En Chile no hay liberalismo. Todos son conservadores

Sin embargo, muchos de esos políticos suben desvergonzadamente a la tribuna a hablar del liberalismo y contra el clericalismo, y encuentran eco, porque desgraciadamente tenemos en este país una juventud demasiado impresionista, irreflexiva, vanidosa y moralmente débil. Pero los actos públicos y privados del llamado liberalismo en Chile, prueban a cada paso que todos esos políticos son realmente conservadores de todas las añejas doctrinas de la sociedad presente que hacen la vida más precaria que feliz.

por El Grito Popular (1911)
Introducción y selección por Andrés Estefane

Imagen / Harry Olds, El burrero, Valparaíso, 1900. Fuente: Memoria Chilena.


“En Chile no hay liberalismo. Todos son conservadores” es el título de uno de los documentos que forman parte de “Cuando íbamos a ser libres. Documentos sobre las libertades y el liberalismo en Chile” (FCE, 2021), publicación que recoge y contextualiza una serie de textos escritos entre 1811 y 1933 que da cuenta de los proteicos usos de la libertad como concepto político-filosófico y del liberalismo como corriente político-ideológica. Se trata de una compilación que visibiliza asuntos y autorías generalmente desestimados en las reconstrucciones canónicas, y gracias a ese criterio demuestra que la defensa de las libertades no ha sido patrimonio exclusivo del liberalismo, y que este ideario tiene una historia más disputada de lo que se sostiene. Mirando de reojo el presente, estos documentos reinstalan preguntas ineludibles en sociedades que vuelven a pensar sus libertades mientras los márgenes de intervención gubernamental se expanden al alero de las crisis en curso.

Este escrito apareció en 1911 en un periódico obrero de Iquique, El Grito Popular, a casi cuatro años de la Matanza de la Escuela Santa María. Como mucho de lo que sucedió en esa región al despuntar al siglo XX, aquí se siente la influencia de Luis Emilio Recabarren, agente y encarnación de una comprensión de la política que no temía asumir la parcialidad, dejando huellas profundas, aunque hoy olvidadas, en la visión proletaria. Aquí Recabarren acusa la apropiación y el abuso de las credenciales liberales por quienes no trepidaban cuando tocaba cuadrar filas y desplegar la guerra social contra el mundo obrero. Como todo texto preñado de política parcial, basta cambiar algunas señas para advertir su actualidad.

A continuación, reproducimos el texto y la introducción específica preparada por Andrés Estefane, editor de “Cuando íbamos a ser libres”.

 

***

 

La propaganda socialista de inicios del siglo XX no mostró dudas ni complejos al reclamar la libertad como uno de los propósitos del socialismo. “Socialismo es la libertad otorgada a todos para formarse su propia conciencia […] todo lo que signifique amor y justicia, libertad y ciencia, es socialismo”, señaló Luis Emilio Recabarren en “El Despertar de los Trabajadores”. Un año antes de ese escrito, el mismo Recabarren fustigaba a los partidos que se autoproclamaban liberales sin merecer el apelativo. El dardo del tipógrafo apuntaba al mismo problema que denunciaban los liberales apegados a doctrina (los principios palidecen frente a las alianzas de las cúpulas), pero esa denuncia se combinaba con la memoria histórica reciente de los proletarios, construida sobre su observación de la frivolidad de la política burguesa y las cicatrices de la violencia política avalada por los paladines de la libertad. “Todos los partidos son conservadores, con exclusión del demócrata”, dice Recabarren en las páginas del último periódico que fundó antes de su quiebre con ese partido, inutilizado por la fagocitación parlamentaria. Tiempo después el mismo Recabarren concurrirá a la formación del Partido Obrero Socialista.

 

“En Chile no hay liberalismo. Todos son conservadores”
El Grito Popular, Iquique, 6 de agosto de 1911

 

Siempre se habla de liberalismo en Chile. Especialmente cuando la acción de los conservadores se hace notar por su actividad, se hacen sonar también con algún estrépito las latas liberales.

El radicalismo sale a la arena a batir su bandera llamada liberal y a gritar denuestos contra la iglesia y sus ministros o representantes.

Pero la vida diaria de nuestro país, durante sus últimos cien años; no, diremos mejor durante sus últimos veinte años nada más, que podrían llamarse los del mayor progreso, toda esta vida diaria está llena de hechos que prueban que en Chile no hay liberalismo. Todos los partidos son conservadores, con exclusión del demócrata. Vamos a las pruebas.

En la cámara de diputados hay 72 diputados de filiaciones liberales y 23 de filiación conservadora.

Sin embargo, de haber una enorme mayoría de elementos liberales no se ha podido despachar ninguna ley de verdadero carácter liberal y menos radical.

En el momento actual mismo, los llamados elementos liberales no pueden entenderse y una parte de ellos recurre a aliarse con los conservadores.

En la actuación parlamentaria y pública de los últimos veinte años vemos a cada paso que el liberalismo ha hecho causa común con el clericalismo.

En la revolución hecha a Balmaceda fueron unidos conservadores y radicales.

En distintos y múltiples actos políticos y electorales, que no hay para qué individualizar, vemos abrazados a radicales y conservadores.

En la campaña electoral que dio la presidencia a don Pedro Montt fueron abrazados conservadores y radicales, guardando en un rincón todas sus doctrinas y plegando sus banderas llamadas liberales, para elevar a la presidencia de la república a un viejo y conocido católico y conservador de todas las tradiciones de los abolengos de familias privilegiadas.

Cuando la matanza del 21 de diciembre se abrazan otra vez radicales y conservadores para aplaudir al gobierno cristiano de don Pedro Montt, responsable de esa hecatombe tristísima en que las autoridades chilenas se convirtieron en verdugos de los trabajadores chilenos que reclamaban un pan más para no morirse de hambre en su propia patria, en aquella aciaga ocasión en que la situación económica del pueblo se hizo tan angustiada a consecuencia de la baja del cambio internacional y de los juegos de especulación de la burguesía.

Si es en la vida privada todos los días y en todos los pueblos vemos que los radicales van a la iglesia a protegerla a pretexto del matrimonio o del bautizo, y no solo van las mujeres de las familias radicales sino que también los hombres.

Políticos muy conocidos van continuamente a la iglesia a pretexto de las conveniencias sociales, basta para convencerse de ello leer la vida social que publican los diarios.

Sin embargo, muchos de esos políticos suben desvergonzadamente a la tribuna a hablar del liberalismo y contra el clericalismo, y encuentran eco, porque desgraciadamente tenemos en este país una juventud demasiado impresionista, irreflexiva, vanidosa y moralmente débil.

Pero los actos públicos y privados del llamado liberalismo en Chile, prueban a cada paso que todos esos políticos son realmente conservadores de todas las añejas doctrinas de la sociedad presente que hacen la vida más precaria que feliz.

El verdadero liberalismo espera todavía que la juventud y el proletariado despertarán.

Andrés Estefane
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Editor de Cuando íbamos a ser libres e integrante del comité editor de ROSA.

El Grito Popular (1910)

Periódico obrero chileno publicado en Iquique bajo la direccion de Luis Emilio Recabarren.