Disputa política chilena actual: Seis apuntes

La enunciación de la verdad no alcanza para contrarrestar la mentira. Las ofensas del “me van a quitar la bandera”, “me van a cambiar el himno”, “me van a dividir y quitar mi Chile” no se contrapesan con un “mire, amigo, amiga, lea el borrador de la Nueva Constitución, no le vamos a quitar ni la bandera, ni el himno, ni tampoco le vamos a dividir ni le vamos a quitar su Chile”. En el ejemplo anterior la ofensa rasga un abismo en que la mentira es insalvable. La o el ofendido carga con un talante emotivo particular que no es curable desde el desmentido. ¿Por qué? Porque en épocas en que se conjuga una sensibilidad individual altamente desarrollada con inestabilidad en el vivir cotidiano, la emotividad asociada a un mínimo de certeza genera agencia y arraigo.

por Arnaldo Delgado González

Imagen / El pueblo francés demanda la destitución del tirano el 10 de agosto de 1792, François Gérard. Fuente.


I

En las últimas semanas se ha hecho palpable que la potencia destituyente que vimos durante la revuelta de octubre no calza con la potencia instituyente. Hay una diferencia, un descuadre energético. El proceso instituyente, creador, no logra captar por completo las energías destituyentes encarnadas por las y los millones que salimos a las calles, quedando entre ambas una desproporción, una zona gris, un resto. Si bien esto es relativamente esperable de cualquier proceso que descompone un orden para componer otro, el descuadre entre proceso instituyente –que comenzó con las primeras asambleas auto-convocadas, pero que adquirió estructura institucional con la Convención Constitucional, la propuesta de Nueva Constitución y lo que va del gobierno de Apruebo Dignidad– y potencia destituyente –que agudizó el descalabro del sistema de representación, incluida la caída política del gobierno de Piñera y de la Constitución del 80— no es menor y ha abierto riesgosos flancos de fuga en que la potencia que des-ordena queda expuesta a transformarse en energía reaccionaria.

La incapacidad político-orgánica de las izquierdas y organizaciones sociales, en tanto articuladores post 18 de octubre, de actuar como bloque táctico-estratégico ha dejado espacio libre a la acumulación conservadora. Pero esa incapacidad político-orgánica es en buena parte una deficiencia creativa. Si bien fue evidente la creatividad en las calles durante los meses de la revuelta, esta creación, propia de un proceso destituyente, se distingue de la creatividad de una fase institutiva. Respecto a esta última, tanto la Convención Constitucional, la propuesta de Nueva Constitución y el gobierno de Apruebo Dignidad son resultado creador-instituyente de un espíritu epocal transformador, sin embargo, la creatividad política aún no goza de la claridad táctico-estratégica necesaria para superar el orden que cae. ¿Cómo se comienza por estabilizar el orden que surge? Haciendo controlable y administrable el descuadre entre potencia instituyente y potencia destituyente. ¿Cómo se controla y administra ese descuadre? Fundando certezas para el vivir cotidiano de las y los comunes y corrientes.

 

II

Ante esta deficiencia creativa por parte de las izquierdas y organizaciones sociales, el ámbito comunicacional ha sido enclave fundamental para la contraofensiva de los sectores conservadores. Sin la capacidad de aquilatar, aun hipotéticamente, el diferendo entre potencia destituyente e instituyente, las derechas aprovechan el espacio libre: “señora, señor, vuelva con nosotros a la estabilidad anterior que, aunque precaria, es terreno ya conocido por usted; vuelva a confiar en nosotros porque ahora sí le escucharemos para reformar, eso sí, le tenemos letra chica: reformaremos sólo aquello en lo que estemos dispuestos a ceder”. Pero para hacer efectiva esta propuesta conservadora, precaria y mezquina, con pies de barro, se precisa de la desestabilización de las pocas certezas que pueden aportar hoy los sectores transformadores. ¿A través de qué? La desinformación, la verdad a medias y la mentira, que en la discusión constitucional se han vuelto un nutritivo caldo para radicalizar la fuga reaccionaria.

A las confusiones, interesadamente generadas y viralizadas por los sectores conservadores, a través de sus medios masivos de comunicación y redes sociales, los sectores transformadores responden con el desmentido. Esta dinámica ha delineado un escenario de comunicación política de desfase: los sectores conservadores accionan ofensivamente, los sectores transformadores reaccionan defensivamente. Pero el desmentido es insuficiente. En este escenario de incapacidad creadora-política mencionada más arriba, los sectores transformadores guardan una fe excesiva en un destinatario específico: la o el “buen entendedor”, persona razonable que no escatima en torcer, mediante evidencia, una certeza anteriormente construida en base a información de dudosa procedencia. Pero ¿existe la o el buen entendedor como receptor? Probablemente sí, pero, de ser así, es minoritario. En los tiempos que corren se precisa de algo más que el “buen entendimiento”.

 

III

La comunicación política se halla en un escenario crítico donde la representación, en sentido lato, tambalea. Decimos “lato” porque la crisis de representación no opera sólo en un orden de delegación política, sino que opera también en las formas de estar en el mundo, de construirlo, de comunicarlo. Esas formas de estar en el mundo requieren de certezas colectivas, las que, en una crisis aguda de representación, se desestabilizan. La razonabilidad, atributo principal del “buen entendedor”, no es suficiente en la articulación de certidumbre colectiva, como tampoco es suficiente para contravenir la irracionalidad propia de la mentira burda. La enunciación de la verdad no alcanza para contrarrestar la mentira. Las ofensas del “me van a quitar la bandera”, “me van a cambiar el himno”, “me van a dividir y quitar mi Chile” no se contrapesan con un “mire, amigo, amiga, lea el borrador de la Nueva Constitución, no le vamos a quitar ni la bandera, ni el himno, ni tampoco le vamos a dividir ni le vamos a quitar su Chile”. En el ejemplo anterior la ofensa rasga un abismo en que la mentira es insalvable. La o el ofendido carga con un talante emotivo particular que no es curable desde el desmentido. ¿Por qué? Porque en épocas en que se conjuga una sensibilidad individual altamente desarrollada con inestabilidad en el vivir cotidiano, la emotividad asociada a un mínimo de certeza genera agencia y arraigo. Sea desde la verdad o desde la mentira, la exposición de ambas versiones es afirmativa, y esa asa de certidumbres es un bien preciado del cual la y el común y corriente difícilmente puede desagarrarse.

Respecto de esto, la discusión en torno a lo nacional es crítica. La violencia sistémica que incide en nuestras sensibilidades compartidas (asunto que en mi trabajo denomino como esteticidio) aminora las instancias de sentir un “nosotros”. Allí es donde lo nacional se erige como fármaco para ligar sensibilidades dispersas y generar, desde esa colectividad abstracta, algún tipo de arraigo al mundo inestable ¿Por qué alguien cantaría el himno nacional después de un eclipse, como pasó julio de 2019? Porque no quedaba más que una canción, que, sabida por todos los presentes, actuaba como último estertor comunalizador cuando la colectividad, con los años, y a causa de la profundidad neoliberal, pasó de un “estar juntos” a una suma de soledades que sólo comparten el lugar en el que circunstancialmente se encuentran.

 

IV

El filósofo autonomista Paolo Virno, usando como referencia el evangelio de San Juan, teoriza sobre la institución sensible de los signos, entre ellos las palabras. “El verbo se hace carne”. Las palabras encarnan cualidades sensibles, y el “no” asociado al desmentido también sufre en esta crisis representacional. “Ellos les van a quitar el himno nacional”, dicen las derechas; “no”, dice más de 2/3 de la Convención, pero en la trama comunicacional política actual ese “no” pierde su capacidad de negación, pierde su carga, quedando como mero vocablo en el aire, flotando y diluyéndose. El código comunicativo de la política se desustancializa, cambia de forma: la verdad pierde protagonismo en la generación de certidumbres frente a la mera afirmación, aunque esta última sea desde la mentira. Por lo tanto, hoy no es suficiente con tener razón y blandirla frente a las confusiones, verdades a medias o mentiras de los sectores conservadores. No es suficiente si la razón no se vuelve “sentible”. La razón debe adquirir el nervio, hueso, entraña, sangre y sudor capaz de generar las certezas que afirman y arraigan al mundo. Por lo mismo, en este escenario comunicativo-sensible, la disputa política no es desde la razón, o la verdad, sino que desde las sensibilidades adosadas a la certeza de la razón y de la verdad, por lo que la estrategia comunicacional defensiva, esa que apela al “buen entendedor” abstracto, informe, debe pasar creativamente a una estrategia comunicacional ofensiva, a las vez que impugnadora, que sea capaz de posicionar sensiblemente la disputa entre conservación y transformación. Si los sectores conservadores hacen campaña del terror con respecto a un futuro hipotético, haciendo del miedo el talante emotivo reaccionario, los sectores transformadores deben hacer patente el terror, aquí y ahora, del sistema que las élites pretenden conservar. El nervio, hueso, entraña, sangre y sudor asociado al malestar provocado por el orden que cae debe hacer “sentible” la diferencia entre el mundo que nace y el que muere, caracterizado este último por atentar contra el vivir a través de las zonas de sacrificio, de las pensiones de hambre, de los salarios que no alcanzan para el mes, de la inseguridad pública, del narco, de los suicidios en el mall, de la salud precarizada, de la falta de viviendas, de las deudas educacionales, etc.

V

La Convención Constitucional se disolvió el 4 de julio. Del impulso creativo-instituyente tras la revuelta queda la propuesta de Nueva Constitución y el gobierno de Apruebo Dignidad. A propósito de la publicación de varias encuestas, se ha instalado en la opinión pública que el apoyo al Apruebo de salida coincide con la aprobación al gobierno. Si bien varias y varios “expertos en política” llaman desde la razonabilidad del buen entendedor a separar las aguas entre ambos asuntos, lo cierto es que ambos son procesos instituyentes del mismo espíritu creador que difícilmente pueden ser escindidos. Por lo tanto, sin articulación orgánica de los sectores transformadores (más allá de un comando electoral), pareciera recaer en el gobierno buena parte de la responsabilidad por los resultados que tendremos el 4 de septiembre.

Pero el gobierno se juega la vida: de ganar el Rechazo, caería políticamente su posibilidad propositiva y se transformaría en una estructura meramente administrativa. Así las cosas, este 4 de septiembre el Ejecutivo se juega su propia potencia política. ¿Qué hacer? Desplegar intensamente en estos meses pre-plebiscito políticas o anuncios de políticas sociales de certeza, al estilo de la condonación de las deudas del CAE y el cierre de Ventanas; es decir, políticas de conmoción, de corto y largo alcance, que, apuntando a generar certidumbre y estabilidad en el cotidiano vivir de las y los comunes y corrientes, tengan incidencia directa en marcar taxativamente la oposición entre el orden que cae y el que nace. Con esa marca categórica se vuelve aquilatable el diferendo entre potencia instituyente y potencia destituyente, y, con las políticas sociales de certeza, se vuelve por una parte administrable el descuadre y por otra controlable que la potencia destituyente no se vuelva energía reaccionaria.

 

VI

De ganar el Apruebo el 4 de septiembre, las izquierdas siguen precisando de ensanchar los márgenes de la imaginación táctico-estratégica, pues la claridad actual no alcanza para desplegar una política de disputa hegemónica que tenga por fin fundar las bases para la instalación constitucional. La creatividad instituyente debe ser capaz de diversificar sus espacios, echar raíces y entramarse subterráneamente, como micelio. Delimitar la creatividad instituyente a las posibilidades estatales sigue siendo una deficiencia de la imaginación política izquierdista chilena. Una oportunidad valiosa se perdió en la construcción programática de Apruebo Dignidad y en las etapas de la Convención Constitucional, a sabiendas de algunos antecedentes recientes, como la elaboración programática del Frente Amplio el 2017, construido en base a encuentros sectoriales abiertos y masivos, y de las asambleas y cabildos populares auto-convocados inmediatamente comenzada la revuelta de octubre. Pero no es tarde, y es tremendamente necesaria la articulación política desde abajo para darle soporte y direccionalidad a lo hasta ahora creado-instituido y a aquello por crear-instituir.

De ganar el Rechazo el 4 de septiembre, y aunque suene difícil, las izquierdas no deben cederle a los sectores conservadores el relato en torno a su triunfo. Serán dos los caracteres en disputa respecto a la caída de la propuesta de Nueva Constitución: el Rechazo como potencia restaurativa, cual freno de mano al envión transformador (con toda la cantinela del rechazar para reformar), o el Rechazo como potencia destituyente radicalizada. En esta última la pelota sigue en juego y se releva la apertura desbandada por la crisis representacional, aquella de la ingobernabilidad popular. Si bien se retrocedería indudablemente en lo creado-instituido, los sectores transformadores tienen que rearmarse de paciencia instituyente. Pero el escenario no se cierra el 4 de septiembre, y si bien el Rechazo implica dar un gran paso atrás, seguirá habiendo margen –más cerrado, pero margen al fin– para impulsar potencia creativa, pues los sectores conservadores son incapaces hoy de cerrar por completo el despliegue de posibilidades y con ello controlar la radicalidad destituyente.

Sea A o B el escenario, los desafíos de los tiempos que corren siguen encontrando su raíz en la implicación y articulación política de las y los comunes y corrientes. Cuánto se avanza y cuánto se retrocede en encuadrar la yuxtaposición instituyente y destituyente es lo que está por verse el 4 de septiembre. Después de eso, queda el futuro por delante.

Arnaldo Delgado González

Investigador del Centro de Investigación de Estéticas Latinoamericanas. Autor de Abecedario para octubre (2021) y Prolegómenos sobre el esteticidio (2020).

Un Comentario

  1. La verdad prismal de todo esto es que si gana una o la otra abra cambios pero estamos preparados para dar paso a las personas que lo podrían provocar sin ser suyacente u osmiciente porque la brecha. Esta originalizada en la calle y la solución en lo que predomina desde un estar frente mirando que es lo que prima yo voy por el apruebo me da más posibilidades de avanzar más aeguros

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