Serendipia en el archivo. O, sobre una historia de libertad perdida que hallé mientras buscaba otra cosa

Este parpadeo académico tenía también una causa profunda; algo que traté de entender durante muchos años. Se trata de una curiosidad propia de la sociología del conocimiento: ¿Por qué la mayoría de las personas -incluyendo a la mayoría de los investigadores e investigadoras- piensa en los océanos y en los mares del mundo como vacíos ahistóricos, como espacios en blanco entre lugares ‘reales’ de la tierra, que son terrestres y nacionales?

por Marcus Rediker

Traducción y notas de Camilo Santibáñez Rebolledo / Texto original publicado en Public Seminar

Imagen / “Reward for a fugitive slave”, anuncio de 1838 ofreciendo una recompensa de 150 dólares por el retorno de un fugitivo. Printed Ephemera Collection/Library of Congress, Washington, D.C. (call no. Portfolio 22, Folder 12b).


A inicios de la década de 1980, el historiador Peter Linebaugh y yo decidimos escribir un libro sobre las corrientes trasatlánticas del radicalismo en los siglos XVII y XVIII. Finalmente, este proyecto se convirtió en La hidra de la revolución[1]. Pero mientras revisaba la prensa de las colonias del sur, examinando reportes de conspiraciones, motines y revueltas de todo tipo, noté algo más. Era un tipo de comunicación que se reiteraba en todos los periódicos publicados en ciudades portuarias o cerca de ellas; anuncios escritos por esclavistas sobre fugitivos que habían huido de la servidumbre a través del mar.

En estos anuncios hallé una frase curiosa, que se repetía una y otra vez: “Se advierte a los capitanes de los buques que no empleen, alberguen ni se lleven a estos fugitivos o enfrentarán las sanciones de la ley”. Los fugitivos no componían una parte específica de nuestro proyecto, pero yo estaba intrigado y comencé a recopilar el material, poniendo las fotocopias en un archivo que intitulé: “Cosas que encontré buscando otras cosas”.

El archivo se engrosó con el tiempo. Uno tras otro, los casos comenzaron a evidenciar aquello que llamé “ferrocarril subterráneo marítimo”[2]. Una de mis figuras preferidas fue la de un hombre llamado César, quien había escapado en 1759. Hasta entonces había trabajado en la bahía. Su esclavista había intuido que intentaría escapar como “cocinero a bordo; una cuestión recurrente en los barcos”.

Al parecer, César fue recapturado, porque volvió a escaparse diez años más tarde -dos fugas, pese a “no tener piernas”-. Sin un camino fácil hacia su libertad, César y sus compañeros fugitivos cautivaron mi imaginación. Comencé a crear nuevos archivos bajo el rótulo “fugitivos marítimos”. Mi descubrimiento fortuito se convirtió en algo más grande. En 1990 reuní este conjunto de materiales en expansión para preparar la conferencia que me invitaron a dar en la reunión anual de la American Society of Eighteenth Century Studies, en Minneapolis.

¿Mi tema? “La frontera marítima de la libertad”.

Sin embargo, este libro tuvo que esperar. Conceptualizar, vincular y analizar los actos y tradiciones de resistencia en Europa, África, el Caribe y América del Norte en La hidra resultó un verdadero desafío. Mucha de la investigación realizada no se incorporó en el manuscrito final. De hecho, los fugitivos marítimos fueron uno de los grupos de rebeldes no incluidos.

Pero los caminos de la investigación son lentos y sinuosos; o al menos así han sido siempre para mí. Luego de tres décadas volví a revisar estos archivos y, el 2020, mi colección de documentos sobre César y sus compañeros rebeldes se convirtió en la base de un nuevo libro, intitulado, provisionalmente, Freedom Ship: Escaping Slavery by Sea in Atlantic Antebellum America.

¿Cómo puede un escritor sortear aquel trecho entre un hallazgo accidental y un proyecto de libro?

Probablemente no exista una regla general, pero esta fue mi experiencia:

Comencé con aquello que, en primer lugar, me atrajo de los documentos. Lo que me había fascinado de la advertencia a los capitanes era su trasfondo social. La frase -“Se advierte a los capitanes de los buques que no empleen, alberguen ni se lleven a estos fugitivos o enfrentarán las sanciones de la ley”- revelaba un hecho importante: huir por mar era un proceso que implicaba una colaboración entre fugitivos y trabajadores marítimos y portuarios, blancos y negros, para liberarse. Los fugitivos buscaban el anonimato posibilitado por las ciudades portuarias; los marineros navegaban los barcos dentro y fuera del puerto; los estibadores cargaban y descargaban los buques; los cargadores transportaban las mercancías desde los muelles hacia los circuitos comerciales terrestres.

Lentamente noté que la expectativa de libertad para un fugitivo dependía de un complejo mundo de trabajo y negociación. Una instrumentalidad para la emancipación que había permanecido inexplorada en la historia obrera; o eso me imaginaba.

Quizá sobrestimé la coherencia de lo que entendí cuando leí estos anuncios de fuga por primera vez. Después de todo, el camino del descubrimiento al nuevo libro implicó otros seis textos: sobre marineros atlánticos, rebeldes, cimarrones, forajidos, abolicionistas y revolucionarios; todos relativos al trabajo y a la resistencia en diferentes contextos marítimos. Estos libros tomaron más de treinta años de investigación y escritura. Pero en la medida que crecían mis conocimientos, también lo hacía mi comprensión del hallazgo original. Todo lo que aprendía sobre el mundo de los barcos y los muelles me impulsaba a explorar el significado de aquella frase: “Se advierte a los capitanes de los barcos…”.

Mientras, tenía que resolver algunos rompecabezas intelectuales. Cientos -o miles- de esclavizados se habían emancipado escapando a través del mar y docenas de investigadores habían leído los mismos anuncios sobre fugitivos que yo. Pero ningún historiador había escrito al respecto. ¿Por qué estas historias de conspiraciones susurradas, de escondites bajo cubierta, flameo de velas y liberación eran tan escasamente referidas?

Parte de la respuesta radicaba en la cultura popular norteamericana. La imagen establecida del fugitivo es la de un grabado que apareció en muchos anuncios de la prensa durante el siglo XIX. Se trata de un hombre o una mujer, vestidos con sencillez y, por lo general, descalzos, caminando con un saco o un hatillo al hombro.

Esta representación implicaba que la fuga era un acto individual. Cuestión que, de hecho, coincidía con la interpretación académica predominante: la fuga era una respuesta individualista a la esclavitud, habitualmente contrastada, incluso, con la insurrección: una resistencia de carácter colectivo y menos común. Con el tiempo me di cuenta de que la inferencia y la interpretación de estas imágenes eran equivocadas. En general, la fuga no sólo se emprendía como un acto colectivo, sino que el proceso mismo de la fuga -tal como sugería la advertencia a los capitanes- era fundamentalmente social; e incluso quienes lo intentaban de forma solitaria acudían a colaboraciones y alianzas. Por ende, la cooperación y las conexiones sociales laterales -especialmente en los puertos- fueron cuestiones fundamentales para conseguir la libertad.

También comprendí que otra de las razones de la ceguera historiográfica respecto de estas fugas radicaba en la arraigada metáfora del “ferrocarril subterráneo”[3]. Esto, porque el concepto había limitado el asunto a las rutas terrestres a través de las cuales los fugitivos viajaban al norte, pese a que el camino a la libertad no implicaba solo este ferrocarril subterráneo, sino también una “carretera marítima” (over-sea freeway)[4]. Aunque la literatura dedicada a la resistencia a la esclavitud y al abolicionismo dijera poco sobre este asunto, aprendí que la mayoría de los fugitivos llegaron por mar a lugares como Filadelfia, Nueva York y Boston.

No obstante, este parpadeo académico tenía también una causa profunda; algo que traté de entender durante muchos años. Se trata de una curiosidad propia de la sociología del conocimiento: ¿Por qué la mayoría de las personas -incluyendo a la mayoría de los investigadores e investigadoras- piensa en los océanos y en los mares del mundo como vacíos ahistóricos, como espacios en blanco entre lugares ‘reales’ de la tierra, que son terrestres y nacionales?

Algunos años después de escribir La Hidra inventé un concepto para describir este profundo e inexplorado sesgo en nuestro pensamiento; esta tendencia inconsciente a pensar que la historia sólo ocurre en tierra. En uno de mis libros llamé a este sesgo “terracentrismo”[5]. Una ceguera que afecta el modo en que determinados eventos como la lucha contra la esclavitud, e igualmente procesos más amplios, como la formación de las clases y razas, acontecieron en el mar. Usualmente, los trabajadores marítimos han sido marginales en las narrativas históricas nacionalistas, pero se han vuelto cada vez más visibles en las historias oceánicas, trasnacionales y globales. El trabajo de los marinos conectó naciones y continentes; los navegantes erigieron la economía global.

Cuando retomé el tema del escape marítimo de la esclavitud, el año 2020, se habían desarrollado algunos trabajos importantes al respecto. Especialmente el de David S. Cecelski sobre Carolina del Norte[6] y el de Cassandra L. Newby-Alexander sobre Virginia[7]. Más recientemente, Timothy D. Walker editó y publicó una importante colección de ensayos, intitulada Sailing to Freedom[8]. Aun así, la historia marítima de la lucha contra la esclavitud por gente emancipándose en el sur y por abolicionistas en el norte, sigue estando subestudiada.

Volví al archivo de “Cosas que encontré buscando otras cosas” más de una vez. Escribí The Fearless Benjamin Lay[9], un libro que también surgió de la investigación sobre La Hidra. Pero el grueso de lo que guardé en aquel archivo no terminó convertido en libros, artículos ni escritos de ningún tipo.

¿Por qué volví a los fugitivos marítimos? En retrospectiva, el anzuelo tenía dos puntas: la historia era en gran parte desconocida y dramática. Noté que se trataba de una historia fascinante para contar, llena de gente valiente y de acciones audaces. Y el 2020 sucedió algo que hizo aún más atractivo el descubrimiento de fines de la década de 1980: llegué a ver dicha fuga por mar y la aparición de grupos abolicionistas como los Comités de Vigilancia para ayudar a los fugitivos; fue un ejemplo temprano de un movimiento de solidaridad migrante, como el que los activistas han construido actualmente alrededor del mundo para ayudar a los desposeídos en busca de su libertad.

En la frase “Se advierte a los capitanes de los buques” subyace una pista reveladora para estudiar la autoemancipación desde abajo. La piedra desechada por los constructores ha venido a ser la piedra angular de un nuevo edificio.

 

Notas

[1] Peter Linebaugh y Marcus Rediker, La hidra de la revolución. Marineros, esclavos y campesinos en la historia oculta del Atlántico (Barcelona: Crítica, 2005).

[2] “Ferrocarril subterráneo” (Underground Railroad) refiere la red clandestina que tuvo lugar en Norteamérica durante el siglo XIX con el objeto de asistir a las personas afroamericanas esclavizadas que huían desde las plantaciones del sur de Estados Unidos hacia el norte.

[3] Ver la segunda nota al pie.

[4] En inglés, la última palabra del concepto (freeway) posibilita un juego de palabras que la traducción al español no logra transmitir.

[5] Sobre el “terracentrismo”, ver la ponencia presentada por el autor en la Conferencia Hydrarchy: Power and Resistance at Sea: “Against Terracentrism: The Sea and History” (Londres: Gaswork/University College London, 18 de septiembre del 2010), disponible en: https://vimeo.com/15686475. Ver también el prólogo de su libro Outlaws of the Atlantic. Sailors, Pirates and Motley Crews in the Age of Sail (Boston: Beacon Press, 2014).

[6] David S. Cecelski, The Waterman’s Song. Slavery and Freedom in Maritime North Carolina (Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 2001).

[7] Cassandra L. Newby-Alexander, Virginia Waterways and the Underground Railroad (Virginia: The History Press, 2017).

[8] Timothy D. Walker, Sailing to Freedom: Maritime Dimensions of the Underground Railroad (Amherst: University of Massachusetts Press, 2021).

[9] Marcus Rediker, The Fearless Benjamin Lay: the Quaker Dwarf Who Became the First Revolutionary Abolitionist (Boston: Beacon Press, 2017).

Camilo Santibáñez R.
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Historiador y docente del Departamento de Historia de la Universidad de Santiago de Chile.

Marcus Rediker
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Profesor de Historia Atlántica en la Universidad de Pittsburgh. Autor de libros como The Many-Header Hydra: Sailors, Slaves, Commoners, and the Hidden History of the Revolutionary Atlantic y The Slave Ship: A Human History.