursos de las extremas derechas son peligrosos porque se estructuran en torno a necesidades materiales urgentes que genera el sistema capitalista y que perjudican de mayor manera la vida de las mujeres, por ejemplo, el no poder conciliar vida laboral y familiar, que les trae consecuencias reales como no poder tener trabajo asalariado o trabajo asalariado estable, y la necesidad de escoger entre dos caminos, en apariencia opuestos: una carrera laboral activa o la familia. Sin embargo, las respuestas políticas que proponen no buscan mejorar su calidad de vida, sino hacer avanzar políticas carcelarias y neoliberales, que justifican como “sentido común”, término explícito ocupado por el líder del Partido Republicano, José Antonio Kast, tras la victoria de su partido en las elecciones del Consejo Constituyente, el 7 de mayo de 202311 :“hoy triunfaron las ideas del sentido común”.

Ahora bien, entre esas necesidades materiales que sufre la clase trabajadora y los debates levantados en el proceso constituyente fallido, de septiembre de 2022, se produjo una desconexión. “La multitud de octubre 2019 se movilizó por intereses materiales y demandas concretas, y, no al menos inmediatamente por una nueva constitución (…) El pueblo que protagoniza la revuelta no protagoniza el proceso constituyente12. Esa desconexión nos dificulto comprender aspectos que resultarían claves en el rechazo: el valor otorgado a la propiedad privada, el esfuerzo personal, la libertad individual, la familia y la identidad chilena13.

III. La maternidad en crisis y la disputa en su representación política:

La crisis económica agudiza la crisis de los cuidados, lo que ha provocado que las mujeres madres y que ejercen labores de cuidado, continúen más rezagadas en el retorno a la normalidad del mercado laboral, debido a la contracción de las economías, la pérdida de redes de cuidado y la falta efectiva de medidas de conciliación trabajo-familia; aumentando la precarización, la informalidad y la feminización de la pobreza.

Como es obvio las mujeres siempre han trabajado (remunerada o no remuneradamente), pero estamos en un escenario global de disputas ideológicas y no de historia, en este sentido, Michael Kimmel, explica por qué tantas mujeres votaron por Trump en Estado Unidos. “La razón es que muchas de ellas no votaron en cuanto “mujeres” sino en cuanto “madres”: madres trabajadoras que preferían no tener que trabajar remuneradamente, creyentes en que su papel consiste en ocuparse del hogar y criar a los hijos, mientras sus maridos son la cabeza de la familia tradicional, que debe ganar el pan para los suyos”14. Un voto que dibujó una diferencia antagónica entre feministas y madres, que las derechas han empezado a capitalizar, situando su representación en el sujeto universal hegemónico: hombre, nacional, heterosexual y portador del salario único familiar mediante su esfuerzo, el cual se ha visto amenazado por el feminismo.

Kimmel detalla la amenaza que han sentido los hombres “se aferran con uñas y dientes a los viejos ideales, las mujeres y las minorías se han abierto paso en antiguos bastiones de irrestricta masculinidad”, profundizando en la idea de que “se sienten molestos e intranquilos, debido a que sienten una erosión de sus legítimos privilegios, y han encontrado objetivos convenientes sobre los que descargar su rabia” “los inmigrantes, quienes en su opinión les quitan los puestos de trabajo (…) reniegan de las mujeres, a su juicio, atractivas, seductoras y libertinas- que los repudian y los dejan con un palmo de narices-. Afirman estar molestos con sus esposas- algo distinto a estarlo con las mujeres-, que atan en corto a sus maridos en cuanto que gana panes cumplidores, y los fuerzan a aceptar trabajos odiosos de manos de unos jefes tontos del culo, y todo para sacarles los colores a la hora del divorcio, robándoles los críos y dejándolos sin un chavo y más solos que la una. Y, por último, reniegan de un gobierno, que, en el mejor de los casos, no mueve un dedo por ayudarlos-, y, en el peor; lo empeora todo con sus políticas-”15. En esta misma línea, la politóloga feminista, Javiera Arce, le denomina “masculinidad reaccionaria”, a la cual describe de la siguiente forma: “De hecho, veo una especie de masculinidad reaccionaria, un poco más articulada en términos de debate, con ganas de herir susceptibilidades. Con ejemplos tan nefastos como Parisi que no paga la pensión de alimentos. Y en segundo orden gente del Partido Republicano que habla pestes de las mujeres, como el diputado Johannes Kaiser que dijo que había que felicitar a los hombres que violaron a mujeres feas. O esta cosa de la corrección de las mujeres lesbianas a través de la violación como discurso hegemónico, dentro de esta cloaca de masculinidad herida por el feminismo, por los avances de las mujeres. Entonces es muy complejo que estas masculinidades clásicas, violentas, patriarcales, empiecen a tomar espacio en el sistema político y sus discursos comiencen a ser aceptados y seguidos por otros varones que ven su masculinidad mancillada por los procesos políticos de avance de la liberación de las mujeres.”16

Arsenio Cuenca en “Alter-Feminismo” describe como las mujeres de ultraderecha se abren camino, mediante la unión existente entre avances neoconservadores y el alza de sus liderezas, en torno a la reivindicación de la maternidad y la familia tradicional o natural, como valores constitutivos de la identidad nacionalista y popular. Ejemplos: el movimiento tradwife o “Esposas tradicionales” en el mundo anglosajón, reivindica el rol de dueñas casa criticando haber sido injustamente obligadas a incorporarse al mundo del trabajo asalariado, sin haberlas liberado de la carga de los trabajos del hogar e impidiéndoles formar una familia. Una afirmación que ataca directamente los ideales de autonomía y libertad de los feminismos, expresados en la consigna “lo personal es político” que visibiliza el confinamiento impuesto a las mujeres en la esfera privada donde encuentra vitalidad el aislamiento y las dinámicas de violencia machista, mientras los hombres son y han sido dueños de la esfera pública. Otro ejemplo es “Las Antígonas”, en París. Esta asociación, nace de las movilizaciones ultraconservadoras en 2013 para protestar contra la legalización del matrimonio homosexual y demandar por la enseñanza de los hijos en casa, allí donde afirman que la mujer tiene un rol fundamental de transmisión de valores, al ser el corazón del hogar. Estas reivindicaciones han encontrado representación política mediante rostros femeninos de extrema derecha, como señala Cuenca, para capitalizar el voto de las mujeres. Las derechas han puesto rostros de mujer a sus movimientos y partidos. Las consignas sobre la feminidad de Marine Le Pen se han estructurado en torno a la seguridad pública y en contra de la migración, mediante la imagen de un enemigo común de la nación que ha llamado ”inmigrante violador”. Meloni, en Italia, apela a las italianas que quieren prosperar, pero no consiguen conciliar su vida laboral con la de madre, incentivando políticas que profundizan los roles de género y la división sexual del trabajo, con clara oposición a las políticas laborales de igualdad de género, que buscan redistribuir equitativamente los cuidados en la sociedad. La maternidad juega un rol clave en su imagen pública, pues ella se presenta como una figura materna, símbolo de la prosperidad de la nación italiana.

Ahora bien, volviendo a Chile, es indispensable no perder de vista que esta instrumentalización de las mujeres madres por parte de las derechas existe activamente, con un afán electoral para hacer avanzar agendas de mayores privatizaciones sistemáticas y de formas de mercantilización de un montón de esferas de la reproducción social, como explica Verónica Gago, al inicio de este texto.

La crisis de los cuidados que impacta la empleabilidad femenina ha organizado a sectores importantes de mujeres trabajadoras madres en torno a demandas por medidas de conciliación efectivas, que les permitan organizar las labores de cuidado con el trabajo remunerado, debido al retorno progresivo a la presencialidad en los lugares de trabajo post pandemia, al tener obstáculos directos para poder trabajar, como son: los horarios de las instituciones de educación (sala cunas, jardines infantiles y colegios) que no son compatibles con las jornadas laborales, lo cual genera un impedimento efectivo para la estabilidad en el empleo de las mujeres, puesto que tienen que estar interrumpiendo su jornada para ir a buscar a sus hijos/as y dejarlos en alguna red de cuidados familiar o teniendo que tercerizar en el mercado mediante cuidadoras pagadas o servicios los cuidados, precarizando más sus condiciones económicas, puesto que son servicios de alto costo, que la mayoría de las mujeres no pueden pagar o sostener solas, por la devaluación del trabajo femenino y la brecha salarial de género.

Sumado a ello, se ven expuestas a permanentes conflictos con sus empleadores, quienes las amonestan por ausentarse, no cumplir la jornada regular o derechamente les descuentan del salario estas horas, en que se ven obligadas a organizar los cuidados, lo cual es otro factor de precarización, que incluso las termina expulsando del mercado laboral por despido o renuncia.

En este sentido, demandan más y mejores medidas de conciliación para tener herramientas que les permitan mantenerse dentro del mercado laboral, pudiendo hacerse cargo de la organización de los cuidados, aunque sea a costa de su mayor explotación -que la reconocen- pero encuentran más gravoso, el hecho que por la falta de servicios públicos de cuidados se vean obligadas a renunciar para cuidar o reducir jornadas laborales; alternativas que a todo evento son precarizantes y les niegan la autonomía económica, manteniendo los cuidados como carga y sacrificio femenino. Esta necesidad material por tener derecho al ingreso y estabilidad en el trabajo remunerado formal, las he llevado a organizarse e interpelar a la política.

IV. Elecciones 7 de mayo. Triunfo del Partido Republicano mediante una avanzada conservadora:

La forma en que arrasa electoralmente el Partido Republicano abre la necesidad urgente de disputar el sujeto mujer madre y la familia trabajadora en Chile, desde una política de izquierda feminista.

La familia tradicional ha sido la institución por excelencia de la instauración de la división sexual del trabajo, en desmedro de la explotación gratuita de las mujeres y de la violencia de género en el espacio doméstico, pero, que la vez alberga nuestras primeras experiencias de apoyo mutuo, en particular por el ejercicio del maternaje asociado el cuidado familiar.

Sonia Montecino en “Madres y Huachos: alegorías del mestizaje chileno” reflexiona en torno a la identidad chilena, mediante el mito mariano, la noción de mestizaje y la de huacho, asociada a la construcción del género femenino en el contexto latinoamericano, desde la madre que asume solitaria su rol como tanto en las de los hijos e hijas que crecen en una situación de “bastardía esencial”. Lo femenino se constituye desde una ausencia de lo masculino, ausencia como pareja de “la” mujer y del mismo modo abandono del padre. Una identidad genérica femenina, popular y familiar, desde su potencia como maternidad biológica y cultural (no naturalizándola sino resaltando su eficiencia simbólica para la construcción de la identidad chilena). La autora demuestra que la ausencia del padre no es una carencia, sino una ausencia legitimada por una cultura patriarcal. Así, se constituyen miles de familias, donde las mujeres populares encuentran su reconocimiento en la sociedad en tanto madres de esfuerzo que crían a hijos e hijas solas. Lo femenino como sacrificio y subyugación.

Betty Friedan, en su obra, “La Mística de la Feminidad”, que es un estudio de la situación de la mujer a principio del siglo XX, muestra como muchas mujeres madres sufrían el llamado “malestar que no tiene nombre”, el cual, paradójicamente, podemos encontrar aún en nuestros días. Lo que Friedan quería plasmar en su obra eran todas las limitaciones impuestas a las mujeres en la esfera doméstica, hábitos de vida que incluían cuidado de los hijos, de la casa y estar atentas a cualquier deseo de su marido. Muchas mujeres caían en depresión, presentaban malestares físicos y un mayor consumo de alcohol. Friedan habla de ese vacío, de esa necesidad de identidad propia de la mujer: “El malestar ha permanecido enterrado, acallado, en las mentes de las mujeres estadounidenses, durante muchos años. Era una inquietud extraña, una sensación de insatisfacción, un anhelo que las mujeres padecían mediado el siglo XX en Estados Unidos. Cada mujer de los barrios residenciales luchaba contra él a solas. Cuando hacía las camas, la compra, ajustaba las fundas de los muebles, comía sándwiches de crema de cacahuete con sus hijos, los conducía a sus grupos de exploradores y exploradoras y se acostaba junto a su marido por las noches, le daba miedo haber, incluso hacerse a sí misma, la pregunta nunca pronunciada: “¿Es esto todo?”17

Silvia Federici en esta línea reflexiona que “Por otra parte, no podemos luchar con eficacia por el aborto si no luchamos también por el derecho de las mujeres a tener hijos. En Estados Unidos, hemos visto que la negación de la maternidad ha sido tan poderosa como la negación del aborto, especialmente para las mujeres negras, a quienes, desde la esclavitud hasta el presente, se les ha negado la maternidad. Hoy, para una mujer negra, especialmente una mujer negra pobre, embarazarse es un riesgo. Corre el riesgo de ser arrestada, encarcelada y perseguida. Se ha creado un sistema de vigilancia que conecta hospitales, médicos y enfermeras con la policía, de manera que si algo parece anormal durante el procedimiento médico que atraviesa una mujer embarazada, corre el riesgo de ser criminalizada.

Muchos estados han legislado algo que se conoce como leyes de protección fetal. Algunos han llegado al extremo de decir que, desde el momento en el que estás embarazada, puedes deducir el embarazo de tus impuestos. Es muy importante evitar caer en la posición de algunas mujeres en los años setenta, cuando las feministas declararon precipitadamente que el derecho al aborto era el elemento central del derecho a decidir. Necesitamos decidir en el ámbito de la reproducción. Decidir significa poder tener hijos y poder no tenerlos. El auténtico control de nuestros cuerpos es la posibilidad de hacer ambas cosas.”18

La familia es un común y como todo lo común muestra su potencialidad política al instante, afirma Paco Herrero19 “no se puede hablar de ella sin tocar directamente la infancia, la organización social, el trabajo productivo y reproductivo, el género, la identidad y diversidad, la comunidad y el Estado, la violencia, la interdependencia, la vivienda, la sexualidad, etc”20. Esa potencialidad la utilizan las extremas derechas para el avance de sus agendas ideológicas, siendo la izquierda reactiva a su ofensiva. No se ha sabido encontrar un espacio donde la defensa de la familia y menos de las mujeres madres no suene sospechosa.

La izquierda feminista se muestra reacia a nutrir de derechos y legislar de manera valiente un lugar del que quiere huir y así, en su afán de diferenciación ideológica con la derecha, regala al discurso conservador algo que nos pertenece a todas y todos y del que somos parte, y en la práctica la desposesión es mayor aún, porque son ellos los dueños de las empresas de gestión de servicios que capitalizan la externalización de los cuidados y los que, en sus casas, pueden hacer viable la familia sin apoyos públicos. Lo reproductivo queda en sus manos, y en las nuestras el vacío, el abandono y la sobreexplotación de las mujeres que cuidan aisladas en los hogares.

Son los modelos de familias tradicionales-patriarcales los que prevalecen por los avances neoconservadores, los que presumen de viabilidad y protección política, y las alternativas quedan asfixiadas en las trampas de la precariedad del individualismo, del sálvese quien pueda, dejando la conciliación y corresponsabilidad social del trabajo reproductivo y productivo al agobio individual de las mujeres que cuidan solas.

En este contexto, la mayoría de las fuerzas políticas de izquierdas no sabe responder a la organización y presión social de las madres trabajadoras, reduciendo sus demandas a banderas neoliberales de las derechas, lo cual es muy peligroso en términos políticos, más si consideramos el rotundo triunfo del Partido Republicano, el cual tiene como uno de sus pilares centrales para la restauración conservadora, la defensa de la familia natural o tradicional.

Wendy Brown “En las ruinas del neoliberalismo” indaga en el matrimonio entre neoliberalismo y conservadurismo post triunfo de Trump en las elecciones norteamericanas. Ella pone el foco en la moralidad del proyecto neoliberal clásico- recorriendo en detalle las obras de Friedman y Hayek- que funciona como el “cemento que une los conceptos de libertad y tradición, de familia y libre mercado, a la vez que se convierte en el fundamento para desmantelar la sociedad” 21mediante la mercantilización de las áreas de la reproducción social. Añade la autora que “A lo que prestamos muy poca atención en los intelectuales neoliberales clásicos es a su apego a la moral tradicional, arraigada en la familia, como parte vital de su visión de un buen orden. Hayek y los ordoliberales fueron explícitos, pero también está presente en ese viejo libertario llamado Milton Friedman. Para todos ellos, la familia heteropatriarcal es, a la vez, sede y expresión del orden moral y también la unidad económica esencial.” “Reagan y Thatcher también fueron claros en esto: las familias reabsorberían la responsabilidad de lo que el Estado de Bienestar había proporcionado erróneamente, desde la educación hasta el cuidado de los ancianos”22. Para Brown “Hoy en día, para las extremas derechas, las disposiciones legales de igualdad para las mujeres, las personas LGBTQA+ y los grupos raciales históricamente subyugados son identificadas como decretos de un Estado totalitario que no solo destruyen los órdenes morales divinos o naturales, sino también afrentan la libertad. Esto es tan cierto en los Estados Unidos de Trump como en el Brasil de Bolsonaro” 23. Estos ataques son expresión de un neoliberalismo que se relanza en un sentido ultra-conservador, mediante el fetichismo a una “hiper-individualidad”, donde no existe más orden social que lo que quiera cada individuo, desdibujando toda relación social de desigualdad, mediante la defensa ideológica de la libertad. Este componente de “hiper-individualización” no era intencional en los “padres fundadores” del neoliberalismo clásico, generando las ultras derechas un “neoliberalismo frankenstein” como lo llama la autora, del “salvase quien pueda”, el cual manipula y moviliza los afectos del nihilismo, el fatalismo y el resentimiento para desmovilizar la protesta social donde han fermentado las demandas de justicia social, en particular las luchas por la liberación de las mujeres.

V. En el feminismo sigue existiendo una de las mayores acumulaciones de fuerza propia:

En América Latina el origen del neoliberalismo es indisimulablemente violento y la política del Partido Republicano es expresión de esa violencia constitutiva, donde el objetivo de su ofensiva no es solo construir relatos funcionales a la restauración del orden, instrumentalizando la inseguridad económica y social que viven las familias trabajadoras, “se trata sobre todo, de desarmarnos intelectualmente haciéndonos renunciar a nuestras propias lecturas y de impedir que los sectores populares que cobran protagonismo en este ciclo avancen en su proceso de constituirse en sujetos históricos”24.

La desorientación ideológica nos hace sobre accionar reduciéndonos a la idea de que el pueblo chileno es demasiado neoliberal, lo que nos inmoviliza, pero, por otra parte, es un simplismo intelectual que nos arrincona más socialmente. Hoy, necesitamos reorganizarnos en la disputa abierta que constituyen estas subjetividades populares.

En esa línea, Ferreti es clara en afirmar, que “Por suerte, tenemos hacia donde mirar. El feminismo ha sido en estos años nuestro mejor laboratorio: al calor de su despliegue hemos visto surgir subjetividades desobedientes, deseos que alteran el orden (…). En el feminismo seguimos teniendo nuestra mayor fuerza.”25

La potencia feminista no sólo ha actuado en Chile, sino a nivel internacional como lo describe Clara Serra: “El avance del feminismo en los últimos tiempos es uno de los acontecimientos políticos y sociales más notorios y con efectos de mayor alcance para los proyectos de izquierdas. Al compás de importantes movilizaciones de mujeres que han tenido lugar estos años en diversos países, el feminismo ha ido calando en la vida social, llegando a sus espacios más cotidianos y produciendo un movimiento tectónico del sentido común.”26 Nuevos sentidos comunes como: la intolerancia a la violencia de género, los cuidados como trabajo y las mujeres que los ejercen como trabajadoras, los derechos sexuales y reproductivos en torno a la anticoncepción y la democracia paritaria, son conquistas de derechos para las mujeres que, hoy, las ultras derechas identifican como enemigos principales. Buscan no solo un retroceso en nuestras conquistas, sino replegarnos nuevamente al hogar y la vuelta de las mujeres a la servidumbre de sus maridos, y al aislamiento de la violencia doméstica, como un problema privado, que nos ha arrebatado muchas vidas.

Para ello, debemos elaborar una táctica hacia los sectores populares, hacia las familias y las mujeres que las sostienen, mediante la maternidad y las labores de cuidado. Como recuerda, Ferreti “Gramsci llamaba “núcleos de buen sentido” a aquellos aspectos de la cultura popular que entrañaban cierta sabiduría y que con trabajo político pueden orientarse hacia un punto de vista socialista”27 y feminista. Debemos disputar el poder que hoy representan las ultras derechas sin sucumbir a sus lógicas

Es real, las mujeres estamos en peligro pero como feministas al silencio no volvemos más.


Notas

2 https://socialesehistoria.udp.cl/entrevista-a-veronica-gago-academica-invitada-a-la-catedra-norbert-lechner-udp-sobre-la-lucha-feminista/

6 Ferreti, Pierina. De triunfos y derrotas: narrativas Criticas para el Chile Actual, pag 85, Santiago, 2023

7 Ferreti, Pierina. De triunfos y derrotas: narrativas Criticas para el Chile Actual, pag 86, Santiago, 2023

8 Sepulveda, Bárbara. La ofensiva antifeminista en Chile: La ideología de género como estrategia de la reacción patriarcal. De triunfos y derrotas: narrativas Criticas para el Chile Actual, pag 158, Santiago, 2023

9 <https://www.icip.cat/perlapau/es/articulo/estrategias-feministas-contra-el-paternalismo-penal/>

10 <https://www.icip.cat/perlapau/es/articulo/estrategias-feministas-contra-el-paternalismo-penal/>

11 https://www.youtube.com/watch?v=1ZhThrgUKmU

12 Ferreti, Pierina. De triunfos y derrotas: narrativas Criticas para el Chile Actual, pag 92, Santiago, 2023

13 Ferreti, Pierina. De triunfos y derrotas: narrativas Criticas para el Chile Actual, pag 93, Santiago, 2023

14 Kimmel, Michael. Hombres (blancos) Cabreados. La masculinidad al final de una era, España, 2919, pag 17

15 Kimmel, Michael. Hombres (blancos) Cabreados. La masculinidad al final de una era, España, 2919, pag 46-47

17 Friedan, Betty. La mística de la Feminidad. España, 2029, pag. 53.

18 <https://ctxt.es/es/20230401/Politica/42522/entrevista-silvia-federici-veronica-gago-feminismo-fascismo-eeuu-estrategia-politica-cuidados-trabajadoras.htm?utm_campaign=twitter>

21 Brown, Wendy. En las ruinas del neoliberalismo. El ascenso de las políticas antidemocráticas en Occidente. Buenos Aires, Argentina, 2020, pag 10.

22 <https://jacobinlat.com/2020/12/03/el-neoliberalismo-en-ruinas/>

23 https://jacobinlat.com/2020/12/03/el-neoliberalismo-en-ruinas/

24 Ferreti, Pierina. De triunfos y derrotas: narrativas Criticas para el Chile Actual, pag 88, Santiago, 2023

25 Ferreti, Pierina. De triunfos y derrotas: narrativas Criticas para el Chile Actual, pag 95, Santiago, 2023

26 <https://jacobinlat.com/2022/08/22/un-feminismo-para-desactivar-la-reaccion-3/>

27 Ferreti, Pierina. De triunfos y derrotas: narrativas Criticas para el Chile Actual, pag 94, Santiago, 2023

Daniela López Leiva
+ ARTICULOS

Abogada, Investigadora de la Fundación Nodo XXI.