Latinoamérica, acumulación e imperialismo: Un esbozo Luxemburguista

El militarismo es fundamental para la acumulación en todas sus fases históricas. En el período de la “acumulación originaria” europea, como señala Marx, se ve “en la separación radical del productor de sus medios de producción.” Sea, a comienzos del mercantilismo, con los enclosures en Inglaterra XVI y XVII. (Marx 225) O para Luxemburgo, durante la conquista de América, en la proletarización violenta de los indígenas y la imposición del trabajo asalariado, así también como la modernización infraestructural de ferrocarriles en dichos territorios y la imposición crediticia de capitales europeos. Mandel, en 1970,  en su prefacio a la edición francesa de Introducción a la economía política de Luxemburgo enfatiza en las referencias de Rosa al exterminio de los indios de América por los españoles, a la barbarie de la esclavitud de los negros son productos de la modernidad. Enfatiza, además, en la gran diferencia de dicho libro de 1908, con los comentarios de Kautsky en 1886, donde los países periféricos, no aparecen en los análisis. Señala Mandel que “del gran debate con los revisionistas, Luxemburgo había concluido en que un exceso de atención por las fluctuaciones a corto plazo correrían el riesgo de desviar la atención de las grandes problemáticas imperialistas (…) del peso cada vez más importante del militarismo” (Mandel 9)

por Emilio Guzmán

Imagen / Estampilla de Rosa Luxemburgo (URSS). Fuente: Wikimedia.


Rosa Luxemburgo en ¿Para qué sirve la política colonial?, escrito en 1898, hace alusión al éxito de la industria alemana por sobre la inglesa en Brasil. También destacaba síntomas de ello en Chile, a propósito de las exportaciones alemanas, las cuales se habrían duplicado en 1887 y habían superado a las británicas. Dicha política colonial se vincularía a los costos materiales y humanos, ya que son aquellos países cuya conquista no tiene relevancia para el comercio e industria imperialista.  El surgimiento del texto Utopías pacifistas de Luxemburgo, en 1911, se contextualiza en la Europa en vías a la Primera Guerra Mundial. Las tensiones armamentistas, producto de la competencia entre potencias colonialistas, llevan a Luxemburgo a escribir que los antagonismos internacionales de los Estados capitalistas son el complemento de los antagonismos de clase, por lo que la anarquía política mundial es el producto del anárquico modo de producción capitalista. El pacifismo sería para Luxemburgo una utopía pequeñoburguesa respecto a la geopolítica mundial. De ahí que el materialismo histórico luxemburguista analice a los estados modernos como estructuras políticas; las potencias europeas no trascienden económicamente sin los países periféricos debido a la dependencia de sus materias primas, mercancías, y consumo de éstas. De ahí su crítica a la idea de gestar una “Unión de los Estados Europeos” autonomizados de los demás, llevado por Kautsky contra el “continente negro”, contra las “razas inferiores”. Vale decir, un racismo de Estado por parte de los estados burgueses europeos. Tal solución, dirá Luxemburgo, sólo puede implicar en lo económico, una guerra con América por las tarifas, y políticamente una guerra colonial racista. En La acumulación de capital, de 1913, dirá que “(…), el imperialismo aumenta su agresividad (…), agudizando las contradicciones entre los países capitalistas en lucha. cuanto más enérgicamente procure el capitalismo el hundimiento total de las civilizaciones no capitalistas, más rápidamente irá minando el terreno a la acumulación del capital. El imperialismo un método histórico para prolongar la existencia del capital, y  un medio seguro para poner un término a su existencia”.(Luxemburgo 346).


El militarismo es fundamental para la acumulación en todas sus fases históricas. En el período de la “acumulación originaria” europea, como señala Marx, se ve “en la separación radical del productor de sus medios de producción.” Sea, a comienzos del mercantilismo, con los enclosures en Inglaterra XVI y XVII. (Marx 225) O para Luxemburgo, durante la conquista de América, en la proletarización violenta de los indígenas y la imposición del trabajo asalariado, así también como la modernización infraestructural de ferrocarriles en dichos territorios y la imposición crediticia de capitales europeos. Mandel, en 1970,  en su prefacio a la edición francesa de Introducción a la economía política de Luxemburgo enfatiza en las referencias de Rosa al exterminio de los indios de América por los españoles, a la barbarie de la esclavitud de los negros son productos de la modernidad. Enfatiza, además, en la gran diferencia de dicho libro de 1908, con los comentarios de Kautsky en 1886, donde los países periféricos, no aparecen en los análisis. Señala Mandel que “del gran debate con los revisionistas, Luxemburgo había concluido en que un exceso de atención por las fluctuaciones a corto plazo correrían el riesgo de desviar la atención de las grandes problemáticas imperialistas (…) del peso cada vez más importante del militarismo” (Mandel 9)  

Es José Carlos Mariátegui, en sus Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, quien diferencia entre el conquistador español y el colonizador británico-estadounidense. Para los de Bretaña el control económico del país indígena, y no su conversión religiosa, era la meta. Mariátegui señala: “El español no tenía las condiciones de colonización del anglosajón. La creación de Estados Unidos se presenta como la obra de pioneer. España después de la epopeya de la conquista, no nos mandó casi sino nobles, clérigos y villanos. Los conquistadores eran de una estirpe heroica; los colonizadores, no. Se sentían señores, no se sentían pioneers.” (Mariategui 56) Luxemburgo intenta incorporar la producción de dinero al análisis como un tercer sector de la producción social. Tal como señala Otto Bauer en Neue Zeit, a propósito de la Acumulación del capital, Luxemburgo consideraría que la parte del plusvalor que se acumula no se puede realizar, a no ser que dicha producción venda sus excedentes a la pequeña burguesía y pequeños campesinos extranjeros ampliando los mercados y, por lo tanto, justificando el imperialismo. Destruye las formas de economía precapitalistas, generando nuevos asalariados y disponiendo más medios materiales de producción situados fuera de su mercado interior. También forma mercados coloniales, para que, en el caso que la sobreacumulación produzca bienes difíciles de vender en los mercados metropolitanos, se puedan suprimir y superar las crisis periódicas del capitalismo.

Efectivamente, en su crítica a Kautsky a propósito de la base material necesaria para que se conformen los estados modernos, Luxemburgo señala que el capitalismo necesita no sólo los mercados, sino también todo el aparato de un Estado moderno burgués; la clase capitalista necesita de condiciones políticas para establecer su poder de clase. La forma histórica de Estado burgués serviría a la defensa nacional, así como también a la ofensiva conquista y dominación de otras nacionalidades, integrando y sometiendo colonias. Por lo tanto, se comprenden los conflictos de intereses que se dan entre ellos. Luxemburgo da como ejemplo los estados modernos de Sudamérica en sus liberaciones como Estado-nación independizados de las colonias de España y Portugal en los albores del siglo XIX. Cita la guerra entre Brasil y Argentina. Ambos países acababan de liberarse del dominio español, sin embargo, luchaban por la provincia de la Banda Oriental. Los dos nuevos Estados-naciones querían quedarse con esta provincia, la cual finalmente se independizó como República de Uruguay, gracias a la intervención armada de Francia y Gran Bretaña. Ambas potencias actuaron porque tenían intereses coloniales en América del Sur. En 1864, dice Luxemburgo, comienza la Guerra de la Triple Alianza, que aseguró a Brasil -donde reinaban los intereses de los productores de café- la posición de gran potencia dominante en Sudamérica. Esto confirmó la hegemonía de los blancos en Brasil por sobre los negros y mestizos. Desde comienzos del siglo XIX estos métodos se desarrollan paralelamente con la exportación del capital acumulado de Europa a los países del resto del mundo. 

No es raro entonces que Mariátegui en Ideología y Política diga que “(e)l capitalismo, como sistema económico y político, se manifiesta incapaz, en la América Latina, de edificación de una economía emancipada de las taras feudales. El prejuicio de la inferioridad de la raza indígena, le consiente una explotación máxima de los trabajos de esta raza(…). En la agricultura, el establecimiento del salariado, la adopción de la máquina, no borra el carácter feudal de la gran propiedad (…)” ( Mariátegui 25) En “La acumulación del capital”, capítulo XXV “Contradicciones del esquema de la reproducción ampliada”, señala Luxemburgo que para que se realice la plusvalía, entendida como elemento fundamental de la acumulación, no puede realizarse solamente por obreros ni capitalistas, sino que ampliándose a formas de vida no sometidas a dicho modo de producción. El ejemplo puesto por Luxemburgo, en el que la industria inglesa suministró en la primera mitad del siglo XIX material de construcción de ferrocarriles a los países americanos, constituyendo las condiciones previas para la implantación capitalista y permitiendo, de esta forma, hacer una selección cuantitativa y cualitativamente ilimitada de sus medios de producción. En otras palabras, “(e)n el comercio capitalista interior, sólo pueden realizarse determinadas partes de producto social total: el capital constante gastado, el capital variable y la parte consumida de la plusvalía; en cambio, la parte de la plusvalía que se destina a la capitalización ha de ser realizada “fuera”” (Luxemburgo 281) 

Luxemburgo reconoce a un comunismo agrario como forma primitiva del desarrollo, válida para todos los continentes y razas. Destaca particularmente el rol de los lazos de parentesco en las antiguas comunidades comunistas de aldea, sea en en Argelia, en los griegos o romanos; dando la importancia de ellos como unidades económicas, instituciones jurídicas y culto religioso. De ahí que Luxemburgo destaque el rol de la teoría evolucionista de Lewis Morgan, la cual también será tomada por Friedrich Engels para su Origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Dice Engels que “(e)l orden social en que viven los hombres en una época o en un país dados, está condicionado por esas dos especies de producción: por el grado de desarrollo del trabajo, de una parte, y de la familia, de la otra” (Engels 28). Las concepciones de “salvajismo” y “barbarie”, con los que se denominaba aquellos estadios sociales, eran conceptos negativos, contrarios a la “civilización”. Dichos planteamientos son, para Luxemburgo, refutados por Morgan, quien, en su obra Ancient Society de 1877, le otorga un matiz positivo a las “denominaciones” salvajismo, barbarie y civilización, haciéndolos conceptos científicos exactos y siendo tres segmentos del desarrollo de la cultura: inferior medio y superior. Para Morgan, la sociedad de clases, de  propiedad privada, patriarcal y estato-burguesa es una transición entre el comunismo primitivo y el comunismo del futuro, tal como lo dirá Mariátegui. Pero sólo en países precapitalistas, que vivan dentro de condiciones sociales primitivas el capital puede desplegar sobre las fuerzas productivas materiales y humanas, combinando esclavitud y servidumbre. A pie de página dice que “El Libro Azul inglés sobre las prácticas de la Peruvian Amazon. En Putumayo, Perú han mostrado que el capital internacional coloca a los indígenas,(…) en una situación lindante con la esclavitud, arrebatando, explotando en gran escala, medios de producción. Desde 1900, la mencionada sociedad, perteneciente a capitalistas ingleses, había arrojado unas 4.000 toneladas de caucho sobre el mercado de Londres. En el mismo período de tiempo murieron 30.000 indígenas y la mayoría de los 10.000 restantes quedaron inválidos.” (Luxemburgo 275)

Tal como vimos, para Luxemburgo la plusvalía destinada a capitalizarse, así como la parte de la masa de productos que a ella corresponde, no pueden realizarse dentro de los círculos capitalistas. Para la transformación de esta forma de valor en la adquisición de los elementos del capital constante (que sirva para comprar los medios de producción tales como materias primas, maquinaria y utensilios sobre los cuales se ejerce la fuerza de trabajo), el comercio mundial es una condición vital. Intercambiando entre formas de producción capitalistas y las no capitalista, Mandel en sus últimos escritos señala la disyuntiva para el mundo en el siglo XXI ya no sería el socialismo o barbarie de 1915, sino socialismo o muerte, considerando el colapso ecológico de la expansión mundial capitalista. Según Luxemburgo, el esquema marxista de la reproducción ampliada, omitiría elementos de dicho concepto, al no contar con otras zonas sociales de los que saque obreros como capital variable y ejército industrial de reserva. Pese a ello, en el tomo III del Capital, publicado en 1894, en el capítulo XXIV, Marx señala que “(e)l descubrimiento de las comarcas auríferas y argentíferas en América, el exterminio, esclavización y soterramiento en las minas de la población aborigen, la conquista y saqueo de las Indias Orientales, la transformación de África en un coto reservado para la caza comercial de pieles-negras, caracterizan los albores de la era de producción capitalista. Estos procesos idílicos constituyen factores fundamentales de acumulación originaria.” (Marx 939).

Si bien la Acumulación del capital de Luxemburgo aparece en 1913, enfatizando en un principio con un diálogo con el tomo II de El capital y los esquemas de reproducción tratados ahí; para la polaca, el capital necesita, “para la realización del producto social total”, aprovechar comarcas en las que la raza blanca no puede trabajar de todas las fuerzas productivas. Tal como vimos en el ejemplo dado por Luxemburgo de la industria inglesa de tejidos de algodón, dicha “cuestión obrera en las colonias” ha ido integrándose al capital en las filas de los obreros asalariados, en tanto proletariado libre. El “trabajador libre” del que habla Marx en el libro I de El Capital no es sinónimo de un “trabajador libre e independiente”; es decir, un pequeño productor, un trabajador “independiente”. Es una figura por la cual Marx caracteriza al asalariado capitalista, hombre o mujer, en oposición a la figura del esclavo o del siervo. El capital tiene que invertir en sus elementos de producción. Si un capital inactivo no dispone en su propio país de posibilidades para acumularse, ante la ausencia demanda del producto adicional, puede  encontrarlas en capas no capitalistas. Para Luxemburgo, en el caso que no se pueda imponer a los trabajadores mediante la violencia el hacerse compradores de sus mercancías, es necesario la creación de ciertos medios de transporte (ferrocarriles, navegación, canales), que serían la condición previa de difusión de la economía de mercancías.  

Volviendo a lo anterior, trae a colación Luxemburgo que la red de ferrocarriles se desarrolló con mayor rapidez en el cuarto decenio del siglo XIX en Europa y en el quinto en América, gracias a los empréstitos públicos para la construcción de ferrocarriles. Las funciones de dichos empréstitos en la acumulación fueron el paso de la “Circulación mercantil simple”, que se expresaría bajo la fórmula M-D-M (conversión de mercancía en dinero (M-D) y reconversión de dinero en mercancía (D-M)), a la forma, D-M-D “conversión de dinero en mercancía (D-M) y reconversión de mercancía en dinero (MD)”. Es decir, lo que Marx llama “Circulación de dinero como capital”. Por ejemplo, la transformación del capital monetario en capital productivo mediante procesos de modernización infraestructural y militares. Ejemplifica Luxemburgo que, desde 1870 a 1875, se concertaron en Londres empréstitos por 270 millones de libras esterlinas; un rápido incremento de la exportación de mercancías inglesas a países Latinoamericanos, previo a las independencias nacionales, latinoamericanas, los Ministerio nacionales habrían tomado medidas para proteger al comercio imperialista, construyendo estaciones navales para barcos mercantes, cosa que rectifica su concepción del rol imperial del Estado moderno burgués. 

En Introducción a la economía política Luxemburgo cita al erudito ruso Maxim Kovalevski, quien concluyó que el imperio inca de Perú regían las mismas relaciones de comunismo agrario de los antiguos germanos, lo cual estaba en todo Latinoamérica. Dicho comunismo de aldea no era propio de una raza o continente, sino la forma general de la sociedad humana en un nivel determinado de civilización. La escuela burguesa de Smith, Ricardo y James Mill en las indias inglesas, predominante en Europa en la primera mitad del siglo XIX, negó la posibilidad de la propiedad comunal de la tierra. Incapaz de comprender las relaciones agrarias de los nativos, la concepción reduccionista de los economistas burgueses es una imagen engañosa, nos dice Luxemburgo. Ejemplo de ello era el territorio del Imperio Inca, con su administración de lotes y comarcas. Dicha forma comunista-primitiva, también es analizada por Mariátegui en Ideología y Política: “Habiéndoseles arrebatado la tierra que poseían en común las familias del ayllu, han sido obligadas a buscar trabajo, dedicándose al yanaconazgo y a peones de los latifundistas que violentamente los despojaron. Del ayllu antiguo no queda sino uno que otro rasgo, étnico, costumbres, prácticas religiosas y sociales, que (…), se les encuentra en comunidades que constituyeron el “curacazgo”.” (Mariategui)

En Introduccion a la económica política, sus cursos entre 1907-1913 en el Partido Socialdemócrata Alemán, señala Luxemburgo que los incas, quienes se habían instalado sobre las tribus peruanas conquistadas, vivían según relaciones de linaje y en comunidad de marca. En ellas se extendían los terrenos de los clanes incaicos, con terrenos indivisos que eran trabajados comunitariamente. Este fenómeno -nos dice Luxemburgo- contrasta con los principios de igualdad y libertad referidos al “hombre” abstracto de la sociedad burguesa. La explicación de las diferencias entre una economía basada en la producción de valores de uso, a una mercantil ocupa la mayor parte de este libro. Los vínculos de sangre y de propiedad ponían los límites de igualdad de derechos y de solidaridad de los intereses entre los incas. El fundamento del comunismo originario no era renunciar a la individualidad para lograr los principios abstractos de igualdad y libertad, sino la necesidad de desarrollo y el desamparo de los hombres frente a la naturaleza exterior. El limitado grado de dominio sobre la naturaleza delimitó el trabajo comunitario a los campos alrededor de las aldeas. Finalmente, la contradicción de intereses entre las diferentes unidades sociales planteaba la fuerza de trabajo como único medio de resolver dicha contradicción. Así es como se hacía la guerra, como método permanente de resolución de conflictos de intereses entre comunidades, tal como lo señala Pierre Clastres y Jacques Lizot.

Emilio Guzmán
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Sociólogo de la Universidad de Valparaíso y miembro del Centro de Estudios del Pensamiento Iberoamericano (CEPIB-UV).