Sobre la historia del Movimiento Obrero: Advertencias y responsabilidades

Circunscribiendo siempre el asunto a la izquierda, la historia “esotérica” carcome hoy nuestra historiografía política, y la crítica a la historia académica –incluyendo la reivindicación de su reemplazo por la memoria de los pobres- es recurso de la autodenominada historia social popular.

 

por Camilo Santibáñez Rebolledo*

Imagen/ movilización de la FOM, Magallanes, 1918. Fuente: Wikipedia


Historiadores y sindicalistas de izquierda suponemos que la historia del movimiento obrero cumple algún rol en su presente. No está demasiado claro cuál es y tampoco, por tanto, que coincidamos al respecto. Pero nuestra continua postergación del asunto y las habituales alusiones hagiográficas de los segundos, componen un pésimo augurio.

La situación es incómoda pero el problema no es nuevo. Eric Hobsbawm lo refirió insistentemente desde la década del setenta y el rastro puede seguirse hasta el geógrafo criminal -“que levanta mapas mendaces”- de Lissagaray (1898:ix).1 No obstante, fue Georges Haupt en 1978 quien particularizó el asunto en el preciso modo en que quiero enfocarlo: “Convertida en dominio académico”, señaló, “la historia obrera no ha conseguido más que un traspontín en la universidad. Y entre los militantes obreros esos trabajos universitarios alcanzan escasa audiencia”; “¿A quién y para qué ha de servir [esta historia] en relación con el movimiento obrero?” (1986:10-11).

Haupt distinguió dos tipos de respuestas por parte de los historiadores. La primera fue aquella historia que Hobsbawm tildó de “esotérica” (1987:14): una oposición estética a la “historia desde arriba”, propensa a otorgarle una importancia desproporcionada a grupos marginales en desmedro del contexto y la perspectiva general, que por este motivo arrastró consigo el principal lastre de la historia obrera tradicional: “transmitir imágenes envejecidas y [ocultar] los verdaderos problemas” (1986:11). Un segundo tipo de respuesta fue aquella que culpó a la historia universitaria del desafecto obrero, optando por “la reivindicación de una vuelta a la saga de los militantes, a aquellos buenos viejos relatos del pasado heroico e idealizado” (1986:12).

Lo anterior condujo a Haupt a concluir, poco antes de su prematura muerte, que la historia del movimiento obrero seguía siendo “una ciencia de legitimación”, que “[desembocaba] en las sempiternas conclusiones prefabricadas y [continuaba] causando estragos” (1986:23). En lo que al movimiento obrero concernía, por tanto, éste se hallaba enfrentado a la disyuntiva siguiente: “ejercer una autocrítica con el propio pasado o seguir ocultándolo, [poniendo entre paréntesis las situaciones incómodas] e hipertrofiando así la memoria colectiva” (1986:31).

La situación historiográfica chilena guarda diferencias y semejanzas con la descrita por Haupt. Circunscribiendo siempre el asunto a la izquierda, la historia “esotérica” carcome hoy nuestra historiografía política, y la crítica a la historia académica –incluyendo la reivindicación de su reemplazo por la memoria de los pobres- es recurso de la autodenominada historia social popular.2

El principal lío de la historia obrera profesional, en cambio, es la feble relación entre los problemas de investigación que está planteándose y los problemas que asedian actualmente al movimiento obrero.

Además de política, el restablecimiento historiográfico de esta ligazón es una responsabilidad colectiva y por tanto de agenda disciplinaria. Abrevio el punto con un ejemplo: el naciente interés por sectores postergados por la historia obrera tradicional, como los obreros blancos o amarillos (Leiva 2018, Venegas 2018), debe ser forzado a responder por el rol de estos obreros en los fracasos y retrocesos del movimiento obrero. Pues, hasta donde sé, no contamos con ningún estudio serio sobre el rol histórico de los rompehuelgas.

En lo referido estrictamente a la utilidad que el movimiento obrero le asigna a la propia historia, los problemas se presentan menos en los sindicalistas comunistas o socialistas que en los dirigentes críticos por la izquierda de la conducción sindical postdictadura.

En lo concerniente a estos últimos, las alertas son preocupantes. La devoción que manifiestan transversalmente por la figura de Clotario Blest –y por ningún otro u otra dirigente- absorbe y encubre el mito de un movimiento obrero extraordinariamente unido previo a la dictadura, cuya mejor característica habría sido la autonomía sindical. Por esto cobran particular importancia los actuales y desmitificadores trabajos de Paola Orellana (2018), Luis Thielemann (2017) y Rolando Álvarez (2018) al respecto.3

En materia de conflictividad laboral es también importante desterrar ideas tan extendidas como nocivas en el mismo radio de sindicalistas, cuyo mejor ejemplo es la ingenuidad sobre la correspondencia entre motivos y resultados. Me refiero al tipo de razonamiento amparado en: “los trabajadores venceremos en esta lucha porque es justa”, útil como arenga pero absurda como estrategia. Dada la proporción y variedad de fracasos, por cierto, los trabajos que han tratado de examinar monográfica y descarnadamente la conflictividad laboral contemporánea siguen siendo escasos (Aravena y Núñez 2009; Ponce, Santibáñez y Pinto 2017).

Como puede observarse en ambos casos, se trata de cuestiones trascendentales para la formación de este contingente de sindicalistas. Pues, respectivamente y en su peor faceta, alientan el antipartidismo y siembran la derrota en negociaciones y huelgas.

En suma, que el movimiento obrero confronte su propio pasado, sin poner entre paréntesis las situaciones incómodas, es una tarea conjunta de sindicalistas e historiadores. Requiere que los primeros se sacudan las hagiografías y los segundos nos hagamos cargo de los problemas que el presente les impone a los trabajadores. En estas dos caras de la misma moneda se juega la utilidad que la historia obrera puede reportarle al movimiento obrero.


BIBLIOGRAFÍA

Álvarez, R. (2018), “Debates sobre la autonomía sindical: el caso del Partido Comunista de Chile en la década de 1990”, I Jornadas de Historia del Trabajo: Experiencias laborales en Chile contemporáneo, 28 y 29 de noviembre, Universidad de Santiago de Chile.

Aravena, A. y D. Núñez (2009), El renacer de la huelga obrera en Chile. El movimiento sindical en la primera década del siglo XXI, ICAL, Santiago.

Haupt, G. (1986), El historiador y el movimiento social, Siglo XXI, Madrid.

Hobsbawm, E. J. (1987), El mundo del trabajo, Estudios históricos sobre la formación y evolución de la clase obrera, Editorial Crítica, Barcelona.

Leiva, S. (2018), “Los obreros ‘blancos’. El mutualismo, el cooperativismo y los Centros Sociales en los tiempos de la Ley Maldita y los agitados años sesenta”, I Jornadas de Historia del Trabajo: Experiencias laborales en Chile contemporáneo, 28 y 29 de noviembre, Universidad de Santiago de Chile.

Lissagaray, P. O. (1898), History of the Commune of 1871, versión traducida del francés al inglés por Eleanor Marx, International Publishing Co., Nueva York.

Ponce, J., Santibáñez, C. y J. Pinto (2017), Trabajadores & trabajadoras. Procesos y acción sindical en el neoliberalismo chileno, 1979-2017, América en Movimiento, Valparaíso.

Orellana, P. (2018), “La CUT por la democracia ideal. De la autonomía relativa a la lucha política por el triunfo del FRAP (1953-1964)”, I Jornadas de Historia del Trabajo: Experiencias laborales en Chile contemporáneo, 28 y 29 de noviembre, Universidad de Santiago de Chile.

Santibáñez, C. (2018), “Benito Rojas, El Proletario y el Sindicato de Cargadores de Iquique (1913-1918). Notas de investigación sobre el sindicalismo revolucionario en Chile”, II Jornadas Internacionales de Historia del Movimiento Obrero y la Izquierda, 3-5 de octubre, Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas, Buenos Aires.

Thielemann, L. (2017), La construcción de “la vía de los hechos”. La radicalización práctica del movimiento popular en los largos sesenta. Chile, 1957-1970, Tesis para optar al grado de Doctor en Historia de Chile, Universidad de Chile.

Venegas, H. (2018), “Trayectorias de vida y paternalismo industrial: la Compañía Carbonífera e Industrial de Lota, Chile 1920-1950”, I Jornadas de Historia del Trabajo: Experiencias laborales en Chile contemporáneo, 28 y 29 de noviembre, Universidad de Santiago de Chile.


Notas:

1 Transcribo mi traducción de la cita por si la referencia a Lissagaray resulta ajena: “Quien entrega al pueblo falsas leyendas revolucionarias, quien lo entretiene con historias melodiosas, es tan criminal como el geógrafo que levantara mapas mendaces para los navegantes” (1898, p. ix). La obra original fue publicada en 1876 y esta cita corresponde al Prefacio agregado por el autor en 1877, por esto no figura en la versión francesa original.

2 Aunque irrelevante, el esfuerzo más reciente por encabezar una historia obrera de “sempiternas conclusiones prefabricadas”, diría Haupt, es el de la colección Biblioteca de Historia Obrera: http://www.mundoobrero.cl/historiaobrera.html Quizá habría que prestar atención a la línea de continuidad que sus autores presumen con la Historia del movimiento obrero chileno de Humberto Valenzuela y el trabajo de Luis Vitale, y examinar lo ideológicamente congénito de sus resultados.

3 Pese a lo incipiente, agregaría mi investigación sobre los orígenes del sindicalismo revolucionario en Chile: Santibáñez 2018.

Camilo Santibáñez R.
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Historiador y docente del Departamento de Historia de la Universidad de Santiago de Chile.

Un Comentario

  1. Hay tres asuntos propuestos: el desencuentro historiadores-dirigentes sindicales (mov. Obrero); una crítica historiográfica a versiones “esotéricas”, y un llamado a historiadores a tomar temas más propios, cercanos o actuales del mov. obrero. Entre el primero y el tercero se jugaría la “utilidad” que la historia obrera podría reportarle al movimiento. No se va para ninguna parte, sólo insinuaciones, ojalá que en otro momento el autor profundice en alguna…en todo caso, creo que el éxito de la historia (obrera o no) radica en ella misma, en su relevancia y calidad; que esta incida o no en el movimiento, que tome en cuenta o no los problemas actuales del mov., es un asunto que no importa a la buena historiografía.

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