El fútbol femenino brasileño no debería tener que luchar, además, contra la misoginia

A las mujeres brasileñas les ha costado alcanzar los logros a nivel mundial que exhiben los hombres. La razón es complicada, pero parte con el sexismo.

por Brenda Elsey

Imagen / Brasil campeón Copa América 2014. Fuente: Wikimedia.


El último partido internacional de la selección de Brasil antes de llegar al Mundial de Francia fue una derrota 1-0 contra Escocia que dejó a Marta sacudiendo la cabeza, a Formiga pateando el suelo, y a Aline, la arquera, con la mirada perdida en el arco. Tras ello el equipo se tomó selfies con las pocas fanáticas que habían asistido al amistoso en España, simulando cada una de las sonrisas. Fue la novena derrota seguida del equipo, y esta vez fue contra un equipo con mucha menos experiencia y un ranking sustantivamente menor. Es difícil imaginar una peor despedida para una de las mayores naciones del mundo en el fútbol.

Dado que la selección brasileña masculina ha alcanzado un éxito mundial sin par, ha también incidido en la administración del fútbol y definido el “jogo bonito“, se podría pensar que el reciente declive de la selección femenina aproblemaría a su respectiva Federación, pero eso está lejos de ser el caso. El fútbol femenino fue abandonado y condenado a esforzarse sin ningún tipo de ayuda.

  • Mientras que la selección masculina ha ganado cinco campeonatos mundiales, el mejor resultado de la selección femenina fue un segundo lugar el 2007.
  • En el Mundial de 2011 perdieron contra Estados Unidos en los cuartos de final.
  • El 2015, una promisoria selección fue eliminada por Australia en los octavos de final.
  • Este año, la CONMEBOL calendarizó la Copa América al mismo tiempo que el Mundial Femenino. Hicieron lo mismo el 2015. Este año, la final de los dos torneos se juega el mismo día: 7 de julio.
  • Las jugadoras profesionales de Brasil aún no tienen un salario que les permita vivir. Los jugadores estrella de la liga masculina tienen sueldos que alcanzan los US$125.000 al mes, mientras que los sueldos de las mujeres aún no sobrepasan los US$500.

A pesar de contar con la jugadora más premiada individualmente en la historia del fútbol, Marta, y otras veteranas de esta brillante generación de jugadoras, como Cristiane, Formiga, y Tamires, han tenido frustraciones en cada paso. Han visto cómo los esfuerzos por crear una liga femenina profesional en Brasil fracasan una y otra vez, enfrentando un abyecto sexismo dentro de la Federación, y siendo superadas por equipos con mucho menos talento.

Las jugadoras han sido insultadas por sus propias autoridades. El 16 de mayo, algunas semanas después de la derrota contra Escocia, la Confederación Brasileña de Futbol (CBF) organizó una conferencia de prensa para anunciar la nómina para el Mundial. El DT Oswaldo Fumeiro Alvarez, más conocido como Vadão, no dijo nada que apuntara a una redirección para el equipo. Y cuando habló de sus jugadoras, hizo hincapié en que es particularmente difícil calmar a las mujeres en el camarín.

El encargado del fútbol femenino, Marco Aurelio Cunha, ha evaluado públicamente al equipo basándose en su atractivo físico. Durante el Mundial del 2015, respondió a preguntas sobre el progreso del equipo afirmando que “solíamos vestir a las niñas como niños. Por eso, al equipo le faltaba un espíritu de elegancia y femineidad. Ahora los shorts son un poco más cortos y los peinados son más elaborados. No son mujeres vestidas de hombres.”

Estos comentarios no sorprendieron a nadie. Las jugadoras brasileñas son presionadas rutinariamente para que prueben su femineidad y se publiciten como objetos sexuales.

Los cuestionamientos sobre las decisiones de la dirección técnica y la preparación del equipo han asediado al equipo por años. Vadão se hizo cargo del equipo en 2014, a pesar de nunca haber entrenado un equipo femenino y tener una historia irregular con algo de éxito en sus equipos masculinos. La CBF cambió poco o nada después de la eliminación temprana del Mundial del 2015 para las Olimpíadas del 2016 en Río, cuando la selección quedó en el cuarto lugar. Los conocedores celebraron cuando ese mismo año Emily Lima se transformó en la primera mujer directora técnica de la selección. Después de siete victorias, un empate y cinco derrotas fue despedida, y Vadão volvió a la selección después de ser despedido de su equipo masculino en la segunda división brasileña. Este abrupto cambio olía sospechosamente a favoritismos de club de Toby [Old Boy’s Club].

Las protestas empezaron durante el 2017. Ex jugadoras, fanáticas y administradoras del fútbol femenino estaban indignadas ante el despido de Lima, argumentando que no había tenido tiempo para armar un equipo y reformarlo. Cristiane, la jugadora que más veces ha sido llamada y su delantera más prolífica después de Marta, anunció su retiro a través de un emotivo post en Instagram. La comunidad del fútbol femenino –incluyendo jugadoras anteriores y actuales– publicaron una carta a la CBF pidiendo el retorno de Lima, la integración de mujeres a sus cargos administrativos, y más recursos para la selección nacional. La CBF creó una comisión que preparó un extenso informe, pero la comisión fue disuelta sólo dos meses después de presentar sus hallazgos.

Así, al enfrentarse a Escocia en vísperas de la mayor competencia de su deporte, las mujeres brasileñas se encontraban desalentadas y desconcertadas como consecuencia de años de mal manejo y negligencia. Esperan reparar su reputación en Francia y, quizás, poner al fútbol femenino brasileño en el camino hacia la redención. Pero hacerlo implicaría superar problemas sistemáticos dentro del fútbol brasileño, problemas muy, muy anteriores a la administración de las actuales autoridades.

Sofocadas desde arriba

Desde que el fútbol llegó a Sudamérica a fines del siglo XIX, Brasil ha estado lleno de talento. Combinado con el apoyo estatal, lo último en medicina deportiva, y el apoyo apasionado tanto de los trabajadores como de la élite, ese talento hizo que Brasil fuera el país más admirado en el fútbol del siglo XX. La selección masculina ganó cinco copas mundiales y es reconocida por haber embellecido el deporte a través de su estilo de juego.

El sobrenombre “juego bonito” viene directamente del portugués jogo bonito. El poderoso dirigente futbolístico João Havelange, presidente de la federación brasileña desde 1958 a 1973, fue electo presidente de la FIFA desde 1974 a 1998. Durante su mandato, las ganancias del fútbol global se dispararon, y su alcance y popularidad (y también su corrupción) se expandieron exponencialmente.

A medida que el fútbol se hacía parte del entramado de Brasil, también lo hacía la misoginia de sus dirigentes deportivos. No hay quizá ningún otro país en las Américas que tenga un trato más draconiano hacia el fútbol femenino que Brasil. Mientras más estrecha se volvía la conexión entre el fútbol, identidad nacional e ideales masculinos, más se reforzaban esos mismos ideales.

Las mujeres brasileñas han jugado fútbol de manera organizada durante por lo menos cien años. La primera evidencia de fútbol femenino generalizado es de los circos itinerantes de los 1920s, donde se presentaban obras de teatro, trucos de magia, y también partidos de fútbol de mujeres. Los equipos se formaron rápidamente en los 1930s, y para 1940 el periódico brasileño Correio Paulistano declaraba que habían 1.001 partidos de mujeres al día. El entusiasmo por este deporte resultó en la creación de una liga femenina que recorrió el país por una temporada, de 1940 a 1941.

La explosión del fútbol femenino de finales de los 1930s tuvo un apoyo significativo de parte de fanáticos del fútbol y de periodistas, junto con un rechazo de parte del gobierno, la comunidad médica y los clubes de fútbol. En abril de 1941 el gobierno autoritario de Getúlio Vargas aprobó el Decreto Ley 3199 que prohibió la participación de mujeres en el fútbol, box, rugby, polo, water polo, y diversos eventos de atletismo. El decreto describía estos deportes como “violentos” y “no aptos para el cuerpo femenino”. Para defender la prohibición, las autoridades apelaron a preocupaciones acerca de la salud maternal y la sexualidad “adecuada”.

También apelaron a la estética. La principal revista de educación física, Revista Brasileira de Educação, advertía en 1944 que tener muchos músculos y mucha fuerza arruinaría el atractivo de las jugadoras y “pondría en duda … su sexo y sexualidad”. El miedo de que el fútbol masculinizaría a las mujeres y pervertiría su desarrollo sexual estaba además envuelto en una profunda homofobia. La prohibición permaneció hasta 1981, y, aunque era frecuentemente ignorada, dictaba que hubiera hostilidad hacia las demandas de las mujeres por entretenimiento, espacio público, y destreza física.

A pesar de la prohibición legal, las mujeres brasileñas nunca dejaron de jugar fútbol. Las jugadoras protestaron inmediatamente contra la prohibición, escribiendo cartas a la prensa e invitando a la oposición a ver sus partidos. Denunciaron la pseudo-ciencia y criticaron una decisión que incluso entonces se sentía regresiva.

Sissi, la legendaria seleccionada nacional y la ganadora del Botín de Oro del Mundial de 1999, creció en un pequeño pueblo en el Estado de Bahia. Ella recuerda que “cuando supe de esta ley, dije ‘¿a quién le importa? Estoy en la mitad de la nada. ¿Quién le va a prestar atención a eso?’”.

Sissi soñaba con representar a Brasil en una selección nacional que nunca había existido. Ella recuerda que debido al estigma social contra que las niñas jugaran fútbol, “entrenaba mucho sola, jugando con las cabezas de las muñecas”. Como no tenía pelota, le sacaba las cabezas a las muñecas y las usaba de balones.

Sissi tenía 14 años cuando se terminó la prohibición, y paulatinamente empezó a escuchar de algunos equipos, tales como Radar FC en Rio de Janeiro, el cual se transformaría en el núcleo de la primera selección femenina en 1988. Ese año dejó su hogar para jugar en un equipo pionero en Feira da Santana, la segunda ciudad más grande de Bahia. A lo largo de los 1980s y 1990s, las ligas brasileñas controlaban estrictamente a las jugadoras. Sissi recordaba que en los torneos de São Paulo “decían que las niñas con pelo corto no podían participar”.

En búsqueda de una mejor competencia y un sueldo con el que poder vivir, Sissi dejó Brasil en el año 2000 y emigró a Estados Unidos, donde jugó el resto de su carrera. Hoy es entrenadora en California, y aunque su corazón está con la selección brasileña, está frustrada con cómo se ha estancado su progreso.

“Aún estamos peleando para que hayan cargos, para que las entrenadoras tengan licencias y darle oportunidades a las mujeres que sacrificaron todo para representar a su país, pero la CBF simplemente no cree que seamos capaces de hacer ese trabajo”, dice Sissi. Cuando le pregunto si cree que Brasil puede avanzar más para este Mundial que el de 2015 en Canadá, Sissi responde “si hablamos de talento, lo tenemos, mucho talento; desgraciadamente, sin apoyo no es suficiente”.

El nuevo gobierno de Brasil es otra amenaza para el equipo y las deportistas de todo el país. El presidente de ultra derecha Jair Bolsonaro, quien asumió como presidente este año, ha rechazado firmemente la igualdad de género, sexual y racial. Entre sus proclamaciones más inquietantes, describió a las bebés como decepciones, deseó que su propio hijo muriera antes que ser gay, y le dijo a una colega mujer que no merecía ser violada.

Sólo algunos días después de que asumiera como presidente, Bolsonaro eliminó los ministerios de la Cultura, el Deporte y Desarrollo Social, lo que fue interpretado como un ataque a la cultura del deporte y las artes de base. Las deportistas dependen de un sistema gubernamental de subsidios a deportistas porque las ligas profesionales femeninas rara vez ofrecen contratos a las jugadoras. Y, cuando lo hacen, las mujeres ganan en el mejor de los casos US$500 al mes. El futuro de estos subsidios es incierto bajo el nuevo gobierno.

Silvana Goellner –académica que investiga el género y el deporte en Brasil y miembro de la disuelta comisión para estudiar el fútbol femenino de la CBF– cree que el nuevo orden político va a crear aún más desigualdad. “El gobierno de Bolsonaro ha expresado un enorme desdén hacia los esfuerzos por enfrentar los problemas de género y diversidad”, explica Goellner. “La disolución del Ministerio del Deporte limita las posibilidades de formular políticas públicas inclusivas que fomenten el fútbol como un espacio de empoderamiento para niñas y mujeres”.

Las estrellas masculinas de Brasil son algunas de las figuras públicas más reconocidas y amadas en el país, y podrían por ello ser los mejores promotores de las jugadoras. Ellos también serían capaces de entender lo que se necesita  –en términos de inversión financiera, física y emocional– para competir en el más alto nivel. El que hayan en la mayor parte permanecido en silencio muestra cuán profunda es la misoginia en Brasil, y lo mucho que deben luchar las mujeres para encontrar apoyo.

Algunos ex-jugadores consagrados –incluyendo a Ronaldinho, Rivaldo y Zico– han expresado su apoyo al nuevo presidente, al igual que algunos jugadores actuales como Lucas Moura y Alisson. A primera vista, el apoyo de jugadores afro-brasileños y de clase trabajadora podría tomarse como un caso de falsa conciencia, dado que Bolsonaro ha descrito a los afro-brasileños como una carga económica, y sugirió que que deberían dejar de tener hijos. Pero según Celso Castilho, académico de Vanderbilt University especializado en política y raza en Brasil, “los jugadores afro-brasileños que apoyan a Bolsonaro claramente no reconocen que esto sea un problema de igualdad racial. En cambio, tal y como sus contrapartes de la élite, lo que buscan es proteger su riqueza y seguridad. El hecho de que pasen gran parte de sus vidas laborales en el extranjero probablemente también contribuye a que apoyen a Bolsonaro”.

Estos jugadores no se ven a sí mismos como los blancos de Bolsonaro, como sí lo serían si tuvieran el mismo salario que muchas de las personas de sus regiones de procedencia. Este apoyo manda un fuerte mensaje a las jugadoras cuyas oportunidades para jugar son frecuentemente frustradas por el sexismo, el racismo, la homofobia, y la desigualdad económica.

Esperanza desde abajo

Al mismo tiempo que el fútbol femenino de elite está sufriendo en Brasil, las organizaciones de base están tratando de abrir caminos para las niñas en el fútbol. Estos grupos han sido apoyados por el dinámico movimiento feminista brasileño. Cuando le pregunté a Goellner por las cosas positivas que se podían ver en el horizonte, ella explicó que, aunque la CBF no ha resuelto las demandas de las protestas del 2017, las acciones “remecieron” el panorama del fútbol femenino movilizando al público. Goellner está siguiendo de cerca los nuevos campeonatos para niñas en los niveles sub 13, sub 15 y sub 17.

No obstante, sin una planificación cuidadosa la expansión de las canteras juveniles podría no ayudar a crear las condiciones igualitarias que las jugadoras y las fanáticas están buscando. Las niñas son muy rara vez reclutadas y alojadas por las academias juveniles. Eso significa que el fútbol de niñas está abierto para aquellos que puedan financiar a sus hijas, lo que afecta desproporcionadamente a jugadores de clase trabajadora, frecuentemente de ascendencia afro-brasileña.

A nivel de los clubes, las jugadoras brasileñas han elogiado la política de la CONMEBOL, efectiva desde este año, que demanda a los clubes que participan en la Copa Libertadores tener también un equipo de mujeres.

Según Goellner, “la decisión de la CONMEBOL contribuyó al crecimiento del fútbol femenino de clubes, al igual que el reciente requerimiento de la CBF de que los clubes que participan en el campeonato nacional también tienen que incluir equipos de mujeres”. “Con estas regulaciones, los clubes están creando estrategias para incluir a las mujeres. Esto no sólo incrementó el número de equipos, sino que también el número de jugadoras, incluyendo reclutar a algunas que estaban jugando en el extranjero”.

Las protestas también captaron la atención de los medios, estimulados por la comunicación directa de las jugadoras con el público a través de las redes sociales. Por primera vez en la historia, un canal de televisión abierta, Rede Globo, va a transmitir el Mundial. Sin embargo, a Goellner le preocupa que un desempeño insatisfactorio pueda reforzar la percepción negativa del deporte y justificar la negligencia de la federación, especialmente porque la CONMEBOL, ignorando las objeciones, calendarizó la Copa América masculina al mismo tiempo que el Mundial.

Las mujeres que participaron de las protestas del 2017 sabían que sus demandas eran ambiciosas. En el proceso, por primera vez hay mujeres en la administración del fútbol brasileño. Una de esas líderes es Aline Pellegrino, una ex-capitana de la selección nacional que fue nombrada recientemente Coordinadora del Fútbol Femenino de la Federación de Fútbol Paulistana, que dirige el fútbol del estado de São Paulo. Pellegrino está trabajando con organizaciones de base que atienden a niñas desfavorecidas. Considera que las competencias de base y provincianas son un “logro mayor”. Aguda, energética y afable, es justo el tipo de persona que Sissi, Cristiane y otras esperaban que se integrara a la administración.

Empoderar a mujeres como Pellegrino debería ir en el mejor interés del fútbol brasileño. Los escándalos de corrupción en la CBF, CONMEBOL y FIFA han erosionado la fe que le quedaba al público en la administración transparente. Además, las jugadoras y fanáticas pueden renovar el compromiso con la liga doméstica, vaciada por los clubes ricos del extranjero que se llevan a los mejores jugadores. Las mujeres buscan un modelo diferente al que ha resultado en las peligrosas academias, que desechan jugadores jóvenes que no muestran signos de que algún día podrán ser transferidos a un equipo grande. Las hinchas mujeres y sus aliados quieren, además, quitarle los estadios a los grupos de hinchas violentos.

Empoderar a las mujeres implica también invertir en ellas. Los patriarcas del fútbol sudamericano predican sin fin acerca de crear mercados para los partidos de mujeres y las incentivan a buscar patrocinadores de manera individual. En contraste, el Mundial masculino de 2014 le costó a Brasil aproximadamente US$15 billones, y es imposible no imaginar los beneficios que una inversión así tendría en el fútbol de mujeres. Las justificaciones que ya se han transformado en lugares comunes apelan a la diferencia de “valor de mercado” entre el fútbol masculino y femenino. No obstante, esos análisis frecuentemente dejan fuera la masiva inversión del gobierno en el fútbol de hombres, ya sea en la construcción de estadios, seguridad, o salvando clubes de la bancarrota.

La genialidad del fútbol de mujeres brasileño, tanto como el de hombres, puede impulsar el juego a nivel global. Cuando están en su mejor forma, no hay ningún equipo más creativo o imponente que la selección de Brasil. Y aunque hoy el fervor alrededor de la selección está inactivo, el equipo ha conquistado al país en el pasado, y las jugadoras han logrado surgir de todas formas.

Cuando la volante brasileña Formiga salga a la cancha batiendo un record de siete Mundiales, va a ser su año número 24 en la selección. Aunque no tenga un contrato multimillonario de auspiciadores, su camiseta es casi imposible de encontrar en Brasil, y es querida por los fanáticos del equipo en todo el mundo.

Además, Formiga es la última jugadora activa que nació durante la prohibición legal del fútbol femenino, una evidencia de la perseverancia de las mujeres brasileñas. Cuando entre a la cancha, los poderosos deberían al fin ponerle toda su atención. Por el bien de todas, y por el de ellos mismos.

 

*este artículo fue publicado originalmente en inglés en SBNation. Fue traducido especialmente para revista ROSA por Pablo Contreras K.

Brenda Elsey
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Profesora asociada de historia y codirectora del programa de Estudios Latinoamericanos y del Caribe de la Universidad Hofstra. Es la autora de Futbolera: A History of Women and Sports in Latin America junto a Joshua Nadel (University of Texas press, 2019), Football and the Boundaries of History junto a Stanislao Pugliese (Palgrave, 2016), y Citizens and Sportsmen: Fútbol and Politics in Twentieth Century Chile (University of Texas, 2011). Ha escrito para The GuardianSports’ Illustrated y The New Republic. Es coanimadora del podcast semanal sobre deporte y feminismo Burn It All Down, y su cuenta de twitter es @politicultura.

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Licenciado y magíster en filosofía por la Universidad de Chile y candidato a doctor en psicología cognitiva por Cornell University. Integrante del Comité Editorial de Revista ROSA.