Todos los nombres de Mahsa Amini, o sobre la crisis terminal del republicanismo islámico

Aunque todo está dicho, nada está hecho. Es tarea de la sociedad iraní procesar este malestar para anteponerse a 49 años (y en perspectiva, a toda una historia moderna de la nación) de absolutismos camuflados. Sin embargo, el cambio en el sentido común de la sociedad, en el protagonismo de las mujeres cultivado en el seno de las luchas en contra de la contrarrevolución, es una fuente de esperanza inagotable. Es difícil, y raya en la ficción, pensar que estas protestas terminarán sin un cambio significativo en una sociedad vibrante y deseosa de una mejor vida. En esa travesía, el pueblo iraní merece toda nuestra solidaridad y apoyo. Zandeh Bad Mardome Iran.

por Afshin Irani

Imagen / Protestas por Irán, 25 de septiembre 2022, Canadá. Fotografía de Taymaz Valley.


Hace algunos meses en otro artículo publicado en esta revista[1], se puso en evidencia la dilatada crisis por la que pasa la política iraní durante el período del Líder Supremo Ali Khamenei a la cabeza de la República Islámica de Irán (1989 – ). Entre las causas de esta, se menciona la necesidad de reforma política y económica, producto de la transformación demográfica y productiva del país; al mismo tiempo, se mencionó que el impedimento de este tipo de reformas ha sido clave para el mantenimiento de la hegemonía del sector conservador del régimen y, finalmente que, en una paradójica armonía con las sanciones internacionales al país, el período presidencial de Ebrahim Raisi (2022- ) evidenciaría en Irán la radicalización de los políticos conservadores, especialmente en el ámbito del respeto a los Derechos Humanos.

Hace tres semanas, estalló el orden social y el tenso consenso político debido al asesinato en Teherán de la joven iraní de etnia kurda, Zhina (más conocida como Mahsa) Amini, por no llevar correctamente su hejab en la vía pública[2]. Este asesinato por parte de la policía moral ha evidenciado otro fenómeno: la completa disociación entre Estado y sociedad en el país. Y es que finalmente fue la violencia política (y no la extendida corrupción o la dilatada crisis económica), lo que gatilló la ola de protestas más grande que ha tenido Irán desde la misma Revolución Islámica, superando incluso a la marea verde del año 2009.

Más allá de la evidente ola de protestas que produjo su asesinato, el nombre de Mahsa Amini, rápidamente se volvió en un significante para todas las demandas de una sociedad que adolece un régimen conservador, corrupto y violento. En efecto, el hecho no sólo ha significado la radicalización del movimiento de mujeres, sino de la juventud, de los trabajadores y, más extendidamente, de la diáspora. Mencionar a Mahsa Amini hoy es motivo de arresto en las más de 50 ciudades del país que han visto a sus calles repletas de personas exigiendo nada más ni nada menos que el fin de la República Islámica.

¿Por qué es tan relevante este hecho si se ha visto anteriormente? Pues porque el régimen ya ha jugado sus últimas cartas para contener políticamente al movimiento social y, hasta el día de hoy, su única solución ha sido matar a más iraníes. En el presente artículo fundamentaremos la posición de que esta revuelta puede considerarse como el principio del final del período de la Revolución de Bahman como la conocemos. Y que las salidas a este período de la historia de Irán aún se están jugando en las calles del país.

Para ello, debemos aclarar algunos equívocos a la hora de referirse a la Revolución Islámica, así que comenzaremos por ahí. Mostrando que en la historia de Irán el khomeinismo es más bien un fenómeno contrarrevolucionario, avanzaremos a la situación de la mujer durante el período. Posteriormente, veremos por qué luego del asesinato a Mahsa Amini está en juego la República completa, y finalmente, evaluaremos posibles escenarios de salida de esta crisis.

La revolución islámica como contrarrevolución

Yo, por el contrario, demuestro cómo la lucha de clases creó en Francia las circunstancias y las condiciones que permitieron a un personaje mediocre y grotesco representar el papel de héroe.

—Karl  Marx, Prólogo al dieciocho brumario de Luis Bonaparte, 1852

 

Muchas veces, sino todas, en occidente encontramos una sobre simplificación del fenómeno de la Revolución Islámica, una que bebe directamente de la episteme orientalista en las que se ha enmarcado desde la teoría social a Medio Oriente y Asia central. El conjuro, con algunas variaciones dependiendo del caso, es más o menos así: ‘Los iraníes, por su devoción al Islam, rechazaron una modernización capitalista, lo que prueba que no son compatibles con la ilustración o la modernidad’. Por otro lado, la religiosidad o, como la llamaría Foucault, “espiritualidad”[3] de la revolución islámica, ha sido un factor completamente manoseado que pierde de vista el desarrollo de fuerzas materiales e, intentando contrarrestar el trato de la religión como “opio del pueblo”, ha sido una trampa conceptual que impide una lectura de las situaciones concretas por las que pasa el Estado y la sociedad iraní en la historia. No es casualidad que una parte no menor de los medios de comunicación durante los últimos días hayan usado expresiones como “la cultura del velo islámico”, como algo que se está perdiendo por la “infiltración” de la “occidentalización” en Irán[4].

Quizás el personaje que más ha sido un receptáculo de esta mistificación es el Ayatollah Khomeini, tanto por sus aliados (que lo comparan, por ejemplo, con el profeta Abraham) como por sus enemigos (que lo describen con el apelativo de ‘fundamentalista’). Como demuestra fácilmente el historiador Ervand Abrahamian, se puede escapar de toda esa cháchara considerando que el khomeinismo no es ‘una implementación de la espiritualidad en todas las esferas materiales de la vida’, ya que eso significaría prácticamente un rechazo del Estado-nación moderno (un criterio que ni siquiera cumplen los talibanes en Afghanistán). En cambio, con toda la evidencia a favor, hay que considerar que el khomeinismo es primero, una doctrina de Estado y, segundo, un partido; el cual se desarrolla en una arena política altamente flexible e innovadora, especialmente durante el siglo XX, en el contexto del populismo del tercer mundo[5].

Durante la década de los sesenta, Irán cuenta con muchas características en común con América Latina que pueden aclarar este fenómeno: dependencia económica con occidente, pero no política; una clase alta rentista y una burguesía pequeña; una clase media anti-imperialista; una clase obrera industrial desorganizada, y una migración campo-ciudad acelerada. Los dos proyectos opositores a la modernización burguesa del Shah y los liberales, es decir, el socialismo democrático (Tudeh) y el comunismo revolucionario (Mujaheddin), conviven con el khomeinismo. Es por esto que el discruso de Khomeini en este período está enfocado en camuflar al clérigo en los imaginarios revolucionarios y en la historia de liberación nacional del país[6]. Sin embargo, el khomeinismo representa más a clases marginadas del proceso de modernización, tanto urbanas como rurales. Movilizando a sectores populares sin representación, el khomeinismo apelaba a un imaginario nacionalista (en oposición al imperialismo) y cultural (que defiende los valores tradicionales de la nación en oposición a los cosmopolitas del capitalismo), no a uno económico.

Esto último quiere decir que el khomeinismo no busca alterar la estructura económica heredada de las reformas capitalistas de la monarquía, sino que sólo se contenta con la mínima redistribución de la riqueza (en oposición a una reforma agraria redistributiva), y el desarrollo de una industria nacional que no tardaron en intentar privatizar al minuto que pudieron (en oposición a la democratización de los medios de producción). La dimensión “Islámica” fue más bien una retórica: bajo el lenguaje político de Khomeini, al igual que los revolucionarios, e incluso más, los musulmanes estaban en contra de la desigualdad y a favor de los oprimidos. Esto, aunque su versión de “los oprimidos” sea es una idea tan reaccionaria que incluso considera a la pequeña burguesía y a las élites, con tal de que sean opositoras de la monarquía.

Khomeini sí es musulmán, eso no tiene sentido negarlo, pero su entrada en la arena política durante la década decisiva de los setentas tiene más sentido entenderla: (1) como la conducción de la voluntad de sectores amenazados por la inevitable modernización estatal, y (2) del deseo de conservación de sus valores y poder cultural sobre una sociedad que pasa por un acelerado cambio industrial, social y demográfico. Es por eso que apenas llegado al poder, no tardó en asesinar a sus aliados de izquierda para consagrarse como jefe de Estado del gobierno revolucionario y, más tarde, Líder Supremo de la República Islámica (Jomhuri-ye Eslami); precisamente creando instituciones como la anterior y el Consejo de Guardianes (Velayat-e Faqih) por sobre los tres poderes republicanos, para asegurar conducción política del Estado y su visión de sociedad.

Si describimos al gobierno islámico de Irán como uno populista, y no como fundamentalista, estamos un paso más cerca de entender por qué el control sobre los cuerpos de las mujeres, especialmente mediante el hejab, es uno de sus pilares irrenunciables. Previo a la revolución islámica, el Shah Mohammad Reza Pahlavi introdujo reformas en las que prohibió el uso del velo en todo el país. Si bien esta reforma fue celebrada en centros urbanos, en donde se avanzaba en la consagración de igualdad civil entre hombres y mujeres, visto a escala nacional fue una medida negativa y torpe en un país que en ese entonces aún era mayoritariamente rural. A las mujeres del campo, así como de los sectores urbanos pobres a los que no llegaban las instituciones estatales, no se les permitía por sus madres salir de los hogares a modo de protesta, pues esta medida aumentó la violencia callejera, de género y abusos sexuales en contra de las mujeres. Así, la prohibición del uso del velo de la Monarquía dividió al movimiento de mujeres, entre mujeres citadinas que aspiraban a consagrar derechos civiles con apoyo del régimen, y entre mujeres rurales que perdieron aceleradamente el acceso a lugares públicos. Esta confusión, obviamente, fue aprovechada por el régimen islámico a la hora de clientelizar el movimiento de mujeres.

La medida del hejab obligatorio fue una reacción a este momento de modernización y su intención fue anunciada por Khomeini al minuto en que el clérigo se hizo del poder en 1979, en donde institucionalizó a un sector de la fuerza de trabajo femenina como pedagogas del rol de la mujer en el régimen. Pero por resistencia del movimiento de mujeres urbano, el hejab no pudo ser implementado sino hasta 1985, 6 años después. Es esta dura oposición que ha recibido el régimen la que ha evitado que el rol de la mujer en la República Islámica sea reducida a propiedad del marido y a su rol de madre. Asimismo, es el movimiento de mujeres de Irán el que ha forzado a los Ayatollahs a garantizarles a las mujeres espacio dentro de la educación superior y la fuerza laboral, en donde ocupan sectores claves, con una participación superior a la masculina en la mayoría de los rubros. Sin embargo, en donde no han podido avanzar, hasta ahora, ha sido en el terreno de los derechos civiles y es esta la razón por la que su presencia en el espacio público aún es vigilada y controlada, entre otras cosas, por la Policía Moral (recientemente renombrada Fuerza de Reeducación Islámica) que hemos visto todos, ha asesinado infamemente durante el mes de septiembre a Masha Zhina Amini.

 

El desvelo de una crisis terminal

 

…Por mi hermana, por la tuya, por las nuestras
Por el cambio de mentalidades podridas
Por la vergüenza de un bolsillo vacío…
Por los hombres, la patria y su reconstrucción
Por las mujeres, la vida y la libertad

—Shervin Hajipour, Baraye

 

Durante los últimos días, un ejercicio interesante ha sido interrogar al Régimen a partir de las demandas que han emergido desde las calles, y es que, en Irán, hay un tránsito innegable desde los movimientos por más derechos civiles, sociales y laborales, a la lucha por los derechos humanos y, más concretamente, a la violencia política. Esto tiene una explicación.

Como se mencionó en el artículo citado al comienzo, el Régimen Islámico se sostiene en una sofisticada maquinaria de clientelización de las organizaciones sociales, desde sindicatos, fundaciones y gremios, hasta centros de apoderados en los colegios. Sobre esta relación entre Estado y sociedad descansa, a veces de manera naturalizada y otras más tensa, el consenso social. Como es de esperarse, esta relación es unidireccional, es decir, no se presta en ningún momento como herramienta para el procesamiento de demandas sociales y mucho menos políticas, es más, tiene el efecto contrario. Es muy fácil ver que, en verdad, este tipo de maquinarias produce una necesidad insaciable de control y, frente al más mínimo disenso, los opositores son marginados social y políticamente. Finalmente, el correlato material de este esquema es que, frente a cualquier contradicción del régimen (i.e.una crítica a políticas públicas, un escándalo de corrupción, etc.) es él mismo quien debe criticarse, lo que obviamente no permite.

El fenómeno anterior ha generado una frustración extendida entre la sociedad, la cual debe enfrentar la contradicción de que, mientras más educada y formada está, más debe tolerar la irracionalidad en políticas económicas, ambientales, sanitarias, etc. En el terreno de la lucha de clases, esto también ha significado que cualquier reivindicación de derechos políticos, sociales o laborales signifique ser perseguidos por la paranoia estatal, y ser tratados como una blasfemia o como intervención extranjera o de los enemigos; aun cuando sean cosas tan básicas como que los profesores protesten en contra de que el gobierno use sus pensiones para financiar bonos estatales. En el artículo citado al comienzo, también se ha explicado en detalle la manera en que los conservadores, con el apoyo del Líder Supremo, han barrido con los políticos moderados y reformistas. Hoy, lo que hace resonar la crisis política por la que pasa el país, es que quienes quieren una vida mejor, o distinta, no tengan espacio dentro del Régimen para buscarla políticamente y acudan como alternativa a la insurrección política.

Así las cosas, no es sorprendente que la lucha por los derechos humanos, y específicamente los derechos civiles de las mujeres, hayan sido la bandera detrás de la cual la sociedad haya encontrado su unión[7]. Las protestas luego del asesinato de Mahsa Amini han reunido a una sociedad que se encuentra fuera de las cárceles pidiendo la liberación de sus hijos, en los cementerios para llorar a los asesinados políticos o, desde ahora, persiguiendo a los policías para cobrar venganza y en los llamados a las primeras huelgas generales desde la Revolución Islámica. Que las mujeres lideren esta coyuntura sólo tiene explicación en que esta dinámica de control y castigo es infinitamente más intensa sobre ellas, ya que además deben reproducir el orden estético y familiar sobre el que descansa este clientelismo o pagar las consecuencias.

Una forma de ilustrar los puntos anteriormente mencionados son, primero, sin duda, el lema cultivado en la lucha de las mujeres kurdas en Rojava: Mujer, Vida, Libertad (Zan, Zendegi, Azadi); pero también, uno de los himnos que ha sido reproducido en protestas: #Baraye (#Por), una canción del artista Shervin Hajipour[8], en la cual se reproducen varias de las demandas subidas a redes sociales, desde las más sencillas como poder besar en público, o la alta contaminación de las ciudades, hasta las más abstractas como libertad. Shervin luego de viralizarse fue arrestado y él mismo se ha vuelto una razón más de por qué la gente está sumándose a las protestas. Este hecho, además, sólo ha dado razón a quienes afirmamos que la paranoia es la única política consistente que seguirá este régimen.

Otro ejemplo clarísimo de cómo este fenómeno agrupa la frustración y deseo de reforma de amplios sectores sociales fue un evento que se produce el mismo día en que se edita este artículo: en el retorno a las clases presenciales luego de un paro forzado para restablecer el orden y control, estudiantes de la Universidad Sharif (una de las más prestigiosas de Irán), luego de una jornada de protestas en el campus de la universidad, fueron encerrados en los estacionamientos por la policía y marcados con balas de paintball para ser arrestados a la salida del recinto[9]. Este hecho provocó una manifestación masiva fuera del campus para exigir su liberación y retorno a sus casas[10].

Lo cierto es que hoy, luego de tres semanas de desgaste y de un ingente número de asesinados y arrestados, ya se erosionó por completo una salida reformista a este conflicto. Por un lado, los Ayatollahs anuncian, a pesar del llamado del sector reformista a derogar la obligatoriedad del hejab, que esta es una política irrenunciable para el gobierno, ya que en esta descansan todos los demás consensos que hacen funcionar a la República Islámica. Asimismo, se anuncia que quienes hayan participado en las protestas serán juzgados como terroristas y agentes de desestabilización extranjera[11]. Por otro lado, el pueblo convocado en las calles demanda el fin de la dictadura, el juicio al Líder Supremo, Alí Khamenei y al Presidente, Ebrahim Raisi; y la puesta en fin de la República Islámica. En esta situación, quien se desgaste primero deberá acatar las demandas del otro, pero, argumentaremos en la sección siguiente, estas demandas ya le han puesto fin a la República Islámica como la conocemos.

 

La República Islámica se ha acabado, larga vida a la República

 

“Sería un error de método considerar que en los fenómenos de cesarismo, tanto progresista como regresivo o de carácter intermedio episódico, todo el nuevo fenómeno histórico sea debido al equilibrio de las fuerzas “fundamentales”: es necesario ver también las relaciones existentes entre los grupos principales de las clases fundamentales y las fuerzas auxiliares guiadas o sometidas a la influencia hegemónica”

—Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo

La República Islámica se ha acabado, no necesariamente porque los mullahs vayan a entregar las llaves del Estado y retirarse de la vida política. Más bien, porque el consenso social ya no existe y, si desean mantenerse en el poder (sobre todo después de la esperada muerte del Ayatollah Khamenei, debido a la condición de su salud) deben evolucionar a un modelo de Estado que les permita funcionar sin consensos mínimos, es decir, a un modelo aún más autoritario de reproducción política. Como bien argumenta la cientista política Negar Mortazavi, hoy la alianza entre clérigo y fuerzas de orden está más preocupada por su propia capacidad de supervivencia que de atender reformas, a las que se han derechamente cerrado. La preocupación inmediata dejó de ser la viabilidad ideológica de la revolución y pasó a ser el uso focalizado de violencia letal para aplastar a las protestas.

Si la vía anterior es la que están dispuestos a seguir, esta supone un gran número de cuestiones a las que deben dar viabilidad: entre otros, la incapacidad de movilizar a amplios sectores de las clases medias y trabajadoras para estudiar, votar o trabajar. Si el régimen apuesta por una salida más autoritaria para recuperar el control, está tomando un ticket sólo de ida que no puede tener regreso, una ida a algo que se parecería más al régimen Talibán. Además, una salida represiva debe asumir la creciente fricción entre ramas del ejército y fuerzas de orden, ya que, hay sectores de la Fuerza Aérea que han protestado contra los asesinatos y ya han amenazado con pronunciarse[12]. Alimentar este escenario sería estar dispuestos a una eventual guerra civil o una dictadura militar que ya no disponga de los Ayatollahs como capa dirigente para hacer funcionar al país.

Una vía política paralela es la que se ha cultivado en la Diáspora de Irán, que como cualquier país expulsor de población, cuenta con una masiva actividad política desde el extranjero. Si bien la actividad de la diáspora estas semanas ha servido para guiar la atención del mundo y de instituciones reguladoras sobre lo que está pasando en Irán[13], más allá de oponerse esta y poseer una gran base de conocimiento técnico y político, aún no presenta una posición política coherente y se debaten entre grupos con posiciones hegemónicas y reactivas. Por un lado, existe en la diáspora iraní un fenómeno muy parecido al que se encuentra en la cubana, un lobby para sancionar al país de cualquier manera posible[14]. Esta posición, propia de los sectores exiliados luego de la revolución, ha evolucionado desde una crítica absoluta al islam[15], hasta un apoyo al retorno de la monarquía a través de Reza Pahlavi, “heredero” a la Corona[16].

Estos últimos elementos han sido altamente controversiales en la diáspora, ya que muchos manifestantes fuera del país han tenido experiencias concretas de la islamofóbia en EEUU y Europa, y centran el problema del hejab en la decisión de la mujer. De la misma manera, las sanciones han sido denunciadas dentro de la misma diáspora ya que no afectan a los personeros de la República Islámica de la misma forma que afectan a las familias iraníes[17], además, existen quienes piensan que levantar sanciones, y no aumentarlas, puede ayudar más a las protestas[18]. Y, por último, en la diáspora también han existido posiciones beligerantes que buscan utilizar la cultura de la cancelación para eliminar voces disonantes[19]. Si bien esto no ha impedido la masividad de las protestas y asegurado la solidaridad internacional, sí ha dificultado una alternativa política organizada desde el extranjero.

Por último, existe una posición alternativa a los Ayatollahs y a la Monarquía, una posición que se cultiva en las promesas incumplidas de la revolución y a más de 100 años de la Revolución Constitucional: una República secular. La posibilidad de la articulación de la Sociedad Civil iraní que deja esta ola de protestas ha permitido la agrupación práctica de artistas[20], políticos[21] , intelectuales, incluso figuras populares como animadores de televisión, comediantes o futbolistas. Si bien ninguno de ellos posee un arraigo claro y son inmediatamente perseguidos y arrestados al momento de pronunciarse, no es descabellado pensar que el deseo de tener, por primera vez en su historia, un gobierno que anteponga sus necesidades al autoritarismo del Estado, lleve a la resistencia a iraní a organizarse no detrás de un caudillo, sino en un bloque histórico e interclasista que pueda asumir la conducción de este vacío político de reformas democratizadoras inconclusas.

El futuro de las protestas se juega en la contingencia

Cerramos constatando que, aunque todo está dicho, nada está hecho. Y es tarea de la sociedad iraní procesar este malestar para anteponerse a 49 años (y en perspectiva, a toda una historia moderna de la nación) de absolutismos camuflados. Sin embargo, el cambio en el sentido común de la sociedad, en el protagonismo de las mujeres cultivado en el seno de las luchas en contra de la contrarrevolución, es una fuente de esperanza inagotable[22]. Es difícil, y raya en la ficción, pensar que estas protestas terminarán sin un cambio significativo en una sociedad vibrante y deseosa de una mejor vida. En esa travesía, el pueblo iraní merece toda nuestra solidaridad y apoyo. Zandeh Bad Mardome Iran.

 

 

Notas

[1] https://www.revistarosa.cl/2021/06/28/sanciones-estadounidenses-iran/

[2] https://twitter.com/NegarMortazavi/status/1570475783285522432

[3] Foucault, Michel (1994c). Téhéran: la foi contre le chah [Teherán: la fe contra el sha]. Dits et écrits III 1976-1979, Gallimard.

[4] https://www.lavanguardia.com/edicion-impresa/20160805/403698465820/ni-mas-libertades-ni-occidentalizacion.html

[5] Abrahamian, Ervand (1989) Khomeini: Fundamentalist or Populist?. New Left Review. 102-119

[6] Khomeini (1981) Ettelaat, 16 June.

[7] https://www.npr.org/2022/10/01/1126387760/why-the-hijab-is-at-the-center-of-protests-in-iran

[8] https://twitter.com/NegarMortazavi/status/1576392783036055552

[9] https://twitter.com/SoloGen/status/1576699942902472705

[10] https://twitter.com/hodakatebi/status/1576677697375215616

[11]https://www.ilna.ir/Section-politics-3/1282255-president-raisi-enemy-feels-danger-from-islamic-republic-strength

[12] https://twitter.com/BabakTaghvaee1/status/1576553813674115072

[13] https://twitter.com/asiehnamdar/status/1576179722697920514

[14] https://twitter.com/JustinTrudeau/status/1576709365993570305

[15] https://twitter.com/SophiaAram/status/1576477477492649984

[16] https://twitter.com/i24NEWS_EN/status/1574985653447790593

[17] https://twitter.com/yarbatman/status/1575498490679267331

[18] https://twitter.com/NegarMortazavi/status/1573357239179661312

[19] https://twitter.com/EllieGeranmayeh/status/1574720759385178113

[20] https://twitter.com/NegarMortazavi/status/1574036696965926912

[21] https://iranwire.com/en/politics/106461-mir-hossein-mousavi-iran-is-sleepwalking-towards-hereditary-leadership/

[22] https://twitter.com/hdagres/status/1576655506348953604

Afshin Irani
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Licenciado en filosofía y estudiante del Magíster en Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad de Chile.