No son 30 pesos, son 30 años: De la consigna a la praxis

En tiempos cuando ya no se trata solamente de redistribuir la riqueza de un país, sino también de afrontar los desafíos de este siglo, como es preservar nuestra existencia revirtiendo las secuelas medioambientales que deja la relación entre el capital y el extractivismo, o avanzar hacia una igualdad de género en todas sus dimensiones, de cada uno de nosotros y nosotras depende cobrar el rol protagónico que nos convoca para transformar la realidad de un Chile que clama por dignidad para esta y las futuras generaciones.

por Gonzalo Díaz Martínez

Imagen / Rayado a favor de la revuelta de octubre 2019, 22 de octubre 2019, Santiago, Chile. Fotografía de Rocío Mantis.


Si hay una postal que podemos asociar fácilmente con la revuelta popular iniciada el 18 de octubre de 2019, es la de una pancarta con 7 palabras que resumía más de 3 décadas de historia de nuestro país; dicha síntesis no sirve únicamente como un certero diagnóstico de la realidad país que hemos atestiguado desde el retorno a la democracia, sino que además plantea una serie de valiosas lecciones para el período. Lo hace en el plano electoral, en el ethos económico en tiempos de pandemia y crisis multidimensional, y en medio del innegable clima de polarización ideológica a partir de la disputa electoral en curso, particularmente a nivel presidencial y congresal.

A modo de contexto, para compartir una misma sintonía en el relato, resulta necesario destacar una y mil veces que una vez que retornaron los gobiernos democráticos a nuestro país en 1990, los gobiernos de la ex Concertación y la derecha profundizaron las desigualdades incrustadas en la constitución de 1980 impuesta a sangre y fuego por la Dictadura militar. Fue así como abrieron espacios cada vez mayores al lucro y la iniciativa privada en “servicios” básicos como la salud, la educación, el acceso a una vivienda y pensiones dignas, en vez de robustecer las competencias del Estado para garantizar tales servicios como derechos sociales universales de calidad.

Basta recordar que durante la revuelta ninguna bandera de los partidos tradicionales de estas coaliciones (UDI-RN-DC-PPD-PR-PS) pudo ser ondeada en las calles; y si bien el estallido fue acéfalo en términos orgánicos, había suficiente claridad colectiva como para convertir ese rechazo generalizado en una de las grandes rebeliones del período contra los administradores del modelo. Lo mismo sucedió con los intentos de intromisión de militantes de dichas colectividades en los ejercicios de deliberación colectiva, como fueron los cabildos ciudadanos; la gran mayoría fue vetada de las discusiones por la complicidad de sus estructuras con el statu quo. A partir de esto se desprende la primera gran lección, referida al plano electoral, y aplica a todo tipo de conatos electorales, posee un carácter atemporal y nos invita a no volver a depositar nuestras confianzas en tales conglomerados por su responsabilidad directa en la crisis que hoy vivimos. Debemos ser claros y enfáticos para afirmar que todo militante e independiente que hoy adscribe a dichos proyectos son potenciales perpetuadores de 30 años o más de inequidades en todo orden.

Por otra parte, este ciclo también nos permitió identificar a otro antagonista de los anhelos de dignidad de las grandes mayorías, quienes precisamente financian hasta la fecha a los partidos señalados: el gran empresariado, aquel grupo reducido de aproximadamente 130.000 personas, equivalente al 1% de la población que hoy concentra más del 27% de las riquezas del país (más de 81 mil millones de dólares). La pandemia agudizó la crisis existente en nuestro país, siendo la arista económica la que más fuerte ha golpeado a la mayoría de la población, viéndose afectados el pequeño y mediano comercio, y desde luego la economía doméstica. Además, ante la negativa del gobierno de promover ayudas efectivas de parte del Estado, los retiros de las AFP han cargado los costos de esta crisis a los mismos trabajadores y trabajadoras. De este modo, la segunda manera de mantener vivo el espíritu de la revuelta popular es dar la espalda al retail, que se ha enriquecido exponencialmente con esta crisis, y privilegiar al pequeño y mediano comercio compuesto de personas que enfrentan las mismas dificultades que la gran mayoría de chilenos y chilenas, potenciando así la economía circular en los territorios.

Considerando todo lo anterior, resulta imposible negar que el estallido social ha marcado un antes y un después en la historia contemporánea de nuestro país; simbólicamente hablamos de la declaración popular del fin de la transición a la democracia en búsqueda de un nuevo ordenamiento que promueva la dignidad e igualdad de oportunidades para todas y todos, indistintamente del origen socioeconómico. A raíz de esto, por primera vez en la historia tenemos la oportunidad de transformar esta realidad desde la médula que es la constitución, a través de una Convención Constitucional que asegurará participación popular, además de contar este 21 de noviembre con la posibilidad de escoger alternativas parlamentarias capaces de cristalizar los principios que el día de mañana estarán consagrados en la nueva constitución. A lo anterior se suma la elección de consejerías regionales que atiendan las necesidades más sentidas de un pueblo que yace azotado permanentemente por los designios del mercado y una exacerbada centralización que se replica a niveles regionales, provinciales e incluso comunales.

Uno de los pasos más importantes de esta historia encuentra su desenlace en escasos días, en un domingo de elecciones donde la participación y la memoria del votante serán claves para ratificar una vez más el despertar de Chile, ese que vimos en las calles el 18 de octubre de 2019, en las urnas durante el plebiscito de octubre de 2020 y en la elección de convencionales constituyentes en mayo del presente año.

En tiempos cuando ya no se trata solamente de redistribuir la riqueza de un país, sino también de afrontar los desafíos de este siglo, como es preservar nuestra existencia revirtiendo las secuelas medioambientales que deja la relación entre el capital y el extractivismo, o avanzar hacia una igualdad de género en todas sus dimensiones, de cada uno de nosotros y nosotras depende cobrar el rol protagónico que nos convoca para transformar la realidad de un Chile que clama por dignidad para esta y las futuras generaciones.

Gonzalo Díaz Martínez
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Seminarista de Pedagogía en inglés en la Universidad de Los Lagos sede Osorno y ex Presidente de la Federación de Estudiantes de la misma universidad.