Lenin, los comunistas y la inmigración

Traducción de Afshín Irani para una carta poco conocida de Balibar, publicada en L’Humanité (Francia) en 1973, sobre los trabajadores migrantes y el movimiento obrero comunista: “Se ve, en ojos de Lenin, que finalmente es sobre el terreno de la lucha y de la organización política que los trabajadores de todas las nacionalidades pueden forjar la unidad necesaria. Pero esta unidad no se adquiere espontáneamente, debe ser conquistada contra las relaciones de explotación desarrolladas por el imperialismo, al precio de una lucha política e ideológica difícil.”

por Etienne Balibar

Imagen / Etienne Balibar, 16 de diciembre, 2011. Fuente: Wikipedia.



Al jefe de redacción de L’Humanité [1]
,

 

Querido camarada,

Acabo de leer, junto con todos los lectores de L’Humanité la crónica histórica de Jean Bruhat[2] “Sobre los trabajadores inmigrantes”[3] que nos invita a reflexionar colectivamente sobre una cuestión de actualidad para todos los comunistas: por lo que me gustaría pedirte la oportunidad para hacer en las columnas de nuestra revista, algunas observaciones sobre el mismo tema.

Pero antes, que se me permita el saludo, que con certeza representa un sentimiento general, a la calidad y al nivel político de las crónicas de Jean Bruhat, las cuales penetran en la historia del movimiento obrero con una perspectiva de lucha y, sin ninguna intención apologética, nos aportan información imprescindible para el conocimiento del presente y nos muestran un análisis crítico, marxista y leninista, de las tendencias actuales de la historia del movimiento obrero, dando a nuestra educación política una contribución permanente que es remarcable.

Volviendo a la cuestión de los trabajadores inmigrantes: Jean Bruhat se limita voluntariamente al examen de los hechos del primer período de la historia del capitalismo industrial, contemporáneo a la formación del movimiento obrero internacional. ¿Sobre qué nuevas formas se ha desarrollado este asunto? Se pueden adjuntar muchos escritos a las fuentes citadas por Jean Bruhat, pero destacadamente los de Lenin.

En octubre de 1913, Lenin publica un artículo poco conocido sobre “El Capitalismo y la inmigración de los obreros”[4]. En él indica que el capitalismo:

“ha creado un tipo especial de migrac1on de los pueblos. Los países que se desarrollan rápidamente en el aspecto industrial, instalando más máquinas y despla­ zando del mercado mundial a los países atrasados, elevan el salario por encima del nivel medio y atraen a obre­ ros asalariados de los países atrasados.

Cientos de miles de obreros son trasladados de este modo a centenares y millares de verstas[5]. El capitalismo avanzado los absorbe a la fuerza en su vorágine, les arran­ ca de sus comarcas atrasadas, hace de ellos participantes del movimiento histórico-universal y les pone frente a frente de la poderosa, unida e internacional clase de los indus­triales.”[6]

Esta constatación compromete a Lenin inmediatamente con la siguiente observación:

“No cabe duda de que sólo la extrema miseria obliga a la gente a abandonar su patria y de que los capitalistas explotan con la mayor desvergüenza a los obreros inmigrantes. Sin embargo, sólo los reaccionarios pueden cerrar los ojos ante la significación progresista de esta migración moderna de los pueblos. No es ni puede ser posible redimirse de la opresión del capital sin el sucesivo desarrollo del capitalismo, sin la lucha de clases’ que en consecuencia suya. Y precisamente en esta lucha incorpora el capitalismo a las masas trabajado­ ras de todo el mundo, quebrando la rutina y la rudeza de la vida local, rompiendo las barreras y los prejuicios nacionales y agrupando a los obreros de todos los países en las grandes fabricas y minas de América. Alemania, etc.”[7]

Luego, Lenin examina la base económica de la inmigración, constituida por el desarrollo desigual del capitalismo: citando estadísticas de la inmigración a los Estados Unidos, y a Alemania, él muestra que la progresión de la inmigración de los trabajadores no deja de acentuarse, sino que su estructura ha cambiado a partir de 1880–1890. Mientas que en el período precedente la emigración europea provenía esencialmente de “viejos países civilizados” (Inglaterra y Alemania), donde el capitalismo se desarrolla más rápido, ahora son de los países más “retrasados” (partiendo por la Europa oriental) que proveen a América y a los otros países capitalistas “avanzados” de un número creciente de trabajadores calificados. En estas condiciones, por una parte “los países más atrasados del Viejo Mundo, en los que perduran más supervivencias del feudalismo en todos los órdenes de la vida, se les somete, por decirlo así́, al aprendizaje violento de la civilización”[8].

Pasando del plano económico al plano político, Lenin nota que si los trabajadores rusos están en este sentido más retrasados, ellos son los más adelantados en la lucha contra los intentos de la burguesía por instaurar divisiones racistas: “los obreros de Rusia, en comparación con el resto de la población, son los que más se libran de este atraso y barbarie (…) y los que más estrechamente se funden con los obreros de todos los países en una fuerza libertadora mundial.”[9]

Inmigración e imperialismo

He citado ampliamente el artículo de Lenin para poner de mejor forma en evidencia el doble problema que presenta primeramente la inmigración: el problema de sus causas económicas, de su transformación dentro de la historia del capitalismo, y el problema de sus efectos políticos sobre la lucha del proletariado.

Para convencerse de la extrema importancia de estos problemas, basta con releer Imperialismo: fase superior del capitalismo[10]. Ahí, Lenin analiza de forma más detenida la inversión de la tendencia en la emigración de los trabajadores como un aspecto fundamental del imperialismo, fase del “parasitismo y de la putrefacción del capitalismo”, al mismo tiempo que las contradicciones en el progreso de las fuerzas productivas y que la transformación en la estructura de las clases en los países imperialistas (marcada por la formación de “la aristocracia obrera” y por la baja relativa del número de productores). Dichas características están vinculadas orgánicamente, y ellas conducen de nuevo a Lenin a subrayar las consecuencias políticas, comprendidas como consecuencias negativas (“la tendencia del imperialismo a dividir a los obreros, a reforzar el oportunismo entre ellos, a provocar la descomposición momentánea del movimiento obrero”).

El análisis de Lenin es tanto más actual cuando este abre, definitivamente sin resolver, una serie de problemas teóricos y prácticos. Nos obliga a considerar la inmigración y las condiciones de vida y de trabajo de los trabajadores inmigrantes a partir de la teoría del imperialismo, fuera de la cual sus formas actuales nos serían ininteligibles. El conocimiento concreto de las causas y de los efectos de la inmigración es, recíprocamente, un hilo conductor hacia el conocimiento del imperialismo, es decir, del capitalismo en su fase actual.

Jean Bruhat, citando a Marx, muestra la importancia de la competencia entre los mismos trabajadores desde los comienzos del capitalismo industrial; pero esta competencia no es un fenómeno pasajero o secundario, es la base misma sobre la cual existen las relaciones de producción capitalistas, que se oponen a la masa de trabajadores individuales, “libres” vendedores de su fuerza de trabajo al capital propietario de los medios de producción cada vez más concentrados. La competencia es la base del salario como modo de explotación de la fuerza de trabajo, y no podrá desaparecer sin que el capital también lo haga a partir del desarrollo revolucionario de nuevas relaciones de producción, de relaciones de producción comunistas.

Es cierto que las formas de esta competencia se transforman históricamente, pero esta transformación sólo substituye a las practicas simples de contratación periódica en países vecinos, donde el “salario mínimo nacional” es más bajo[11]. Una “organización” más compleja del mercado de trabajo, realmente internacional, organiza distintos tipos de obreros desigualmente “calificados”, unos al lado de otros, unos contra otros. Esa transformación no es otra cosa que el desarrollo mismo de las relaciones de producción capitalistas.

También es cierto que las luchas de la clase obrera y los progresos de su organización tienden a contrastar los efectos de la competencia, y obligan al capital (del cual la burguesía no es sino el instrumento) a buscar constantemente nuevos métodos de contratación, de selección y de utilización de trabajadores, de nuevas fuentes de fuerza de trabajo. Así se da precisamente el desarrollo de las relaciones de producción capitalistas resultante de una lucha de clases cotidiana e ininterrumpida.

Inmigración y revolución técnica

Sin embargo, es necesario dar un paso más: como indica Jean Bruhat, la lucha en torno al salario (reducción de los salarios para algunos, la protección del valor para otros) es un hecho primario. Pero esto no es todo, porque el desarrollo de la explotación capitalista combina cercanamente la presión sobre los salarios, la duración del día de trabajo y la transformación (técnica) del modo de producción mismo, formas que permiten elevar a la vez la productividad y la intensidad del trabajo. Aquí tocamos los problemas que nos apremian hoy, que contienen todos los efectos de la “revolución industrial” incesante del capitalismo, en particular la actividad de trabajadores “O.S.”[12] dentro de la industria mecánica y electrónica, etc.

Y he aquí el punto: no hace falta examinar separadamente, de manera ecléctica, los aspectos actuales de la explotación que se vinculan a la mecanización, a la “parcelación” del trabajo, a su intensificación y aquellos aspectos que están vinculados a la competencia internacional entre trabajadores, a la inmigración. Estos aspectos se condicionan el uno al otro. Lo que se requiere entonces, como prueban tantas luchas recientes, es reconocer los aspectos de un mismo proceso sobredeterminado. No es simplemente por azar si, dentro de la mayor parte de países imperialistas, la proporción de trabajadores inmigrantes trabajan en las cadenas de fabricación y de montaje, en la construcción de edificios y de trabajos públicos, ahí donde la fuerza de trabajo es sumisa a una explotación intensa, donde se usa con una rapidez aterradora y se exige su renovación acelerada. Dentro de su notable investigación[13], Jacques Frémontier ha mostrado elocuentemente (o mejor dicho, ha permitido a los mismos trabajadores mostrar) que la división de los obreros “calificados” y de los “O.S.”, concurrentemente poco robusta o artificial en el nivel real de la calidad profesional real o las mismas condiciones de trabajo, debe su existencia masiva a la división entre trabajadores “nacionales” y “extranjeros”, comprendida como la brecha política y cultural que viene a reforzar y perpetuar esta división.

Se trata, entonces, de comprender a partir de esto cómo las características del imperialismo, al nivel de relaciones internacionales de producción, se relejan necesariamente dentro del proceso de producción inmediato, dentro de las formas bajo las cuales el capitalismo no detiene la transformación de las fuerzas productivas existentes, dentro de la forma compleja de luchas de clases que están inscritas en el corazón mismo de la producción.

Los comunistas y la inmigración

A pesar de la brevedad de estas indicaciones, se puede ahora comprender la extrema importancia política del problema de la inmigración para el proletariado y sus organizaciones.

Dentro de las nuevas condiciones de nuestra época, la presencia de los trabajadores inmigrantes y su lucha hacen del internacionalismo, más que nunca, la condición misma de la lucha de libración de los trabajadores, como lo han sostenido y explicado Marx y Lenin: ellas exigen que este internacionalismo encuentre los medios, siempre concretos, siempre orgánicos, de afirmarse. El mismísimo futuro de los trabajadores de cada país depende de ello, ya que no tienen que luchar paralelamente, y cada uno por su cuenta, frente a un mismo adversario, sino que constituyen por todas partes los “destacamentos” de una sola fuerza, combinada, amalgamada. Así el desarrollo del mismo imperialismo desemboca en nueva forma, superior al internacionalismo, una nueva etapa de la historia del movimiento obrero.

Además, atrayendo nuestra atención hacia las formas sucesivas que le permiten al capital desarrollar, a pesar de las luchas obreras, la competencia entre trabajadores que se encuentran en la base de su explotación, la cuestión de la inmigración nos muestra de nuevo, concretamente, por qué el movimiento obrero debe conducir una lucha constante contra las trampas del economicismo: dando a la lucha sindical su justo e irremplazable lugar, ella nos muestra al mismo tiempo la necesidad absoluta de una lucha política unida entre los trabajadores “nacionales” e “inmigrantes”, para la revolución socialista que, por si misma, permitirá destruir todas las bases de la explotación.

Citaré por última vez a Lenin, quien escribía en octubre del 1917, a propósito de la revisión del programa del partido Bolchevique:

“Hemos terminado así nuestro análisis del proyecto del camarada Sokólnikov, pero debemos hacer notar un agregado muy valioso que él propone y que, a mi juicio, debería aceptarse e incluso ampliarse. Propone que al artículo que trata del progreso técnico y del empleo cada vez mayor del trabajo de la mujer y del niño se le añada (se adapte): “así como el trabajo de obreros extranjeros no calificados, traídos de países atrasados”. Es este un agregado valioso y necesario. La explotación del trabajo de obreros peor retribuidos de países atrasados, es algo particular mente característico del imperialismo. En esta explotación se basa, hasta cierto punto, el parasitismo de los países imperialistas ricos que sobornan a una parte de sus propios obreros con salarios más altos, al mismo tiempo que explotan en forma desmedida y desvergonzada el trabajo de obreros extranjeros “baratos”. Habría que añadir las palabras “peor retribuidos”, y también las palabras “y muchas veces privados de derechos”, pues los explotadores de los países “civilizados” se aprovechan siempre de la circunstancia de que los obreros traídos del extranjero no tienen derechos. Esto se observa a menudo en Alemania con respecto a los obreros traí dos de Rusia; en Suiza con respectó a los italianos, en Francia con respecto a los italianos y españoles, etc.”[14]

Se ve, en ojos de Lenin, que finalmente es sobre el terreno de la lucha y de la organización política que los trabajadores de todas las nacionalidades pueden forjar la unidad necesaria. Pero esta unidad no se adquiere espontáneamente, debe ser conquistada contra las relaciones de explotación desarrolladas por el imperialismo, al precio de una lucha política e ideológica difícil. Es, más que nunca, el objetivo primordial de los comunistas que, según el eslogan de Marx, “Los comunistas no se distinguen de los demás partidos proletarios más que en esto: en que destacan y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias, los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad” y “cualquiera que sea la etapa histórica en que se mueva la lucha entre el proletariado y la burguesía, mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto.”[15].

Confrontado con el desarrollo de las luchas que conducen los trabajadores inmigrantes en sus formas originales, con sus dificultades, el “oportunismo de izquierda” quiere ver en la inmigración el “verdadero” proletariado, la realización de una idea mítica del proletariado, este exalta las divisiones, y las refuerza en nombre del mayor beneficio del capital. Desde el otro lado, el “oportunismo de derecha” niega la realidad de estas divisiones, de las contradicciones desarrolladas por el imperialismo dentro de la clase obrera misma, para dejar a los inmigrantes a la deriva o para para considerar que ellos poseen un simple problema de desigualdad económica, jurídica y social, apelando sólo a la convalecencia de los más “desfavorecidos”. En cuanto a nosotros, comunistas, miramos con mayor detenimiento las contradicciones que tenemos en frente, para reconocer en ellas las causas objetivas y los límites, que toda nuestra acción está llamada a superar. Sabemos que toda la clase obrera puede esperar, de esta forma, una liberación formidable de la energía revolucionaria, un paso gigante hacia su emancipación.

 

* Publicado en Balibar, Étienne. Cinq Études Du Matérialisme Historique. Editorial François Maspero, Paris.  193–202.  Artículo publicado por primera vez en  L’Humanite , 8 de junio de 1973.
** Traducción de Afshín Irani.

 

Notas

 

[1] N. del T. L’Humanité es un diario francés fundado en 1904 por el dirigente socialista Jean Jaurès. En 1920, tras la escisión entre la SFIO (Section Française de l’Internationale Ouvrière) y el Partido Comunista Francés, L’Humanité pasó a ser órgano oficial del PCF.

[2] N. del T. (1905–1983) Historiador francés, especialista en la historia del movimiento obrero. Militante del PCF

[3] L’Humanité, 15 de mayo de 1973

[4] Lenin, V. I. OOCC XXIV. Editorial Progreso. 99–102.

[5] N. del T. Unidad de distancia en la Rusia decimonónica. Obsoleta.

[6] Ibíd. 99

[7] Ídem.

[8] Ibíd. 100

[9] Ibíd., 102

[10] Vid. http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/IMP16s.html

[11] Cf. Marx, K. El Capital. Libro I, capítulo 22 Vid. https://webs.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/capital1/22.htm

[12] “Ouvrier Spécialisé”: trabajador que ejecuta una labor específica sin calificación profesional.

[13] Fayard, La Forteresse ouvrière, 1971.

[14] Lenin, V. I.  OOCC XXVII Akal, 1976. Madrid. 280

[15] Cf. Marx, K. & Engels, F. El Manifiesto Comunista. Vid. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm

 

Afshin Irani
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Licenciado en filosofía y estudiante del Magíster en Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad de Chile.