Crisis ecológica: El problema más urgente de la izquierda

“La estrecha relación entre la acumulación y circulación de capital a nivel mundial y los combustibles fósiles es la principal traba. Apuntar a una misericordia de las grandes industrias y los gobiernos buscando una acción altruista para disminuir las emisiones de carbono y la destrucción de ecosistemas es lisa y llanamente obviar la relación que existe entre el capitalismo y la presente situación de crisis ecológica. La cuestión más alarmante es que el capitalismo no se ha quedado atrás en intentar generar ganancias con la crisis ecológica, postulando medidas “mitigadoras” como los impuestos a las emisiones de carbono y la creación de un mercado mundial de bonos de emisión.”

por Matías Urzúa

Imagen / Movilización contra la crisis climática, 2018. Fuente: Marcus Spiske.


La crisis ecológica que vive el mundo es un hecho ineludible. Por tanto, es tarea indispensable, y hasta quizás la más urgente para la izquierda, hacerse cargo de los problemas que nos ha dejado el capitalismo y su afán por acumulación infinita en un mundo finito. El presente texto no busca ser una guía de cómo superar la crisis, sino que busca ser la base para poder analizar este problema con la seriedad que se merece. Saber qué tenemos delante de nosotros es un paso previo para cualquier acción transformadora. Se trata entonces de actuar de forma consciente teniendo en cuenta las determinaciones del capital por sobre la naturaleza, y de qué forma se articula el capital con la crisis ecológica.

Ahora, ¿cuál es el estado general de la cuestión? La base de todo el problema es el calentamiento del planeta como causa, principalmente, de las emisiones de carbono.[1] Existe un índice que guía la discusión inevitablemente hacia problemas más concretos en la relación entre capital y crisis ecológica. El índice en cuestión es el presupuesto de carbono.[2] Esto es un cálculo de las emisiones totales de carbono en donde se estima el límite de las emisiones para no sobrepasar el límite de calentamiento de la tierra por sobre los 2 grados. Pasado este límite se entra en territorio de no retorno ya que se hace prácticamente imposible mitigar las consecuencias del calentamiento global, tales como extinciones masivas de fauna y el colapso de ecosistemas completos. Para la humanidad esto significaría una disminución drástica de la población mundial.

A saber, el límite calculado al año 2050 es de 886 Gt (gigatoneladas) de emisiones de carbono. Se estima que en el periodo 2000-2010 se emitieron cerca de 321 Gt de carbono, dejando el límite hacia el año 2050 en una cifra cercana a los 565 Gt.[3] En estudios más nuevos se estima que poniendo al 2040 como año límite las emisiones anuales de carbono hasta aquel año no pueden sobrepasar las 40 Gt. Para el año 2018 las emisiones fueron de 37 Gt, pero esto es demasiado preocupante dada la tendencia creciente en las emisiones de carbono por año, principalmente a partir del 2011, que es la fecha donde se recuperan las industrias de combustibles fósiles posterior a la crisis y comienza un periodo de fuerte inversión en combustibles de este tipo.

Existe un elemento muy relevante en las emisiones de carbono totales, a saber, la disparidad existente entre las emisiones industriales y las emisiones individuales de carbono. Se calcula que, para el caso de Estados Unidos, las emisiones de un millón de personas equivalen a la emisión de una sola planta de energía eléctrica. 320 mil equivalen a una planta de acero y 104 mil a una planta de fertilizantes.[4] Aquí nos topamos en el problema de analizar la cuestión poniendo la atención principal en indicadores como el índice de emisiones per cápita.  Lo que hace el índice per cápita es camuflar estas concentraciones en las emisiones de carbono. Esto también tiene un sesgo de clase ya que se calcula que el billón de personas más ricas del mundo son causantes del 61% de emisiones a nivel global. El caso emblemático en esto es China. Decir que tiene menores emisiones de tonelada métrica per cápita, que por ejemplo, Kuwait (que para el 2010 tenía el triple de emisiones per cápita que China), solo me hace direccionar el problema a cuestiones de eficiencia energética por habitante, cuando al final lo verdaderamente importante en cuanto a cambio climático es la balanza anual de emisiones en Gt y no sobrepasar el límite impuesto por los cálculos de balance/presupuesto de carbono para no incrementar la temperatura por sobre los 2 grados. Este es un ejemplo drástico de comparación entre dos países para dar cuenta de la importancia de los indicadores utilizados, cuestión que aún se puede observar en los índices per cápita y niveles de emisiones totales por país al año 2019.[5]

La cuestión de la eficiencia energética sí juega un rol aquí, pero más que nada a nivel industrial. Las industrias energéticamente intensas son naturalmente aquellas que más emisiones aportan después de la industria de combustibles fósiles. Ejemplo concreto es que la industria del cemento es responsable del 5% de las emisiones anuales a nivel mundial.

El problema de fondo es entonces de dónde proviene la mayor cantidad de emisiones de carbono. Lo que todos los estudios indican es que el mayor contaminante a nivel mundial es la industria de combustibles fósiles.[6] Lo más importante a notar es la relación existente entre la acumulación de capital a escala global y el uso y explotación de combustibles fósiles. A manera de describir esta relación, se calcula que la industria de combustibles fósiles se evalúa en cerca de 5 trillones de dólares (trillón en sistema anglosajón) y sus activos en desuso (principalmente yacimientos de combustibles fósiles aún no explotados) tienen un valor cercano a los 28 trillones de dólares. El rol de los Estados no ha atenuado para nada esta relación, sino que, al contrario, la incentiva. Se calcula que para el año 2017 las cifras anuales de subsidios a la industria de combustibles fósiles incrementaron hasta llegar a 5.2 trillones de dólares. Esto equivale a un 6.5% del PIB mundial sólo en subsidios. Aquí las economías “en desarrollo” con fuerte inversión en el sector industrial manufacturero son las más responsables. Para mantenerse competitivos en el mercado mundial han desarrollado políticas agresivas de inversión en el sector de los combustibles fósiles. China, por ejemplo, para el año 2015, fue el país que más subsidia la industria de combustibles fósiles a nivel mundial, con una cifra que llega a los 1.4 trillones de dólares. EE. UU. subsidio cerca de 649 billones de dólares, Rusia 521 billones, la Unión Europea cerca de 289 billones e India 209 billones[7]. Además de los subsidios se debe tomar en cuenta que por lo general esto se acompaña con regulaciones mucho más laxas a estos sectores de la economía.

Ahora, entonces, ¿se trata de hacer del resto de los países tan “eficientes” como China en cuanto a emisiones de carbono per cápita, como es lo que usualmente se ha propuesto por organismos internacionales? En un escenario ideal donde la población se mantenga constante y aquello que disminuya sean las emisiones de carbono totales por país, sí, esto sería una medida eficiente. Pero pensar que esto es una posibilidad real teniendo en cuenta los elementos anteriores es muy difícil. Sobre todo, pensando en la inmensa cantidad de capital que circula y se reproduce gracias a la industria basada en combustibles fósiles. Además, que hacer del resto de los países tan eficientes como China significaría que el resto de los países estarían invirtiendo grandes cantidades de recursos en tecnología que permita disminuir sus emisiones de carbono, como también grandes inversiones en energía renovable. Esto significaría aumentar costos, y, por lo tanto, entregar mayores porciones del mercado mundial a China, cuestión poco probable, sobre todo del segundo país más contaminante del mundo: EE. UU.

Teniendo en consideración estos elementos, a mi parecer, lo relevante es estudiar y dar cuenta de las emisiones por país como parte de la división internacional del trabajo y el constreñimiento del mercado mundial para mantener competitivas las formas nacionales de acumulación de capital, ahora, añadiendo el factor de la industria de combustibles fósiles y la industria energética. Notar que finalmente se usan los combustibles fósiles porque son insumos baratos y rentables.[8] Mucho más rentables que cambiar la matriz energética hacia una de energía renovable. Tanto por el costo asociado a la tecnología que debe ser implementada para esto como también la cantidad inmensa de capital que se estaría abandonando. Específicamente esos 28 trillones de dólares mencionados anteriormente.

Lo que uno tendería a pensar teniendo en cuenta estos elementos es que una medida provisoria efectiva, y quizás la única teniendo en cuenta las condiciones precarias de la izquierda, es un tratado a nivel internacional de mitigación de las emisiones y grandes restricciones al uso de combustibles fósiles, sobre todo a aquellos países y sectores que más aportan a la cuota total de emisiones de carbono, y una conversión de la matriz energética hacia el uso de energías renovables. La gran dificultad es pensar la viabilidad de esto dentro de la dinámica del capital. La estrecha relación entre la acumulación y circulación de capital a nivel mundial y los combustibles fósiles es la principal traba.[9] Apuntar a una misericordia de las grandes industrias y los gobiernos buscando una acción altruista para disminuir las emisiones de carbono y la destrucción de ecosistemas es lisa y llanamente obviar la relación que existe entre el capitalismo y la presente situación de crisis ecológica.[10] La cuestión más alarmante es que el capitalismo no se ha quedado atrás en intentar generar ganancias con la crisis ecológica, postulando medidas “mitigadoras” como los impuestos a las emisiones de carbono y la creación de un mercado mundial de bonos de emisión.

Esto, por medio de la intuición, nos deja entrever que no es dentro del capitalismo que se pueda dar una respuesta concreta y viable a largo plazo para hacer retroceder el calentamiento global y los desastres ecológicos.[11] Sino que es en otra sociedad, con otro modo de producción, la que debemos pensar para superar uno de los más grandes problemas que le ha tocado enfrentar a la humanidad en su conjunto a lo largo de la historia. De esta tarea es la que se deben encargar los cuadros técnicos de la izquierda en retroalimentación con las comunidades en lucha: el clivaje entre socialismo o desastre ecológico.

Notas

[1] https://climate.nasa.gov/causes/

[2] https://www.carbontracker.org/carbon-budgets-explained/

[3] https://reuseco2.com/news/co2-emissions-to-rise-to-36-gigatonnes-by-2040.html

[4] https://toxicnews.org/2017/08/07/whose-carbon-footprint-matters/

[5] http://worldpopulationreview.com/countries/co2-emissions-by-country/

[6] https://www.ucsusa.org/global-warming/science-and-impacts/science/largest-producers-industrial-carbon-emissions.html

[7] https://www.imf.org/en/Publications/WP/Issues/2019/05/02/Global-Fossil-Fuel-Subsidies-Remain-Large-An-Update-Based-on-Country-Level-Estimates-46509

[8] https://climateandcapitalism.com/2017/01/09/why-capitalism-is-hopelessly-addicted-to-fossil-fuels/

[9] https://climateandcapitalism.com/2017/01/09/why-capitalism-is-hopelessly-addicted-to-fossil-fuels/

[10] https://www.ft.com/content/9147b03a-de72-11e9-9743-db5a370481bc

[11] https://www.jacobinmag.com/2016/10/oil-fossil-fuel-climate-cap-trade-tax-renewables

Matías Guerra Urzúa
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Estudiante de sociología de la Universidad de Chile, integrante del Centro de Investigación Político Social del Trabajo (CIPSTRA).