Desbordar lo posible

El proyecto del FA surge como una alternativa a la Concertación. Más allá de cuestiones generacionales y formales, el contenido sustantivo diferencial de su política siempre ha sido un ir más allá de lo hecho en los últimos treinta años. El PC ha tenido una crítica histórica a la falta de radicalidad del proyecto concertacionista, siendo estos dos sectores la esencia de Apruebo Dignidad. Deberíamos, en principio, tener esperanzas de que el actual gobierno lleve adelante una política cualitativamente distinta. Esta diferencia, si es realmente sustantiva, no estará dada por tener una mejor capacidad de gestión de las correlaciones de fuerzas, ni por tener mayor compromiso con las demandas sociales, ni por tener mejores ideas o competencias técnicas. Lo que puede hacer del gobierno de AD un proyecto histórico distinto de la Concertación es tener la convicción y la voluntad de llevar adelante su programa y, frente a la respuesta de las fuerzas conservadoras, no optar por modificar sus contenidos, sino que sostenerlos con el apoyo de la ciudadanía organizada.

por Gonzalo Silva Brunetti

Imagen / Presentación de candidaturas de Apruebo Dignidad, 28 de agosto 2021. Fuente.


Escribo este texto con dos objetivos: como una contribución, siempre preliminar, al debate sobre lo posible en política y como una invitación, siempre testimonial, al gobierno de Apruebo Dignidad.

La polémica sobre lo posible en la acción política ha acompañado a los proyectos con vocación transformadora desde siempre: Bernstein, Kautsky, Luxemburgo, Lenin, Togliatti, Gramsci y Bordiga. En Chile el MIR y la Unidad Popular. Más recientemente, durante el periodo del “estallido social”, circuló en el campo de la izquierda la pregunta respecto a si era o no posible derrocar el gobierno de Sebastián Piñera y, como derivado, si era correcto participar del “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución”. En todos estos casos lo que ha estado en juego es la pregunta sobre lo que era posible hacer en una situación histórica determinada.

Este debate presenta, en mi opinión, dos complicaciones. Por una parte, se ha dado en general al calor de disputas políticas contingentes, y por tanto ha estado marcado por la intención de derrotar la posición del adversario o visto de otra forma, se ha centrado más en los efectos que en el problema mismo [los textos de Lenin La revolución proletaria y el renegado Kaustky y La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo, son ejemplos fundacionales del modo en que se ha tratado este asunto].  Por otra parte, el problema tiene una complejidad intrínseca, está cruzado por una cuestión hermenéutica: la valoración que se haga de las correlaciones de fuerzas existentes en el momento de formular la pregunta.

Puestas las cosas así, ¿es posible establecer un criterio que permita determinar los límites de lo posible en la acción política? Proponer un criterio general para resolver este problema es una tarea que excede por mucho las intenciones de este texto. Lo que intentaré será contribuir en la reflexión sobre lo posible con arreglo a la acción del gobierno de Apruebo Dignidad en el momento actual.

Aislando la valoración de la correlación de fuerzas e intentado enfrentar el asunto sin la intención de ganar una posición, ¿qué nos queda? Mi opinión es que existe un factor que determina de forma muy directa lo que es posible hacer: el rol que se le asigna al campo de la sociedad organizada en el proyecto político.

He tenido muchas conversaciones con personas que participaron del proyecto de la Concertación. Estoy hablando de personas de buena voluntad, no de los corruptos que se dedicaron a gestionar los intereses del capital mientras aumentaban sus patrimonios personales. Hablo de aquellas mujeres y hombres que mantuvieron siempre la idea de transformación como principio de acción. La autocrítica es feroz, en algunos casos conmovedora. Haber entregado la vida a un proyecto político que finalmente lo que hizo fue dar legitimidad y profundizar el modelo impuesto en dictadura y operar como dispositivo de contención y administración del malestar de las mayorías ha sido, para muchas y muchos, una derrota histórica.

Vale la pena entonces preguntarnos hoy ¿qué significó hacer política en la medida de lo posible? O, en su mejor versión, ¿hizo la Concertación todo lo posible para defender los intereses de las mayorías que decía presentar? Mi opinión es que no. Para dar fundamento a esta crítica, se ha aludido a factores ideológicos: sus élites dirigenciales cambiaron sus perspectivas políticas y se alinearon con lo que se ha llamado economía social de mercado. También se ha cuestionado la estimación de la correlación de fuerzas por parte del bloque, dado que no existió nunca la posibilidad real de una regresión autoritaria y la idea de “cuidar la democracia” siempre fue un error. Sean estas dos cuestiones ciertas o no, nos conducen a un camino sin salida, donde el debate sobre lo que era posible hacer queda entregado a cuestiones de interpretación y, por tanto, no se puede cerrar de forma contundente.

Tomaré en este texto un camino distinto, principalmente porque me permite constatar un hecho que en principio es poco discutible. La Concertación optó, desde el principio, por hacer política exclusivamente institucional, la sociedad organizada no tuvo un rol determinante durante sus gobiernos, no se promovió la organización popular, no se empujó la política desde la presión ciudadana, no se respaldó la protesta y la movilización. Esta decisión dejó al bloque entregado a las correlaciones puramente institucionales, es decir, los límites de lo posible estaban dados por cuántos votos se podían obtener en el parlamento y el modo en que se dio esta disputa fue, en general, la negociación a puertas cerradas.

¿Un proyecto político que ha optado por el camino institucional está necesariamente condenado a esta vía? O ¿lo posible está determinado exclusiva o principalmente por las correlaciones parlamentarias o institucionales? Mi opinión es que no.

Existen dos momentos, muy distintos, en nuestra historia reciente donde las correlaciones de fuerzas de la política institucional fueron superadas, es decir, lo posible fue desbordado. ¿Un proceso constituyente era posible en Chile antes de la revuelta? ¿Habría sido posible una Convención Constitucional paritaria sin la acción organizada del movimiento feminista? En un plano muy distinto, con las correlaciones de fuerzas parlamentarias, ¿eran posibles los cuatro retiros de las AFPs? Mi opinión es que evidentemente no. Dicho de otro modo, en todos estos casos se hizo posible lo imposible. El factor común determinante en las situaciones anteriores fue que las mayorías organizadas llevaron a la política más allá de sus límites institucionales.

El proyecto del FA surge como una alternativa a la Concertación. Más allá de cuestiones generacionales y formales, el contenido sustantivo diferencial de su política siempre ha sido un ir más allá de lo hecho en los últimos treinta años. El PC ha tenido una crítica histórica a la falta de radicalidad del proyecto concertacionista, siendo estos dos sectores la esencia de Apruebo Dignidad. Deberíamos, en principio, tener esperanzas de que el actual gobierno lleve adelante una política cualitativamente distinta. Esta diferencia, si es realmente sustantiva, no estará dada por tener una mejor capacidad de gestión de las correlaciones de fuerzas, ni por tener mayor compromiso con las demandas sociales, ni por tener mejores ideas o competencias técnicas. Lo que puede hacer del gobierno de AD un proyecto histórico distinto de la Concertación es tener la convicción y la voluntad de llevar adelante su programa y, frente a la respuesta de las fuerzas conservadoras, no optar por modificar sus contenidos, sino que sostenerlos con el apoyo de la ciudadanía organizada.

En el parlamento las fuerzas conservadoras representan hoy casi el 50% en ambas cámaras. En este contexto, es muy probable que proyectos ampliamente apoyados y sentidos por las mayorías, como la legalización del aborto, una trasformación profunda al sistema de pensiones, un régimen tributario más justo y progresivo, no encuentren votos suficientes para ser ley, o no al menos desde el punto de vista puramente institucional.

Para un proyecto de perspectiva socialista o que se plantee al menos la superación del modelo neoliberal de relaciones sociales, es central la recuperación del valor producido por las y los trabajadores. En esa línea, la reducción de la jornada laboral a 40 horas junto con el aumento del salario mínimo a 500 mil pesos pueden sentar una base sólida en el camino hacía una sociedad estructuralmente más justa. Sin embargo, sabemos que en estas materias el gobierno encontrará en la derecha un adversario implacable. Hemos visto por décadas como la negociación del salario mínimo ha sido un espectáculo miserable. Puesto en esta situación el gobierno de AD deberá tomar una opción política muy profunda, ¿será el pueblo organizado en sus distintas expresiones de lucha y acción el que destrabe estos conflictos? ¿O el camino será buscar acuerdos en el marco puramente institucional?

Por último, las y los dirigentes de AD incluido el presidente Gabriel Boric, han sido muy claros en reconocer que el proceso constituyente en curso ha sido posible debido la acción organizada del pueblo chileno en octubre. Siguiendo esa línea la consigna “la Convención Constitucional se defiende”, no solo se trata de desplegar una campaña por el Apruebo en el plebiscito de salida, sino que también, y más importante aún, es generar desde el gobierno un gran proceso de pedagogía ciudadana, apoyando la reproducción de los espacios de cabildos autoconvocados que se dieron al calor de la revuelta. Aquí caben dos objetivos como mínimo. El primero es que las personas comunes y corrientes se aproximen y hagan suyo el nuevo texto constitucional; el segundo es que las y los chilenos se vuelvan a encontrar en sus necesidades, angustias, anhelos y sueños, potenciando así la reconstrucción de un tejido social que ha sido y será siempre el fundamento material de la política de izquierda.

En resumen, si lo que se considera posible es aquello que surge de las correlaciones puramente institucionales, el gobierno de AD encontrará en la acción política de la derecha, los límites y justificaciones de la incapacidad para cumplir su programa. Por el contrario, si la coalición toma el camino de promover la acción de la ciudadanía organizada, se abrirá entonces el camino para “desbordar lo posible”.

Gonzalo Silva Brunetti
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Integrante del Equipo Editorial de ROSA y militante del Comunal Ñuñoa de Convergencia Social.