¿Será posible censurar el recuerdo? Notas sobre la denominada memoria histórica de la conmemoración institucional

Mucho de lo vivido en la larga noche de los 17 años y la procesión transicional –poblada de impunidad– aún no puede siquiera ser un acto de habla en un país deteriorado por una de las contrarrevoluciones capitalistas más drásticas del siglo XX. Habiendo dicho esto cabe integrar una segunda pregunta: ¿Qué es lo que ha decidido recordar la sociedad chilena en estos 50 años? ¿Recordaremos aquel día en que se bombardeó la moneda? ¿Se recordaran las experiencias comentadas en el silencio de la intimidad respecto de lo que fue la vida en la desaparición, prisión política, la tortura y el exilio?

por Bosco González

Imagen / Manifestación del Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo, septiembre 1987. Fotografía de Pablo Schlachevsky.


Yo vivo más en el pasado que en el presente. El presente y su contingencia no me interesan. En cambio lo que pasó se puede inventar, recrear. Es algo que está vivo en mí.
Jorge Tellier

Genéricamente y haciendo referencia a su etimología memoria refiere a “recordari” que refiere la reiteración de un acontecimiento pretérito en la contingencia. Volver a sentir, volver a vivir o sencillamente permitir al pasado inmiscuirse en los temas del presente. Esta definición general, requiere consideraciones especiales y responder una pregunta fundamental: ¿es posible vivir un acontecimiento pretérito en los mismos términos?
Como respuesta a esta interrogante se puede invocar la noción de memoria, aquel instrumento construido por la humanidad que hace posible “soportar” funcionalmente el presente, justamente para que no esté poblado eternamente por el recuerdo del trauma y el horror. El orden social requiere proseguir sin la fastidiosa interrupción del pasado, claro está, en un régimen gobernado por imperativos productivistas.

La denominada “memoria histórica” implica una edición y tramitación del recuerdo en función de los intereses de los grupos políticos, una suerte de administración política del recuerdo. Se trata de gestionar lo que se recuerda y lo que se deja en el espacio de lo indecible, de dejar fuera todo aquello que está imposibilitado de ser lenguaje y sólo puede aparecer entre nosotros a condición de angustia y reiteración del dolor.

Mucho de lo vivido en la larga noche de los 17 años y la procesión transicional –poblada de impunidad– aún no puede siquiera ser un acto de habla en un país deteriorado por una de las contrarrevoluciones capitalistas más drásticas del siglo XX. Habiendo dicho esto, cabe integrar una segunda pregunta: ¿Qué es lo que ha decidido recordar la sociedad chilena en estos 50 años? ¿Recordaremos aquel día en que se bombardeó La Moneda? ¿Se recordaran las experiencias comentadas en el silencio de la intimidad respecto de lo que fue la vida en la desaparición, prisión política, la tortura y el exilio? ¿O se recordarán todos aquellos momentos que antecedieron e interrumpieron con el denominado golpe militar en Chile?

Sin duda alguna, organizar un recuerdo colectivo desde el Estado y las instituciones resulta fundamental y, a la vez, problemático, debido a que implica aceptar y reconocer en la memoria una práctica íntima donde se debe garantizar una libertad para recordar.

Bosco González
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Presidente del Colegio de Sociólogos y Sociólogas de Chile, Dr. en Historia (UCH).