Ofensiva palestina contra Israel ¿Por qué ahora? ¿Cómo frenar la violencia?

En este breve artículo se busca analizar la decisión de varias facciones armadas palestinas (Hamas, Yihad Islámica, FPLP, FDLP) de iniciar una ofensiva inédita en contra de Israel desde la Franja de Gaza, las razones políticas y los objetivos que pueden estar detrás de la decisión, y el contexto histórico y coyuntural que rodea esta escalada del conflicto entre Israel y los palestinos.

por Felipe Ramírez

Imagen / Tanque Merkava capturado, 7 de octubre 2023. Fuente.


Acompañan este artículo dos columnas traducidas desde la revista israelí +972: una que relata las impresiones de un activista y periodista en las primeras horas del ataque, y otra que denuncia la progresiva limpieza étnica de un amplio sector de Cisjordania, como parte del proyecto colonial para ocupar permanentemente el territorio palestino.

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No cabe duda de que los acontecimientos del 7 de octubre pasarán a la historia: en una jornada inédita, fuerzas militares de diferentes facciones de la resistencia palestina iniciaron una ofensiva desde la Franja de Gaza en dirección al sur del Estado de Israel, tomando por sorpresa completamente al ejército israelí en el que debe ser el mayor fracaso de los servicios de inteligencia israelíes desde la guerra de 1973 -de la que se cumplieron 50 años el día de ayer-.

Las columnas de milicianos ingresando a Israel, destruyendo tanques Merkava, capturando asentamientos de colonos y puestos de avanzada militares, se mezclaron con las terribles imágenes de civiles aterrados, rehenes o asesinados, en un ataque que es corolario de meses de ataques cada vez más violentos por parte de colonos y del Estado de Israel en contra de la población palestina en Cisjordania.

A diferencia de las guerras de 1956, 1967 y 1973, por primera vez este es un conflicto en el que el adversario de las fuerzas armadas israelíes son las organizaciones palestinas y no los Estados árabes como Egipto, Siria o Jordania, en un enfrentamiento armado abierto y no en un levantamiento popular y de masas, como fuera la intifada de fines de los 80 o la segunda intifada del año 2000.

Si bien los hechos sobre el terreno aún son confusos, para realizar un análisis dividiré este texto en dos partes, para luego pasar a una valoración más política de la situación.

La primera parte tiene que ver con los elementos más propiamente “militares” del ataque palestino contra Israel, mientras la segunda profundizará en el contexto en el que se desarrolla la operación “Inundación de Al-Aqsa”.

 

Una feroz pero limitada ofensiva

Nadie duda de que el ataque ha tenido un alto componente de ferocidad, que se ha traducido en una sorpresa completa sobre las tropas israelíes, pero también con la muerte de numerosos civiles en el área de conflicto. Es evidente también que esta operación, que involucra, al menos, a las facciones armadas de Hamas, la Jihad Islámica, el Frente Popular para la Liberación de Palestina y el Frente Democrático para la Liberación de Palestina, es producto de una larga planificación.

De acuerdo a diferentes informaciones, los milicianos palestinos lograron ingresar hasta poblados mayores como Sderot, Askelon y Ofakim, así como en asentamientos menores de colonos y bases militares fronterizas, aunque de acuerdo a reportes de prensa la contraofensiva israelí ya estaría recuperando algunas de esas localidades.

En este sentido, queda más que claro que, en términos militares, los objetivos del ataque de hoy son más bien modestos: en términos territoriales pareciera buscar que los combates se desarrollen lo más lejos posible de la Franja de Gaza misma, de manera de que los costos no involucren solo al lado palestino, como en las anteriores operaciones de bombardeo israelí contra el enclave.

En un nivel propiamente militar, la destrucción del muro fronterizo y el saqueo de los puestos militares habría permitido a las milicias palestinas capturar armamento moderno de todo tipo, y también desarticular el dispositivo que alimenta el brutal e inhumano bloqueo al que Israel somete a la Franja de Gaza desde el año 2006.

A esto se agregaría un factor más bien simbólico: hacer tambalear la idea de que el ejército de Israel era invencible, y que inevitablemente siempre vencería sobre las fuerzas árabes. La destrucción y captura de tanques Merkava es claro en ese sentido, al existir la idea de que es el “mejor tanque” en la actualidad.

Pero pareciera ser evidente que los grupos palestinos no tienen la capacidad militar para librar una guerra convencional con Israel, o penetrar de manera más profunda en su territorio pudiendo asegurar el control del territorio capturado. El hecho de que estén tomando rehenes -incluidos oficiales militares de alto nivel- pareciera indicar, por el contrario, la decisión de resistir lo más posible, pero buscar rápidamente una negociación y posiblemente un intercambio de prisioneros, como ya se ha hecho en el pasado entre facciones palestinas y el Estado de Israel.

En términos políticos, además, el carácter unitario del ataque -reuniendo a facciones de izquierda e islamistas- y la no participación de Fatah en el mismo, es una señal de desafío al tradicional liderazgo que hoy representa Mahmud Abbas: el resto de las organizaciones buscan instalarse como actores políticos relevantes, en medio de la cada vez mayor convicción de que a 30 años de firmados, los acuerdos de Oslo están completamente desfondados debido a la decisión israelí de profundizar la ocupación y el apartheid.

 

¿Por qué ahora?

Como se insinuó al principio de este breve artículo, esta escalada en el conflicto llega luego de meses en los que la violencia se ha ido acumulando en Palestina, en medio de varias crisis interrelacionadas.

Por un lado, la expansión sin control de los asentamientos ilegales de colonos judíos en Cisjordania desde la firma de los acuerdos de Oslo -sin mayor distinción entre gobiernos israelíes de “centro-izquierda” o de extrema derecha como el actual- ha llegado a niveles tales, que hacen inviable cualquier tipo de Estado palestino sobre los límites de 1967, configurando una estrategia de usurpación territorial sustentada en la ocupación militar israelí de largo plazo.

A esto se suma la limpieza étnica que el Estado israelí está desarrollando en varios lugares de Palestina, sobre todo en Jerusalén Este -donde en barrios como Sheikh Jarrah se ha buscado expulsar a decenas de familias palestinas para reemplazarlos con colonos judíos- y en la Zona C de Cisjordania[i], primero de la mano del ejército y la policía israelíes, así como de la Administración Civil -el organismo burocrático a cargo de la ocupación-, y después utilizando como grupos de choque a los colonos extremistas.

A lo largo de las últimas décadas, pero de manera particularmente acelerada durante los últimos gobiernos del Likud y de la coalición de extrema derecha actual, el Estado de Israel ha ido aumentando la tensión mediante diferentes abusos sistemáticos contra la población civil palestina: niegan permanentemente los permisos de construcción para impedir el desarrollo de los poblados palestinos, destruyen infraestructura crítica -escuelas, paneles solares, caminos- incluso cuando han sido financiados por la Unión Europea, expropian casas, retienen el agua, destruyen plantaciones y cosechas, roban rebaños y terrenos de pastoreo, de manera de ahogar a civiles desamparados para obligarlos a huir de sus tierras.

Un ingrediente adicional recae en la violencia del ejército y de los colonos, que, apoyándose mutuamente, golpean y asesinan con completa impunidad hostigando a pequeñas comunidades, pero también a poblados más grandes, siendo el pogrom de Hawara[ii] un ejemplo que hace pocos meses alertaba de lo peligrosa que era la situación.

Producto de esto ya existían llamadas de alerta respecto a lo que podía suceder. En 2022 había surgido en el norte de Cisjordania el grupo “Guarida del León” -Lion’s Den-, reuniendo a cientos de jóvenes desencantados de las tradicionales fuerzas de la OLP y en particular de la burocratizada y cada vez más irrelevante Autoridad Nacional Palestina, incapaz de ponerle un freno al constante avance israelí. Esta agrupación protagonizó numerosos enfrentamientos con el ejército israelí en ciudades como Jenin y Nablus, y en campos de refugiados de todo el norte de Cisjordania, con ataques a soldados israelíes y fuertes cuestionamientos a la ANP y al partido Fatah, en un desafío desconocido desde la firma de los acuerdos de Oslo.

Pero junto a esa degradación de la situación en Cisjordania, marcada por el mayor número de muertes civiles palestinas e israelíes en dos décadas y la cada vez mayor violencia de la ocupación, se desarrollaba el drama de la Franja de Gaza, sometida a un bloqueo brutal desde hace casi 16 años.

Hay que recordar que luego de que Hamas ganara en las elecciones parlamentarias de 2006, Israel, Estados Unidos y la Unión Europea, junto a Rusia y Naciones Unidas decidieron desconocer los resultados -y en los efectos darle una estocada terminal a la naciente democracia palestina-, impulsando a Mahmud Abas y la ANP a un enfrentamiento armado contra el grupo islamista que se desató al año siguiente -a pesar de que Hamas llegó a ceder y formar un gobierno de unidad nacional sustentado en respetar las fronteras del 67-, fracturando hasta hoy las estructuras políticas palestinas.

Tras la división entre una Franja de Gaza en poder de Hamas y una Cisjordania controlada por Fatah y la ANP, Israel decidió establecer junto a Egipto un bloqueo en contra del primer enclave, que incluye el cierre de los pasos fronterizos, la restricción del acceso a la pesca en la costa gazatí, la manipulación de restricciones al acceso de combustible y energía, un control estricto del acceso aéreo, y una dura limitación de todo tipo de importaciones incluyendo artículos de primera necesidad, alimentos, medicinas, entre otros, destruyendo la economía de la Franja de Gaza, sometiendo a la población a inseguridad alimentaria, altos niveles de desempleo, y a depender de una muy escasa ayuda internacional.

Como si fuera poco, periódicamente Israel desata campañas de bombardeo indiscriminado en contra del enclave, en un ciclo de violencia contra el lanzamiento de cohetes por parte de las milicias, sin que exista ninguna política que permita pensar en una salida a la dramática situación en la que viven más de dos millones de palestinos.

Por último, está la situación de los millones de palestinos que viven dentro de Israel, sometidos a un régimen que los discrimina y los ubica como ciudadanos de segunda clase, en comunidades empobrecidas y abandonadas al crimen y la precariedad en la vida. La discriminación fue institucionalizada con la aprobación de la denominada “Ley del Estado Nación” en 2018, que consagra al Estado de Israel como el hogar nacional del pueblo judío, dejando de lado a su población palestina. La situación llegó a un punto de ebullición en 2021, cuando a partir de protestas por los desalojos y expulsiones en Sheikh Jarrah se generó un proceso de intensa movilización de jóvenes palestinos en ciudades “mixtas” como Lod, Acre, Ramle, Bat Yam, Beersheba, Rahat, Tiberias, Haifa y Jerusalén, entre otras localidades, con enfrentamientos y ataques a población palestina y judía, y una huelga general común entre palestinos dentro de Israel y en Cisjordania y la Franja de Gaza el 18 de mayo.

Si bien los enfrentamientos cesaron posteriormente, la tensión se mantiene, sobre todo tras el inicio del gobierno de extrema derecha encabezado por Netanyahu y el Likud junto a partidos ultranacionalistas y religiosos en diciembre de 2022.

Finalmente, y relacionado con esto último, hay que tomar en consideración la profunda crisis política que afecta al Estado de Israel desde que el gobierno actual, el más extremista de su historia, decidió impulsar una reforma judicial que pretendía limitar la capacidad de la Corte Suprema de revisar las leyes aprobadas por la Knesset -el parlamento israelí- y garantizar su constitucionalidad. De esta forma, se advierte que la extrema derecha tendría la posibilidad de actuar sin límites aprovechando su mayoría parlamentaria.

Esta situación gatilló un fuerte movimiento de protestas dentro del país, probablemente la mayor de su historia, incluyendo a la izquierda y centro izquierda, pero también a amplios sectores proclives al Likud, que ven con temor las consecuencias que podría tener para lo que estiman es el régimen democrático israelí. Incluso, grupos de reservistas se negaron a cumplir con sus responsabilidades militares acusando la reforma de ser una medida autoritaria por parte del gobierno de Netanyahu.

A pesar de la aprobación de varios segmentos de la reforma en julio, las protestas se mantuvieron hasta esta misma semana, aunque con tensiones y diferencias entre los partidos y organizaciones que las impulsan, siendo uno de los temas que más genera tensión el papel de los partidos palestinos de Israel, y la ocupación de los territorios palestinos y el régimen de apartheid que existe, en el contexto de una defensa de la democracia del Estado de Israel.

 

¿Cómo terminar con el conflicto?

Existe la equivocada idea de que el enfrentamiento entre israelíes y palestinos tiene una matriz religiosa, o que se extendería “por siglos”, cuando en realidad surge con fuerza a principios del siglo XX con la masiva migración de judíos a Palestina huyendo de la discriminación racial que sufrían en Europa, y luego, debido a las consecuencias del Holocausto nazi en contra de los judíos europeos, que cobró la vida de 6 millones de ellos en los fríos terrenos de los campos de exterminio de Treblinka, Sobibor, Belzec y Chelmno, en Auschwitz-Birkenau o Majdanek.

Los sufrimientos y la persecución que sufrieran los judíos en Europa y otros lugares provocó el auge del sionismo, una ideología nacionalista judía que buscaba construir en Palestina un Estado nación para el pueblo judío, a partir de un proyecto eminentemente colonial que se concretó en 1948, con el establecimiento formal del Estado, y una corta guerra con varios países árabes, que rechazaban la partición de Palestina en dos Estados, en donde la mayoría de la población árabe recibiría una fracción minoritaria del territorio.

Pasados más de 70 años desde la que es conocida como “Nakba” entre los palestinos, la situación actual puede ser calificada como dramática. A la cada vez mayor ocupación de territorio palestino bajo la cobertura que le da el ya enterrado acuerdo de Oslo, se suma la profunda crisis comentada que sufre Israel debido al empoderamiento de la extrema derecha nacionalista y religiosa, que busca consolidar un Estado entre el Valle del Jordán y el mar Mediterráneo, sin que pueda coexistir con un Estado palestino[iii]. A los fallidos intentos por oficializar la anexión -congelados hace un par de años- se sumó luego el fracasado proyecto de paz de EE.UU. impulsado por el gobierno de Donald Trump, que también pretendía quitar de en medio la posibilidad de un Estado palestino para negociar con los países árabes directamente. En ese mismo espíritu se ubicaron los Acuerdos de Abraham, un tratado de normalización de relaciones entre Emiratos Árabes Unidos e Israel firmado en agosto de 2020, que en estos días se pretendía replicar con un acuerdo con Arabia Saudí, el que quedó en entredicho tras el inicio del conflicto en el sur de Israel este 7 de octubre.

Es posible pensar que uno de los objetivos del ataque era precisamente impedir que la monarquía saudita firmara un acuerdo con Israel, lo que podría leerse como un mayor aislamiento palestino, y negociar a partir de los rehenes y prisioneros de guerra un intercambio con los miles de presos palestinos que están en las cárceles israelíes, muchos de ellos sometidos a regímenes carcelarios administrativos sin juicio ni presentación de cargos.

En este sentido, me parece importante remarcar un par de puntos centrales si lo que queremos es pensar en una salida real al conflicto.

El primero, es que no hay paz posible sin un fin a la ocupación y al sistema de apartheid que se ha consolidado a lo largo de las décadas en Cisjordania, y al bloqueo de Gaza, los que someten a la población palestina a abusos diarios.

El segundo, es que no es posible descartar a Hamas como un interlocutor, y que tal como se planteaba hace cerca de un año atrás en una columna traducida y publicada en esta misma revista[iv], es hora de poner sobre la mesa las condiciones para llegar a acuerdos que permitan la convivencia entre ambos pueblos en los territorios de la Palestina Histórica.

Ese acuerdo puede sostenerse bajo dos principios: el de los dos Estados de acuerdo a Oslo y a la partición de 1948, asegurando el retorno y las compensaciones adecuadas para los refugiados palestinos, o de un solo Estado democrático para ambos pueblos[v], tal como algunas fuerzas al interior de Palestina han propuesto.

Los hechos nos dicen que el Estado de Israel no apoya ninguna de las dos alternativas. Por el contrario, busca establecer de facto una realidad en que la población palestina viva dividida (en Gaza, al interior de Israel como ciudadanos de segunda clase, y en una Cisjordania reducida a bantustanes inconexos) y los colonos judíos disfruten del control de los recursos económicos y la soberanía sobre el territorio.

La terrible guerra desatada este 7 de octubre, que tristemente coincide con el 79 aniversario del levantamiento de los sonderkomandos en Auschwitz, es un episodio más en esta larga seguidilla de violencia, atrocidades y abusos. La respuesta, tal como lo plantea Haggai Matar en su columna[vi] que acompaña a este artículo, se encuentra en un futuro basado en la justicia y la igualdad para todos.

 

Notas

[i] “El impactante ataque de Gaza ha aterrorizado a los israelíes. También debería revelar el contexto” https://www.revistarosa.cl/2023/10/08/ataque-gaza-contexto/

[ii] “Huwara se tambalea” https://www.revistarosa.cl/2023/03/13/huwara-se-tambalea/

[iii] “La anexión: consolidación del apartheid y la colonización” https://www.revistarosa.cl/2020/07/06/la-anexion-consolidacion-del-apartheid-y-la-colonizacion/

[iv] “¿Es tiempo de hablar con Hamas?” https://www.revistarosa.cl/2022/07/03/es-tiempo-de-hablar-con-hamas/

[v] “Estamos totalmente en contra de la solución de dos Estados, nosotros queremos un Estado democrático para todos los pueblos” https://www.revistarosa.cl/2019/01/06/entrevista-a-haytham-abdo-dirigente-del-frente-para-la-liberacion-palestina-fplp-estamos-totalmente-en-contra-de-la-solucion-de-dos-estados-nosotros-queremos-un-estado-democratico-para-t/

[vi] “’Es como en 1948′: Israel ‘limpia’ gran parte de Cisjordania de casi todos los palestinos” https://www.revistarosa.cl/2023/10/08/como-1948-israel-cisjordania-palestinos/

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Activista sindical, militante de Convergencia Social, e integrante del Comité Editorial de Revista ROSA. Periodista especialista en temas internacionales, y miembro del Grupo de Estudio sobre Seguridad, Defensa y RR.II. (GESDRI).

Un Comentario

  1. La nueva fase del conflicto en el medio oriente, sin el periódico del lunes.
    Presentación:
    Con el periódico del lunes, todos somos Maradona dicen tras la cordillera, el quid esta ver las cosas antes y eso requiere información, buscarla en todas las fuentes y miradas y entender los conflictos en su verdadera dimensión, de sus razones, intereses, actores, medios, miedos y expectativas y necesidades.
    Este artículo es de abril de este año 2023. Lo tome de un sitio que es hijo de una gran iniciativa de sectores de la izquierda rusa anti occidental y se considera heredera del pensamiento soviético. “Esencia del Tiempo” se llama ese movimiento, y se construyó en base al debate sobre asuntos históricos en donde liberales discutían, destruyendo, sobre el periodo soviético y el público votaba. A la posición soviética la defendía con magistral conocimiento, recursos didácticos y fortaleza ideológica y persuasión el académico comunista Sergei Kurgiyan y para sorpresa de los productores del programa (Sut Vremeni), casi siempre ganaba en votación en el veredicto de los televidentes, que votaban por quien tenía la razón en los asuntos debatidos
    Es muy crítico del cruce de intereses de Putin y la oligarquía rusa pro occidental de los últimos veinte años y la deriva neoliberal interna rusa, pero el curso de los acontecimientos, cuando es la misma subsistencia de Rusia como nación está en juego, ha acercado a quienes debe acercar y a separado de la inmensa mayoría de la RF, a esa elite empresarial y bancaria que ha huido en masa a occidente y espera desde allí la derrota de Rusia.
    Narró esto, porque a veces se necesita saber quién dice que. Hay un fantástico libro que narra las Colonias de formación política que este movimiento ha creado en Rusia, lo escribió Sara Rosemberg, descendiente de emigrantes judíos ucranianos que llegaron a Argentina a principios del siglo XX, La voz de las Luciernagas

    Kurgiyan narra en esta entrevista, con anticipación, en este artículo porque occidente y la elite israelí de derecha necesitaban una guerra en este momento de reordenamiento de los balances de poder geopolíticos en el momento histórico que vivimos de declive de los sitios de poder occidentales.
    GMS, les dejó el artículo:
    ¿Por qué Estados Unidos necesita una guerra civil en Israel, o a quién debería temer Tel Aviv?

    Los actores regionales en Medio Oriente, al construir un nuevo sistema de seguridad sin pasar por los Estados Unidos, no tienen en cuenta el hecho de que los estadounidenses conocen muy bien todos los puntos débiles de tales estructuras, porque fue Washington quien originalmente fue el ingeniero de tales estructuras.
    Con la llegada al poder de Joe Biden y el Partido Demócrata en Estados Unidos, la política de Washington en Oriente Medio ha cambiado mucho. Desde 2021, Estados Unidos ha retirado sus contingentes militares de Afganistán, Irak y casi por completo de Siria, y también ha reducido el apoyo militar a Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Egipto. Las relaciones con los países del Golfo se han deteriorado notablemente con Biden. A pesar de la petición de Biden de renovar el “acuerdo nuclear” con Irán, en dos años las partes no se han acercado a firmar un acuerdo, y ahora Estados Unidos declara rotundamente que el tema no es relevante.
    Al mismo tiempo, se están produciendo graves transformaciones en la región, cuyos iniciadores ya no son Estados Unidos, sino los mayores actores regionales. Rusia y China se involucran cada vez más en procesos de mediación, algo que antes no ocurría.
    Estos procesos tienen el carácter de unir a Oriente Medio frente a nuevos desafíos. Es más, afectó incluso a aquellos países que antes estaban seriamente enfrentados.
    Durante los últimos dos años y medio, ha habido una reconciliación entre los países del Golfo y Qatar; Turquía ahora está cooperando activamente tanto con Arabia Saudita como con los Emiratos Árabes Unidos, y recientemente ha estado restableciendo relaciones con Egipto. Siria se ha reconciliado con todos los países árabes que rompieron relaciones con Damasco en 2011 a raíz de la Primavera Árabe. Bajo el patrocinio de Rusia, está en marcha el proceso de restablecimiento de las relaciones entre Turquía y Siria. Incluso en Yemen se logró una tregua temporal entre las autoridades y los hutíes respaldados por Irán.
    Finalmente, el 10 de marzo, con la mediación de China, se firmó un acuerdo para reanudar las relaciones diplomáticas entre los antagonistas de la región: Arabia Saudita e Irán.
    Se espera que en un futuro muy próximo se produzca una reconciliación histórica entre Siria y Arabia Saudita. Pero la reconciliación entre Israel y Arabia Saudita, impulsada por el lobby estadounidense, nunca se produjo.
    Todo esto habla de la pérdida de influencia estadounidense en la región y de la construcción de nuevas alianzas por parte de los actores regionales para garantizar la estabilidad y el desarrollo económico.
    Israel siempre ha ocupado un lugar especial en la política estadounidense en Oriente Medio. El concepto de amistad con Israel fue promovido por el Secretario de Estado y Asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos (1969-1977) ante los presidentes republicanos Henry Kissinger. La discusión versó sobre el apoyo de Estados Unidos en la región a Israel, Turquía y Egipto. Israel recibió apoyo financiero de Estados Unidos, compró armas estadounidenses y se le dio la oportunidad de desarrollar sus propias armas nucleares. Todo ello le proporcionó ciertas ventajas militares en Oriente Medio. Sin embargo, además del concepto de Kissinger, también existía el concepto de Asesor de Seguridad Nacional (1977-1981) Zbigniew Brzezinski, a quien Israel odiaba. El enfoque de Brzezinski es cercano al de los demócratas.
    Durante el gobierno del anterior presidente estadounidense, Donald Trump, Israel fue uno de los principales puestos de avanzada de Estados Unidos en la región. Se construyó un concepto de seguridad basado en los Acuerdos de Abraham, es decir, en la reconciliación de Israel con los países árabes y el apoyo a todo este sistema por parte de Estados Unidos. Al mismo tiempo, también estaba en vigor el esquema de “divide y vencerás”, cuando Estados Unidos aprovechó la confrontación entre Arabia Saudita e Irán, así como entre Turquía e Irán.
    Cuando el demócrata Joe Biden asumió la presidencia de Estados Unidos en noviembre de 2020, las actitudes hacia Israel cambiaron.
    “Hasta que los israelíes comprendan que este “hermano mayor” no está en absoluto preocupado por su existencia y, como Zbigniew Brzezinski y otros (y este es el establishment democrático), está muy preparado para una nueva geopolítica con este factor tachado – hasta que Si se abre camino en el neurótico cerebro israelí, será muy difícil mantener un diálogo estratégico ”, señala el politólogo Sergei Kurginyan.
    Al mismo tiempo, Estados Unidos declara formalmente su apoyo a Israel y exige que siga el ejemplo de sus políticas, incluido el apoyo a Ucrania en el conflicto con Rusia.
    Usando esta lógica, veamos las protestas que tienen lugar en Israel contra la reforma judicial, que duran casi cuatro meses.
    Vale la pena señalar que cuando se habla de las protestas, casi nadie escribe sobre la reforma en sí en Israel. Pero esta es una historia aparte que se viene desarrollando desde hace muchos años. Pero anteriormente, las disposiciones de esta reforma, que podrían conducir a un debilitamiento del poder de la Corte Suprema en el estado, no se discutieron con tanta energía.
    Recordemos que el 27 de marzo, el Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, anunció la suspensión de la promoción de reformas en el parlamento hasta la sesión de verano. Pero el 1 de abril, una nueva ola de acciones masivas recorrió las calles de Israel. Según los organizadores, 445 mil participantes participaron en las protestas en todo el país.
    ¿Por qué continúan las protestas? Después de todo, es hora de sentarse a la mesa de negociaciones y acordar un enfoque que convenga al máximo a ambas partes: los manifestantes y las autoridades.
    “Seguiremos saliendo a las calles hasta que nos prometan que el Estado de Israel seguirá siendo una democracia “, cita The Times of Israel una declaración de los organizadores del movimiento de protesta.
    Parece que los acontecimientos superficiales -las mismas manifestaciones contra la reforma judicial- son sólo ecos de algunos procesos más serios que tienen lugar en las profundidades, no sólo en el propio país, sino también más allá de sus fronteras.
    A pesar de la indignación manifestada por los medios de comunicación por la reforma supuestamente en todos los estratos de la sociedad, las manifestaciones tienen lugar principalmente en la capital, y en otras ciudades la protesta apenas se oye.
    Parece que los medios están promoviendo artificialmente las protestas y exagerando su escala. En particular, como dijo uno de los residentes locales: “A pesar de las “ruidosas” protestas, durante todo el mes de marzo se celebró en Tel Aviv el Concurso Internacional de Piano Arthur Rubinstein. Tenía la sensación de que iba más gente a los conciertos que a las protestas”.
    Si asumimos que el revuelo en torno a las actividades de protesta se está inflando a propósito, entonces esto debe tener sus propias razones y objetivos, distintos de las exigencias de cancelar la reforma.
    Estaba claro que el primer ministro Benjamín Netanyahu, tras su derrota en las elecciones de 2021 (con 60 votos a favor de su dimisión y 59 en contra), volvería a la política, creando una coalición con fuerzas de derecha más radicales, incluidas las ortodoxias religiosas. lo que inmediatamente sentará las bases para un futuro conflicto.
    Sólo Estados Unidos pudo apoyar al gobierno anterior de Naftalli Bennett y Yair Lapid, que es hacia lo que más se orientan estos políticos de izquierda. Sin embargo, ese apoyo no fue suficiente y el 1 de noviembre de 2022, en las elecciones anticipadas, las quintas en cuatro años, Netanyahu obtuvo la mayoría.
    Y ahora la oposición, para destituir a Netanyahu, busca ayuda de Estados Unidos, pero “de acuerdo con las leyes de la guerra”, Washington tendrá que ofrecer algo a cambio.
    Estados Unidos ya ha expresado su desaprobación tanto de las políticas de derecha de Netanyahu como de la reforma judicial. Incluso después de que Netanyahu anunciara que suspendería los avances en la reforma, Biden se negó a invitar a Netanyahu a la Casa Blanca. Es lógico suponer que detrás de escena hay un intercambio: quién ayudará a quién y cómo. O viceversa: permanecerá neutral, lo que también tiene su precio.
    El constante llamamiento a la interferencia estadounidense en la política israelí no es casual ahora. A menudo, este es un factor verdaderamente decisivo que influye en los procesos del país.
    Así, el exministro de Defensa de Israel (2020-2022), jefe del bloque State Camp, Benny Gantz, afirma directamente que los conflictos con Estados Unidos son una grave amenaza para la seguridad del país. Y este conflicto debe resolverse lo antes posible.
    “Estados Unidos es nuestro principal y clave socio en el mundo. No somos el estado número 51 de Estados Unidos, pero estamos hablando de nuestro apoyo estratégico, que no tenemos derecho a perder”, señala Gantz. “Tenemos numerosos proyectos conjuntos con los estadounidenses y las consecuencias pueden ser muy impredecibles”.
    El Instituto Israelí de Estudios de Seguridad Nacional INSS, en su previsión estratégica para 2023, escribe que el peligro más grave para Israel hoy es el deterioro de las relaciones con Estados Unidos. Los expertos estiman que el nivel de esta amenaza es incluso mayor que el peligro que representa Irán, que, según el INSS, se acerca con confianza a la creación de su propia bomba atómica. Además, otra intifada palestina y otra división interna ya esperan a Israel a la vuelta de la esquina.
    Vale la pena explicar de qué tipo de división estamos hablando. El exjefe del servicio de inteligencia interna israelí Shin Bet, Yuval Diskin, cree que la acumulación de problemas estratégicos externos e internos ya ha puesto a Israel en peligro de su existencia.
    “El Estado de Israel está a punto de caer en una serie de conflictos internos violentos que podrían llevar al país a la desintegración interna y tal vez incluso a una guerra civil”, dijo Diskin.
    Hoy en Israel el conflicto entre la izquierda y la derecha se ha vuelto particularmente agudo, y vale la pena señalar que este conflicto refleja en gran medida la confrontación entre judíos seculares y religiosos. Estos últimos apoyan a Netanyahu.
    En Israel también hay tensiones étnicas entre los mizrahi (judíos que vinieron de Medio Oriente y el norte de África) y los asquenazíes (judíos que vinieron de países europeos). Los mizrajíes se quejan de la discriminación por parte de la elite europea de Israel, que tradicionalmente domina el gobierno, el ejército y la economía. Al mismo tiempo, el partido de Netanyahu mostró buenos resultados entre las clases media y baja de Israel, representadas por los mizrajíes.
    La difícil situación económica está exacerbando todos estos conflictos.
    El escenario más explosivo para Israel, como señala el orientalista Kirill Semenov, puede hacerse realidad si los manifestantes en Israel cuentan con el apoyo de los palestinos. Si las acciones de la extrema derecha provocan que los árabes israelíes se unan a las protestas, esto ya podría provocar una escalada incontrolable por parte de los partidarios del actual gobierno, que dirigirán su ira tanto contra los palestinos como contra la izquierda.
    La división interna en la sociedad crea la oportunidad de utilizar las contradicciones internas para promover protestas y presionar al gobierno del país.
    El 25 de marzo, el hijo del primer ministro israelí, Yair Netanyahu, acusó al Departamento de Estado de Estados Unidos de financiar protestas antigubernamentales contra la reforma judicial en Israel. Esta acusación no parece del todo infundada.
    Recordemos que hace muy poco, el distinguido periodista estadounidense, autor de las investigaciones sobre el bombardeo de los gasoductos rusos Nord Stream 1 y 2, Seymour Hersh, afirmó que el ataque terrorista a Nord Stream era una especie de castigo al canciller alemán Olaf Scholz. del presidente estadounidense Joe Biden por negarse a suministrar armas a Kiev.
    Entonces, ¿por qué Biden no puede castigar a Israel y sus líderes por acciones similares? A pesar de las presiones, Tel Aviv se niega a suministrar armas a Kiev y declara su posición de mantener relaciones con Moscú por el bien de su propia seguridad.
    Por supuesto, Estados Unidos necesita a Israel para mantener su influencia en Medio Oriente. Además, los demócratas ahora lo necesitan no como un punto de reunión, sino como uno de los puntos del caos, en un sentido similar a Afganistán: todo está hirviendo y en el momento adecuado, ante una señal del exterior, explotará.
    Al mismo tiempo, el caos de la región con la participación de Israel puede ocurrir no sólo por la gestión de conflictos internos, sino también por los frágiles puentes entre Tel Aviv y otros países, que pueden ser destruidos en el momento adecuado.
    El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y el presidente estadounidense, Donald Trump, durante la firma de los Acuerdos de Abraham el 15 de septiembre de 2020.
    Pongamos un ejemplo de una de las relaciones de subimpacto construidas de esta manera.
    Los Acuerdos de Abraham, lanzados por Trump y supuestamente promovidos por la administración de Joe Biden, esencialmente llevaron al surgimiento de la fe en la posibilidad de paz entre árabes y judíos en Medio Oriente.

    Así, en Emiratos Árabes Unidos, que se ha convertido en el buque insignia del mundo árabe en el establecimiento de vínculos con Israel, se inauguró en febrero de 2023 la “Casa de la Familia de Abraham”, un complejo único de tres religiones, que incluye una sinagoga, una mezquita y una iglesia. Por primera vez en los últimos 100 años se construyó una sinagoga en la capital árabe.
    “Los EAU se enorgullecen de ver a personas de diferentes comunidades trabajando juntas para crear nuevas oportunidades “, tuiteó el presidente de los EAU, Sheikh Mohammad Bin Zayed. ” Seguimos comprometidos a aprovechar el poder del respeto mutuo, la comprensión y la diversidad para lograr un progreso compartido”
    Es importante enfatizar que la amistad con los judíos es una construcción muy sensible en la sociedad de Medio Oriente (esto, por cierto, quedó demostrado recientemente en la Copa del Mundo en Qatar). En el momento de cualquier agravamiento grave entre judíos y palestinos, judíos y persas o persas y árabes, todos esos puntos se convierten en focos potenciales de pogromos y en el giro del vórtice de conflictos de larga data.
    Esta creación de conexiones entre representantes de diferentes religiones sólo puede tener éxito en ausencia de grupos interesados en incitar conflictos. Si existen tales intereses, entonces todo el sistema de seguridad de la región se vuelve aún más frágil que antes.
    Resulta que los actores regionales en Medio Oriente, al construir un nuevo sistema de seguridad sin pasar por Estados Unidos, no tienen en cuenta el hecho de que Estados Unidos conoce muy bien todos los puntos débiles de tales estructuras, porque fue Washington el que estaba Originalmente el ingeniero de tales esquemas.
    ¿Qué vemos al final? No es beneficioso para Estados Unidos que China se afiance seriamente en Medio Oriente, expanda su base de recursos y fortalezca su economía. No es beneficioso para Estados Unidos que la propia región se estabilice y se convierta en un centro de poder independiente. Al final, no es beneficioso para Estados Unidos que Rusia tenga la capacidad de eludir las sanciones y ganar aliados en Oriente Medio.
    El actual gobierno de Estados Unidos tampoco necesita un gobierno estable de derecha en Israel, que no está dispuesto a unirse a la persecución antirrusa. Pero, además, los demócratas estadounidenses no necesitan a Israel en absoluto como estabilizador de Oriente Medio.
    Cuanto más se debilita la influencia de Estados Unidos en la región, más probable es que estallen conflictos en todos los lugares donde Estados Unidos ha colocado sus bombas de tiempo.
    La pregunta que ahora enfrentan las fuerzas políticas israelíes es: ¿con quién quieren estar? ¿Con demócratas que necesitan una guerra contra Rusia y que están dispuestos a intensificar los conflictos en la región para debilitar a Rusia, China, Irán y las monarquías del Golfo Pérsico?
    Pero la coalición de derecha de Netanyahu no es en absoluto adecuada para esto. ¿O con los republicanos, esperando el regreso de Trump?
    Netanyahu, viejo lobo de guerra y manipulación tiene que moverse y tiene los medios, los miedos e intereses para jugar en su interés.

    8 abril, 2023
    debate sin debate es un espejo

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