Miño, a 19 años
por Camilo Santibáñez Rebolledo
Eduardo no estaba enajenado ni era tonto. Era un hombre de izquierda, comunista; herido, por cierto, y también resuelto. Y, en consecuencia, la cesantía, la enfermedad y la miseria no requerían ser yugos personales para sufrirlos como propios; menos cuando sometían con total impunidad a sus cercanos. Eduardo sencillamente resolvió hacer algo que el mismo calificó como “terrible” al respecto.
Continuar leyendo