Un cuarto propio en el confinamiento
por Carolina Olmedo Carrasco
Como advirtiera Virginia Woolf ya hace más de noventa años, nunca un plato de sopa -un mantel lavado, una vajilla reluciente, una mesa impecablemente puesta- fue motivo de una sola línea en la narrativa oficial moderna, predominantemente masculina hasta la primera guerra mundial. Ante el confinamiento que va y viene, las mujeres experimentamos en cierta medida un descubrimiento de semejantes proporciones al de Woolf y su certeza de que para tener una voz propia (siquiera “existir”), la mujer debe como condición “tener dinero y una habitación propia”. En épocas en que parece que nunca una mesa puesta o un plato de sopa serán motivo de interés para el Estado, las tareas estratégicas para el control de la pandemia nunca adquieren un justo relieve e importancia en la sustentación de la vida propuesta por el gobierno a través de su despliegue mediático y militar. Continuar leyendo