Piñera y el Congreso: razones para una euforia

En su última cuenta pública, y ante la ovación de los parlamentarios oficialistas, el Presidente Piñera anunció la presentación de una reforma constitucional que permitiría la reducción del número de parlamentarios a un total de 120 Diputados y 40 Senadores. ¿Cuáles son los motivos de esta medida?; ¿qué explica la curiosa y eufórica reacción de los parlamentarios de derecha que se levantaron de sus butacas a celebrar cual gol de Chile en el último minuto de un mundial?

por Carlos Durán M.

Imagen / Cámara de Diputados de Chile, período 1973 – 1977. Fuente: Wikipedia.


En su última cuenta pública, y ante la ovación de los parlamentarios oficialistas, el Presidente Piñera anunció la presentación de una reforma constitucional que permitiría la reducción del número de parlamentarios a un total de 120 Diputados y 40 Senadores. “Desde hace años se ha producido un creciente deterioro de la percepción ciudadana respecto del funcionamiento de nuestro Parlamento”, dijo Piñera, vinculando la disminución próxima al 20% con un efecto de retorno de la confianza entre ciudadanía y parlamento.

¿Cuáles son los motivos de esta medida?; ¿qué explica la curiosa y eufórica reacción de los parlamentarios de derecha que se levantaron de sus butacas a celebrar cual gol de Chile en el último minuto de un mundial?

Lo primero que hay que puntualizar es que, tal y como es sabido, la medida propuesta por Piñera se encontraba presente ya en su Programa de Gobierno del año 2017. Esto es, era una propuesta anterior incluso a la entrada en vigor del cambio en el sistema electoral y el número de diputados.  Ello significa, por consecuencia, que operaba acá una proyección hipotética más que una constatación: el deterioro de la política -de profundas y complejas causas pero indudablemente activado por la crisis de financiamiento irregular/ilegal protagonizada por actores políticos, dirigentes y parlamentarios del Congreso Binominal- tendería a incrementarse con el aumento en el número de parlamentarios. Y al parecer, dicha futurología, por motivos no muy claros aún, habría sido confirmada por el Presidente y su equipo transcurridos solo 14 meses de la instalación del nuevo Congreso.

Lo segundo que creo necesario destacar es que, tal y como ha sido repetido por el propio Presidente y sus ministros, esta propuesta no contendría una modificación sustantiva de los mecanismos de elección sino que solo un ajuste acotado al 20% del número de parlamentarios. Ello, se asume, en el entendido de que un número como el actual sería excesivo y perjudicial para la imagen del parlamento. Y es aquí donde surgen algunas preguntas a mi juicio necesarias de explicitar:

En primer lugar, ¿qué nos dice la experiencia internacional? En perspectiva comparada, el número de parlamentarios en Chile es bajo. A nivel europeo, por ejemplo, solo tres países (Alemania, Austria y España)[1] tiene una relación entre número de habitantes y diputados superior a la de 1 diputado cada 115.000 (o poco menos de 90.000 incluyendo senadores y diputados) existente en Chile[2]. Esto significa que, comparado con otros países, el parlamento chileno no es especialmente numeroso, y resulta muy inferior al promedio europeo (1 parlamentario sobre 63.000 habitantes)[3].

Pues bien, si no es la comparación con otros países, ¿cuál es el fundamento de la evaluación del parlamento chileno como excesivo? Comparemos la actual proporción parlamento/población con nuestra tradición: antes de 1973, entre diputados y senadores había un total de 200 congresistas, un número incluso superior al actual. Y en 1990, cuando se reinauguró el Congreso bajo la fórmula binominal, si bien disminuyó el número de parlamentarios, la razón de representación era de un congresista (sumando senadores y diputados) por cada 77.000 habitantes aproximadamente (considerando una población de 13 millones de habitantes). Hoy, esa relación es aún superior: un parlamentario por cada 86.000 habitantes, aproximadamente. Es decir: el parlamento de 1990 era incluso más numeroso que el actual, considerando su relación con el número de habitantes. Y por aquel entonces, claro está, ningún parlamentario de la derecha propuso disminuir el Congreso sino que, por el contrario, se caracterizaron por defender enérgicamente la no eliminación de los senadores designados.

Si no es ni la comparación con otros países ni la medida de nuestra propia experiencia un criterio suficiente para explicar esta propuesta, ¿podría ser entonces el criterio económico relativo al gasto que significa un Congreso como el actual el que justifique este proyecto? Si así fuera, ¿por qué el gobierno no ha patrocinado entonces la propuesta de reducción de la dieta parlamentaria en un 50%?; ¿por qué no ha estudiado la introducción de una reforma política que elimine el Senado y constituya un congreso unicameral que, consecuentemente, disminuya sustantivamente los costos de la labor parlamentaria?[4];  ¿Es acaso la disminución del tamaño del Congreso la única opción para reducir el gasto público en esta área?

¿Y si el gobierno está preocupado por los problemas de sobre-representación de algunos distritos por sobre otros? A no ser que la propuesta gubernamental incorpore un nuevo y complejo proceso de redistritaje (con costosas consecuencias a nivel de participación), debiera suponerse que la reducción de parlamentarios se concentraría en el conjunto de distritos o circunscripciones que cuentan con una mayor cantidad de cupos a elegir. De este modo, distritos como el 10 de la Región Metropolitana, o el 7 de la región de Valparaíso, por ejemplo, debieran ver disminuido su número de parlamentarios aumentando aún más la sub-representación de dichos distritos y desmejorando aún más su posición relativa y la representación de sus habitantes en el Congreso.[5]

Otra alternativa explicativa de la euforia podría ser que, con calculadora en mano, los parlamentarios oficialistas y el gobierno observan que el actual mecanismo electoral los perjudica y, por contraste, favorece a nuevos actores tales como el Frente Amplio. Y sin embargo, los números nos dicen algo contrario: si nos centramos en la Cámara de Diputados, el 38% de votos de Chile Vamos se tradujo en un 47% de sillones parlamentarios, mientras que el 16.5% del Frente Amplio solo alcanzó para la obtención de un 12% de la representación parlamentaria. Visto así, el actual volumen de la Cámara no constituye necesariamente un perjuicio que pudiera explicar las emocionadas reacciones de la barra brava oficialista.

Ahora bien, si no es la -corta- experiencia del nuevo parlamento lo que explica la propuesta gubernamental, como tampoco la constatación de su tamaño excesivo ni la preocupación por la sub-representación de determinados distritos ni el eventual perjuicio que afecta a la derecha con este nuevo mecanismo, ¿cuál sería entonces la razón que explica la repentina urgencia en instalar una conversación sobre el número de parlamentarios? Más allá de razones instrumentales, lo que a nuestro juicio habita en el fondo de la propuesta de reducción del número de parlamentarios refiere en definitiva a una inconfesada incomodidad con la diversidad democrática y una nostalgia difícil de esconder por el Chile binominal en donde la política parlamentaria, más que expresión de la diversidad del Chile real, operaba como la cocina reproductora de un modelo de sociedad no discutido. Más que razones técnicas, en el corazón de la propuesta piñerista late un rechazo a la deliberación democrática y una inconfesada nostalgia binominal que, expresada en un lenguaje entre líneas, intenta vestirse oportunistamente con los ropajes del rechazo ciudadano a la política parlamentaria.

 

[1] https://www.eldiario.es/piedrasdepapel/politicos_6_313278686.html.

[2]https://www.bcn.cl/siit/actualidad-territorial/conformacion-de-nuevos-distritos-y circunscripciones/document_view2

[3] El promedio de las américas (un parlamentario cada 165.000 habitantes) debe considerar el impacto del caso de EEUU, que cuenta con un congresista por cada 600.000 habitantes, promedio muy por fuera de la media del resto de los países del continente. Véase sobre esto: http://archive.ipu.org/pdf/publications/gpr2012-full-s.pdf. Junto a ello, países como Brasil, Uruguay y México cuentan con parlamentos estaduales que incrementan sustantivamente el número agregado de parlamentarios.

[4] https://www.cooperativa.cl/noticias/pais/politica/senado/cuanto-le-cuesta-anualmente-a-chile-cada-senador-y-diputado/2017-02-28/071133.html

[5] https://www.bcn.cl/siit/actualidad-territorial/conformacion-de-nuevos-distritos-y-circunscripciones/document_view2

Carlos Durán Migliardi
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Investigador del Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Juventud en la Universidad Católica Silva Henríquez.