Cómo convertirse en piedra de Manuela Infante: Una lápida y un corazón pétreo

La obra se organiza rizomáticamente como las raíces de algunas plantas o se aglomera como la constitución de algunas piedras, se comprime y se desplaza, mezcla una temática que convoca elementos de la ciencia ficción, el extractivismo y la caducidad de la vida; la obra se abre y cierra en diversos ciclos como grietas, socavones y vetas, tiene fuerzas geológicas haciendo espasmos en los cuerpos de los actores.

por Nicolás Román

Imagen / Árbol de Piedra en el desierto Siloli, Agosto 2007, Bolivia. Fotografía de Pedro Szekely.


“Saluamos a la tierra,
Que en ella estamos pasando ella los irá tragando
Ella los irá tragando por los campo’ y las selva’”
Violeta Parra, Verso por saludo

 

Sin duda la imagen más atroz que describe el fin de semana es una pira de artículos quemados en la calle. Una imagen muda donde se repite la atrocidad de quemar las pertenencias de personas que no son tratadas como tales, sus cosas convertidas en residuos y sus existencias tratadas como excedentes. Así, sus objetos son reducidos a escombros, sus vidas son reducidas a polvo. Una ciudad en medio del desierto que hace una razzia para quitarle la humanidad a los caminantes que llegaron cruzando cielos y montañas para buscar una forma de vida en esta larga y angosta faja de miseria.

Antes de ese día estuve con M en la segunda función de Cómo convertirse en piedra de Manuela Infante, protagonizada por Marcela Salinas, Aliocha de la Sotta y Rodrigo Pérez, estrenada en Matucana 100. La obra es parte de una trilogía abierta por Realismo (2016) y seguida por Estado vegetal (2018). M entusiasta sobre Realismo me dice que la obra es como leer a Hegel, es más, en verdad -insiste- es más conceptual, dice mientras salimos de la sala de Matucana que recordaba los tiempos previos a la pandemia. En mi caso, había visto Estado vegetal con O hace un par de años atrás. Quizá, lo que me impidió lograr una total empatía aquella vez fue el delicado conocimiento científico de las plantas que tenía O, científico avezado en las Arabidopsis y cómo estas recogen el nitrógeno en su corteza vegetal[1]: sin estómago y sin boca, cómo si comieran por las manos enterradas en la tierra o escucharan los rayos de la luz para mover sus hojas. Claramente, ambas temáticas de las obras previas de la trilogía, en las mismas palabras de la dramaturga y directora, son exploraciones sobre aquello que está más allá de lo humano -más allá de lo humano- más allá de lo animal[2] y, en este caso, más allá de lo vivo, las piedras.

La obra se organiza rizomáticamente como las raíces de algunas plantas o se aglomera como la constitución de algunas piedras, se comprime y se desplaza, mezcla una temática que convoca elementos de la ciencia ficción, el extractivismo y la caducidad de la vida; la obra se abre y cierra en diversos ciclos como grietas, socavones y vetas, tiene fuerzas geológicas haciendo espasmos en los cuerpos de los actores. La trilogía de Manuela Infante -o el dueto de obras para mí que me perdí Realismo– tiene una fuerte reflexión sobre el antropoceno[3], esa acción de los humanos con dimensiones geológicas que interviene como fuerzas endógenas en el planeta. La insistencia sobre la piedra en este capítulo de la trilogía devela nuestra pertenencia orgánica no animada al mundo de lo material: la piedra, el polvo, la química de los huesos; polvo cósmico o desértico, que ha sido explorado por Nostalgia de la luz de Patricio Guzmán y leído en clave poshumana por Gabriel Giorgi en sus Formas comunes[4].

La obra es desconcertante, crea un repertorio de imágenes pétreas a la par que se convierte en una filosa crítica al extractivismo, aunque no termina en eso, sigue más allá con pasajes donde los cuerpos animados o inanimados, o en vías de su extinción, elaboran imágenes minerales que nos rodean y traspasan. El lenguaje rompe su coherencia, los cuerpos son invadidos por movimientos atáxicos, espasmos y quiebres de la memoria, la obra se propone como un sondaje sobre los mantos del presente para llegar al núcleo duro e inerte que anima la ambición de la civilización capitalista y patriarcal.

M me cuenta que el día sábado F juega a pintar y enterrar a sus dinosaurios, bromeo y le digo que esas figuras plásticas hechas de piedras líquidas solidificadas son réplicas de los animales que las originaron, ellos son la sustancia extinta de esas piedras que F hace volver a la tierra como un ejercicio contra-arqueológico, las siembra en el vientre de la tierra, pero sabemos que en este desierto llamado Chile siempre la tierra escupe sus heridas y devuelve sus cuerpos muertos que nunca sanan porque se lavan con una saliva seca, esa es la reciente imagen del norte: el desierto, el mar -un país hecho polvo- habitado por enterradores de ilusiones con el corazón de piedra.

 

Cómo convertirse en piedra

Dirección y Dramaturgia: Manuela Infante
Funciones Presenciales
Del 23/09 al 17/10
Jue a Sáb – 20 hrs
Dom – 19 hrs

 

[1] Álvarez, J. M. y otros. “Systems approach identifies TGA1 and TGA4 transcription factors as important regulatory components of the nitrate response of Arabidopsis thaliana roots”. The Plant Journal 80 (1), 2014. https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1111/tpj.12618

[2] Manuela Infante, “Lo no antropocéntrico”, Entrevista por Alejandra Costamagna. https://www.youtube.com/watch?v=8yLyUXE_KEA 

[3] Dipesh Chakrabarty, Clima y capital. La vida bajo el Antropoceno, (Santiago: Ediciones Mímesis, 2021) https://edicionesmimesis.cl/index.php/product/clima-y-capitalla-vida-bajo-el-antropoceno/

[4] Gabriel Giorgi, Formas comunes (Buenos Aires: Eterna Cadencia, 2015).

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Doctor en Estudios Latinoamericanos y parte del Comité Editor de revista ROSA.